domingo, 29 de julio de 2018

EL REY DON PEDRO Y SU LEYENDA EN JAPÓN

ÍNDICE GENERAL: Pulsando el siguiente enlace, se llega a un índice general de leyendas: http://leyendas-de-la-mota-del-marques.blogspot.com/2023/01/indice-de-leyendas-de-la-mota-del.html
Los capítulos contienen un texto escrito en negro y se acompañan de imágenes con un amplio comentario explicativo (recogido en rojo y cuya finalidad es razonar ideas). Si desea leer el artículo entre líneas, bastará con seguir la negrilla y las letras rojas destacadas. En la anterior entrada (ver) hay un índice con todas las leyendas recogidas hasta hoy.


JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes de la colección “manga” japonés ALCÁZAR; donde vemos los trece tomos que comprenden su serie completa, que fue premio nacional del “comic” en Japón. Redactada y dibujada por Yasuko Aoike, la colección trata sobre la biografía del rey Don Pedro I de Castilla. El argumento está perfectamente documentado, desde el punto de vista histórico; asimismo los dibujos reproducen la moda, los edificios y el entorno en el que se movió este monarca castellano (mostrando fielmente los gustos modistas y arquitectónicos de mediados del siglo XIV).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, portada y dorso del volumen décimo tercero -y último- de este “manga” que referimos: “Alcázar” (del que fue autora Yasuko Aoike -premio nacional de “comic japonés”-). Observemos a la izquierda al rey D.Pedro en el dibujo de “carátula”; con vestimenta y armas que se corresponden con la indumentaria de la época. A la derecha el dorso del libro, con Pedro I a caballo; a su lado, las mujeres que amó -en un caso con moda de corte y en el otro vestida como reina-. En la foto de abajo: Portadas y reversos de los libros 1º, 2º ,3º y 4º; pudiendo ver en la primera a D.Pedro frente al Alcázar de Sevilla (edificio que reconstruyó durante su reinado y donde vivió de niño). En las restantes imágenes de los diferentes volúmenes del manga, se observa al monarca idealizado y vestido de distintas formas; siempre con ropas coetáneas a su tiempo (en moda hispana, árabe o judía, pero siempre con arreglo al estilo del sigo XIV).
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1) INTRODUCCIÓN “Pedro I, una leyenda en Japón”: 
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Nos parecerá increíble conocer que un importante rey castellano es un héroe del “manga” del Sol Naciente; tanto como resulta inverosímil que hoy en día este monarca sea desconocido para casi todos los jóvenes de España. No diremos que en Nippón Pedro I ha sido tan famoso como Superman o Spiderman; porque el mercado norteamericano, no solo ha divulgado mundialmente la hamburguesa y el refresco con gas y azucarado. Sino ha invadido también el campo de las letras; cambiando los mitos históricos, por la “mitología basura”. Una mítica basúrica encabezada por héroes tan absurdos como los ya citados -Superman o Spiderman- a los que se unen algunos más extraños, como lo son “La Masa”, “La Cosa” o “Wonderwoman”. Esta última, llegó a ser tal heroína del manga que en su día fue elegida embajadora por la ONU, para representar a la mujer. Aunque al poco tiempo las Naciones Unidas tuvieron que desdecirse de tal elección; quitando a ese monigote llamado Wonderwoman su título de “embajatriz” de las féminas (por cuanto de ridículo tenía tal nominación).
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Pero olvidando las rarezas americanas, lo que más nos extraña es que el “cómic” apenas se ha utilizado en Occidente para divulgar relatos con valor cultural o histórico -a excepción de mangas similares a Ásterix o algunos cuentos de Disney-. Por el contrario, en Japón hay centenares de tebeos que sirven para culturizar a quienes los consumen. Entre los que nos han llegado casos como el de Heidi y Marco, en el que los lectores no solo se entretienen, sino también aprenden. Tal como sucede con este “manga” llamado “Alcázar”, que narra la historia del rey D.Pedro con absoluta fidelidad y de un modo romántico; lo que le llevó a lograr un enorme éxito entre las lectoras japonesas. Al haber creado la Sra. Aoike un personaje muy sofisticado y cargado de romanticismo; describiendo la vida de aquel monarca de Castilla, como un hombre de gran valentía y destacando a las mujeres que le rodearon. Todo ello, redactado junto a un dibujo y relato en el que Pedro I se convierte en un ser con enorme “glamour”; en el que la intriga de sus amoríos y de los familiares en contra, que siempre tuvo cerca, le costaron no solo la corona, sino también la vida.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes más en las que podemos ver las portadas y dorsos de los tomos de “Alcázar”, ejemplares 5, 6. 7 y 8 (arriba); junto a los números 9, 10, 11 y 12 (abajo). Observemos la cuidada ambientación de los atuendos que luce el personaje (Pedro I); rey del que sabemos hablaba hebreo y árabe, vistiendo del modo hispano musulmán, tanto como con moda judía. Asimismo podremos ver en las viñetas los detalles de arquitectura andalusí, mudéjar y cristiana (que por entonces se construía); a la vez que instrumentos de época y diseños basados en códices o miniaturas de la época (algunos procedentes de Las Cantigas a Santa María -de Alfonso X “El Sabio”; tatarabuelo de Pedro I-). Evidentemente, el personaje y su entorno están idealizados por la dibujante; aunque todos los detalles de atrezzo y fondos carecen de anacronismos. Por lo que todo el manga lleva impregnado un enorme realismo, plasmando de manera romántica cómo pudo ser la corte y vida del rey D.Pedro.
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BAJO ESTAS LINEAS: Un dibujito mío con un chiste, que subí a mi página de Facebook, cuando hace años la ONU eligió a Wonderwoman como embajadora femenina de las Naciones Unidas (me preguntaba en la viñeta si no hubiera sido mejor elección Juana de Arco; caricaturizando una escultura de esta santa francesa). Pareciéndonos absurdo la elección de un personaje de este tipo como “embajadora”; resulta más incomprensible no utilizar recursos como el “manga” o el “comic”, con el fin de publicar libros e historias que culturicen a los jóvenes. Aunque tristemente se promocionan tebeos e historietas que hablan de héroes como Superman, Sipderman o “La Masa”; cuyas dotes y vida no solo son irreales, sino -sobre todo- cuasi idiotas.

