Los
capítulos contienen un texto escrito en negro y se acompañan de
imágenes con un amplio comentario explicativo (recogido
en rojo y cuya finalidad es razonar ideas).
Si desea leer el artículo entre líneas, bastará con seguir
la negrilla y las
letras rojas destacadas. En la anterior entrada (ver) hay un índice con todas las leyendas recogidas hasta hoy.
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos
imágenes de la colección “manga” japonés ALCÁZAR; donde vemos
los trece tomos que comprenden su serie completa, que fue premio
nacional del “comic” en Japón. Redactada y dibujada por Yasuko
Aoike, la colección trata sobre la biografía del rey Don Pedro I de
Castilla. El argumento está perfectamente documentado, desde el
punto de vista histórico; asimismo los dibujos reproducen la moda,
los edificios y el entorno en el que se movió este monarca
castellano (mostrando
fielmente los gustos modistas y arquitectónicos de mediados del
siglo XIV).
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JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS:
Al
lado, portada
y dorso del volumen décimo tercero -y último- de este “manga”
que referimos: “Alcázar” (del que fue autora Yasuko Aoike
-premio nacional de “comic japonés”-).
Observemos a la izquierda al rey D.Pedro en el dibujo de “carátula”;
con vestimenta y armas que se corresponden con la indumentaria de la
época. A la derecha el dorso del libro, con Pedro I a caballo; a su
lado, las mujeres que amó -en un caso con moda de corte y en el otro
vestida como reina-. En
la foto de abajo: Portadas
y reversos de los libros 1º, 2º ,3º y 4º; pudiendo ver en la
primera a D.Pedro frente al Alcázar de Sevilla (edificio que
reconstruyó durante su reinado y donde vivió de niño). En las
restantes imágenes de los diferentes volúmenes del manga, se
observa al monarca idealizado y vestido de distintas formas; siempre
con ropas coetáneas a su tiempo (en moda hispana, árabe o judía,
pero siempre con arreglo al estilo del sigo XIV).
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1) INTRODUCCIÓN “Pedro I, una leyenda en Japón”:
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Nos
parecerá increíble conocer que un importante rey castellano es
un héroe del “manga” del Sol Naciente; tanto como resulta
inverosímil que hoy en día este monarca sea desconocido para casi
todos los jóvenes de España. No diremos que en Nippón Pedro I
ha sido tan famoso como Superman o Spiderman; porque el mercado
norteamericano, no solo ha divulgado mundialmente la hamburguesa y el
refresco con gas y azucarado. Sino ha invadido también el campo de
las letras; cambiando los mitos históricos, por la “mitología
basura”. Una mítica basúrica encabezada por héroes tan absurdos
como los ya citados -Superman o Spiderman- a los que se unen algunos
más extraños, como lo son “La Masa”, “La Cosa” o
“Wonderwoman”. Esta última, llegó a ser tal heroína del manga
que en su día fue elegida embajadora por la ONU, para representar a
la mujer. Aunque al poco tiempo las Naciones Unidas tuvieron que
desdecirse de tal elección; quitando a ese monigote llamado
Wonderwoman su título de “embajatriz” de las féminas (por
cuanto de ridículo tenía tal nominación).
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Pero
olvidando las rarezas americanas, lo que más nos extraña es que el
“cómic” apenas se ha utilizado en Occidente para divulgar
relatos con valor cultural o histórico -a excepción de mangas
similares a Ásterix o algunos cuentos de Disney-. Por el contrario,
en Japón hay centenares de tebeos que sirven para culturizar a
quienes los consumen. Entre los que nos han llegado casos como el
de Heidi y Marco, en el que los lectores no solo se entretienen, sino
también aprenden. Tal como sucede con este “manga” llamado
“Alcázar”, que narra la historia del rey D.Pedro con absoluta
fidelidad y de un modo romántico; lo que le llevó a lograr un
enorme éxito entre las lectoras japonesas. Al haber creado la Sra.
Aoike un personaje muy sofisticado y cargado de romanticismo;
describiendo la vida de aquel monarca de Castilla, como un hombre de
gran valentía y destacando a las mujeres que le rodearon. Todo ello,
redactado junto a un dibujo y relato en el que Pedro I se convierte
en un ser con enorme “glamour”; en el que la intriga de sus
amoríos y de los familiares en contra, que siempre tuvo cerca, le
costaron no solo la corona, sino también la vida.
SOBRE
Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos
imágenes más en las que podemos ver las portadas y dorsos de los
tomos de “Alcázar”, ejemplares 5, 6. 7 y 8 (arriba); junto a los
números 9, 10, 11 y 12 (abajo). Observemos
la cuidada ambientación de los atuendos que luce el personaje (Pedro
I); rey del que sabemos hablaba hebreo y árabe, vistiendo del modo
hispano musulmán, tanto como con moda judía. Asimismo podremos ver
en las viñetas los detalles de arquitectura andalusí, mudéjar y
cristiana (que por entonces se construía); a la vez que instrumentos
de época y diseños basados
en códices o miniaturas de la época (algunos procedentes de Las
Cantigas a Santa María -de Alfonso X “El Sabio”; tatarabuelo de
Pedro I-). Evidentemente, el
personaje y su entorno están idealizados por la dibujante; aunque
todos los detalles de atrezzo y fondos carecen de anacronismos. Por lo
que todo el manga lleva impregnado un enorme realismo, plasmando de
manera romántica cómo pudo ser la corte y vida del rey D.Pedro.
BAJO
ESTAS LINEAS: Un
dibujito mío con un chiste, que subí a mi página de Facebook,
cuando hace años la ONU eligió a Wonderwoman como embajadora
femenina de las Naciones Unidas (me
preguntaba en la viñeta si no hubiera sido mejor elección Juana de
Arco; caricaturizando una escultura de esta santa francesa).
Pareciéndonos absurdo la
elección de un personaje de este tipo como “embajadora”; resulta
más incomprensible no utilizar recursos como el “manga” o el
“comic”, con el fin de publicar libros e historias que culturicen
a los jóvenes. Aunque
tristemente se promocionan tebeos e historietas que hablan de héroes
como Superman, Sipderman o “La Masa”; cuyas dotes y vida no solo
son irreales, sino -sobre todo- cuasi idiotas.
2)
EL REY QUE LUCHÓ Y AMÓ JUNTO A MOTA (infancia y carencias):
.
Quizás
la etapa más interesante de este monarca fue aquella en la que
comenzó su “crisis”; una etapa que transcurrió en tierras
cercanas a Mota del Marqués. Nos referimos a cuanto sucedió desde
el tercer año de su reinado -1353-, cuando Pedro I fue obligado a
casarse con María de Borbón (pese a tener ya una hija con su
amante, María de Padilla). Boda tras la que decide huir, para
regresar junto a su enamorada; sin cumplir con sus obligaciones como
marido de la nieta del rey de Francia. Pero antes de narrar esta
importante parte de la vida del monarca castellano, vamos a referir
algunos datos generales sobre su biografía; para entender su persona
y los hechos que se acontecieron durante esos años que habitó junto
a Mota del Marqués.
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De
tal manera, recordaremos que Pedro I fue el único hijo legítimo
de Alfonso XI; un rey “extraño” con su verdadera familia. Tanto
que abandonó a su mujer al poco de parir a este primer niño,
dejando de por vida a la madre y a su real retoño al cuidado de uno
de los hombres de su confianza (llamado Juan Alfonso de Alburqueque,
quien hizo de “ayo”). Así, mientras otorgaba la custodia de su
unigénito y de su esposa a ese noble portugués; Alfonso XI pasó
el resto de su existencia junto a su “querida” Leonor de Guzmán,
con la que tuvo diez hijos (nueve de ellos varones) (1)
. Enamorado sin igual y buen padre con la descendencia
que su amante le dio, fue feliz con la bella Leonor; viviendo
junto a ellos y batallando para recuperar las zonas de la actual
Andalucía todavía no reconquistadas. Pese a que este
concubinato le costó la enemistad de su suegro, el rey de Portugal;
quien en ocasiones se negaba a ayudarle a combatir contra los
andalusíes. Al saber que su nieto Pedro y su hija -María de
Portugal-, vivían prácticamente en soledad y bajo la custodia de
aquel Juan Alfonso de Alburquerque. Quien dedicaba al niño poca
atención y una triste educación (manteniéndole lejos de su
padre, en Sevilla). Todo lo que se complicaba por el difícil
carácter de la madre; que -tal como veremos- era mujer de mala
cabeza y de peor corazón, tan solo capacitada para dar nefastos
consejos a su hijo y crear los mayores problemas a cualquiera.
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Así
fueron los padres de este infeliz niño llamado Pedro y así
transcurrió su infancia: Entre los muros del antiguo Alcázar de
Sevilla, con las mayores carencias de afecto y con una educación
descuidada. Promovida por la mano de una reina y madre, loca por
celos -llena de odio hacia su marido y a su rival amorosa-.
Aunque todo aquello cambió en la primavera de 1350, cuando el
heredero tenía quince años y tras haber contraído la peste su real
padre (que parece se contagió en el Sitio de Gibraltar). Siendo
coronado el joven como “Pedro primero” de Castilla en marzo de
aquel año; cuando aún no había cumplido los dieciséis años. Por
su parte, el entierro de Alfonso XI se complicó desde el momento en
que su amante decide dirigirse hacia Sevilla, para asistir a las
exequias fúnebres. Pues la presencia de Leonor de Guzmán en el
sepelio del rey, fue aprovechada por la madre de D.Pedro (María de
Portugal), para hacerla prisionera y ponerla a buen recaudo en el
Alcázar sevillano, bajo la vigilancia de Alfonso de Alburquerque.
JUNTO
ESTAS LINEAS:
Al
lado, portada de las crónicas de Ayala, con la supuesta efigie del
rey D. Pedro
(dibujo de A.Carnicero, grabador J.J. Fabregat 1739). Este
grabado encabeza el primer volumen del Canciller López de Ayala,
intitulado (SIC): “COLECCIÓN
DE LAS CRONICAS Y MEMORIAS DE LOS REYES DE CASTILLA. REY
DON PEDRO” escrito por PEDRO
LOPEZ DE AYALA, CHANCILLER MAYOR DE CASTILLA -TOMO I; EN LA IMPRENTA
DE DON ANTONIO DE SANCHA; AÑO DE M. DCC. LXXI-. Una
edición que utilizaremos para el análisis de la leyenda de este rey
castellano; del que se han escrito múltiples biografías, aunque la
primera y coetánea es esta que referimos. Redactada
por el canciller López de Ayala y publicada en vida del rey Enrique
II (hermanastro y adversario de Pedro); por cuanto la visión que nos
da del monarca anterior, es un tanto “sesgada”.
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos
imágenes del Monasterio de Las Clarisas, en Tordesillas; un edificio
mandado construir por Pedro I como palacio y donde incluyó unos
bellísimos baños árabes. Más tarde se convertiría en convento,
donde entraría a profesar su hija mayor: Beatriz.
Nacida de María de Padilla y del rey en 1353; vino al Mundo antes de
que su progenitor se casara con la hija del de Francia (con la que no
tuvo descendencia). Debido a ello,
esta Beatriz de Castilla se consideró la legítima heredera al
trono, cuando es asesinado su padre a manos de Enrique (su
hermanastro). Pero poco después de ser jurada como reina de
Castilla, Beatriz fallece; una muerte sobre la que -a nuestro juicio-
se observa la sombra de su tiastro Enrique, quien es coronado monarca
castellano a la vez. El
edificio que vemos en imagen pertenece aún en nuestros días al
Patrimonio Real, aunque la comunidad monacal de clarisas conserva
desde 1360 el usufructo del bello palacio creado por Don Pedro y
cedido por la Corona castellana (para ser convertido en convento). Se
caracteriza por una arquitectura mudéjar sin parangón en otros
lugares de España, a excepción de los palacios andaluces. En este
edificio de Tordesillas nacieron dos de los cuatro hijos que María
de Padilla tuvo con Pedro I; viniendo al mundo los otros dos -y
primeros- en la ciudad de Toro.
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Otras
dos imágenes de Tordesillas; al lado
un detalle del estuco mudéjar que decora el patio de entrada del
Monasterio de Las Clarisas. Abajo,
un panel pintado sobre una pared de Tordesillas, por el conocido
dibujante toresano Carlos Adeva.
Este murete sito junto al monasterio de Sta. Clara, representa
(imaginados) a Pedro I y a su padre, Alfonso XI.
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3)
CORONACIÓN DE DON PEDRO Y ASESINATO DE LEONOR DE GUZMÁN (madre de
sus hermanastros):
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Como
dijimos, al poco tiempo de morir Alfonso XI fue coronado su
primogénito -Pedro-, subiendo al trono en marzo de 1350. Dada la
juventud del nuevo monarca, las decisiones de Estado serán tomadas
por su madre y su “ayo”, Juan Alfonso de Alburquerque; quien
tenía una enorme ascendencia sobre aquel “chico” al que había
educado -solo y junto a su madre-. No sabemos si Alburquerque tuvo
una relación “intima” con la abandonada esposa de Alfonso XI; a
quien ese monarca encomendó el cuidado y cargo de su mujer y el de
su hijo -antes de abandonarlos-. Pero sí podemos afirmar que Juan
Alfonso era como un padre para Pedro I. Ello, unido a que la única
figura familiar que conocía era su madre; permitió por entonces
gobernar indirectamente en Castilla a ambos (a Alburquerque y a María
de Portugal). De tal manera, el nuevo reinado comenzó con la
detención y el encarcelamiento de sus hermanastros, por consejo de
Juan Alfonso; quien indicó que debería tomar presos a Enrique y
Fadrique (los dos mayores). Apresamiento que tenía como finalidad
hacerles desistir en sus intentos por llegar al trono y sobre todo,
atemorizar a la madre (Leonor de Guzmán, la “favorita” del
difunto Alfonso). Aunque poco después libera Pedro a los que se
le habían rebelado, y les perdona, con motivo del sepelio de su
padre común (al llegar el cadáver del progenitor de todos a
Sevilla, donde lo recibirá junto a sus hermanastros).
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Es
entonces cuando la madre de Pedro I decide vengarse de la amante que
tuvo su esposo; aprovechando la asistencia de Leonor de Guzmán al
sepelio del rey muerto, para tomarla presa
(2) . Momento en que aquella bella mujer que
le dio a Pedro diez hermanastros, encargó al mayor de sus hijos
(Enrique), se casase con Juana de Manuel -mujer de sangre real,
señora de Vizcaya e hija del Infante Don Juan Manuel-. Ya que
aquella boda claramente dotaba a Enrique de posibilidades en su
pretensión hacia el trono -pese a ser un bastardo real-. Todo
ello provocó que en 1351 la reina madre trasladase a Leonor de
Guzmán hasta su tierra natal (Talavera), donde María de Portugal
encarceló a la amante de su difunto marido, para condenarla a
muerte. Un hecho terrible en el que no tuvo parte ni arte el
joven rey, pero que le costó la enemistad y el odio de sus
hermanastros; quienes vivieron con horror la ejecución de su
progenitora. Asesinada en el “garrote” después de despedirse
de algunos de hijos en Llerena (antes de ser llevada a Talavera); y
muerta por voluntad de la madre de Pedro I, que así vengaba los años
de felicidad que habían tenido Alfonso XI y Leonor de Guzmán.
Narrando la leyenda que María de Portugal mandó dar tantas vueltas
a la cuerda del “garrote”, como años habían convivido unidos
los reales amantes y sus diez hijos (3)
.
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Durante
este tiempo el joven rey Pedro estuvo enfermo y apenas pudo
participar en la vida social ni política, a consecuencia de unas
terribles fiebres que le llevaron al borde de la muerte. Lo que
sucede desde agosto de 1350, cuando el recién coronado entra en
estado grave; pero durante su convalecencia -que dura seis meses-
observa cómo sus parientes más cercanos preparan el reparto de
propiedades de su corona, llegando a elegir un nuevo sucesor.
Pese a esos “preparativos”, en navidades de 1351 comienza a
recuperarse y debemos pensar que este adolescente de dieciséis
años creería que le habían envenenado. Por lo que tras sanarse
decide vengarse de aquellos que habían propuesto ser sus herederos,
ante su inminente muerte -que no se produjo-. Ello, junto a la
terrible ejecución de Leonor de Guzmán (llevada a cabo por su
madre), le granjeó el odio de casi todos sus familiares.
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos
imágenes de los restos de la muralla y Alcázar de Talavera de la
Reina. En este antiguo palacio de Abderramán
-que a mediados del siglo XIV regentaban los Álvarez de Toledo- es
donde María de Portugal manda ejecutar a Leonor de Guzmán (quien
tristemente había nacido en aquella misma ciudad, que más tarde
Alfonso XI regaló a su mujer, la cruel reina María). Tan
solo movida por los celos y el ánimo de venganza; la madre de Pedro
I ordenó matar a su rival en amores;
con tanto rencor que siquiera tuvo dudas al tomar tan terrible
decisión. Pese a saber que
aquello granjearía el odio hacia su hijo (el rey D.Pedro),
hermanastro de los diez hijos que Leonor tuvo con Alfonso XI.
El canciller López de Ayala narra del siguiente modo la ejecución
de la amante del rey Alfonso: “por
consejo de Don Juan Alfonso de Alburquerque , que levasen á la dicha
Doña Leonor presa á Talavera , que era villa de la Reyna Doña
María madre del Rey. E tenía el alcázar de la dicha villa Gutier
Ferrandez de Toledo , é el Rey mandó á Gutier Ferrandez , que
tomase á Doña Leonor, é la levase á Talavera. é asi lo fizo ,
que luego partió dende, é la levó presa á Talavera, é púsola en
el alcázar de la dicha villa , que tenia por él un Caballero
natural dende , que decían Gutier García de Talavera. E dende á
pocos días envió la Reyna Doña María un su Escribano que decían
Alfonso Ferrandez de Olmedo, é por su mandado mató á la dicha Doña
Leonor en el alcázar de Talavera” (3)
.
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos
fotografías de Llerena, población a medio camino entre Sevilla y
Talavera, donde sabemos que Leonor de Guzmán se despidió de algunos
de sus hijos (especialmente de Fadrique, gemelo de Enrique -el
mayor-). Quienes ya suponían
que al llegar a la ciudad de la reina María (Talavera), sería
muerta por mandato de la madre del rey, que tanto odiaba a la amante
de su esposo.