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2) EL REY QUE LUCHÓ Y AMÓ JUNTO A MOTA (infancia y carencias):
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Quizás la etapa más interesante de este monarca fue aquella en la que comenzó su “crisis”; una etapa que transcurrió en tierras cercanas a Mota del Marqués. Nos referimos a cuanto sucedió desde el tercer año de su reinado -1353-, cuando Pedro I fue obligado a casarse con María de Borbón (pese a tener ya una hija con su amante, María de Padilla). Boda tras la que decide huir, para regresar junto a su enamorada; sin cumplir con sus obligaciones como marido de la nieta del rey de Francia. Pero antes de narrar esta importante parte de la vida del monarca castellano, vamos a referir algunos datos generales sobre su biografía; para entender su persona y los hechos que se acontecieron durante esos años que habitó junto a Mota del Marqués.
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De tal manera, recordaremos que Pedro I fue el único hijo legítimo de Alfonso XI; un rey “extraño” con su verdadera familia. Tanto que abandonó a su mujer al poco de parir a este primer niño, dejando de por vida a la madre y a su real retoño al cuidado de uno de los hombres de su confianza (llamado Juan Alfonso de Alburqueque, quien hizo de “ayo”). Así, mientras otorgaba la custodia de su unigénito y de su esposa a ese noble portugués; Alfonso XI pasó el resto de su existencia junto a su “querida” Leonor de Guzmán, con la que tuvo diez hijos (nueve de ellos varones) (1) . Enamorado sin igual y buen padre con la descendencia que su amante le dio, fue feliz con la bella Leonor; viviendo junto a ellos y batallando para recuperar las zonas de la actual Andalucía todavía no reconquistadas. Pese a que este concubinato le costó la enemistad de su suegro, el rey de Portugal; quien en ocasiones se negaba a ayudarle a combatir contra los andalusíes. Al saber que su nieto Pedro y su hija -María de Portugal-, vivían prácticamente en soledad y bajo la custodia de aquel Juan Alfonso de Alburquerque. Quien dedicaba al niño poca atención y una triste educación (manteniéndole lejos de su padre, en Sevilla). Todo lo que se complicaba por el difícil carácter de la madre; que -tal como veremos- era mujer de mala cabeza y de peor corazón, tan solo capacitada para dar nefastos consejos a su hijo y crear los mayores problemas a cualquiera.
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Así fueron los padres de este infeliz niño llamado Pedro y así transcurrió su infancia: Entre los muros del antiguo Alcázar de Sevilla, con las mayores carencias de afecto y con una educación descuidada. Promovida por la mano de una reina y madre, loca por celos -llena de odio hacia su marido y a su rival amorosa-. Aunque todo aquello cambió en la primavera de 1350, cuando el heredero tenía quince años y tras haber contraído la peste su real padre (que parece se contagió en el Sitio de Gibraltar). Siendo coronado el joven como “Pedro primero” de Castilla en marzo de aquel año; cuando aún no había cumplido los dieciséis años. Por su parte, el entierro de Alfonso XI se complicó desde el momento en que su amante decide dirigirse hacia Sevilla, para asistir a las exequias fúnebres. Pues la presencia de Leonor de Guzmán en el sepelio del rey, fue aprovechada por la madre de D.Pedro (María de Portugal), para hacerla prisionera y ponerla a buen recaudo en el Alcázar sevillano, bajo la vigilancia de Alfonso de Alburquerque. 
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JUNTO ESTAS LINEAS: Al lado, portada de las crónicas de Ayala, con la supuesta efigie del rey D. Pedro (dibujo de A.Carnicero, grabador J.J. Fabregat 1739). Este grabado encabeza el primer volumen del Canciller López de Ayala, intitulado (SIC): “COLECCIÓN DE LAS CRONICAS Y MEMORIAS DE LOS REYES DE CASTILLA. REY DON PEDRO” escrito por PEDRO LOPEZ DE AYALA, CHANCILLER MAYOR DE CASTILLA -TOMO I; EN LA IMPRENTA DE DON ANTONIO DE SANCHA; AÑO DE M. DCC. LXXI-. Una edición que utilizaremos para el análisis de la leyenda de este rey castellano; del que se han escrito múltiples biografías, aunque la primera y coetánea es esta que referimos. Redactada por el canciller López de Ayala y publicada en vida del rey Enrique II (hermanastro y adversario de Pedro); por cuanto la visión que nos da del monarca anterior, es un tanto “sesgada”.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes del Monasterio de Las Clarisas, en Tordesillas; un edificio mandado construir por Pedro I como palacio y donde incluyó unos bellísimos baños árabes. Más tarde se convertiría en convento, donde entraría a profesar su hija mayor: Beatriz. Nacida de María de Padilla y del rey en 1353; vino al Mundo antes de que su progenitor se casara con la hija del de Francia (con la que no tuvo descendencia). Debido a ello, esta Beatriz de Castilla se consideró la legítima heredera al trono, cuando es asesinado su padre a manos de Enrique (su hermanastro). Pero poco después de ser jurada como reina de Castilla, Beatriz fallece; una muerte sobre la que -a nuestro juicio- se observa la sombra de su tiastro Enrique, quien es coronado monarca castellano a la vez. El edificio que vemos en imagen pertenece aún en nuestros días al Patrimonio Real, aunque la comunidad monacal de clarisas conserva desde 1360 el usufructo del bello palacio creado por Don Pedro y cedido por la Corona castellana (para ser convertido en convento). Se caracteriza por una arquitectura mudéjar sin parangón en otros lugares de España, a excepción de los palacios andaluces. En este edificio de Tordesillas nacieron dos de los cuatro hijos que María de Padilla tuvo con Pedro I; viniendo al mundo los otros dos -y primeros- en la ciudad de Toro.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Otras dos imágenes de Tordesillas; al lado un detalle del estuco mudéjar que decora el patio de entrada del Monasterio de Las Clarisas. Abajo, un panel pintado sobre una pared de Tordesillas, por el conocido dibujante toresano Carlos Adeva. Este murete sito junto al monasterio de Sta. Clara, representa (imaginados) a Pedro I y a su padre, Alfonso XI.







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3) CORONACIÓN DE DON PEDRO Y ASESINATO DE LEONOR DE GUZMÁN (madre de sus hermanastros):
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Como dijimos, al poco tiempo de morir Alfonso XI fue coronado su primogénito -Pedro-, subiendo al trono en marzo de 1350. Dada la juventud del nuevo monarca, las decisiones de Estado serán tomadas por su madre y su “ayo”, Juan Alfonso de Alburquerque; quien tenía una enorme ascendencia sobre aquel “chico” al que había educado -solo y junto a su madre-. No sabemos si Alburquerque tuvo una relación “intima” con la abandonada esposa de Alfonso XI; a quien ese monarca encomendó el cuidado y cargo de su mujer y el de su hijo -antes de abandonarlos-. Pero sí podemos afirmar que Juan Alfonso era como un padre para Pedro I. Ello, unido a que la única figura familiar que conocía era su madre; permitió por entonces gobernar indirectamente en Castilla a ambos (a Alburquerque y a María de Portugal). De tal manera, el nuevo reinado comenzó con la detención y el encarcelamiento de sus hermanastros, por consejo de Juan Alfonso; quien indicó que debería tomar presos a Enrique y Fadrique (los dos mayores). Apresamiento que tenía como finalidad hacerles desistir en sus intentos por llegar al trono y sobre todo, atemorizar a la madre (Leonor de Guzmán, la “favorita” del difunto Alfonso). Aunque poco después libera Pedro a los que se le habían rebelado, y les perdona, con motivo del sepelio de su padre común (al llegar el cadáver del progenitor de todos a Sevilla, donde lo recibirá junto a sus hermanastros).
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Es entonces cuando la madre de Pedro I decide vengarse de la amante que tuvo su esposo; aprovechando la asistencia de Leonor de Guzmán al sepelio del rey muerto, para tomarla presa (2) . Momento en que aquella bella mujer que le dio a Pedro diez hermanastros, encargó al mayor de sus hijos (Enrique), se casase con Juana de Manuel -mujer de sangre real, señora de Vizcaya e hija del Infante Don Juan Manuel-. Ya que aquella boda claramente dotaba a Enrique de posibilidades en su pretensión hacia el trono -pese a ser un bastardo real-. Todo ello provocó que en 1351 la reina madre trasladase a Leonor de Guzmán hasta su tierra natal (Talavera), donde María de Portugal encarceló a la amante de su difunto marido, para condenarla a muerte. Un hecho terrible en el que no tuvo parte ni arte el joven rey, pero que le costó la enemistad y el odio de sus hermanastros; quienes vivieron con horror la ejecución de su progenitora. Asesinada en el “garrote” después de despedirse de algunos de hijos en Llerena (antes de ser llevada a Talavera); y muerta por voluntad de la madre de Pedro I, que así vengaba los años de felicidad que habían tenido Alfonso XI y Leonor de Guzmán. Narrando la leyenda que María de Portugal mandó dar tantas vueltas a la cuerda del “garrote”, como años habían convivido unidos los reales amantes y sus diez hijos (3) .
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Durante este tiempo el joven rey Pedro estuvo enfermo y apenas pudo participar en la vida social ni política, a consecuencia de unas terribles fiebres que le llevaron al borde de la muerte. Lo que sucede desde agosto de 1350, cuando el recién coronado entra en estado grave; pero durante su convalecencia -que dura seis meses- observa cómo sus parientes más cercanos preparan el reparto de propiedades de su corona, llegando a elegir un nuevo sucesor. Pese a esos “preparativos”, en navidades de 1351 comienza a recuperarse y debemos pensar que este adolescente de dieciséis años creería que le habían envenenado. Por lo que tras sanarse decide vengarse de aquellos que habían propuesto ser sus herederos, ante su inminente muerte -que no se produjo-. Ello, junto a la terrible ejecución de Leonor de Guzmán (llevada a cabo por su madre), le granjeó el odio de casi todos sus familiares.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes de los restos de la muralla y Alcázar de Talavera de la Reina. En este antiguo palacio de Abderramán -que a mediados del siglo XIV regentaban los Álvarez de Toledo- es donde María de Portugal manda ejecutar a Leonor de Guzmán (quien tristemente había nacido en aquella misma ciudad, que más tarde Alfonso XI regaló a su mujer, la cruel reina María). Tan solo movida por los celos y el ánimo de venganza; la madre de Pedro I ordenó matar a su rival en amores; con tanto rencor que siquiera tuvo dudas al tomar tan terrible decisión. Pese a saber que aquello granjearía el odio hacia su hijo (el rey D.Pedro), hermanastro de los diez hijos que Leonor tuvo con Alfonso XI. El canciller López de Ayala narra del siguiente modo la ejecución de la amante del rey Alfonso: “por consejo de Don Juan Alfonso de Alburquerque , que levasen á la dicha Doña Leonor presa á Talavera , que era villa de la Reyna Doña María madre del Rey. E tenía el alcázar de la dicha villa Gutier Ferrandez de Toledo , é el Rey mandó á Gutier Ferrandez , que tomase á Doña Leonor, é la levase á Talavera. é asi lo fizo , que luego partió dende, é la levó presa á Talavera, é púsola en el alcázar de la dicha villa , que tenia por él un Caballero natural dende , que decían Gutier García de Talavera. E dende á pocos días envió la Reyna Doña María un su Escribano que decían Alfonso Ferrandez de Olmedo, é por su mandado mató á la dicha Doña Leonor en el alcázar de Talavera” (3) .
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos fotografías de Llerena, población a medio camino entre Sevilla y Talavera, donde sabemos que Leonor de Guzmán se despidió de algunos de sus hijos (especialmente de Fadrique, gemelo de Enrique -el mayor-). Quienes ya suponían que al llegar a la ciudad de la reina María (Talavera), sería muerta por mandato de la madre del rey, que tanto odiaba a la amante de su esposo.