4)
SUBLEVACIÓN DE LOS HERMANASTROS; EL REY ES OBLIGADO A CASARSE CON
BLANCA DE BORBÓN:
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La
consecuencia inmediata a la decisión de la reina madre (matando por
celos a su rival); fue el odio y el levantamiento de los hijos de
Leonor y Alfonso XI. A quienes siguieron muchos caballeros,
especialmente algunos muy notables. Vengándose entonces el joven rey
Don Pedro de quienes apoyaban la causa real de los bastardos y
acabando por ello con personajes como Alfonso Fernández de Coronel o
el famoso Garcí Lasso de la Vega. Por su parte, Enrique (el mayor
de los hermanastros) se hizo fuerte en los dominios de su protector,
el conde de Trastamara. Quien no solo le legó sus tierras en
Asturias y su título, sino también el refugio entre los suyos, que
apoyaban a Enrique en sus revueltas. En estas circunstancias de
enorme tensión, decide Don Pedro pactar con sus hermanastros y
claudicar a sus deseos; acordando casarse en Valladolid en 1353 con
Blanca de Borbón, que era la candidata a reina de los hijos de
Leonor y Alfonso XI. Pese a todo, la llegada de la sobrina del rey de Francia fue tan “accidentada”, que los hermanos de
Pedro asistieron a las bodas como una “banda armada”.
Reuniéndose con su hermanastro en Cigales (días antes del
matrimonio); mostrando actitud amenazante y obligando al rey a
casarse, sin ni siquiera poder revisar la dote que la francesa debía
traer. Un dinero que -al parecer- no portaba la novia. Además,
dice la leyenda, que el viaje desde tierras galas hasta las
castellanas lo hizo acompañada de Fadrique (el gemelo de Enrique);
quien la “poseyó”. Suponiendo la imaginación popular, que este
segundo hermanastro del rey -tras dejar embarazada a Blanca de
Borbón- decidió retrasar su aparición en Valladolid hasta que
pariera ese hijo (al que llamaron Juan); para después de aquella
afrenta, desposarla con el monarca castellano.
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Todo
cuanto narramos y la existencia de María de Padilla (amante de Pedro
I, con la que había tenido ya a su primera hija, Beatriz); hizo
inviable la convivencia marital entre Blanca de Borbón y el rey de
Castilla. Unos hechos que recoge de manera magistral el ilustre
Gonzalo Pintos Reino (4)
en su biografía sobre el rey D. Pedro; un libro que de algún
modo seguiremos, para narrar lo que se aconteció a partir de este
momento. Sucedido después del 3 de junio de 1353, cuando Pedro
decidió realizar la “pantomima” de su boda con la nieta del rey
de Francia, para contentar a sus hermanastros. A quienes apoyaban
los aragoneses, intentando controlar a través e ellos Castilla.
Aunque el punto crucial era que con ese enlace los bastardos de
Leonor recibían el beneplácito los monarcas galos, quienes inmersos
en la Guerra de los Cien Años, veían en ellos un modo de herir los
intereses de la casas reales hispanas y de la Inglesa (por
entonces aliada con la castellana en sus batallas contra Francia).
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Pero
regresando a D. Pedro -como dijimos- se casó con Blanca de Borbón
un 3 de junio de 1553; aunque dos días después ya había huido de
su mujer, marchando hacia Toledo para unirse de nuevo con María de
Padilla. Al conocer toda la Corte que el monarca no había
pernoctado siquiera con la francesa y que escapó de Valladolid, para
no tener que hacer vida marital con ella; salieron en su busca,
intentando obligarle a volver, aunque no pudieron alcanzarle (5)
. Pues tal como afirman los textos, en primera jornada de escapada
(el 5 de junio), marchó a caballo desde Valladolid hasta un lugar
próximo a Olmedo, llamado Pajares –población que personalmente
creo se trata de Pajares de Adaja, entre Olmedo y Ávila; a unos 90
kilómetros de Valladolid (recorriendo pues unas veinte leguas y no
dieciséis, tal como dictan las crónicas)-. En los dos días
siguientes, D.Pedro llegaría a Torrijos para recoger a María;
tras realizar a toda prisa un camino que pasaba por Ávila, las Navas
del Marqués, cruzaba el Puerto de Arrebatacapas y llegaría a
Maqueda; bajando por San Martín de Valdeiglesias y Escalona (lo que
hoy se denomina Ruta del Lazarillo, debido a que este libro sitúa
muchos de sus pasajes en esta zona que hemos definido en el mapa -en
imagen abajo-). Sabiéndose que el 8 de junio ya había recogido
en Torrijos a su amada María de Padilla, para llevársela a Toledo y
disfrutar junto a ella del reino y de sus amores (6)
.
JUNTO
ESTAS LINEAS: Mapa que he
trazado del camino que en el siglo XIV seguían desde Valladolid a
Toledo. Esta ruta se testimonia en los textos sobre el rey D. Pedro,
cuando nos dicen que: "D.
Juan Alfonso no anduvo tanto porque no le permitía la impedimenta
militar igual celeridad. Dejó Valladolid el miércoles 12 de Junio y
tomó el camino de Toledo, porque ya sabía donde posaba el rey, y
llegó a unas aldeas cerca de Olmedo; el 13 durmió en Parraces; el
14 lo hizo en Filipal; el 15 en San Martín de Valdeiglesias y el 16
en Almorox, aldea de Escalona".
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos
dibujitos míos de la ciudad de Toledo, donde se halla el palacio que
habitó el rey Don Pedro, hoy edificio de Fuensalida.
AL
LADO Y ABAJO: Dos imágenes de
detalles decorativos en los palacios en que se considera habitó la
corte del rey Don Pedro (hoy escuela de Traductores de Toledo).
AL
LADO Y ABAJO: Dos imágenes
con fachadas y detalles decorativos de los palacios que se considera habitó la
corte del rey Don Pedro (hoy escuela de Traductores de Toledo)
.
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5)
DON PEDRO REGRESA A TIERRAS VALLISOLETANAS, NEGÁNDOSE A VOLVER CON
BLANCA DE BORBÓN:
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Aquella
huida de Valladolid para no hacer “vida marital” con Blanca de
Borbón debió ser un motivo de preocupación para muchos; pero
también de mofa para casi todos. Pues cuanto le pasó al pobre
de D.Pedro en estos días de junio en 1353, es lo que en Andalucía se
denomina “dar la espantá”. Algo que sucede al torero, cuando ve
que por la puerta de chiqueros le sale un morlaco con más cuernos
que una vedette y con mayor sobrepeso que un alemán aficionado a la
cerveza. Todo lo que suele provocar “la espantá” del infeliz que
espera encontrarse algo tolerable y “toreable”. Aunque en el caso
del rey castellano, parece que huyó por no enfrentarse a una fémina
que carecía de un “buen pasar nocturno”, y que además no tenía
dote. Pues aquella francesa que de dieron por esposa, que para colmo
venía sin dinero; parece que tenía ya más batallas ganadas en la
alcoba que el mismo Cid (y menos atractivo que una octogenaria con
bigote). Por todo ello, tras casarse, salió Pedro I de Valladolid
corriendo más presto que un perro apaleado y llegando en dos días
hasta Toledo; donde decidió continuar su vida de amores con la bella
María de Padilla.
.
Muchos
se preocuparon por tal decisión, que podía provocar las iras del
rey de Francia; aunque parece que el monarca de Castilla no estaba
dispuesto a cambiar una “foca” de las Galias, por una preciosa
noble castellana. Menos aún, si la gala venía sin dinero... . Pero
cuando regresa a Toledo, le aconsejaron los más allegados no
rechazar a la sobrina del monarca francés; insistiendo incluso en ello
su banquero y asesor de finanzas (Samuel Leví). Pese a todo,
D.Pedro se negó a volver con la recién desposada; por lo que para
intentar convencerle se llegaron a Toledo los principales de la
Corte, quedándose en Almorox (población muy cercana). Donde
intentaron repetidamente ir al palacio para hablar con el rey y
obligarle a cumplir su compromiso marital. Así lo hizo su “ayo”
(Juan Alfonso de Alburquerque) quien viendo que el monarca no daba su
brazo a torcer, decide encaminarse hacia sus posesiones junto a
Portugal y abandonar la escena -no sin antes informar a quienes
permanecían en Valladolid de cuanto sucedía por Toledo-. Es en este
momento cuando las diferentes mesnadas de unos y otros vagaban por la
meseta, realizado todo tipo de tropelías, llegando a las razzias.
Debido a que el gobierno del Estado había quedado sin control y
desunido, después de que D.Pedro desobedeciera el compromiso
contraído con sus hermanastros (7)
.
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En
esta situación, el monarca decide volver a la zona de Valladolid;
instalándose con María de Padilla en Olmedo y escribiendo al Papa,
para que le ayudase en tan extravagante situación. Rogando al
Sumo Pontífice que le enviase al cardenal Gil de Albornoz, para
remediar los entuertos que vivía su castellano reino. Pero el Santo
Padre (desde Avignon) le responde afirmando que necesitaba la
presencia en Italia del Cardenal Albornoz; por lo que no podía
prescindir de aquel colaborador, ni menos solucionar los extraños
problemas de D.Pedro. Así transcurre el verano de 1353, durante
el que varios caballeros de confianza intentan disuadir al rey para
que ceda el puesto de su mujer, a Blanca de Borbón. Aunque era tal
el enojo que le provocaba oír estas ideas, que tenía decidido matar
a quien volviera a mencionarle el tema. Tanto fue así, que la misma
María de Padilla se vio obligada a salir de Olmedo, en busca de dos
de los principales de D.Pedro, para advertirles que no intentasen
convencerle de que se uniera a la francesa. Logrando de este modo
María de Padilla salvar la vida de Alvar Pérez de Castro y del
asturiano Alvar González-Morán; evitando que entrasen el Olmedo y
poniéndoles en alerta para que huyeran; antes de que se atrevieran a
aconsejar a D.Pedro regresar a Valladolid con Da. Blanca.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos
esculturas atribuidas a Egas de Cueman. Al lado, retrato del Obispo
Barrientos tal como lo
exhibía el Museo de las Ferias, en Medina del Campo -muy cerca de
Olmedo- (agradecemos a esta institución y a la Fundación Simón
Ruiz nos permita divulgar nuestra foto). Esta
pieza se fecha hacia 1450 y
está considerada la primera
efigie en mármol del arte español, en posición orante; aunque no
sabemos si la del rey Pedro I fue anterior a ella (ya
que está encargada en 1447). Ambas son muy semejantes y la
que vemos abajo, es
la que mandó hacer la nieta de Pedro I para rememorar la figura de
su abuelo, cien años después de su muerte. Elevándole
una capilla en Santo Domingo el Real (de Madrid); de donde procede
esta gran figura que hoy se mantiene en el M.A.N., tras haberse
destruido el convento de los dominicos madrileños.
Esta
efigie de Don Pedro (atribuida a Egas), fue un encargo de sus nietas
cuando vuelven de las Islas Británicas para casarse con los reyes
castellanos (los Enríquez). Quienes legitiman así su dinastía,
matrimoniando con los descendientes de Pedro I; después de que las
hijas de aquel rey huyeran a Inglaterra tras el asesinato de su
padre. Pues -como sabemos-
este monarca fue muerto por la mano y traición de su hermanastro
Enrique, quien sube de este modo fratricida al trono. Debido a ello,
el rey D.Pedro no tuvo ni sepelio, ni un mausoleo digno; levantando
cien años después Constanza de Castilla una capilla a su abuelo en
Madrid. Abajo
vemos esta figura de Pedro I, tal como actualmente la expone el Museo
Arqueológico Nacional -al
que agradecemos nos permita divulgar nuestra foto-. Muchos son los
parecidos con la del Obispo Barrientos, aunque la cabeza del rey
parece desproporcionada (para observarlo mejor, he situado a mi mujer
junto a ella, pudiéndose ver que la escultura es tamaño natural y
su testa resulta muy pequeña). Hay dos teorías acerca de ello; la
primera afirma que la cabeza era de una talla anterior y la segunda
cree que es el cuerpo lo que se recompuso y desajustó; pues las
piernas de mármol aparecen cortadas y posteriormente hechas en
posición de rodillas (siendo posiblemente antes una estatua
yacente). Mi teoría, es que
las hijas del rey llevarían la cabeza hasta Inglaterra, en su huida
de España y que posteriormente su nieta Catalina encargó a la
familia de los Egas que recompusiera una pieza entera de mármol
donde ajustarla (haciéndola primero yacente y posteriormente,
orante). En dos magníficos
artículos de Bonifacio Esteban y de Rosa López (del MAN) -que
recojo en cita (8) -
podemos leer los pormenores y la historia de esta escultura de Pedro
I (atribuida por algunos a Egas Coeman).
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6)
ALBURQUERQUE APROVECHA LA SITUACIÓN PARA CREAR UNA LIGA EN CONTRA DE
DON PEDRO:
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Tras
todos estos acontecimientos y viendo Juan Alfonso de Alburquerque que
ya no podía dominar, ni manejar al joven rey; decide aliarse con los
hermanos bastardos del monarca para crear una liga en favor de Blanca
de Borbón. Así va fraguándose la traición de aquel que fuera el
“ayo” y el único padre que de niño conoció D.Pedro.
Retirándose Alburquerque ese verano de 1353 a sus dominios
cercanos a Portugal (manteniéndose en Zamora) y recibiendo en sus
fortalezas de Castrotorafe a los caballeros que apoyaban a la reina
francesa. Por su parte, Blanca de Borbón se traslada a vivir a
Medina del Campo (muy cerca de Olmedo); junto a la madre del rey.
Quien invita a la gala a residir a su lado, con la intención de que
Pedro fuera hacia allí, para unirse con su mujer y su progenitora.
Por su parte, los dos nobles que enviaron hasta Olmedo para
convencer al monarca de que se trasladase a Medina, para convivir
junto a su esposa y su madre; sabemos no llegaron a su destino y
pudieron huir (por consejo de la amante María de Padilla;
salvando así la vida Alvar Pérez de Castro y Alvar González
Morán). Y mientras el asturiano González-Morán se retira en sus
dominios de Salamanca; Pérez de Castro llega hasta Castrotorafe,
donde advierte a Juan Alfonso de que Pedro está dispuesto a todo,
para mantenerse al lado de su “favorita”. Ante tal noticia,
Alburquerque teme verse descubierto como instigador de la facción
a favor de la francesa y escapa hacia sus castillos de Portugal;
donde prepara junto a los hermanastros del rey la llamada “Liga”,
que se enfrentaría a D.Pedro para arrebatarle el trono (en caso
de que no les obedeciera).
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Pese
a todo, la verdadera traición procedía de la madre del monarca,
quien decide marchar junto a su nuera en Medina y reconocer
públicamente así que su hijo está cometiendo un terrible adulterio
-abandonando sus obligaciones como marido y rey-. Debido a ello y
sabiendo el joven D.Pedro (con solo dieciocho años) que la
verdadera culpable de todo era su progenitora; manda separarla de su
esposa Blanca, impidiendo que permanezcan juntas en Medina.
Trasladando a su mujer hasta la Villa de Arévalo, en noviembre de
1553 -sin mantenerla allí prisionera, tal como afirma falsamente
el Canciller Ayala- (9) .
Asimismo, decide quitar muchas de sus posesiones a Juan Alfonso de
Alburquerque, por traidor; cercando sus castillos y fortalezas
(que en ocasiones se niegan a obedecer al rey). Por lo que
finalmente intenta llegar a un pacto con los sublevados, que se
habían reunido para su conjura en Évora, donde se celebraba una
boda real. Pretendiendo Pedro que mediara en tales negociaciones su
abuelo, el rey de Portugal y padre de Da. María (la madre que a
todos inducía a la sublevación). Solicitando a su abuelo -Alfonso
de Portugal- que durante los desposorios de su hijo en Évora,
aprovechase para llegar al pacto entre él y los sublevados por
Alburquerque. Pero en esta ocasión de nuevo la progenitora de
Pedro actúa en contra de su hijo y uniéndose a los de Alburquerque;
por lo no se llega a reconocimiento alguno de Pedro I como monarca
(argumentando que permanecía en amancebamiento con la Padilla, tras
abandonar a la hija del rey de Francia).
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Así
regresan desde Évora y por Estremoz los asistentes a los
desposorios de Portugal, sin haber tenido en cuenta las peticiones
que Pedro hizo a su abuelo. Pero antes de entrar en Castilla se
les ocurre proponer como nuevo monarca de Castilla a uno de los
hermanos menores de Da. María. Aunque al enterarse el rey luso de
tal proyecto, entra en cólera y desautoriza a su hijo pequeño para
usurpar el trono castellano; debiendo huir apresuradamente de sus
dominios los conspiradores, para que el monarca no les matase (10)
. Ante esta situación de permanente traición y sabiendo D.Pedro
que nada tenía que ver la situación de Blanca de Borbón con las
sublevaciones de Juan Alfonso y sus hermanos -instigados por su
propia madre- . Decide proponer un nuevo enlace para serenar a los
traidores; ofreciendo entonces casarse con la hermana de Alvar Pérez
de Castro, uno de los más fuertes en la causa contra él, cuya
familia gozaba de un enorme poder militar. Siendo aceptada esta nueva
propuesta, promete a los sublevados que anulará su anterior
matrimonio y reconocerá ante el mismo Pontífice que su relación
con María de Padilla fue un concubinato. Asimismo se comprometió
el monarca a que su amante ingresara como monja clarisa en el
Convento de Tordesillas; dejando de tener contacto con ella y
admitiendo que la descendencia habida entre ambos era de origen
bastardo (11) .
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JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos
imágenes más del conocido convento de las Claras, en Tordesillas;
donde en 1354 prometió ingresar María de Padilla, para lograr la
paz entre Pedro I y los sublevados. A lado,
un capitel mudéjar en el patio del convento y
abajo, vista general de la
preciosa población tordesillana, donde podemos observar a nuestra
derecha el edificio creado en gran parte en tiempos de Pedro I.
JUNTO
ESTAS LINEAS: Otra imagen del
convento de Santa Clara, en Tordesillas (observemos su estilo
mudéjar; muy cercano al del Alcázar de Sevilla).
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Al
lado, el llamado “palacio del rey Don Pedro” de Cuéllar. En este
edificio celebraron los banquetes de boda entre Pedro I y Juana de
Castro. Un enlace que se lleva a cabo en 1354, después de que los
obispos de Salamanca y Ávila dieran por nulos los anteriores
“enredos” del rey (el
matrimonio celebrado un año antes con Blanca de Borbón y el
cocubinato con María de Padilla, que le había dado ya hijos).
Abajo,otra fotografía del mismo palacio.