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4) SUBLEVACIÓN DE LOS HERMANASTROS; EL REY ES OBLIGADO A CASARSE CON BLANCA DE BORBÓN:
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La consecuencia inmediata a la decisión de la reina madre (matando por celos a su rival); fue el odio y el levantamiento de los hijos de Leonor y Alfonso XI. A quienes siguieron muchos caballeros, especialmente algunos muy notables. Vengándose entonces el joven rey Don Pedro de quienes apoyaban la causa real de los bastardos y acabando por ello con personajes como Alfonso Fernández de Coronel o el famoso Garcí Lasso de la Vega. Por su parte, Enrique (el mayor de los hermanastros) se hizo fuerte en los dominios de su protector, el conde de Trastamara. Quien no solo le legó sus tierras en Asturias y su título, sino también el refugio entre los suyos, que apoyaban a Enrique en sus revueltas. En estas circunstancias de enorme tensión, decide Don Pedro pactar con sus hermanastros y claudicar a sus deseos; acordando casarse en Valladolid en 1353 con Blanca de Borbón, que era la candidata a reina de los hijos de Leonor y Alfonso XI. Pese a todo, la llegada de la sobrina del rey de Francia fue tan “accidentada”, que los hermanos de Pedro asistieron a las bodas como una “banda armada”. Reuniéndose con su hermanastro en Cigales (días antes del matrimonio); mostrando actitud amenazante y obligando al rey a casarse, sin ni siquiera poder revisar la dote que la francesa debía traer. Un dinero que -al parecer- no portaba la novia. Además, dice la leyenda, que el viaje desde tierras galas hasta las castellanas lo hizo acompañada de Fadrique (el gemelo de Enrique); quien la “poseyó”. Suponiendo la imaginación popular, que este segundo hermanastro del rey -tras dejar embarazada a Blanca de Borbón- decidió retrasar su aparición en Valladolid hasta que pariera ese hijo (al que llamaron Juan); para después de aquella afrenta, desposarla con el monarca castellano.
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Todo cuanto narramos y la existencia de María de Padilla (amante de Pedro I, con la que había tenido ya a su primera hija, Beatriz); hizo inviable la convivencia marital entre Blanca de Borbón y el rey de Castilla. Unos hechos que recoge de manera magistral el ilustre Gonzalo Pintos Reino (4) en su biografía sobre el rey D. Pedro; un libro que de algún modo seguiremos, para narrar lo que se aconteció a partir de este momento. Sucedido después del 3 de junio de 1353, cuando Pedro decidió realizar la “pantomima” de su boda con la nieta del rey de Francia, para contentar a sus hermanastros. A quienes apoyaban los aragoneses, intentando controlar a través e ellos Castilla. Aunque el punto crucial era que con ese enlace los bastardos de Leonor recibían el beneplácito los monarcas galos, quienes inmersos en la Guerra de los Cien Años, veían en ellos un modo de herir los intereses de la casas reales hispanas y de la Inglesa (por entonces aliada con la castellana en sus batallas contra Francia).
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Pero regresando a D. Pedro -como dijimos- se casó con Blanca de Borbón un 3 de junio de 1553; aunque dos días después ya había huido de su mujer, marchando hacia Toledo para unirse de nuevo con María de Padilla. Al conocer toda la Corte que el monarca no había pernoctado siquiera con la francesa y que escapó de Valladolid, para no tener que hacer vida marital con ella; salieron en su busca, intentando obligarle a volver, aunque no pudieron alcanzarle (5) . Pues tal como afirman los textos, en primera jornada de escapada (el 5 de junio), marchó a caballo desde Valladolid hasta un lugar próximo a Olmedo, llamado Pajares –población que personalmente creo se trata de Pajares de Adaja, entre Olmedo y Ávila; a unos 90 kilómetros de Valladolid (recorriendo pues unas veinte leguas y no dieciséis, tal como dictan las crónicas)-. En los dos días siguientes, D.Pedro llegaría a Torrijos para recoger a María; tras realizar a toda prisa un camino que pasaba por Ávila, las Navas del Marqués, cruzaba el Puerto de Arrebatacapas y llegaría a Maqueda; bajando por San Martín de Valdeiglesias y Escalona (lo que hoy se denomina Ruta del Lazarillo, debido a que este libro sitúa muchos de sus pasajes en esta zona que hemos definido en el mapa -en imagen abajo-). Sabiéndose que el 8 de junio ya había recogido en Torrijos a su amada María de Padilla, para llevársela a Toledo y disfrutar junto a ella del reino y de sus amores (6) .
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JUNTO ESTAS LINEAS: Mapa que he trazado del camino que en el siglo XIV seguían desde Valladolid a Toledo. Esta ruta se testimonia en los textos sobre el rey D. Pedro, cuando nos dicen que: "D. Juan Alfonso no anduvo tanto porque no le permitía la impedimenta militar igual celeridad. Dejó Valladolid el miércoles 12 de Junio y tomó el camino de Toledo, porque ya sabía donde posaba el rey, y llegó a unas aldeas cerca de Olmedo; el 13 durmió en Parraces; el 14 lo hizo en Filipal; el 15 en San Martín de Valdeiglesias y el 16 en Almorox, aldea de Escalona".