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS:
Ábside y frente de la Iglesia de San Martín de la Villa, en
Cuéllar; donde el año 1354 contrajeron matrimonio Juana de Castro y
Pedro I. Actualmente el
templo se ha convertido en un centro de interpretación del románico
mudéjar (pues tristemente, tampoco se ha conservado muy bien su
interior).
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7)
NUEVA BODA DE DON PEDRO Y FRACASO EN EL INTENTO DE PAZ:
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Ya
hemos visto que tras anular el matrimonio que el rey había celebrado
el año anterior (con Blanca de Borbón); el obispo de Salamanca
casó a D.Pedro con la hija de una de las familias más poderosas de
los sublevados. Contrayendo enlace con Juana de Castro (hermana
de Alvár Pérez de Castro y de Fernán Ruiz de Castro); viuda y
bella, pero con la que tampoco pasó más de una noche, tras las
nupcias. Pues durante la celebración de esas bodas, llegó un
emisario al palacio de Cuéllar, advirtiendo al rey de que su
reciente cuñado (Alvar Pérez de Castro) había tomado prisioneros a
varios caballeros fieles a Don Pedro. Confirmando, además, que sus
hermanastros regresaban a Castilla con las peores intenciones -al ser
partidarios de Blanca de Borbón-.
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De
tal manera, un día después de las nupcias tuvo que huir de nuevo;
aunque en este caso con motivo de defenderse -no solo a él, sino
ya también a María de Padilla, que era foco de las envidias-.
Refugiándose ambos en la villa de Castrojeriz, donde ya se
encontraba la amante que semanas antes había parido allí la segunda
hija tenida con el rey (Constanza). Por todo cuanto narramos, “la
Padilla” estaba profundamente preocupada, no solo por su
situación de rival frente a la dos mujeres del monarca, sino también
por el futuro de sus dos niñas (bastardas de D.Pedro). En esta
situación, ella misma escribió al Papa, pidiendo fundar un
monasterio de Santa Clara en Astudillo y profesar allí el resto de
sus días -con e fin de mostrar su intención de desaparecer del
marco social-. Y aunque la fundación fue llevada a cabo en esos
años, al regresar el rey con ella no pudo entrar como monja en el
lugar de Astudillo; debiendo acompañar a D.Pedro en sus “andanzas”
(que ya eran muchas y muy peligrosas; pues tenía a todos en contra
cuando tan solo y traicionado estaba. Eso que aún no había cumplido
los veinte años).
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Por
su parte, aquel rey no volvió a ver más a Juana de Castro desde
el día de su boda en Cuéllar; pero a regañadientes hubo de
concederle el título de “reina”, pues aunque solo pasó una
noche con ella, la nueva esposa quedó encinta. Así, unos
meses después y cuando Pedro cumplía los veinte años, tuvo
dos nuevos hijos: Una tercera niña con María de Padilla y llamada
Isabel, venida al Mundo en la ciudad de Toro; y un pequeño
nacido de Juana de Castro, al que pusieron por nombre Juan. Hijo
del monarca, considerado heredero a la corona; pero que nunca
reinaría gracias a las tropelías de Enrique de Trastamara (su
tío bastardo, que asesinó a D.Pedro y años más tarde mandaría
encarcelar a este Juan).
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes
de Castrojeriz; al lado
el castillo y abajo
el claustro de San Juan. En esta villa se esconde Don Pedro tras
casarse con Juana de Castro, huyendo de sus hermanastros y de los
hermanos de su mujer. Durante
su refugio, nace aquí su segunda hija (Constanza) fruto de su unión
con María de Padilla. Finalmente le entregaría Castrojeriz a Juana
de Castro, junto a Dueñas, como regalo.
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JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes
del monasterio fundado por María de Padilla en Astudillo
(agradecemos a la
congregación de Santa Clara que lo conserva y habita, nos permita
divulgar nuestras fotografías). Al lado,
restos de artesonado mudéjar del edificio, en que vemos las armas de
María de Padilla y de los
Enríquez (el León rampante con cuatro “padillas” (palas de
horno), es el de María). Abajo,
detalle del actual salón principal del convento y que antes fue
palacio del rey D.Pedro.
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes
del monasterio fundado por María de Padilla en Astudillo
(agradecemos a la
congregación de Santa Clara que lo conserva y habita, nos permita
divulgar nuestras fotografías). Al lado,
parte del artesonado mudéjar, con las armas de Pedro (Castilla y
León) y las de María de Padilla
(León con las padillas). Abajo, exterior
del convento de Las Clarisas, patio,
fuente mudéjar y fachada mudéjar del palacio.
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes
del monasterio fundado por María de Padilla en Astudillo
(agradecemos a la
congregación de Santa Clara que lo conserva y habita, nos permita
divulgar nuestras fotografías). Al lado,
detalle de las yeserías góticas y
mudéjares que hay repartidas por las salas del convento.
Abajo,
ventana mudéjar (muy semejante a las de Santa Clara de Tordesillas).
8)
LOS INFANTES DE ARAGÓN, EN EL CONFLICTO:
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Para
completar el escenario castellano y el enredo de la época -que
ya parece más bien un “vodevil” que una relación de hechos
históricos-
llegaron desde Aragón los primos de Don Pedro. El
rey creyó en un principio que venían a protegerle, para ayudarle a
prescindir de Blanca de Borbón y apoyarle en su vida de monarca.
Aunque aquellos
infantes aragoneses vinieron solo atendiendo a sus expectativas de
pretensión al trono; pensando en qué podrían sacar de todo ese
embrollo, en beneficio propio.
Por ello, muy
pronto pasaron a apoyar a Juan Alfonso de Alburquerque y a los
bastardos
-hermanastros del rey-; tal como relata el ilustre Gonzalo Pintos
Reino -ver cita (12)
- : “Ya
todos reunidos, haciéndose fuertes en Cuenca y considerándose
señores de Castilla, dieron el golpe final, intimando al rey en
Tordehumos, por cartas y mensajeros, sus condiciones de paz,
pidiéndole que dejase a Da. María e hiciese vida con Doña Blanca”
(…) “Viendo el rey en tan apurado trance que las deserciones
habían
reducido su hueste a seiscientos hombres de a caballo, incluyendo
sus principales capitanes y los deudos de Da. María de Padilla,
quiso poner a ésta en seguridad y partió con ella y su madre a
Tordesillas, que reunía buenas condiciones de defensa, permaneciendo
allí todo Septiembre, Octubre y gran parte de Noviembre, agotando
los medios de vencer la conjura, cada vez más fuerte y más
poderosa. La reina madre lo abandonó pronto, marchando con su
licencia para Toro”. -SIC
cita
(13)
-.
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Así,
sitiado en Tordesillas, escribió a su tío que gobernaba en Aragón
(también llamado Don Pedro); relatándole con tristeza cómo los
infantes desde su reino habían venido para colaborar con los
bastardos y para rodearle junto a los sublevados; teniéndole
confinado en aquella ciudad junto al Duero -carta
que Pedro de Aragón, ni conestó-. Pero los conjurados
no se atrevieron a realizar un verdadero “sitio” en Tordesillas y
se limitaron a establecer junto a esa población sus campamentos;
con el fin de amedrentarle y rendir al joven y solitario rey. En
estas circunstancias de debilidad, aprovecharon
para intentar tomar otras plazas cercanas y aún fieles a D.Pedro;
atacando
ciudades como Valladolid, Salamanca o Segovia. Pese
a ello, muchas zonas se mantuvieron firmes a la corona; aunque los
bastardos, junto a los de Aragón (capitaneados por Alburquerque) las
atacaron con fuerza.
Y tal fue la desvergüenza de estos
sublevados y sus hordas,
que entraban
en ciudades arrasando y cometiendo todo tipo de pillaje -destacando
el modo en que saquearon Medina del Campo-.
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Finalmente,
estas tropelías y las
celebraciones que llevaban a cabo los guerreros cada vez que caía
una plaza en sus manos, parece que hizo mella en la salud de
Alburquerque. Quien fallece durante estos meses en Medina del Campo;
redactando un testamento en el cual dictaminaba no ser enterrado
hasta que Don Pedro fuera puesto bajo el recaudo de La Liga
(hasta que le obligasen a cumplir las órdenes dadas por los de
Aragón y los hermanastros del rey). Además, los conjurados culparon
al monarca castellano de haber mandado envenenar a su “ayo” -Juan
Alfonso-. Una acusación absurda, pues era imposible que D.Pedro le
hubiera suministrado ponzoña alguna; ya que el rey estaba cercado en
Tordesillas y Alburquerque murió junto a sus hombres en Medina. Por
ello y conforme
al deseo del difunto, conservaron su cuerpo en un ataúd, reuniéndose
los sublevados siempre junto al muerto;
presididos así y de forma tan macabra, por los restos de
Alburquerque (14)
.
.
En
esta situación y
mientras los de “La Liga” se entretenían paseando el sarcófago
de Alburquerque; logró
escapar el rey de Tordesillas y llegar a Toro -donde se hallaba su
madre-; dejando además a María de Padilla en Urueña.
Fortaleza bien guardada, que gobernaba el mayor de los Padilla;
sabiendo que allí su amada estaba a buen recaudo, pues en Urueña se
alojaban los más fieles al monarca. Pero
entonces, el rey fue nuevamente cercado en Toro, cuando supieron
todos su nuevo paradero; un momento en que aprovecharon los
conjurados para pasear junto a las murallas toresanas aquel ataúd
con los restos de Juan Alfonso -gritando
a todos y desde lejos, que aquel el “ayo” real había sido
envenenado por su pupilo-. En
esta desagradable situación, pasó a mediar la reina madre (quien
siempre perjudicó a Pedro); cuando los sublevados proponen un
“pacto” entre ambas partes -al
observar el gran coste que suponía el cerco a Toro y la paralización
de sus hombres junto a aquella ciudad-. Acuerdo
que se llamó “Las Vistas de Tejadillo”, donde los bastardos y
los aragoneses obligarían a Pedro a dejar a María, para volver con
Blanca de Borbón y a quedar bajo el consejo de los de “La liga”
(aunque en verdad pretendían que el rey quedase a su merced y
gobierno).
.
SOBRE
Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes
de Urueña. Arriba,
vistas desde la muralla, donde se observa a nuestra derecha
Tordehumos, el lugar donde los de Aragón y los sublevados dan por
vez primera caza a Don Pedro en 1454. Abajo,
paisaje tomado desde la Muralla
de Urueña, donde vemos el camino hacia Toro; que dista unos treinta
y cinco kilómetros (unas
tres horas a caballo). Como
sabemos, el rey dejó a Maria de Padilla en la fortaleza de Urueña,
mientras él queda junto a su madre y sus más cercanos, en Toro
(asediado por los sublevados). Durante este cerco de sus adversarios,
varias veces sube a ver a su amante a Urueña, donde estaba protegida
por su hermano y los caballeros de mayor confianza de D.Pedro.
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes
de Urueña. Al lado, interior
del castillo. Abajo,
vista en la bajada (camino de Toro).
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes
de Urueña, Villa del Libro. Al lado, librería
ALCARAVÁN, la primera que hubo en este pueblo
(regentada por uno de los mejores libreros que jamás he conocido:
Jesús -por todos conocido como “Jesús el de Alcaraván”-).
Abajo, otra
imagen del exterior de Urueña
en el camino hacia Toro.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS:
Camino
entre Urueña y Toro, a su paso por Tiedra. En las dos imágenes
vemos al fondo Mota del Marqués (su castillo y colinas torozas).
9)
DON PEDRO EN TIERRAS CERCANAS A MOTA DEL MARQUÉS; LOS ACUERDOS DE
TEJADILLO Y EL TRIUNFO DE “LA LIGA”:
.
Fue
así, tal como narramos, el modo en que acorralaron todos a Don
Pedro, cuando apenas este tenía veinte años, tres mujeres y tres
hijos... . Pero además, teniendo en su contra a todos: A sus
hermanos bastardos, a los de Aragón, a los franceses y hasta a su
madre. Quien no hizo más que perjudicar y traicionar a su hijo,
quizás con el fin de salvar “su propio pellejo”; después de
cometer atrocidades como la ejecución de Leonor de Guzmán -amante
de su marido y madre de los bastardos que rivalizaban con Pedro (a
los que ahora ayudaba la progenitora del rey)-. Pese a todo, aquel
noble monarca se dispuso a vivir tranquilamente en Toro, junto a su
pérfida madre -perdonando cuanto le había hecho- y estando
prácticamente cercado (saltando la vigilancia cuando le placía,
para llegarse a Urueña, para ver a su amante). Pero con el fin de
mantenerle en “sitio” los bastardos acamparon con sus huestes en
Morales de Toro (apenas a cuatro kilómetros); los infantes de Aragón
y sus hombres lo hicieron en San Román de Hornija (al Sur, junto al
Duero y a unos diez kilómetros de Toro); mientras que el resto de
enemigos se situaron junto a Castronuño (en las inmediaciones de
Siete Iglesias, al otro lado del río) (15)
.
.
En
este estado de “cerco” hicieron saber al rey que lo mejor era
llegar a un acuerdo y obedecer las órdenes que todos le iban a dar;
proponiendo llegar a un pacto, que se llamó “Las Vistas de
Tejadillo” (por
el lugar donde se celebraron estas reuniones). Cuanto allí se trató
y allí se habló, está recogido por las Crónicas del Canciller
López de Ayala; quien en su juventud asistió y fue testigo de esas
“visitas”. Así
se sabe todo lo que se dijo y propuso en aquellas Vistas de
Tejadillo; intentando convencer al joven Pedro de que dejase a María
de Padilla, repudiase a Juana de Castro, reconociera a todos sus
vástagos como bastardos y sin derechos a la corona, para regresar
junto a Blanca de Borbón. En
cita (17)
hemos recogido cuanto narra sobre Tejadillo Pintos Reino; y en la
(16) podemos
leer lo que sobre esas reuniones relata López de Ayala. Quien da la
lista de los cincuenta caballeros que asistieron por cada parte.
Donde bien sabía el rey que a aquellos sublevados poco les importaba
“la francesa” y menos aún, sus mujeres o amantes; pues lo que
realmente buscaban era deslegitimar a sus hijos con el fin de esperar
la muerte de Pedro (por vía natural o “artificial”), para
sucederle.
Todo cuanto debió ser más que un problema terrible para una persona
de unos veinte años, al que todos debían obedecer y que muy por el
contrario, casi ninguno era fiel y la gran mayoría quería
perjudicar.
Siendo evidente que lo único que esperaban sus familiares era que él
muriese sin descendencia legítima, con el fin de tener los demás
acceso -o derecho- a su trono. Por todo ello, aquellas “vistas”
terminan con su apresamiento en Toro -donde
finalmente estuvo confinado y controlado, gracias a una traición de
su madre-. Situaciones
que serían la luz que iluminaría la verdad de D.Pedro, cuya vida
solo tenía una solución: Luchar por sí mismo y sus herederos; o
bien, que le matasen antes de que ninguna otra nación reconociera a
sus hijos como sucesores.
.
Así
y viendo todos que el monarca hacía caso omiso a las recomendaciones
de Tejadillo y había escapado hacia Urueña, los sublevados llegaron
a un acuerdo con la madre de Pedro. Lo que se logra cuando esta
progenitora aprovecha la situación para entregar varias villas a los
hermanastros, como señal de gratitud. Momento en que tiende una
trampa a su hijo, al ver que él se mantenía junto a su amante en
Urueña y los demás que asediaban aquella zona, se retiraban. De tal modo, cuando aquellos enemigos de su hijo se marchaban y levantaban los
campamentos, les prometió que haría regresar al monarca a Toro. Por lo que Da. María pidió a Pedro que volviera junto a ella y en ese
instante el rey cayó preso de los sublevados. Siendo capturado
de un modo vil, tal como relata Pintos Reino, cuando escribe: “el
rey decidió ir para Toro al otro día, como lo hizo, acompañándolo
únicamente el hidalgo caballero, su canciller Fernán Sánchez de
Valladolid y su tesorero Samuel Leví, además de algunos oficiales y
hasta cien hombres de muías que no pudieron entrar con él en la
plaza. No expresa la crónica de Ayala que medidas de seguridad haya
tomado antes respecto a la persona de D.a María de Padilla” (17)
. Y de esta forma tan absurda como innoble,
fue hecho prisionero Don Pedro en Toro; mientras regresaba junto a su
madre -sin protección alguna, ni tomar medidas de cautela-.
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos
imágenes de Morales de Toro. Al
lado, la iglesia. Abajo,
los campos de Morales frente a la ciudad de Toro y donde se
establecerían las huestes de los hermanastros de Don Pedro (Enrique
y Fadrique). La distancia
desde Morales hasta Toro es de una legua (aproximadamente); unos 4,2
kilómetros.
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes
de San Román de Honija. Al lado,
su plaza y una de sus casa mudéjares. Abajo,
los campos que rodean a San Román, donde se establecieron los
infantes de Aragón, cercando a Don Pedro
(la distancia desde este punto hasta Toro es de unos diez kilómetros
-algo más de dos leguas-).
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes
del Duero a su paso por Castronuño (cerca de Siete Iglesias) donde
se establecen los infantes “De la Cerda” y el resto de rivales de
Don Pedro. Estas poblaciones
se hallan al otro lado del Duero, aunque dominan desde el altozano
todo movimiento que se realizase en Toro (pese a ello, distancia
hasta Toro es de más de veinte kilómetros). Al
lado, la Iglesia de Castronuño.
Esta población probablemente perteneció a los Castro; pues a ella
se dirigieron Alvar Pérez de Castro, junto a Alvar Gónzalez Morán,
cuando ambos huyen tras
avisarles María de Padilla de que el rey les mataría si entraban en
Olmedo intentando convencer al monarca de que volviese con Blanca de
Borbón. Abajo,
el Duero en Castronuño; en la margen contraria vemos tierras de San
Román y de Toro.
SOBRE
Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes
de Morales y de Toro. Arriba, vista
de Toro tomada desde Morales; en
su zona intermedia se halla el lugar de Tejadillo, donde se reunieron
los sublevados con Don Pedro (para intentar llegar a un pacto).
Abajo, el campo
llamado Tejadillo; a medio camino entre Morales y Toro.
..
.
SOBRE
Y BAJO ESTAS LINEAS: Fotos
de Tejadillo. La superior
está tomada desde las cercanías de Toro; en un punto cercano a las
bodegas toresanas Liberalia. Abajo, foto
tomada en el lugar llamado Tejadillo, que se halla frente a las
actuales bodegas del vino Sobreño.
SOBRE
Y BAJO ESTAS LINEAS:
Diferentes imágenes tomadas en Morales de Toro. Arriba,
vista del camino desde Toro hasta Urueña (al fondo Villalonso y
después el castillo de Tiedra). Abajo,
vista de los campos de Morales (Tejadillo) vistos desde Toro; al
fondo vemos Mota del Marqués y sus montes Torozos (toresanos).
BAJO
ESTAS LINEAS: Vista
tomada desde Toro, en el atardecer. Al fondo se divisan los montes de
Ávila (la cordillera que
separa Madrid de Castilla -de Guadarrama a San Vicente-);
alcanzándose más de ciento
cincuenta kilómetros a la redonda, de la llanura castellana.
Frente a nosotros, el Duero y los campos de San Román -en una
margen- y de Castronuño, en el otro lado.
Observando esta imagen, podemos darnos cuenta de la importancia
estratégica de la ciudad de Toro;
que no solo vigila cientos de kilómetros cuadrados, sino además
contiene una vega riquísima (donde se obtienen algunos de los
mejores vinos, hortalizas y frutas de España).
10)
DON PEDRO EN TIERRAS CERCANAS A MOTA DEL MARQUÉS; PRISIONERO EN
TORO:
.
Según
afirma Gonzalo Pintos Reino fue en Noviembre de 1354 cuando los
conjurados “detienen” a Don Pedro en Toro.
La escena y condiciones de su apresamiento la narra este autor con
las palabras que a continuación resumimos y que recogemos
enteramente en cita (18)
:
“salieron
de la plaza a recibirlo y su encuentro determinó la escena más
cómica que imaginarse pudiera. Ofrecióse allí el rey en plena
confianza a sus enemigos y mostráronse éstos hipócritamente
respetuosos y hasta serviles. El primero les dio la paz emocionado,
besando a todos en la boca y ellos, arrodillados, besáronle la mano
demandándole perdón (....) así, entre las reinas viudas, Da. María
y Da. Leonor, los infantes, los bastardos y otros muchos conjurados,
entró en Toro el desgraciado monarca y tras él se cerraron las
puertas de la plaza; sin que se permitiese el paso a más gente suya
que a los mencionados Fernández de Henestrosa, Fernán Sánchez y
Samuel Leví, que con él desde aquel momento fueron considerados
prisioneros (…) cierto es que no lo pasaron bien los tres
servidores del rey: a Fernán Sánchez le arrebataron los sellos y a
Samuel Leví los tesoros, poniendo al primero, con Fernández de
Henestrosa, bajo la guarda del infante D. Fernando, y al segundo bajo
la del bastardo D. Tello. Y al triste monarca lo recluyeron en unas
casas que allí poseía el Obispo de Zamora, dándole de Camarero
mayor a otro de los bastardos, a D. Fadrique, quien, para mayor
vejación, confió su inmediata custodia al enemigo personal del
prisionero”.
.
Tras
tomar preso por traición al rey, los conjurados deciden enterrar por
fin los restos de Juan Alfonso Alburquerque, cuyo sepelio se realiza
en el monasterio próximo de La Santa Espina (cercano a Urueña).
Tras ello, el rey admitió haber sido capturado por los de La Liga,
ofreciéndose a firmar cuanto ellos solicitasen -seguramente por
tener ya pensado un plan de escape-. Curiosamente, en este momento
ya todos dejaron de pensar en Blanca de Borbón y lo único que
preocupaba a los sublevados era de que el monarca les firmase
prerrogativas y concesiones. Así D.Pedro logra sembrar entre
ellos la cizaña; dando mercedes a quienes las solicitaban y negando
a algunos poderlas conceder, porque ya habían sido pedidas antes en
nombre de otros. En esta situación y viendo la ruptura de quienes
formaban La Liga (que solo la aprovechaban para beneficiarse), tenía
D.Pedro ganado el respeto de numerosos caballeros que le custodiaban
como prisionero. Quienes observando que aquellos sublevados solo
deseaban sacar “tajada” de la triste situación del rey, optaban
por pensar que Pedro y no otro, era su señor; despreciando así a la
banda de asaltadores que le habían tomado preso a la traición.
.
De
tal manera, una mañana de niebla que D.Pedro salía a cazar
acompañado por centenas de caballeros, en las proximidades de Toro;
parece que un hermano de Juana de Castro (Fernándo de Castro) le
preparó la huida. Así escaparon, y junto a él otros doscientos a
caballo; que protegían al rey para salir presto de la zona donde
le habían confinado. Llegando acompañado por todos ellos muy
pronto a Tordesillas (a unos veinte kilómetros de Toro); allí
paró y almorzó, viendo a María de Padilla que se hallaba
refugiada en esta urbe junto al Duero. Tras ello, salió con toda
su comitiva hacia a Segovia, ciudad que se había mantenido fiel al
rey y donde llegó de noche -ya que dista unos 130 kilómetros de
Tordesillas-. En esta capital pasó Don Pedro varios días,
redactando edictos que anulaban todo aquello que preso en Toro había
firmado y tras ello, preparó su venganza contra los conjurados.
.
Cuanto
sucedió después, es fácil suponerlo; pues aquel monarca con apenas
veintiún años, debió sentirse tan traicionado como engañado por
todos. Por lo que ideó
vengarse de los sublevados y de sus plazas de apoyo; atacando a
quienes le habían apresado por engaño, pretendiendo gobernar así
el reino. Logrando vencerles en 1356; pese a que tras la derrota, su
los hermanastros siguieron intrigando y buscando apoyos para
derrocarle. Por ello, después de 1356 la vida de aquel monarca solo
fueron batallas, pactos, contubernios y más traiciones.
Casi todas organizadas por sus hermanos bastardos, que no cesaron en
el intento por quitarle el trono. Lo que consiguieron en 1369; cuando
D.Pedro tenía treinta y cinco años y lo asesinó su hermanastro
Enrique.
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos fotos
de Toro. Al lado,
la colegiata. Abajo, el
castillo alcázar.
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Al
lado, la colegiata toresana y
junto a ella un famoso palacio castellano del siglo XIV. En este
segundo edificio nació Juan II (padre de Isabel la Católica) y a mi
juicio puede ser el lugar donde estuvo preso el rey D.Pedro; del que
se sabe habitó en las dependencias del obispo de Zamora, mientras
fue detenido en Toro. Abajo,
fotografía del famoso palacio de Toro donde nació Juan II (junto a
la colegiata, lo que nos lleva a pensar que allí vivió Pedro I
prisionero).
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Fotos del
Monasterio de La Santa Espina Valladolid. Al
lado, entrada al recinto sagrado;
abajo,
fachada de la iglesia del monasterio. En este templo fueron inhumados
los restos de Juan Alfonso de Alburquerque, después de que D.Pedro
cayera preso de los conjurados.
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos
fotografías del interior de la iglesia de La Santa Espina. Al
lado, la sala antigua capitular
del monasterio. Abajo,
dos tumbas exhumadas y vacías, junto al altar mayor. Quizás en este
lugar estuvo el sepulcro de Juan Alfonso de Alburquerque, del que
nada queda hoy (tras los muchos expolios y las diferentes reformas
llevadas a cabo en la iglesia).
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos
fotografías del interior y del exterior de la iglesia de San Román
de Hornija, donde dejaron el ataúd con el cadáver de Juan Alfonso
de Alburquerque, mientras asediaban Toro y hasta que lo llevaron a
enterrar a La Santa Espina.
SOBRE
Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos
fotografías del camino entre San Román de Hornija y La Santa
Espina; poblaciones que
distan unos treinta kilómetros. Antes
de llegar al monasterio donde fue enterrado Alburquerque, se halla
San Cebrián de Mazote; donde
se encuentra una de las iglesias mozárabes más importantes de
España. En
imagen, al lado vista
de San Cebrián camino de La Santa Espina; abajo,
el interior de su impresionante iglesia de origen visigodo,
posteriormente reconstruida por los mozárabes en el siglo X.
SOBRE
Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos
fotografías del camino entre Toro y Tordesillas (por donde huyó el
rey D.Pedro). Arriba,
la zona de Tejadillo que se encuentra en la salida hacia Tordesillas
(vemos en imagen las bodegas Liberalia y Sobreño). Abajo,
la autovía que une Tordesillas
con Toro (al fondo, vemos la ciudad toresana).
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos
fotografías del camino entre Toro y Tordesillas (por donde huyó el
rey D.Pedro). Al lado, las
márgenes del Duero, después de San Román y antes de llegar a
Tordesillas. Abajo, campos
de Pedrosa del Rey -más allá de Morales-.
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos
fotografías del palacio de D.Pedro en Tordesillas; donde estaba
refugiada María de Padilla, mientras el rey permanecía preso en
Toro. Como sabemos, poco
después, este edificio mudéjar fue convertido en convento de las
madres clarisas, quien lo mantienen en uso y usufructo hasta nuestros
días.
11)
LA MUERTE DEL REY DON PEDRO:
.
Terminaremos
esta leyenda de hoy, relatando brevemente el final de este monarca
nacido en 1334 y que reinó menos de dos décadas; viviendo treinta y
cinco años, casi en soledad y traicionado prácticamente por todos.
Un gobernante al que no solo se sublevaron sus hermanastros
bastardos; sino que fue continuamente asediado debido a las intrigas
de los reinos colindantes y de cuantos pretendían su corona. Lo
que supuso ser odiado y vilipendiado por la mayoría de sus
familiares (incluida su propia madre); quienes ya desde su infancia
se repartían su reino y su reinado -viendo que no viviría mucho
aquel niño al que su padre había dejado diez hermanos ilegítimos;
todos ellos deseando robarle el trono-.
.
Pero
de forma casi milagrosa llegó Don Pedro a los treinta y cinco años,
después de miles de vicisitudes y cientos de batallas. Aunque ocho
años antes de morir, dicen que mandó matar a su esposa Blanca de
Borbón; al parecer cansado de las traiciones y de las alianzas
francesas que le proporcionaba a sus hermanastros. Su intención
era la de coronar a María de Padilla en 1361 (cuando fallece
Blanca); aunque poco después la madre de sus hijos también muere.
Contagiada por la peste, según afirman las crónicas. Pero no
sería labor inútil estudiar sus huesos (primero enterrados en Las
Clarisas de Astudillo y luego en la catedral se Sevilla); por ver si
Blanca fue vengada y también murió envenenada esta otra, la “reina
Padilla”. Fuera verdad o no que Pedro ordenase matar a la
Borbón; la sospecha de haber asesinado a la sobrina del rey francés le
trajo la desgracia, pues desde ese momento los monarcas galos dieron
todo su apoyo a los hermanastros de Pedro. Siendo así como se
llega a continuadas guerras civiles fratricidas, en las que
Inglaterra facilitaba ayuda al rey castellano y los francos a los
bastardos. Pues, a su vez, ambas naciones estaban inmersas en la
famosa Guerra de los Cien Años (contienda galo británica que
parecía no tener nunca fin y donde estos países realizaban las
mayores tropelías a sus poblaciones colindantes).
.
Fue
de ese modo, como luchando junto a sus fieles, el 13 de marzo de
1369 se vio Don Pedro cercado en el campo de Montiel (en plena Mancha
castellana). Allí le dio refugio el alcaide del castillo de Montiel;
un asturiano llamado Garcí Morán y que según Jovellanos era el
hijo de Alvar Gónzalez Morán (19)
-caballero este último que ya vimos en el episodio
de Olmedo, tanto como acompañando al rey en Tejadillo (entre los más
cercanos a Don Pedro)-. Tras diez días de asedio en Montiel y
viendo su estado de debilidad, el monarca decide pactar con Bertrand
Duclesclin, enrolado en las tropas de su hermano Enrique. Pues en una
ocasión no lejana, el mismo Pedro había liberado a Duguesclin
(preso entre los suyos); por lo que creyó que este francés
le correspondería, proporcionándole también un escape de aquel
castillo manchego (llamado “la estrella de Montiel”). De tal
manera mandó emisarios para hablar con Duguesclin; quien prometió
sacar al monarca indemne de allí. Por lo que Don Pedro, confiando en
la palabra de aquel traidor galo, se acercó de noche hasta el lugar
indicado, creyendo que le iban a ayudar a saltar el cerco. Pero muy
al contrario, en la tienda que le marcó Duguesclin, le esperaba su
hermanastro Enrique con una daga en la mano. Quien utilizando el
puñal contra el confiado rey, a traición y esperando el momento en
que lo tuvo más cerca; le asestó varios golpes. Matando de ese modo
a Pedro para proclamarse rey de Castilla -en cita (20)
recogemos el modo en que Pintos Reino describe este
final del rey Don Pedro-
.
Así
llegó al trono Enrique II; llamado “el de las mercedes” porque
al carecer de autoridad moral para ser monarca, había de entregar
mercedes -concesiones y prerrogativas-, para lograr que le
obedecieran. Pero no todos creyeron legitimada la corona en la
figura del bastardo Enrique, por lo que ese mismo año de 1369 fue
jurada como reina la hija mayor del monarca asesinado (Beatriz), que
profesaba en Las Claras de Tordesillas. Aunque a los pocos meses de
aquella proclamación, la primogénita de María y Pedro extrañamente
también murió. Momento en el que las otras dos hijas de ambos
huyeron a Inglaterra; donde se casaron con los vástagos del rey
Eduardo III (Constanza con el duque de Lancaster e Isabel con el
de York). Finalmente, el nieto de Enrique II (coronado como
Enrique III), decide casarse con la hija de Constanza y el duque de
Lancaster. Con el fin de legitimar su linea sucesoria; pues la sombra
del fratricidio y de la bastardía no se despegaba de aquel nuevo
linaje llamado de los Trastamara -o de los Enriquez-.
Acerca
de Pedro I, la visión y opinión histórica ha cambiado mucho a lo
largo de los tiempos. Pues habiendo sido llamado inicialmente “
Pedro el Cruel”, posteriormente pasó a denominarse “Pedro
primero, el justiciero”. En nuestros días se ha llegado al
convencimiento de que no fue, ni más ni menos cruel, que todos sus
coetáneos; sabiéndose además que ese “sobrenombre” se
debió a la difamación continuada de aquellos que se sublevaban.
Además, el mote de “El Cruel”, fue principalmente impuesto por
quienes le sucedieron; especialmente por Enrique II. Quien lo
asesinó, decapitó y tiró sus restos al campo; para luego colgarlos
a “secar” clavando su cabeza en una pica y su cuerpo en unas
tablas, sobre las murallas del castillo de Montiel (todo lo que
muestra la crueldad de Enrique II). Por lo demás, en lo que se
refiere a las artes, las letras y Los Derechos; Pedro I fue un
monarca muy benéfico y destacado. Famoso por defender a los débiles
de los fuertes, concediendo Fueros a los abusados por sus señores;
y conocido por proteger a las minorías (ayudando a los judíos y a
los musulmanes, que vivían en tierras de cristianos). Su labor como
rey protector de las artes y constructor, fue indescriptible; pues en
tan solo diecinueve años de reinado acometió innumerables
proyectos. Habiendo realizado mejoras y grandes obras en los
Alcázares de Sevilla, Carmona y Córdoba (entre otros); levantando
palacios en Torrijos, Toledo y Tordesillas y potenciando numerosos
conventos en Castilla (como el de Astudillo). En cita (21)
resumimos cuanto expone Wikipedia acerca del significado y
trascendencia cultural del reinado de Pedro I. En cita (22)
recogemos el índice de las Crónicas de López de Ayala,
donde podemos ver lo que sucede en ese lustro que el rey Don Pedro
vive en la zona de Mota del Marqués. Momento que López de Ayala
fecha desde el “cuarto año” de su reinado (1353) hasta el
“séptimo” (1356).
.
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Al
lado, famosa miniatura medieval
inglesa que representa al rey D.Pedro degollado y a su hermano
bastardo proclamándose monarca, tras poner su cabeza en una pica.
Tal como muestra esta xilografía iluminada del siglo XV; parece que
Enrique, después de apuñalar a Pedro, lo decapitó y clavó en una
punta de lanza su cabeza tirando su cuerpo al campo (para luego
colgarlo entre unos maderos). Cuando Enrique dejó Montiel, los
fieles al antiguo monarca recogieron sus restos, que guardaron y
llevaron hasta la iglesia de Puebla de Alcocer. Más
tarde, al regresar los nietos de Pedro I a la Península, fueron
recuperados sus huesos; y finalmente enterrados por Constanza de
Castilla en Santo Domingo el
Real de Madrid, donde se elevó la capilla con la estatua que vemos
abajo. Habiendo mandado Constanza construir la tumba en 1446; trajo
desde La Puebla sus restos y parece que encargó una estatua a los
Egas. A mi juicio, la cabeza
es anterior al resto de la escultura y quizás la trajeron desde
Inglaterra los descendientes de D.Pedro; siendo probablemente una
pieza original que la familia se llevó hacia 1370 (cuando se
trasladan a vivir a las Islas Británicas). Además, esta figura
presenta otra irregularidad; pues parece que antes estaba en posición
yacente y alguien cortó las piernas, añadiendo unas “canillas”
distintas para colocar al representado en forma orante (tal como era
la moda a mediados del siglo XV y no del XIV, cuando solían esculpir
al difunto yaciendo).
.
Bajo
estas lineas, talla en mármol
que actualmente exhibe el M.A.N. -al que agradecemos nos permita
divulgar nuestra fotografía-.
Esta escultura llegó al Museo Arqueológico Nacional hacia 1870,
tras la desamortización del Monasterio de San Domingo el Real de
Madrid. Al estudiarla, vieron que venía acompañada de una caja con
los huesos del rey; por lo que varios directores del M.A.N.
solicitaron al gobierno que enterrase como era debido esos restos de
D.Pedro. Finalmente, en 1876, se enviaron a Sevilla -por tren y en un
cajón- y cuando fue a recogerlos el famoso Luis Montoto, solo pudo
expresar con horror que se lo habían mandado como si fuera “una
caja de pasas de Málaga o de higos de Fraga”. Después de
constatar que debían ser los huesos de D.Pedro y tras realizar las
consabidas ceremonias, los restos del monarca asesinado fueron
inhumados en la catedral sevillana; junto a sus abuelos y a
María de Padilla (que en su día también fue trasladada desde
Astudillo, aunque en este caso en el siglo XV).
AL
LADO: Página quinta, del 5 de
diciembre del 2000, publicada por el diario ovetense LA NUEVA ESPAÑA
-al que agradecemos nos
permitan divulgarla-. Se trata
de una hoja heráldica donde se explica el origen de los
Morán-Lavandera (o Morán de Labandera); cuyo tronco según
Jovellanos, son los caballeros de Gijón: Alvar Gónzalez Morán y
Garcí Morán. Para saber
más, ver cita (19) o
consultar el siguiente enlace, pulsando este link:
.