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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos dibujitos míos de la ciudad de Toledo, donde se halla el palacio que habitó el rey Don Pedro, hoy edificio de Fuensalida.






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AL LADO Y ABAJO: Dos imágenes de detalles decorativos en los palacios en que se considera habitó la corte del rey Don Pedro (hoy escuela de Traductores de Toledo).






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AL LADO Y ABAJO: Dos imágenes con fachadas y detalles decorativos de los palacios que se considera habitó la corte del rey Don Pedro (hoy escuela de Traductores de Toledo)












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5) DON PEDRO REGRESA A TIERRAS VALLISOLETANAS, NEGÁNDOSE A VOLVER CON BLANCA DE BORBÓN:
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Aquella huida de Valladolid para no hacer “vida marital” con Blanca de Borbón debió ser un motivo de preocupación para muchos; pero también de mofa para casi todos. Pues cuanto le pasó al pobre de D.Pedro en estos días de junio en 1353, es lo que en Andalucía se denomina “dar la espantá”. Algo que sucede al torero, cuando ve que por la puerta de chiqueros le sale un morlaco con más cuernos que una vedette y con mayor sobrepeso que un alemán aficionado a la cerveza. Todo lo que suele provocar “la espantá” del infeliz que espera encontrarse algo tolerable y “toreable”. Aunque en el caso del rey castellano, parece que huyó por no enfrentarse a una fémina que carecía de un “buen pasar nocturno”, y que además no tenía dote. Pues aquella francesa que de dieron por esposa, que para colmo venía sin dinero; parece que tenía ya más batallas ganadas en la alcoba que el mismo Cid (y menos atractivo que una octogenaria con bigote). Por todo ello, tras casarse, salió Pedro I de Valladolid corriendo más presto que un perro apaleado y llegando en dos días hasta Toledo; donde decidió continuar su vida de amores con la bella María de Padilla.
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Muchos se preocuparon por tal decisión, que podía provocar las iras del rey de Francia; aunque parece que el monarca de Castilla no estaba dispuesto a cambiar una “foca” de las Galias, por una preciosa noble castellana. Menos aún, si la gala venía sin dinero... . Pero cuando regresa a Toledo, le aconsejaron los más allegados no rechazar a la sobrina del monarca francés; insistiendo incluso en ello su banquero y asesor de finanzas (Samuel Leví). Pese a todo, D.Pedro se negó a volver con la recién desposada; por lo que para intentar convencerle se llegaron a Toledo los principales de la Corte, quedándose en Almorox (población muy cercana). Donde intentaron repetidamente ir al palacio para hablar con el rey y obligarle a cumplir su compromiso marital. Así lo hizo su “ayo” (Juan Alfonso de Alburquerque) quien viendo que el monarca no daba su brazo a torcer, decide encaminarse hacia sus posesiones junto a Portugal y abandonar la escena -no sin antes informar a quienes permanecían en Valladolid de cuanto sucedía por Toledo-. Es en este momento cuando las diferentes mesnadas de unos y otros vagaban por la meseta, realizado todo tipo de tropelías, llegando a las razzias. Debido a que el gobierno del Estado había quedado sin control y desunido, después de que D.Pedro desobedeciera el compromiso contraído con sus hermanastros (7) .
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En esta situación, el monarca decide volver a la zona de Valladolid; instalándose con María de Padilla en Olmedo y escribiendo al Papa, para que le ayudase en tan extravagante situación. Rogando al Sumo Pontífice que le enviase al cardenal Gil de Albornoz, para remediar los entuertos que vivía su castellano reino. Pero el Santo Padre (desde Avignon) le responde afirmando que necesitaba la presencia en Italia del Cardenal Albornoz; por lo que no podía prescindir de aquel colaborador, ni menos solucionar los extraños problemas de D.Pedro. Así transcurre el verano de 1353, durante el que varios caballeros de confianza intentan disuadir al rey para que ceda el puesto de su mujer, a Blanca de Borbón. Aunque era tal el enojo que le provocaba oír estas ideas, que tenía decidido matar a quien volviera a mencionarle el tema. Tanto fue así, que la misma María de Padilla se vio obligada a salir de Olmedo, en busca de dos de los principales de D.Pedro, para advertirles que no intentasen convencerle de que se uniera a la francesa. Logrando de este modo María de Padilla salvar la vida de Alvar Pérez de Castro y del asturiano Alvar González-Morán; evitando que entrasen el Olmedo y poniéndoles en alerta para que huyeran; antes de que se atrevieran a aconsejar a D.Pedro regresar a Valladolid con Da. Blanca.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos esculturas atribuidas a Egas de Cueman. Al lado, retrato del Obispo Barrientos tal como lo exhibía el Museo de las Ferias, en Medina del Campo -muy cerca de Olmedo- (agradecemos a esta institución y a la Fundación Simón Ruiz nos permita divulgar nuestra foto). Esta pieza se fecha hacia 1450 y está considerada la primera efigie en mármol del arte español, en posición orante; aunque no sabemos si la del rey Pedro I fue anterior a ella (ya que está encargada en 1447). Ambas son muy semejantes y la que vemos abajo, es la que mandó hacer la nieta de Pedro I para rememorar la figura de su abuelo, cien años después de su muerte. Elevándole una capilla en Santo Domingo el Real (de Madrid); de donde procede esta gran figura que hoy se mantiene en el M.A.N., tras haberse destruido el convento de los dominicos madrileños.