ABAJO:
Famosa “gran dobla de oro”
por valor de diez “doblas” de Pedro I, que guarda también el
M.A.N. (al que agradecemos
nos permita divulgar nuestra foto de esta moneda).
En el renverso representa los
escudos de este rey y en el
anverso de la moneda le vemos reflejado de perfil. Quizás en el
único retrato del que podemos tener cierta seguridad de que contiene
parecido físico. Aunque si observamos el perfil de la escultura de
mármol anterior, se le asemeja bastante. Todo
lo que me hace sospechar que la cabeza de esta talla es muy anterior
al resto del cuerpo; y que se trata de una escultura que llevaron las
hijas de Pedro I a Inglaterra, cuando huyen de Castilla. Regresando
las nietas con aquella testa en mármol de su abuelo, para la que
encargan a los Egas un cuerpo donde “ponerla”.
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Sepulcros
en la iglesia de Santiago de Toro, donde aparecen escudos que
posiblemente se relacionen con la casa real de Inglaterra. Al
lado, las armas con leoncitos de
tipo Lancaster; abajo, mi
mujer junto a una de estas tumbas, en la iglesia toresana de
Santiago.
JUNTO
Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos
vistas de la iglesia de San Lorenzo el Real, de Toro. En este templo
mudéjar del siglo XII, está enterrado uno de los nietos de Pedro I,
llamado Pedro de Castilla “el viejo”; casado
con Beatriz de Fonseca (que comparte allí sepulcro gótico, junto a
su marido).
.
.
.
.
BAJO
ESTAS LINEAS: Mapa de la zona.
1-Valladolid // 2-Olmedo // 3-Cuéllar // 4-Medina del Campo //
5-Tordesillas // 6-Toro // 7-Tejadillo // 8-Morales de Toro // 9-San
Román de Hornija // 10-Siete Iglesias // 11-Urueña // 12-Tordehumos
// 13-Monasterio de la Santa Espina // 14-Mota del Marqués
.
.
-----------------------------------------------------
CITAS:
-----------------------------------------------------
(1):
LOS
DIEZ HIJOS HABIDOS ENTRE
LEONOR DE GUZMÁN Y ALFONSO XI FUERON:
1-
Pedro Alfonso
(1330–1338),
señor de Aguilar de Campoo, muerto en la infancia.
2-
Sancho Alfonso (1331–1343), llamado «el Mudo», fue señor de
Ledesma, Béjar, Galisteo, Montemayor del Río y Granadilla.
3-
Enrique II de Castilla (1333–1379),
señor de Trastámara, fundador de la Casa de Trastámara, de quien
vienen las casas reales de Castilla y de Aragón.
4-
Fadrique Alfonso (1333–1358),
gemelo del anterior, maestre de la Orden de Santiago y señor de
Haro, de quien descienden los Almirantes de Castilla-Duques de Medina
de Rioseco (Casa de Enríquez). Fue el primero de los hermanos
asesinado por orden del rey Pedro. Fue maestre de la Orden de
Santiago, señor de Haro, adelantado mayor de la frontera de
Andalucía y camarero mayor del rey. Asesinado en la ciudad de
Sevilla en 1358 por orden de su hermanastro, el rey Pedro. De este
Fadrique desciende el linaje de los Enríquez.
5-
Fernando Alfonso (1334–1350),
señor de Ledesma, Haro, Béjar y otras villas
6-
Tello Alfonso (1337–1370),
primer señor de Aguilar de Campoo y Lara, señor de Vizcaya y de
quien descienden los marqueses de Aguilar de Campoo;
7-
Juan Alfonso (1341–1359),
señor de Badajoz y de Jerez de la Frontera a quien su hermano Pedro
mandó matar;
8-
Juana Alfonso (1342–¿?),
señora de Trastámara, casada en primeras nupcias con Fernán Ruiz
de Castro y en segundas con Felipe de Castro;
9-
Sancho Alfonso (1343–19 de
febrero de 1374), conde de Alburquerque, señor de Ledesma, de Alba
de Liste, Medellín, Tiedra y Montalbán. Sucedió a su hermano Tello
como alférez mayor en 1371;
10-
Pedro Alfonso (1345–1359), lo
mandó matar su hermano Pedro.
.
(2):
“COLECCIÓN
DE LAS CRONICAS Y MEMORIAS DE LOS REYES DE CASTILLA. REY DON
PEDRO” escrito por PEDRO LOPEZ DE AYALA CHANCILLER MAYOR DE
CASTILLA -TOMO I; editado EN LA IMPRENTA DE DON ANTONIO DE SANCHA;
AÑO DE M. DCC. LXXI-.
AÑO
PRIMERO
Cap.
X.
Como
Doña Leonor de Guzman fué presa en Sevilla públicamente:
é como el Conde Don Enrique su fijo, é los otros Señores fueron en
la merced del Rey.
Cap.
XII. Como
el Conde Don Enrique vio á Doña Leonor de Guzman su madre en
Sevilla : e como por su consejó casó con su esposa Doña Juana , é
como á poco tiempo se fué el Conde de Sevilla.
.
(3):
IDEM
CITA (2)
AÑO
SEGUNDO-
Cap.
III. Como
el Maestre de Santiago vio á Doña Leonor de
Guzman su madre en Llerena : é como el Rey envió presa á la dicha
Doña Leonor á Talavera , é la mataron allí.
SIC
pag 36: “por consejo de
Don Juan Alfonso de Alburquerque , que levasen á la dicha Doña
Leonor presa á Talavera , que era villa de la Reyna Doña María
madre del Rey. E tenía el alcázar de la dicha villa Gutier
Ferrandez de Toledo , é el Rey mandó á Gutier Ferrandez , que
tomase á Doña Leonor, é la levase á Talavera. é asi lo fizo ,
que luego partió dende, é la levó presa á Talavera , é púsola
en el alcázar de la dicha villa , que tenia por él un Caballero
natural dende , que decían Gutier García de Talavera 1. E dende á
pocos días envió la Reyna Doña María un su Escribano que decían
Alfonso Ferrandez de Olmedo , é por su mandado mató á la dicha
Doña Leonor en el alcázar de Talavera”.
.
(4):
EL
REY D.PEDRO DE CASTILLA VINDICACIÓN
DE SU REINADO
GONZALO
PINTOS REINO, ACADÉMICO CORRESPONDIENTE DE LA HISTORIA Y PRESIDENTE
DE LA AUDIENCIA TERRITORIAL DE LAS PALMAS (fallecido en 1926, obra
póstuma)
SANTIAGO:
IMPRENTA, LIBRERÍA Y ENC. DEL SEMINARIO M C M X X I X
pag
54 y ss;
Cap.
I; VI: NUEVAS REBELDÍAS: ANTECEDENTES DE LA LIGA FORMADA CONTRA EL
REY
al
regresar de Asturias el rey D. Pedro, triunfante de la aventura en
que se había metido su hermano D. Enrique, había dado su mano en
matrimonio a juras, que se publicó más tarde, a la gentil D.a María
de Padilla (...)
Vencedor
después en Aguilar, marchó pronto a Córdoba, donde
D.a
María se encontraba próxima ya a darle el primer fruto de sus
amores,
naciendo allí, en efecto, la infanta D a Beatriz, el día 23 de
Marzo
de 1353.
Formó el patrimonio de ésta dándole parte de las tierras y
castillos confiscados a Fernández Coronel, o sean los castillos de
Montalbán, Capilla, Burguillos, y los lugares de Mondéjar y Juncos.
Pasó después a Torrijos con D.a María, celebrándose allí grandes
festejos en obsequio de la infanta. (...) Entre tanto esto sucedía,
y él iba publicando por tales medios, lo lejos que se hallaba de ser
libre para dar su mano a Da. Blanca de Borbón, ésta había llegado
a Valladolid, donde también se hacían fiestas en su honor, tomando
parte en ellas D. Fadrique. Grave por demás era la situación de
todos: en ella jugaba el rey acaso su corona.
D.
Juan regresaba a la sazón de Portugal de desempeñar una embajada, y
al darse cuenta de lo que ocurría, y fiado aun de su poder, se
presentó al rey en Torrijos, suponiendo empresa fácil obligarlo a
seguirle. Allí le recordó el conflicto surgido cuando su reciente
dolencia, por la incertidumbre de quien había de heredarlo,
«otro
si, que parase mientes -le dijo- en como la Reyna D.a Leonor de
Aragón su tía, é sus fijos los Infantes D. Ferrando é D. Juan
eran legitimos herederos destos Reynos, é que non estaban por al
salvo si el moriese sin fijos legitimos (...) Pavoroso era el
problema que al rey se presentaba sin que para su solución tuviese
otro dilema que el de quedar en Torrijos sin más apoyo que el que le
pudiesen prestar los deudos de D.a María, desafiando con él a su
madre y a su ministro, desairando a la Corte de Francia y haciendo
caso omiso de la nobleza congregada en Valladolid para las bodas, o
someterse a las circunstancias y marchar con D. Juan a realizar un
acto que pasivamente Venía ya resistiendo.
.
(5):
Idem
(4)
SIC:
“Cedió
en mal hora, salvando tal vez su corona pero echando sobre su
conciencia un borrón de que jamás pudo lavarse (...) el lunes 3 de
Junio, pero todo fué para el rey pura ficción. El amor no entró
con él en la cámara nupcial; entró, sí, el Juez frío que acabó
con las ilusiones de la desgraciada esposa (....) comenzó a correr
el rumor de que el rey se marchaba y dejaba a Da Blanca. Cundió la
alarma y llegó a la reina madre y D.a Leonor, tía del rey, las que
en la mañana del miércoles se acercaron al monarca, que comía sólo
y sombrío en el palacio separado en que se aposentaba (...) Dos
horas después de esto, pretextando querer ir a cazar, pidió que le
trajesen muías y cabalgando en compañía de Diego García de
Padilla, Juan Tenorio y Suer Pérez de Quiñones, salió de
Valladolid corriendo sin descansar dieciséis leguas para dormir en
una aldea próxima a Olmedo, desde la cual al otro día marchó a la
Puebla de Montalbán. All lo esperaba D.a María (...) D. Juan
Alfonso, D. Juan Núñez de Prado y otros caballeros, fueron después
de la marcha de D. Pedro, a ver a las reinas Da María,Da Blanca y Da
Leonor; teniendo consejo con ellas y acordando todos que los primeros
fuesen «para el Rey» y «trabajasen mucho» para hacerlo volver a
su mujer Da Blanca.
Por
distintos caminos salieron los principales caudillos, D. Juan Alonso
y D. Juan Núñez. Iban con el primero, además de mil y quinientos
hombres de caballo y muías, Juan Rodríguez de Cisneros, Juan
Rodríguez de Sandoval, Alvar Rodríguez Daza, Lope Rodríguez de
Villalobos, Ferrand Ruiz Girón, Alfonso Téllez Girón, Juan Alfonso
Girón, Alvar Pérez de Castro, García Ferrández Manrique, Lope
Díaz de Rojas, Rui González Castañeda, Suer Yáñez de Parada,
Alvar González Moran, García Jufre Tenorio, Gutier Gómez de
Toledo, Juan Martínez de Rojas, Diego Pérez Sarmiento, Rui Díaz
Cabeza de Vaca, Ferrand García Duque, Pero Díaz de Sandoval,
Ferrand Gutiérrez, Ferrand Sánchez de Tovar, Juan Ferrández de
Tovar, Martín Alfonso de Arenillas, Juan Ferrández Cabeza de Vaca,
y otros muchos” (CITANDO AL CANCILLER LOPEZ DE AYALA Año 1353,
cap. XV)
.
(6):
Idem
(4)
SIC:
"el
8 salió para Toledo llevándola consigo hasta el Alcázar". D.
Juan Alfonso no anduvo tanto porque no le permitía la impedimenta
militar igual celeridad. Dejó a Valladolid el miércoles 12 de Junio
y tomó el camino de Toledo, porque ya sabía donde posaba el rey, y
llegó a unas aldeas cerca de Olmedo; el 13 durmió en Parraces; el
14 lo hizo en Filipal; el 15 en San Martín de Valdeiglesias y el 16
en Almorox, aldea de Escalona.
.
(7):
Idem
(4)
SIC:
"La
ausencia inesperada de D. Pedro, al segundo día después de su boda,
no tenía carácter alguno de agresividad contra los que de tal modo
acababan de perseguirlo y si en su ánimo pudo cobijarse algún
rencor y deseo de castigo para los perseguidores, sus insistentes
llamadas a D. Juan Alfonso revelan el propósito de tratar con él de
los sucesos pasados. No pudo realizarse eso, y natural era que
eliminados de la escena por su propia voluntad aquellos falsos
amigos, pensase el rey en normalizar su vida y en solucionar el
conflicto que en Valladolid habían creado (...) D. Pedro, y esto es
lo creíble, volvió a Valladolid para normalizar la situación
creada, pero sin alterar sus definitivas resoluciones. Comunicó a su
madre su firme resolución de no dar eficacia a la dramática boda y
aun su propósito, que realizó, de alegar ante la Corte de Aviñón
los motivos de tal ineficacia, y señaló a ambas como residencia la
villa de Tordesillas, aunque ni como destierro ni como reclusión"
.
(8):
Bonifacio
Esteban
La
estatua de Pedro I, una obra de arte excepcional en el Museo
Arqueológico Nacional.
.
ESTATUA
de don Pedro I
(Texto
original: Rosa López, marzo 2010)
.
(9):
Idem
(4)
SIC:
"En
el mes de Noviembre se encontraba en Sevilla,
pero
antes de haber ido allí, comprendiendo que la autora de todas las
rebeldías había sido su madre y que sólo a ella era debida la
nueva actitud de Juan Alfonso, a quien él redujera en vano a la
obediencia, dispuso separar de ella a Da Blanca, ordenando fuese
llevada desde Medina del Campo, donde la tenía aquélla, a la villa
de Arévalo, "é que alli estuviese en guisa que la reina Maria
non la viese", pero no la envió presa, como con su insidiosa
manera de decir sienta Ayala. Sino con los mayores respetos, según
el mismo cronista expone, contradiciéndose, coincidiendo con lo que
el propio rey escribió al Romano Pontífice dos años después,
diciéndole que le daba trato decoroso y honesto. Da. María incitaba
a todos a separarse del rey, preparando la fuerte liga que luego se
dirá: previsora y política fué, pues, la medida. En Arévalo tuvo
Da Blanca casa y corte, siendo oficiales de ésta el Obispo de
Segovia (...) Quedábanle al rey, como enemigos manifiestos, D. Juan
Núñez
de
Prado, D. Juan Alfonso, y su madre. Por respeto a ésta nada hacía
el rey que pudiese molestarla, salvo haberla apartado de Da. Blanca".
“Restábale
aquietar a D. Juan Alfonso, que en Portugal seguía conspirando.
Quísole quitar los castillos y villas de Medellín y Alburquerque,
que eran la base de su señorío en Castilla, y en efecto sitió a
Medellín que se le rindió y seguidamente cercó también a
Alburquerque, pero no pudo tomar ni esta plaza ni su castillo, como
tampoco Codesera, otro castillo importante del mismo D. Juan.
Entonces proyectó obligar diplomáticamente a éste a presentarse en
la corte a responder de su conducta y, dejando a los fronteros
antedichos D. Enrique, D. Fadrique y D. Juan García de Villagera
vigilando las plazas, envió a Évora dos mensajeros para tratar con
el rey, su abuelo, del suceso de D. Juan”.
.
(10):
Idem
(4)
SIC:
pag
66 y ss. cap I ; VII:
FORMACIÓN
DE LA LIGA Y MANEJOS DE LA MISMA HASTA LAS LLAMADAS «VISTAS DE
TEJADILLO»
“estuvieron
cuatro días discurriendo Da. María cómo haría para desorientar a
su hijo el rey D. Pedro, pero entendiéndose ambos con los bastardos
y D.Juan mediante los buenos oficios de Da Inés de Castro, hermana
de D. Alvar y mujer o querida del infante D. Pedro. La intervención
de esta dama se explica porque
a
la sazón y para completar los rebeldes su plan, pensaron, y eso es
lo asombroso, ofrecer al infante la corona de Castilla (...) El gozo
del infante por el ofrecimiento de la corona de Don Pedro, trocóse
en decepción, porque sabedor su padre de tan atroz felonía, que al
fin tuvo que ser conocida en Portugal, no obstante la reserva con que
era tratada, le previno por sus mensajeros Fernán González Cogomino
y Juan de las Leyes, que se abstuviese de aceptar la tentadora
oferta. Mas no se arredraron por eso los traidores y comprendiendo
que era preciso obrar antes de que el secreto fuese conocido de D.
Pedro, juntáronse todos ellos cerca de Badajoz y dispusiéronse a
entrar en Castilla. El infante no volvió a entenderse con ellos y la
irritación de D. Alfonso, su padre, fué tanta que, de ser cierto lo
que el escritor portugués antes citado dice, vino a pagar su culpa
la triste D.a Inés de Castro «que a esta intriga debeu a morte».
No cabe dudar cual habría sido también la suerte de los otros
conspiradores si no se hubiesen apresurado a salir de aquel reino”.
.
(11):
Idem
(10)
SIC:
"D.
Pedro a estos tres momentos de la porfía, supo adoptar en cada uno
aquel sistema de defensa que más convenía a sus circunstancias
(...) El plan de defensa que adoptó, deducido de los hechos, no pudo
ser
más diplomático y más adecuado. Prestóse a él su noble consorte
D.a María y no lo contrariaron en lo más mínimo los deudos de
ésta, tan poderosos ya en su consejo. Consistía en separarse los
esposos, ingresando ella en religión, para lo cual, primero ella y
después el rey, solicitaron del Romano Pontífice permiso para
construir un monasterio de Santa Clara donde, en compañía de
sagradas Vírgenes que se le señalasen, se proponía Da. María
pasar el resto de sus días; y en casarse él con una dama castellana
a
quien
conocía por haberla visto en Valladolid cuando su boda con Da.
Blanca, dama de estirpe regia, emparentada con las familias más
poderosas del reino y hermana del intrigante D. Alvar Pérez de
Castro. Con tan cuerdo sistema, conseguía de una vez acallar a los
enemigos de los Padillas y atraer a sí lo más florido y pujante de
la nobleza. Prestóse también la dama, pudiendo notarse por la clase
de preliminares que precedieron a la bendición nupcial, en otro
lugar referidos, que más que boda de pasión fué un enlace de razón
de estado, aceptado por la consorte, D.a Juana de Castro, por vanidad
y conveniencia (...)
D.
Pedro y Da. María, para mejor conseguir su intento, aparentaron
someterse al criterio mantenido hasta entonces por el Romano
Pontífice de no reconocer en su unión marital más que un
concubinato, ansiando ella lavar las manchas de la pasada culpa con
lágrimas de penitencia, y él quedar libre para la nueva unión
proyectada en aras de la paz de sus estados. Al fracasar el plan con
la invasión de Castilla por los conjurados, figurando entre ellos el
propio hermano de la dama elegida por clave, volvieron ambos esposos
uno a otro con más cordialidad que nunca sin Volver jamás a
intentar separarse”.
.
(12):
Idem
(10)
SIC:
"Forzoso
fué para D. Pedro ponerse inmediatamente en defensa, como lo hizo,
desentendiéndose de su fracasado plan, en todos sus extremos. No
volvió a ver más a Da Juana, a quién sólo quedó como recuerdo de
su soñado encumbramiento el título de reina, a que nunca quiso
renunciar y que el rey le toleró con disgusto, y la villa de Dueñas
que recibió en compensación de su abandono, y recobrando al otro
día el castillo de Castrojeriz, que diera en rehenes a D. Enrique
Enríquez, tío de D.a Juana, juntamente con el de Jaén, paró en
Castrojeriz y allí se dispuso a resistir con las armas y con la
diplomacia la tormenta que se le venía encima. Para asegurar la
fidelidad de sus primos, los infantes de Aragón, los hizo venir a
dicho punto, sabiendo su recién llegada a Toledo desde Portugal,
donde casara D. Fernando (...) sabedor ya de que D. Juan Alfonso y
los bastardos llegaran a Ciudad Rodrigo, desde donde marchara
D.
Fabrique a los estados de la Orden de Santiago para ocupar sus
castillos y reunir gente, envió algunos caballeros a Salamanca para
contener la invasión y él emprendió una serie de acciones
encaminadas al mismo fin.
Quedábanle
todavía a D. Pedro, en aparente obediencia, los infantes de Aragón,
no obstante haber dado el primer síntoma de deslealtad, dejando que
aquéllos pasasen sin resistencia el vado de Tormes, entre Alba y
Salamanca, tratando después con los bastardos y
Alburquerque,engrosando, por último, sus filas, a fines del propio
mes de Agosto, en compañía de Diego Pérez Sarmiento, el padre del
cronista Ayala, los Albornoces, Sancho Ruiz de Rojas, Rui González
Castañeda, Pero Alvarez
Osorio,
Alvar Rodríguez Daza, Juan Ramírez de Guzmán, Pero Fernández de
Velasco y Carrillo de Quintana; y no faltó tampoco a la cita D.a
Leonor, la madre de los infantes. Éstos para dar color a su
traición, mandaron decir al rey que lo querían y ansiaban su
servicio, pero que se apartaban de su corte por haber dejado él a Da
Blanca y porque los parientes de Da María de Padilla no gobernaban
bien el reino ni su casa ni hacían honra a los señores y caballeros
que en la corte andaban y, finalmente, para colmo de irrisión para
un rey que había puesto en ellos su confianza y que temían por sus
vidas”.
.
(13):
Idem
(10)
SIC:
"Ya
todos reunidos, haciéndose fuertes en Cuenca y considerándose
señores de Castilla, dieron el golpe final, intimando al rey en
Tordehumos, por cartas y mensajeros, sus condiciones de paz,
pidiéndole que dejase a Da María e hiciese vida con Da Blanca y lo
que era para ellos esencial, aunque no lo invocasen como pretensión
única, «que fuese la su merced de poner buen regimiento en el
Regno, é en su casa, porque los que le hubieren de seguir tuviesen
honra é bien del, cada uno en su estado» (...)
Viendo
el rey en tan apurado trance que las deserciones habían
reducido su hueste a seiscientos hombres de a caballo, incluyendo
sus principales capitanes y los deudos de Da. María de Padilla,
quiso poner a ésta en seguridad y partió con ella y su madre a
Tordesillas, que reunía buenas condiciones de defensa, permaneciendo
allí todo Septiembre, Octubre y gran parte de Noviembre, agotando
los medios de vencer la conjura, cada vez más fuerte y más
poderosa. La reina madre lo abandonó pronto, marchando con su
licencia para Toro. Desde Tordesillas, en 28 de Octubre de 1355
D.Pedro, escribió al infante D. Pedro de Aragón, que en ausencia de
su padre venía siendo lugarteniente general del reino, una carta
llena de tranquila serenidad y de un dejo de amargura”
.
(14):
Idem
(10)
SIC:
"No
se atrevieron los conjurados a sitiar la plaza en que el rey
permanecía, pero distribuidos en grupos más o menos numerosos, sin
distanciarse y siempre en contacto, pusieron sus tiendas por las
plazas comarcanas, pudiendo en tal sentido decirse que habían
privado a D. Pedro de toda clase de movimientos y, singularmente, de
recibir auxilios de fuera. Ante la firmeza de éste y la augusta
majestad con que recibía, oía y contestaba sus baladronadas,
incluso el mensaje, que personalmente se atrevió a llevarle por
todos los ligueros, la reina viuda de Aragón, Da. Leonor,
dedicáronse aquellos a quebrantar más su poder, pensando tomarle
las pocas plazas que le quedaban afectas, yendo juntos, en quijotesco
alarde de confianza, a tomar Valladolid y Salamanca, fracasando sus
proyectos por la lealtad de sus moradores, aunque consiguieron rendir
por las armas, el Veintiocho de Septiembre, a Medina del Campo, de
donde salió honrosamente, la hueste del rey que la guarnecía.
Da
Leonor en la embajada referida, concretando más, según Ayala, las
intimaciones de la Liga, puso al rey por condición para que todos
sus vasallos viniesen a su merced, además de tomar a Da Blanca y
traerla consigo, que pusiese en orden, en Francia o en Aragón, a Da
María de Padilla y que no fuesen sus privados los parientes de ésta
(...) Para que se tenga una idea exacta de la falta de sinceridad con
que procedían los de la Liga y de cómo iba cada uno buscando en
ella la satisfacción de sus particulares ambiciones, nos haremos
cargo de lo que, a propósito de este momento histórico refiere
Zurita, exacto compilador de las cosas de Aragón. Dice que el
infante de Aragón, no obstante recibir la carta del rey D. Pedro,
que tan afectuosamente le pedía ayuda contra sus primos, no se cuidó
de
contestarle, pero que ordenó al gobernador general de Valencia que
tuviese prevenidas las fronteras.
Los
conjurados, al entrar en Medina, unieron a sus jactancias la cobardía
de entregarse al pillaje, según testimonio de la misma crónica de
Ayala, que termina la narración del suceso diciendo que los
caballeros y señores que allí iban, entraron en la villa y posaron
todos, «é ovieron ende muchas viandas». Sin duda éstas se
indigestaron a alguno, pues a los pocos días «murió ende de su
dolencia D. Juan Alfonso de Alburquerque, de lo cual peso mucho a
todos los otros que con el eran. E algunos decían que el Rey le fizo
dar yerbas por un físico que envió allí, que era de Italia, al
qual dezian Maestre Pablo, empero esto non era cierto» (....)
La afirmación del cronista en la
abreviada, nos excusa de hacer el juicio que merece la vil imputación
de la vulgar, toda vez también hemos de volver a ocuparnos en otra
parte de este traído y llevado físico.
(...)
No
fué la muerte de D. Juan Alfonso tan rápida e inesperada, que no
hubiese podido él antes de ocurrir, otorgar testamento con la
cláusula más macabra que puede concebir la mente humana, cláusula
que por sí sola revela el orgullo y la tenacidad que el en diosado
procer había puesto en la afortunada aventura en que se encontraban
los conjurados. Dispuso, en efecto, excitando a sus acompañantes a
proseguir aquélla, que no se diese sepultura a su cuerpo hasta
llegar al fin de la demanda, «é que los sus vasallos non se
partiesen del su cuerpo fasta ser todo esto complido é oviesen
licencia de los Infantes é del Conde D. Enrique como les piada que
ficiesen del dicho su cuerpo», y que llegado el caso, lo enterrasen
en el monasterio de Espina, como se hizo, según se verá después.
Bien
procuraron los rebeldes sacar de esta orgullosa disposición el mayor
fruto posible y tal vez ella fué la que sirvió para
mantenerlos desde entonces
unidos, haciendo conducir por los vasallos del finado el féretro que
contenía sus restos, en cualquier cambio de residencia que hiciesen,
colocándolo en medio de ellos cuando se reunían en junta para
adoptar cualquier resolución. Si el espíritu acompañase en esas
ocasiones el putrefacto barro, sería de admirar la fatuidad del
muerto, presidente de la comitiva o de la asamblea”.
.
(15):
COLECCION
DE
LAS
CRONICAS
Y MEMORIAS
DE
LOS REYES DE CASTILLA.
REY
DON PEDRO, PEDRO LOPEZ DE AYALA /
CHANCILLER MAYOR DE CASTILLA
TOMO
I; EN LA IMPRENTA DE DON ANTONIO DE SANCHA. / AÑO
DE M. DCC. LXXI
“E
luego ellos partieron de Medina del
Campo
donde estaban , é vinieron á la comarca de Toro , por
estar
mas cerca del Rey , é partieron sus posadas en esta guisa : en
Morales posaban el Conde Don Enrique , é el Maestre Don Fadrique su
hermano : é en Sant Román de Ornija
posaban el Infante Don Ferrando de Aragón , é su hermano el Infante
Don Juan de la Cerda en Siete Iglesias i é posaba Don Ferrando de
Castro eso mesmo en el dicho Sant Román de Ornija , é otrosi Don
Juan
Alfonso
, que era muerto 5 pero traían sus vasallos su cuerpo, é non le
querían enterrar fasta que oviese fin esta demanda que comenzaron ,
que asi lo mandára Don Juan Alfonso en su testamento , é posaban en
el dicho lugar de Sant Román
de
Ornija con los otros Señores , é alli tenían en la Iglesia
el
cuerpo de Don Juan Alfonso”. (FIN
DEL CAPÍTULO XXXI, "Cómo respondió el rey a los
mesageros
que los Señores enviaron d él, é cómo trataron que se viesen con
el Rey". AÑO QUINTO)
.
(16):
COLECCION
DE
LAS
CRONICAS
Y MEMORIAS
DE
LOS REYES DE CASTILLA.
REY
DON PEDRO, PEDRO LOPEZ DE AYALA /
CHANCILLER MAYOR DE CASTILLA
TOMO
I; EN LA IMPRENTA DE DON ANTONIO DE SANCHA. AÑO DE M. DCC. LXXI
(LOS
ACUERDOS DE TEJADILLO DEL REY PEDRO)
Capítulo
XXXII
CAPITULO
XXXII.
COMO
EL REY SE VIO CON LOS INFANTES de Aragon , é el Conde Don Enrique ,
e el Maestre Don Fadrique , / Don Tello , é Don Ferrando de Castro ,
é Don
Juan
de la Cerda , / los otros Caballeros , segund
era
tratado,
El
trato de las vistas fué fecho segund dicho avernos: é vieronse el
Rey é estos Señores entre Toro é Morales
en
un lugar que dicen Tejadillo , ca aíli fueron las vistas acordadas,
é es á media legua de Toro, é á otra media de Morales. E vinieron
de caballo , armados todos (...) E fueron estos de cada parte : de la
parte del Rey eran estos cincuenta (...) Alvar González Moran
.
CAPITULO
XXXIIL
COMO
LOS INFANTES DE ARAGON Don Ferrando i Don Julian , / el Conde Don
Enrique , é los otros Señores pasaron delante de la tilla de Toro ,
donde el
Rey
estaba : / como el Rey partió de Toro , e la Reyna Dona María su
madre envió por los Señores
,
é los acogió en Toro.
Estando
el Rey Don Pedro en Toro , é los Señores, de quien avernos contado
, en Morales, é en Sant Román, e en otros lugares do posaban (...)
partió el Rey de la villa de Toro , é con él fasta ciento de
caballo , castellanos é ginetes, é fuese para Urueña , una villa é
castillo muy fuerte do estaba Doña María de Padilla; ca allí la
avía dexado el Rey, é con ella algunos sus parientes , porque la
villa es muy fuerte (...) vieron cartas de la Reyna Dña María madre
del Rey , que estaba en Toro, faciéndoles saber , que luego que
ellos pasáran por Toro , partiera el Rey de Toro , é se fuera para
Urueña , do estaba Doña María de Padilla : é que fuesen ciertos
que el Rey non curaba de estar á ninguna ordenanza de lo que entre
él é ellos era acordado en las vistas de Tejadillo , de lo qual á
ella pesaba mucho.
.
CAPITULO
XXXIV.
COMO
EL REY ACORDÓ DE SE PONER EN
poder
di la Reyna su madre , é de los dichos Señores :/ lo que y
acaesció.
CAPITULO
XXXV.
COMO
EL REY DON' FEDRO VINO A TORO, dó las Reynas é los Señores estaban
, é lo que y acaesció.
(...)
CAPITULO
XXXII.
COMO
EL REY SE VIO CON LOS INFANTES DE ARAGÓN, é el Conde Don Enrique ,
é el Maestre Don Fadrique , / Don Tello , é Don Ferrando de Castro
, é Don Juan de la Cerda , / los otros Caballeros , segund
Era
tratado,
El
trato de las vistas fué fecho segund dicho avernos: é Á vieronse
el Rey é estos Señores entre Toro é Morales
en
un lugar que dicen Tejadillo , ca aíli fueron las vistas acordadas,
é es á media legua de Toro, é á otra media de Morales. E vinieron
de caballo , armados todos de lorigas, con almófares , é con
quexotes é canilleras é espadas, é non traia Doncel en caballo
ninguno dellos, salvo el Rey , que traia un Doncel con una lanza é
un yelmo ; é de la otra parte el Infante Don Ferrando de Aragón ,
que traia otro Doncel: é todos traian sobreseñales á sus armas. E
fueron estos de cada parte : de la parte del Rey eran estos cincuenta
:
(...)
Primeramente
el Rey Don Pedro , é venían con él Don Diego
García
de Padilla Maestre de Calatrava , é Don Garci Ferrandez Manrique
Adelantado mayor de Castilla , é Don Pero Nuñez de Guzman
Adelantado mayor de León, é Juan Alfonso de Benavides Justicia
mayor de la casa del Rey , é Juan Ferrandez de Henestrosa Camarero
mayor del Rey , é Pero González de Mendoza , é Gutier Ferrandez de
Toledo Alcalde máyor de Toledo, é Pero Suarez de Toledo su hermano
, é Diego Gómez de Toledo Notario mayor del Regno de Toledo , é
Don Garci Alvarez de Toledo é Ferrand Alvarez su hermano , é Iñigo
López de Orozco, é Gutier Gómez de Toledo , é Pero Suarez de
Toledo el mozo , é Suer Pérez de Quiñones, é Juan Rodríguez de
Cisneros , é Ferrand Sánchez de Tovar, e Don Juan Rodríguez de
Sandoval; é Sancho Sánchez de Rojas, é Juan Martínez de Rojas su
fijo , é Iñigo Ortiz de las Cuevas , é Rui Pérez de Soto, é Pero
Alvarez Osorio j é Ferrand Gutiérrez de Sandoval, é Día Gómez
de Sandoval , é Diego Gutiérrez de Zavallos, é Pero Gómez de
Porras el viejo, é Suer Martinez Clavero de Alcántara, é Ferrand
Ruiz Girón , é Alfonso Tellez Girón, é Lope Rodríguez de
Villalobos , é Pero Ferrandez Quexada, é Ruí Martinez de Solorzano
, é Lope García de Porras, é Alvar González Moran , é Gómez
Pérez de Porras , é Juan Sánchez de Ayala , é Men Rodríguez de
Senabria , é Juan Alfonso Girón , é Martin Alfonso Tello , é
García Ferrandez de Villodre , é Gómez Carrillo fijo de Pero Ruiz
Carrillo , é Pero González Orejón , é Gonzalo González de Lucio
, é Diego Ferrandez de Córdoba Alcayde de los Donceles , é Rodrigo
Rodríguez de Torquemada , é Men Rodriguez de Biedma , é Juan
Ferrandez de Tovar , é un Doncel del Rey que levaba su lanza.
.
E
de la otra parte de los que tenían la voz de la Reyna Doña Blanca,
que se vieron con el Rey en el sobredicho lugar , eran estos
cincuenta : El Infante Don Ferrando Marques de Tortosa Señor de
Albarracin, é el Infante Don Juan su hermano, é Don Enrique Conde
de Trastamára , é Don Fadrique su hermano Maestre de Santiago , é
Don Tello su hermano Señor de Vizcaya é de Lara é de Aguilar , é
Don Ferrando de Castro , é Don Juan de la Cerda , é Don Alvar Pérez
de Castro , é Don Alvar Nuñez de Guzman Comendador mayor de León,
é Don Lope Sánchez de Bendaña Comendador mayor de Castilla, é
Pero Carrillo , é Don Ferrand Pérez de Ayaía , é Diego Pérez
Sarmiento , é Pero Ruiz de Villegas , é Andrés Sunchez de Grez é
Suer Yañez de Parada , é Ferrand Yañez de Sotomayor, é Pero
González de Agüero , é Rui González de Castañeda, é el
Arcediano Don Diego Arias Maldonado, é Sancho Ruiz de Rojas , é
Ferrand Garda Duque , é Juan Rodríguez de Villegas, é Gutier
Ferrandez Delgadillo, é Sancho Sánchez de Hoscoso , é Alvar
Rodríguez Daza , é Juan Remirez de Guzman , é Rui Diaz de Rojas ,
é Pero Ferrandez de Velasco , é Juan Alfonso de Haro , é Rui Diaz
Cabeza de Vaca , é Furtado Diaz de Mendoza ; é Pero Ruiz de
Sandoval, é Alfonso Gómez de Lira, é Gonzalo Sánchez de Ulloa, é
Lope Pérez de Moscoso, é Juan Martínez de Huelgue Freyre de
Santiago Comendador de Alhange , é Don Ramón de Rocafull, é
Ferrand Sánchez de Rojas, é Diego Gutiérrez Calderón , é Gómez
Manrique de Uruñuela, é Alvar Rodríguez'de Bendaña Comendador de
Montetemolín , é Ferrand Sánchez Manuel nieto de Don Juan Manuel,
é Gómez Carrillo de Quintana, é Pero Ferrandez de Villagrande, é
Ferrand Alvarez de Escobar , é Alvar Diaz de Escobar, é Juan de
Herrera , é Día Sánchez de Terrazas,
é
Ferrand Alvarez de Nava , é Gonzalo Bernal de Quiros, é un Doncel
del Infante Don Ferrando que le levaba su lanza en un caballo. E
legaron todos estos Señores é Caballéros al Rey , é besáronle
las manos.