Esta efigie de Don Pedro (atribuida a Egas), fue un encargo de sus nietas cuando vuelven de las Islas Británicas para casarse con los reyes castellanos (los Enríquez). Quienes legitiman así su dinastía, matrimoniando con los descendientes de Pedro I; después de que las hijas de aquel rey huyeran a Inglaterra tras el asesinato de su padre. Pues -como sabemos- este monarca fue muerto por la mano y traición de su hermanastro Enrique, quien sube de este modo fratricida al trono. Debido a ello, el rey D.Pedro no tuvo ni sepelio, ni un mausoleo digno; levantando cien años después Constanza de Castilla una capilla a su abuelo en Madrid. Abajo vemos esta figura de Pedro I, tal como actualmente la expone el Museo Arqueológico Nacional -al que agradecemos nos permita divulgar nuestra foto-. Muchos son los parecidos con la del Obispo Barrientos, aunque la cabeza del rey parece desproporcionada (para observarlo mejor, he situado a mi mujer junto a ella, pudiéndose ver que la escultura es tamaño natural y su testa resulta muy pequeña). Hay dos teorías acerca de ello; la primera afirma que la cabeza era de una talla anterior y la segunda cree que es el cuerpo lo que se recompuso y desajustó; pues las piernas de mármol aparecen cortadas y posteriormente hechas en posición de rodillas (siendo posiblemente antes una estatua yacente). Mi teoría, es que las hijas del rey llevarían la cabeza hasta Inglaterra, en su huida de España y que posteriormente su nieta Catalina encargó a la familia de los Egas que recompusiera una pieza entera de mármol donde ajustarla (haciéndola primero yacente y posteriormente, orante). En dos magníficos artículos de Bonifacio Esteban y de Rosa López (del MAN) -que recojo en cita (8) - podemos leer los pormenores y la historia de esta escultura de Pedro I (atribuida por algunos a Egas Coeman).
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6) ALBURQUERQUE APROVECHA LA SITUACIÓN PARA CREAR UNA LIGA EN CONTRA DE DON PEDRO:
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Tras todos estos acontecimientos y viendo Juan Alfonso de Alburquerque que ya no podía dominar, ni manejar al joven rey; decide aliarse con los hermanos bastardos del monarca para crear una liga en favor de Blanca de Borbón. Así va fraguándose la traición de aquel que fuera el “ayo” y el único padre que de niño conoció D.Pedro. Retirándose Alburquerque ese verano de 1353 a sus dominios cercanos a Portugal (manteniéndose en Zamora) y recibiendo en sus fortalezas de Castrotorafe a los caballeros que apoyaban a la reina francesa. Por su parte, Blanca de Borbón se traslada a vivir a Medina del Campo (muy cerca de Olmedo); junto a la madre del rey. Quien invita a la gala a residir a su lado, con la intención de que Pedro fuera hacia allí, para unirse con su mujer y su progenitora. Por su parte, los dos nobles que enviaron hasta Olmedo para convencer al monarca de que se trasladase a Medina, para convivir junto a su esposa y su madre; sabemos no llegaron a su destino y pudieron huir (por consejo de la amante María de Padilla; salvando así la vida Alvar Pérez de Castro y Alvar González Morán). Y mientras el asturiano González-Morán se retira en sus dominios de Salamanca; Pérez de Castro llega hasta Castrotorafe, donde advierte a Juan Alfonso de que Pedro está dispuesto a todo, para mantenerse al lado de su “favorita”. Ante tal noticia, Alburquerque teme verse descubierto como instigador de la facción a favor de la francesa y escapa hacia sus castillos de Portugal; donde prepara junto a los hermanastros del rey la llamada “Liga”, que se enfrentaría a D.Pedro para arrebatarle el trono (en caso de que no les obedeciera).
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Pese a todo, la verdadera traición procedía de la madre del monarca, quien decide marchar junto a su nuera en Medina y reconocer públicamente así que su hijo está cometiendo un terrible adulterio -abandonando sus obligaciones como marido y rey-. Debido a ello y sabiendo el joven D.Pedro (con solo dieciocho años) que la verdadera culpable de todo era su progenitora; manda separarla de su esposa Blanca, impidiendo que permanezcan juntas en Medina. Trasladando a su mujer hasta la Villa de Arévalo, en noviembre de 1553 -sin mantenerla allí prisionera, tal como afirma falsamente el Canciller Ayala- (9) . Asimismo, decide quitar muchas de sus posesiones a Juan Alfonso de Alburquerque, por traidor; cercando sus castillos y fortalezas (que en ocasiones se niegan a obedecer al rey). Por lo que finalmente intenta llegar a un pacto con los sublevados, que se habían reunido para su conjura en Évora, donde se celebraba una boda real. Pretendiendo Pedro que mediara en tales negociaciones su abuelo, el rey de Portugal y padre de Da. María (la madre que a todos inducía a la sublevación). Solicitando a su abuelo -Alfonso de Portugal- que durante los desposorios de su hijo en Évora, aprovechase para llegar al pacto entre él y los sublevados por Alburquerque. Pero en esta ocasión de nuevo la progenitora de Pedro actúa en contra de su hijo y uniéndose a los de Alburquerque; por lo no se llega a reconocimiento alguno de Pedro I como monarca (argumentando que permanecía en amancebamiento con la Padilla, tras abandonar a la hija del rey de Francia).
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Así regresan desde Évora y por Estremoz los asistentes a los desposorios de Portugal, sin haber tenido en cuenta las peticiones que Pedro hizo a su abuelo. Pero antes de entrar en Castilla se les ocurre proponer como nuevo monarca de Castilla a uno de los hermanos menores de Da. María. Aunque al enterarse el rey luso de tal proyecto, entra en cólera y desautoriza a su hijo pequeño para usurpar el trono castellano; debiendo huir apresuradamente de sus dominios los conspiradores, para que el monarca no les matase (10) . Ante esta situación de permanente traición y sabiendo D.Pedro que nada tenía que ver la situación de Blanca de Borbón con las sublevaciones de Juan Alfonso y sus hermanos -instigados por su propia madre- . Decide proponer un nuevo enlace para serenar a los traidores; ofreciendo entonces casarse con la hermana de Alvar Pérez de Castro, uno de los más fuertes en la causa contra él, cuya familia gozaba de un enorme poder militar. Siendo aceptada esta nueva propuesta, promete a los sublevados que anulará su anterior matrimonio y reconocerá ante el mismo Pontífice que su relación con María de Padilla fue un concubinato. Asimismo se comprometió el monarca a que su amante ingresara como monja clarisa en el Convento de Tordesillas; dejando de tener contacto con ella y admitiendo que la descendencia habida entre ambos era de origen bastardo (11) .
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes más del conocido convento de las Claras, en Tordesillas; donde en 1354 prometió ingresar María de Padilla, para lograr la paz entre Pedro I y los sublevados. A lado, un capitel mudéjar en el patio del convento y abajo, vista general de la preciosa población tordesillana, donde podemos observar a nuestra derecha el edificio creado en gran parte en tiempos de Pedro I.