.
(17):
Idem
(4)
SIC:
Pag
76 y ss: Cap. I; VIII
“VISTAS
DE TEJADILLO Y TRIUNFO DE LA LIGA”
“Aunque
eran grandes las impaciencias de los ligueros para gozar del triunfo
que consideraban seguro, la calma del rey los desconcertaba, no
atreviéndose a dar contra éste el golpe definitivo. Y lo peor era
que escaseaban ya los recursos para mantener en pie aquel ejército,
siendo necesario que el Maestre D. Fadrique, que se hallaba en Toledo
al lado de D.a Blanca, acudiese llevando consigo seiscientos de a
caballo «é muchos dineros que habia fallado en Toledo en las casas
de D. Samuel Levi, Tesorero mayor del Rey». Y hasta D.a Blanca de
Borbón, dejando la pasividad de los primeros tiempos, secundaba a
sus paladines, enviándoles a Medina «la mas moneda que habia podido
aver»
(...)
el
rey, preso en Toro, ni gobernaba el reino ni disponía siquiera de su
persona.
Mayor desconcierto llevó a sus filas el hecho de que D. Pedro,
burlando
su estrategia, llevó a D.a María de Padilla para Ureña, que eran
villa y castillo más fuertes que los de Tordesillas, encomendando su
defensa a alguno de sus parientes, yéndose él después a Toro,
donde permanecía su madre. Antes de levantar ellos sus tiendas, pues
ya ninguna utilidad podía reportarles continuar en Medina, tomaron
el acuerdo de mandar al rey una última embajada (...) hablaron al
rey los embajadores, repitiendo las consabidas proposiciones, pero si
ellos las formularon como ultimátum, aun supo el rey darles nuevas
largas respondiendo que las razones expuestas por los embajadores
«eran luengas para luego responder, é que su voluntad era de verse
con los Infantes, é Conde, é Maestre, é D. Tello, é D. Fernando
de Castro, é D. Juan de la Cerda, é los otros grandes é caballeros
que eran en su compañía, sobre todas estas cosas (...) señalándose
el día y lugar determinados, y número de los que habrían de
concurrir por cada parte y las armas que podrían llevar todos.
(...)
Aceptadas
estas condiciones por los de la liga, salieron de Medina y acamparon
en la comarca de Toro, para estar más cerca del rey, sentando D.
Enrique y D. Fadrique su campamento en Morales, aldea próxima a la
plaza; el Infante D. Juan, D. Tello y Don Juan de la Cerda en Siete
Iglesias y todos los otros en San Román de Ornija, en cuya
iglesia, de cuerpo presente, guardó también ceremonia el
asendereado cuerpo del altivo Alburquerque (...)
llegado
el día de las vistas, acudieron las dos partes a Tejadillo, en
impresionante pie de igualdad por estar Tejadillo equidistante de
Toro y de Morales, ser igual al número de los parlamentarios y no
haber la menor diferencia en la clase de armas que consigo llevaban.
En cuanto a éstas se permitió que todos vistiesen lorigas, con
diversas piezas de armadura, y que tuviesen espadas; pero sólo se
consintió usar lanza al rey y al infante D. Fernando, sin duda en
razón a su categoría de presunto heredero de la corona, o acaso
para igualar los dos bandos.
(...)
Aceptadas
estas condiciones por los de la liga, salieron de Medina y acamparon
en la comarca de Toro, para estar más cerca del rey, sentando D.
Enrique y D. Fadrique su campamento en Morales, aldea próxima a la
plaza; el Infante D. Juan, D. Tello y Don Juan de la Cerda en Siete
Iglesias y todos los otros en San Román de Ornija, en cuya
iglesia, de cuerpo presente, guardó también ceremonia el
asendereado cuerpo del altivo Alburquerque; y llegado el día de las
vistas, acudieron las dos partes a Tejadillo, en impresionante pie de
igualdad por estar Tejadillo equidistante de Toro y de Morales, ser
igual al número de los parlamentarios y no haber la menor diferencia
en la clase de armas que consigo llevaban.
(...)
Habló
por éste Gutier Fernández de Toledo, mesurado en la expresión,
valiente en cuanto a los derechos de la corona, conciliador en lo
demás y celoso por los intereses del reino, y terminado su discurso,
dijo al rey si era aquello lo que le había mandado decir,
contestando el rey, que sí. Este discurso desenmascaró a los
contrarios, pues anteponiéndose a su manifestación les hizo ver que
D. Pedro conocía bien el motivo de su rebeldía, ya que, aunque
ponían por delante el hecho de la reina D.a Blanca (...) Díjoles
también que siempre fué derecho de los reyes elegir sus privados,
pero que él tenía voluntad de honrar a todos, y que si hubiese en
el reino o en su casa oficios que a ellos perteneciesen, que se los
daría y que les haría otras muchas mercedes. Les rogó que
despidiesen sus gentes allí reunidas, por los daños que ocasionaban
y no parecer bien que estuviesen en aquella actitud cerca de su
persona, y terminó añadiendo que enviaría por D.a Blanca y que la
traería como a su mujer, honrándola según debía.
(...)
En
nombre de la liga habló el padre del cronista, disculpando ante todo
a sus amigos por ir armados a su presencia en uso del permiso que les
había dado, aunque reconociéndolo todos por rey y señor natural;
afirmó, en contra de lo dicho por Gutier respecto a D.a Blanca, que
verdaderamente su intención era pedir que ésta fuera honrada y
traída con él; culpó a D.a María de Padilla y a sus parientes de
haberle aconsejado el traslado de aquélla a Toledo, defendiendo a
los que allí se pusieran al servicio de la misma, y repitió las
peticiones ya hechas anteriormente, concluyendo su discurso con una
proposición que agradó a D. Pedro por lo bien que se ajustaba a su
plan antes dicho, de ganar tiempo, y fué
que
designase cuatro caballeros, que con otros cuatro de la liga,
conviniesen en lo que debía hacerse por su servicio, seguridad de
los caballeros y pro del reino. Ofreció hacer la designación, y
terminaron las vistas, besándole todos las manos. Él se marchó a
Toro y los de la liga volvieron a sus campamentos.
(...)
Pasados
días, como viesen los últimos que el rey no daba señales de
cumplir lo convenido y que, por el contrario, traía con algunos las
hablas referidas, siéndoles ya imposible continuar allí por
escasear las subsistencias, acordaron ir todos para Zamora, que era
tierra rica y bien guardada; y en recio contraste desfilaron por
delante de Toro, con el cuerpo de Alburquerque en andas, cubiertas de
ricos paños, en número de cinco mil de a caballo y mucha gente de a
pie, en tanto que D. Pedro sólo contaba con ochocientos hombres.
Desde fuera de las murallas pudo éste presenciar el paso del
ejército enemigo, y tal vez temiendo el peligro que podría correr
D.a María de Padilla, marchó también, el mismo día, para Ureña,
donde hemos dicho la había dejado. Y entonces se dio
el
caso inaudito, colmo de las defecciones, de que la reina madre, a
media noche, contra toda ley divina y humana, enviase cartas a los
rebeldes, que pernoctaban en un pueblo del camino, enterándolos de
la ausencia de su hijo, llamándolos y ofreciéndoles acogerlos en
aquella plaza. Con la natural satisfacción Volvieron ellos a
levantar sus reales y el alba del nuevo día los vio entrar en Toro,
a donde acudieron también a su llamamiento D.a Leonor de Aragón, la
mujer de D. Enrique, y la viuda del insepulto Juan Alfonso.
La
reina madre selló el pacto con los hijos de aquella odiada rival,
que hiciera su víctima en Talavera de la Reina, regalando a D.
Enrique la villa de Palenzuela, que fuera de D.a Leonor, por donación
del rey Alfonso y que ahora era suya por bondad de su hijo.
(...)
Llegado
este momento trágico cambió ya el temperamento de la liga y
desaparecieron aquellos aparentes respetos con que, en medio de
violencias, era tratado el rey. Todos los conjurados «en acuerdo é
consejo é mandamiento de la reyna Da Maria madre del Rey, é de la
Reyna Da Leonor de Aragón enviaron sus cartas al Rey, que fuese la
su merced de venir para Toro, é que alli se ordenarían todas las
cosas que cumplían a su servicio». Llevaron estas cartas a Ureña
los caballeros D. Juan Rodríguez de Sandoval y Juan González de
Bazán quienes, también de palabra, intimaron
a
D. Pedro «las razones que las reinas D.a Maria, é D.a Leonor, é
los Señores que eran en Toro le facian saber». El conflicto había
llegado de este modo al principio del fin.
(...)
Pero
una inspiración caballeresca del más pundonoroso de sus amigos de
entonces salvó la situación. Fué éste Fernández de Henestrosa
que, aun cuando otros opinaban en contra, él aconsejó al monarca
que fuese para Toro y que allí se arreglase con aquella gente, y que
ni por él ni por D. Diego García-que seguramente eran los más
odiados por sus perseguidores—pusiese en aventura su reino, ya que
estando entre ellos el infante D. Fernando, que era heredero en
Castilla, fácilmente podría ser tomado por rey (.... ) el rey
decidió ir para Toro al otro día, como lo hizo, acompañándolo
únicamente el hidalgo caballero, su canciller Fernán Sánchez de
Valladolid y su tesorero Samuel Leví, además de algunos oficiales y
hasta cien hombres de muías que no pudieron entrar con él en la
plaza. No expresa la crónica de Ayala que medidas de seguridad haya
tomado antes respecto a la persona de D.a María de Padilla”
.
(18):
Idem
(4)
SIC:
pag
83 y ss.; Cap. I; IX:
PRISIÓN
DEL REY EN TORO Y SU EVASIÓN
Para
fijar de un modo aproximado la fecha memorable de la entrada y
prisión del rey en Toro, nos han quedado tres documentos de plena
eficacia, fechados dos de ellos fuera de aquella plaza y fechado el
otro dentro de la misma. Los primeros, mencionados por Argote de
Molina, presentan a D. Pedro sólo, demostrando corresponder al breve
período en que abandonado por su madre, que dejándolo en
Tordesillas había ido para Toro, gobernaba por sí, sin limitación
alguna. Son la carta escrita en 28 de Octubre de 1354 al infante de
Aragón, lugarteniente de aquel reino, que dejamos transcrita, y el
privilegio que otorgó en 10 de Noviembre siguiente, haciendo
donación de Villafranca de Valcárcel a D. Juan Alfonso de
Benavides. De ambos se deduce que la salida de De ambos se deduce que
la salida de Llerena (URUEÑA) no pudo tener lugar antes de la
segunda quincena del mencionado Noviembre de 1354. El tercer
documento está fechado en
Toro
en 3 de Diciembre, y corresponde a los que en Toro le fueron
impuestos por la Liga triunfadora, conteniendo la donación de la
villa de Guardo, su fortaleza y términos, a Juan Rodríguez de
Cisneros y ordenando al adelantado mayor Garci Fernández Manrique
que respete esta merced.
Noticiosos
los de Toro de la resolución de D. Pedro, salieron de la plaza a
recibirlo y su encuentro determinó la escena más cómica que
imaginarse pudiera. Ofrecióse allí el rey en plena confianza a sus
enemigos y mostráronse éstos hipócritamente respetuosos y hasta
serviles. El primero les dio la paz emocionado, besando a todos en la
boca y ellos, arrodillados, besáronle la mano demandándole perdón
(....) así, entre las reinas viudas, D.a María y D.a Leonor, los
infantes, los bastardos y otros muchos conjurados, entró en Toro el
desgraciado monarca y tras él se cerraron las puertas de la plaza
sin que se permitiese el paso a más gente suya que a los mencionados
Fernández de Henestrosa, Fernán Sánchez y Samuel Leví, que con él
desde aquel momento fueron considerados prisioneros.
Cierto
es que no lo pasaron bien los tres servidores del rey: a Fernán
Sánchez le arrebataron los sellos y a Samuel Leví los tesoros,
poniendo al primero, con Fernández de Henestrosa, bajo la guarda del
infante D. Fernando, y al segundo bajo la del bastardo D. Tello. Y al
triste monarca lo recluyeron en unas casas que allí poseía el
Obispo de Zamora, dándole de Camarero mayor a otro de los bastardos,
a D. Fadrique, quien, para mayor vejación, confió su inmediata
custodia al enemigo personal
del
prisionero (...) El triunfo postumo de Alburquerque superaba a todos
los cálculos, pero la ambición de sus aliados vino pronto a
destruirlos, evitando que los triunfadores gozasen mucho tiempo la
satisfacción alcanzada (...) Cumpliendo la voluntad del tristemente
célebre organizador de
la
Liga, llevaron los conjurados a Espina el cuerpo de D. Juan Alfonso,
de esta vez si que pudiera decirse en triunfo, celebrándose por él
en aquel monasterio grandes exequias, a las cuales asistieron su
viuda y el que había sido su camarero mayor, Rui Díaz Cabeza de
Vaca, la reina Da. Leonor, el bastardo D. Tello, D. Juan de la Cerda
y otros caballeros; y aun eso fué poco para el merecimiento
contraído.
Reducido
el rey a la condición de pupilo, supo hacerse superior a las
circunstancias, disimulando su justa cólera hasta el extremo de
firmar sin protesta cuanto sus opresores quisieron que firmase o
dejando que ellos firmasen en su nombre cuantas cartas reales
tuvieron por conveniente, que muchas debieron ser, aunque ahora no se
conozcan, toda vez que, uno de sus primeros acuerdos al verse libre,
fué revocarlas (...) Y nadie pensaba ya ni en el abandono en que se
hallaba D.a Blanca de Borbón ni en las preferencias del rey por Da
María de Padilla «con quien a muchos decían estar aquel casado»
(...) Pero tal estado de cosas no podía ser duradero, porque Don
Pedro, con habilidad sin igual, había sembrado entre ellos la
cizaña, y como cada cual aspiraba en secreto a acrecentar su
personal fortuna, faltaba ya el estímulo de la finalidad común, y
todos, unos a espaldas de los otros, adulaban al prisionero esperando
ser los más gananciosos. Aprovechando D. Pedro esta disposición de
ánimo, no fué parco en promesas y así, cautelosamente, fué
preparando el día de su libertad, tal vez en reserva sólo para su
madre y para los bastardos. Estos no podían admitir promesas porque
ya lo tenían todo en la mano.
Salía
el rey a cazar cuando se lo consentían, aprovechando tan buena
ocasión para ultimar cada uno sus tratos, pensando también los
tiranos, hacer así más llevadera la vida del cautivo; pero éste
iba siempre vigilado, montado en una mula y seguido de cerca por mil
hombres cuya dirección corría por turno entre los principales
enemigos (...) Quieren suponer algunos que fué D. Tello quien, en el
momento oportuno, facilitó la evasión al monarca; pero no es así.
Ni éste, ni sus hermanos, ni su madre D.a María, habían hecho con
aquél trato alguno (...) Ayala calla la intervención que en este
suceso tuvo D. Fernando de Castro, y sólo dice que el rey montó
temprano, para ir de caza una mañana que había mucha niebla, y
cuando se vio lejos de la Villa, apretó el andar cuanto pudo y se
marchó camino de Segovia, yendo con él hasta doscientos de mulas y
de caballo y D. Samuel Leví que ya andaba en libertad sobre fianza
por mucho dinero que había dado a D. Tello.
Pag
91 y ss: Cap. I; 10:
CAMPAÑA
EMPRENDIDA POR D. PEDRO CONTRA LOS REBELDES NO SOMETIDOS AUN
A
SU OBEDIENCIA
Fugado
D. Pedro de Toro en la forma que hemos dicho, fué su primer cuidado
ver a Da. María de Padilla en su segura residencia, y
así, en una sola carrera, aunque renovando dos veces las monturas,
llegó a Tordesillas, donde comió ; y desde allí marchó a Segovia
que, alzada durante su cautiverio por la reina madre, no había
admitido aún otra autoridad , llegando de noche a la misma. Desde
esta ciudad, en la que pasó breves días, escribió a diversas
Villas
y
lugares participándoles lo sucedido
y
revocando las cartas que en Toro se dieran en su nombre.
.
(19):
JULIO SOMOZA
Gijón
en la historia general de Asturias. Volumen II, Tiempos
medievales.
Oviedo,
1908; Talleres de La Cruz
En
esta interesante obra, Julio Somoza García Sala, expone la tesis de
Jovellanos acerca de estos dos caballeros de Gijón: ALVAR GONZÁLEZ
MORÁN y GARCÍ MORÁN. Considerando al primero el padre del segundo
y a ambos el tronco común del linaje Morán-Lavandera (o Moran de
Labandera). Siendo posible que Jovellanos mantenga este como el
origen de los Moran-Lavandera al estar emparentado con ellos.
.
En la página 653 de este Tomo II, Julio Somoza expresa que los únicamente astrurianos (entre los nobles destacados en el siglo XIV) estaban los Morán y los Valdés. Sus palabras son las siguientes:
"Por genuniamente locales estimamos a Alvar González Morán y a Garcí Morán su hijo y al Señor de Beloño (en cenero), Arias Gónzales de Valdés. Del primero supone Jovellanos que descienden las familias gijonesas de los Morán y Alvargonzález (Gijón en la Edad Media; pag 25) (....) A Alvar González Morán (que seguía la causa de Don Pedro contra el conde de Gijón) debió el monarca la conservación de Salamanca cuando los coligados quisieron ocuparla en 1354 (ibidem 26)".
En otros capítulos nos hablará de esos Morán y de Garcí Morán (alcaide del castillo de Montiel) que acompañó a Don Pedro en sus últimas horas.
.
De cómo María de Padilla salva las vidas de Alvar Gónzalez Morán y de Alvar Pérez de Castro, trata un capítulo que nos narra López de Ayala en su "Tercer Año", Cap XXIV.“Como Doña Maria de Padilla envió apercebir á Don Alvar Pérez de Castro , é á Alvar González Moran que non fuesen al Rey”.
.
En la página 653 de este Tomo II, Julio Somoza expresa que los únicamente astrurianos (entre los nobles destacados en el siglo XIV) estaban los Morán y los Valdés. Sus palabras son las siguientes:
"Por genuniamente locales estimamos a Alvar González Morán y a Garcí Morán su hijo y al Señor de Beloño (en cenero), Arias Gónzales de Valdés. Del primero supone Jovellanos que descienden las familias gijonesas de los Morán y Alvargonzález (Gijón en la Edad Media; pag 25) (....) A Alvar González Morán (que seguía la causa de Don Pedro contra el conde de Gijón) debió el monarca la conservación de Salamanca cuando los coligados quisieron ocuparla en 1354 (ibidem 26)".
En otros capítulos nos hablará de esos Morán y de Garcí Morán (alcaide del castillo de Montiel) que acompañó a Don Pedro en sus últimas horas.
.
De cómo María de Padilla salva las vidas de Alvar Gónzalez Morán y de Alvar Pérez de Castro, trata un capítulo que nos narra López de Ayala en su "Tercer Año", Cap XXIV.“Como Doña Maria de Padilla envió apercebir á Don Alvar Pérez de Castro , é á Alvar González Moran que non fuesen al Rey”.
.
Muy
interesante es también la obra de Ramón Ma. Alvargónzalez
ALVAR
GÓNZALEZ MORÁN Y GARCÍ MORÁN; dos caballeros asturianos en las
luchas nobiliarias castellanas del siglo XIV (Boletin del
Instituto de Estudios Asturianos, Nº 80) OVIEDO 1983
Donde
el autor dice no reconocer que la familia Alvargónzalez tenga el
origen en este caballero. Pese a ello, comenta cómo Jovellanos
afirmaba que los Morán de Lavandera procedían desde aquellos dos
caballros de Don Pedro (quizás por estar emparentado Jovellanos con
estos Morán-Labandera). Sea como fuere, es sabido que este es el
origen del apellido Gómez-Morán es este de los Morán-Lavandera;
que desciende de José Gómez Morán de Labandera, cuyos hijos
pasaron a llamarse a comienzos del pasado siglo: Gómez-Morán.
.
(20):
Idem
(4)
SIC:
Pag
288 y ss. CAPÍTULO III; VIII
DE
SEVILLA A MONTIEL
“Y
así, desbandados y ciegos llegaron a Montiel, acampando D. Pedro con
muy poca gente en la villa o próximo a ella y esparciéndose los
demás por las aldeas inmediatas, «ca de ellos posaban dos leguas
dende, e otros a una legua de Montiel» (...) No está muy claro en
la vulgar si D. Pedro en aquella noche, 13 de Marzo, acampó en el
lugar o si se acogió al castillo, pero aclara esta duda la abreviada
refiriendo que, en llegando él a ojo de dicho castillo vino a él un
mandadero del alcaide manifestándole que lo acogería en el mismo,
aunque lo tenía por el maestre de Santiago, y que el rey fué para
allí, apoderándose de la fortaleza y de la villa, y que si bien el
castillo era pequeño, estuvieron
dentro,
él y todos los suyos. Esta entrada en la fortaleza la aprovecha el
cronista para encuadrar la última conseja de su desdichada leyenda,
diciéndonos que al entrar D. Pedro en el castillo vio una piedra que
estaba en la torre del homenaje, que decía: «esta es la torre de la
Estrella», considerándose entonces perdido porque muchas veces le
habían pronosticado grandes astrólogos que en la torre de la
estrella había de morir. El alcaide del castillo, leal caballero, se
decía Garci-Morán y era asturiano.
Su
buena (de Enrique) suerte quiso que ya próximo a Orgaz, se uniese a
él Duguesclín, quede Francia Venía con las ofrecidas lanzas,
habiendo atravesado Aragón sin dificultad alguna, y con tal refuerzo
continuó hasta alcanzar al rey en el mismo campo de Montiel. Ni la
oscuridad de la noche lo contuvo, que su gente, siempre sobre aviso,
ponía fuegos por la tierra para Ver mejor el camino (...)
Sobresaltados los del castillo con tales luminarias, que se
distinguían hasta dos leguas, advirtieron al rey del suceso; mas una
fatalidad invencible perseguía a éste. Suponiendo que las fogatas
fuesen obra de las fuerzas de los traidores Muñiz y Mejía, no dio a
esos providenciales avisos significación alguna, y tranquilo y
confiado pasó la noche sin otra precaución, más que la de enviar
sus cartas a todas sus gentes para que se juntasen con él al rayar
el alba. Y hasta esa previsión fué ineficaz, porque los portadores
de las cartas, después de largo caminar, sólo pudieron, sin llenar
su cometido, confirmar la presencia del enemigo y correr desolados a
comunicar a D. Pedro la sorprendente realidad, cuando no había ya
tiempo ni forma para dominarla.
(…)
llegando Duguesclín, que había quedado atrás, perdiendo tiempo en
atravesar un paso difícil, la derrota fué completa y arrastrado por
los fugitivos, tuvo que meterse al fin, con algunos caballeros de su
séquito en el castillo seguido de cerca por el Vegue de Vilaines que
corrió tras él hasta la barrera (...) Así es que, no bien se había
alzado el rastrillo de la fortaleza, ya toda salida de allí se hacía
imposible (...) Y, sin embargo, aún pensó el desgraciado monarca en
salir, en la confianza de que si lograba hacerlo y entraba en Toledo
todavía haría salir del reino a D. Enrique”.
Pag
290 y ss. Cap. III, IX:
MONTIEL
MONTIEL
“Encerrado
D. Pedro por su mal en el castillo de Montiel, donde la noche
anterior había descansado con tanta confianza, pensó astutamente D.
Enrique acabar con él, cercándolo, de manera que toda salida fuese
imposible. La configuración del terreno favorecía
extraordinariamente su proyecto, porque aquella fortaleza asentaba en
lo alto de un cerro de forma cónica, de unos 80 metros de altura, y
abriendo en la base circular del cerro anchas trincheras reforzadas
con tapias de piedra seca, que el mismo cerro le ofrecía
abundantemente, ni un pájaro podría evadirse sin ser visto y cazado
(...) En Vano intentó el alcaide, Garcí Moran, engañar a los
sitiadores, haciendo descender hasta la tapia un heraldo que les
hiciese creer que D. Pedro no estaba allí y ofreciéndoles rendir la
plaza si éste no la socorría en el término de un mes. El mensaje
fué recibido con burlas, y el mensajero llevó la repuesta de que
antes del mes, el castillo y D. Pedro estarían en poder de D.
Enrique, puesto que lo habían reconocido cuando allí se refugiara
(…)
aún así, con tan estrecha prisión y faltos de todo auxilio,
pudieron los sitiados resistir Valerosos durante varios días, oyendo
los denuestos de aquella gentuza que se acercaba de noche a las
barreras para hacer mofa del infeliz monarca. Era éste un hábil
tirador de ballesta y no cesó de hacer buenos tiros sobre los
insultadores, disparando sobre ellos al tino de la palabra,
consiguiendo herir a muchos (...) perdida ya toda esperanza de
salvación,
no fué la voz conmovida de Men Rodríguez de Sanabria, la que se
dejó oir para proponer al monarca una fantástica fuga, sino la voz
traidora de Beltrán Duguesclín que motu proprio buscó modo de
hablarle, pidiéndole grandes concesiones a cambio de ponerlo en
salvo en el reino de Granada (...) queda, como verdad demostrada, que
viéndose perdido el rey concertó a Men Rodríguez, camarada en
otros tiempos de Duguesclín, que hablando con él, desde el
castillo, le pidiese una entrevista secreta. Hízolo así el'fiel
castellano, y en el silencio de la noche conversaron ambos,
proponiendo Men Rodríguez al francés librar a D. Pedro de aquel
encierro, dejándolo salvo y seguro, haciéndose él de su partida y
recibiendo engaje las villas de Soria, Almazán, Atienza, Monteagudo,
Deza y Serón por juro de heredad, más 200.000 doblas de oro
castellanas.
Ofreció,
en efecto, D. Enrique al aventurero francés, darle las mismas villas
y dinero que D. Pedro le prometía, a cambio de que lo hiciese ir
engañado a su posada, fingiendo que lo pondría en salvo como él
deseaba, y que en cuanto el confiado rey estuviese en aquélla, se le
diese aviso. Fué tan infame esta combinación, que hasta el mismo
Duguesclín, al parecer, se resistió a entrar en ella (....)
Hizo
creer Duguesclín a Men Rodríguez su conformidad en lo propuesto, y
para engañarlo mejor, y engañar al rey, le garantizó que pondría
a éste en salvo y que algunos de sus deudos, interesados ya en ello,
hicieran entre sí grandes juramentos (...) Túvose por seguro D.
Pedro, y en una noche triste, Vestido con . una armadura de hojas,
montado en su caballo y acompañado de D. Fernando de Castro, Diego
González de Oviedo, Men Rodríguez de Sanabria y pocos más, cuyos
nombres nos son desconocidos, aventuróse a salir de la fortaleza y
fuese para la posada del francés.
Descabalgó
en llegando allí, y a poco, impaciente ya, dijo a Duguesclín:
«caValgad, que ya es tiempo que Vayamos», mas nadie le respondió,
porque se esperaba la Venida de D. Enrique, a quien habían pasado el
aviso convenido. Comprendió el rey la traición y quiso montar de
nuevo, pero fuéle imposible, porque uno de los que allí estaban
trabó de él, diciéndole: «esperad un poco» y no lo dejó partir
(...) D. Enrique en tanto habíase armado de todas sus armas, sin
olvidar el bacinete en la cabeza, e impaciente a su vez, esperaba el
aviso, y tan luego supo de la presencia del rey en la posada, fuese a
ella, dudando al entrar cuál de los que allí estaban sería su
hermano, que tiempo hacía que no lo había visto y no lo conocía.
Uno de los cómplices de Duguesclín díjole entonces: «catad que
este es vuestro enemigo» y cómo aún dudase D. Enrique, exclamó
aquél
valientemente y por dos veces: «yo só, yo só».
Hiriólo
don Enrique en el rostro con una daga y no tuvo D. Pedro otra defensa
que abrazarse a él, cayendo ambos en tierra, donde con otras heridas
sucumbió y quedó la traición consumada. La realidad es ésta: al
exponerla Ayala pinta en tonos magistrales la perfidia del bastardo,
la doblez de Duguesclín, la villanía de los secuaces de éste y de
todo cuanto hace falta para que el lector conozca la horripilante
escena. ¿Qué hubo más? Seguramente que sí, pero de lo referido no
puede borrarse la más mínima parte.
En
las notas que Llaguno pone a este capítulo de la crónica, dice que
un autor catalán, que fué de aquel tiempo y no se dice su nombre,
añade después de referir lo mismo que el cronista, que Oliver de
Manny fué quien guió al rey hasta la tienda de su primo, que cuando
D. Pedro vio que lo guiaban por aquel camino, se tuvo por muerto, y
que en la tienda, cuando abrazados los dos hermanos cayeron al suelo,
quedó debajo D. Enrique, el cuál hubiese perdido la vida si D.
Pedro tuviera una arma con que poderlo ejecutar. Que entonces el
vizconde de Rocaberti dio un golpe de daga
a
D. Pedro, trastornándolo de la otra parte, y que, finalmente, D.
Enrique estuvo sobre él y lo mató, y le cortó la cabeza con sus
manos y echáronla a la calle y pusieron el cuerpo en el castillo
sobre las almenas, entre dos tablas.
Pedro
IV en su crónica. Esta dice lo siguiente (...) al verlo el rey D.
Pedro, hizo ademán de defenderse, pero al cabo los que estaban con
el rey
D.
Enrique le dieron muerte, y luego le cortaron la cabeza, la cual
dicho D. Enrique hizo llevar a Sevilla». Del último detalle hay
pruebas contrarias, porque la cabeza, o sea su mísero despojo, se
conserva en el mismo sarcófago que encierra los otros restos de
aquel desventurado rey
De
los trabajos que los historiadores portugueses dedicaron a describir
la escena de Montiel, es seguramente el más importante el del
cronista Fernando Lopes (...) escribiendo en sus libros, que
viéndose D. Pedro en poder de su hermano y cómo era traicionado, se
lanzó a él fieramente, diciendo: «Oh traidor, aquí estás tú»,
y como hombre de gran corazón quísole dar con una daga que le
habían quitado, y como no la halló le echó los brazos y dio con él
en tierra; mas entonces, Fernán Sánchez de Tohar, que era uno de
los caballeros que D. Enrique llevaba consigo, arrancó de encima a
D. Pedro y volteó sobre él a D. Enrique; y de esta manera fué
muerto el rey que, a no ser así, si los dejan solos, créese que D.
Pedro matara a su hermano».
Dos
traidores resultan por estos relatos causantes, con D. Enrique, de la
infame muerte dada a D. Pedro: uno Duguesclín, cuyas bellaquerías
oscurecen totalmente la gloria que, como feliz caudillo, pudo ganar
en su patria. Otro, el vizconde de Rocaberti, que prestando ayuda a
D. Enrique en aquel solemne momento en que ambos hermanos luchaban a
brazo partido, aunque armado D. Enrique y desarmado D. Pedro, agravió
a éste poniéndolo debajo del primero”.
.
(21):
PEDRO I de Castilla (Wikipedia), SIC:
El
Justiciero o el Cruel. Trascendencia en la literatura y las artes: El
reinado de Pedro fue fructífero para las artes y las letras. Por
orden suya se erigió el palacio mudéjar que lleva su nombre sobre
los restos del Alcázar de Sevilla, palacio de los antiguos reyes
musumanes (...) También dejó recuerdo en Carmona, donde mandó
erigir el imponente Alcázar de Arriba, hoy en ruinas, sobre los
cimientos de una antigua fortaleza musulmana, y lo dotó con
estancias similares a las del Alcázar de Sevilla. De él hizo una de
sus residencias favoritas (...) Igualmente ordenó la fortificación
del llamado Áccázar de la Reina, cerca de la Puerta de Córdoba en
Carmona, luego demolido por orden de los Reyes Católicos (...) En
Toledo y en otras muchas partes los judíos defendieron con decisión
la causa del rey don Pedro. Este los protegió sin vacilar y trabó
amistad con varios de ellos (...) Los cronistas contemporáneos de
Pedro lo calificaron de el Cruel; pero en los siglos XVII y
XVIII aparecieron defensores, e incluso apologistas, que lo
apellidaron el Justiciero (...) La tradición popular ha
visto en este monarca un rey justiciero, enemigo de los
grandes y defensor de los pequeños; hay motivos históricos para
ello, pues, en efecto, mandó que se elaborase el BECERRO DE
BEHETRÍAS DE CASTILLA (1352) que consignaba los derechos de algunos
súbditos a elegir su señor contra las pretensiones de la nobleza en
las Cortes de Valladolid, de 1351, de que se sustituyeran por
señoríos solariegos. Además, el pueblo recelaba de la nobleza, por
lo que las venganzas del monarca, que recaían por lo general en
aquella clase, a menudo fueron percibidas como legítimos actos de
justicia (...) Es importante recordar que su fama de cruel es
consecuencia de cuanto expresa PEDRO LÓPEZ DE AYALA en su CRÓNICA
DE LOS REYES DE CASTILLA, escrita durante el reinado de su enemigo y
sucesor, su medio hermano Enrique II, a cuyo servicio trabajaba este
canciller. En siglos posteriores, sin embargo, su figura fue
reivindicada por sus descendientes en la realeza y la nobleza (...)
En el siglo XIX se revitaliza la historia del rey don Pedro gracias
al Romanticismo y su retorno a la temática medieval (...) La opinión
actual, generalizada entre los historiadores, es que Pedro I de
Castilla no fue más ni menos cruel que sus coetáneos. Tal vez el
mejor romance sobre don Pedro es "A los pies de don Enrique",
porque equilibra a ambos contendientes en el duelo: Riñeron los
dos hermanos / y de tal suerte riñeron / que fuera Caín el vivo / a
no haberlo sido el muerto"
.
(22):
IDEM
(16)
,
ÍNDICE de las Crónicas de López de Ayala:
AÑO
QUARTO.
V:
Como el Rey Partió de Torrijos para ir á Valladolid
para
facer
sus bodas: é como dexó á Doña Maria de Padilla en Montalvan.
VI:
Como
el Rey oviera de pelear con el Conde Don
Enrique
en Cigales ; é como vinieron el Conde é Don
Tello
á la su merced
VII:
Como
fizo el Conde Don Enrique quando sopo
en
Cigales que venia el Rey.
XI.
Como
el Rey Don Pedro fizo bodas en Valladolid
con
la
Reyna
Doña
Blanca
de
Borbon.
XXII:
Como
el Rey partió de Valladolid
é
fue a
Olmedo
, é como vino y Doña María de Padilla : é de
las
pleytesias que traía Don Juan Alfonso de Alburquerque
con
el
Rey.
AÑO
QUINTO
XXVIII.
Como
el Maestre Don Fadrique , que estaba
en
Toledo , vino para Medina del Campo , dó estaban
los
otros Señores.
XXIX.
Como
estos Señores que estaban en Medina enviaron sus Mensageros al Rey :
é de la pelea que fué en Toro entre algunos Caballeros.
XXXIII.
Como
los Infantes de Aragón Don Ferrando é Don Juan , é el Conde Don
Enrique , é los otros Señores pasaron delante de la villa de Toro ,
donde el Rey estaba : é como el Rey partió de Toro , é la Reyna
Doña María su madre envió por los Señores , é los acogió en
Toro.
XXXVII
Como
levaron el cuerpo de Don Juan Alfonso á entemr á el Monesterio del
Espina.
XXXVIII.
Como
el Rey se partió de Toro , é se fue
para
Segovia.
XXXIX.
Como
el Rey envío demandar a los que estaban en Toro , que le enviasen
sus sellos é la Chancilleria que dejara y.
AÑO
SEXTO
XII.
Cómo
el rey fiel para Todo, do estaba la rayna Da.Maria
su madre , é el Conde Don Enrique
y D. Fadrique, su hermano.
XIII.
Como
el Rey partió de Morales , é fue para Valderas
, é la fizo combatir , é non la pudo tomar : é como
tornó
otra vegada , é la tomó: é como combatió á Rueda.
XVII.
Como
el Rey partió de Morales , é puso su
Real
en las huertas de Toro.
XX.
Como
fué tomada la torre de la puente de Toro
por
las compañas del Rey.
AÑO
SÉPTIMO
I.
Como
algunos vecinos de Toro traian fabla con el Rey Don Pedro de le dar
la villa de Toro : é como el Maestre Don Fadrique se vino á la su
merced.
II.
Como
el Rey entró en Toro , é mató algunos Caballeros , é prisó la
Condesa Doña Juana , é lo que y acaesció.
III.
Como
el Rey Don Pedro cercó la villa de Palenzuela,
é lo que se ordenó alli.
IV.
Como
el Rey después que tomó á Palenzuela fué
á
Oterdesillas , é del torneo que se fizo alli.
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