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JUNTO ESTAS LINEAS: Otra imagen del convento de Santa Clara, en Tordesillas (observemos su estilo mudéjar; muy cercano al del Alcázar de Sevilla).














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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, el llamado “palacio del rey Don Pedro” de Cuéllar. En este edificio celebraron los banquetes de boda entre Pedro I y Juana de Castro. Un enlace que se lleva a cabo en 1354, después de que los obispos de Salamanca y Ávila dieran por nulos los anteriores “enredos” del rey (el matrimonio celebrado un año antes con Blanca de Borbón y el cocubinato con María de Padilla, que le había dado ya hijos). Abajo,otra fotografía del mismo palacio.







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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Ábside y frente de la Iglesia de San Martín de la Villa, en Cuéllar; donde el año 1354 contrajeron matrimonio Juana de Castro y Pedro I. Actualmente el templo se ha convertido en un centro de interpretación del románico mudéjar (pues tristemente, tampoco se ha conservado muy bien su interior).


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7) NUEVA BODA DE DON PEDRO Y FRACASO EN EL INTENTO DE PAZ:
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Ya hemos visto que tras anular el matrimonio que el rey había celebrado el año anterior (con Blanca de Borbón); el obispo de Salamanca casó a D.Pedro con la hija de una de las familias más poderosas de los sublevados. Contrayendo enlace con Juana de Castro (hermana de Alvár Pérez de Castro y de Fernán Ruiz de Castro); viuda y bella, pero con la que tampoco pasó más de una noche, tras las nupcias. Pues durante la celebración de esas bodas, llegó un emisario al palacio de Cuéllar, advirtiendo al rey de que su reciente cuñado (Alvar Pérez de Castro) había tomado prisioneros a varios caballeros fieles a Don Pedro. Confirmando, además, que sus hermanastros regresaban a Castilla con las peores intenciones -al ser partidarios de Blanca de Borbón-.
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De tal manera, un día después de las nupcias tuvo que huir de nuevo; aunque en este caso con motivo de defenderse -no solo a él, sino ya también a María de Padilla, que era foco de las envidias-. Refugiándose ambos en la villa de Castrojeriz, donde ya se encontraba la amante que semanas antes había parido allí la segunda hija tenida con el rey (Constanza). Por todo cuanto narramos, “la Padilla” estaba profundamente preocupada, no solo por su situación de rival frente a la dos mujeres del monarca, sino también por el futuro de sus dos niñas (bastardas de D.Pedro). En esta situación, ella misma escribió al Papa, pidiendo fundar un monasterio de Santa Clara en Astudillo y profesar allí el resto de sus días -con e fin de mostrar su intención de desaparecer del marco social-. Y aunque la fundación fue llevada a cabo en esos años, al regresar el rey con ella no pudo entrar como monja en el lugar de Astudillo; debiendo acompañar a D.Pedro en sus “andanzas” (que ya eran muchas y muy peligrosas; pues tenía a todos en contra cuando tan solo y traicionado estaba. Eso que aún no había cumplido los veinte años).
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Por su parte, aquel rey no volvió a ver más a Juana de Castro desde el día de su boda en Cuéllar; pero a regañadientes hubo de concederle el título de “reina”, pues aunque solo pasó una noche con ella, la nueva esposa quedó encinta. Así, unos meses después y cuando Pedro cumplía los veinte años, tuvo dos nuevos hijos: Una tercera niña con María de Padilla y llamada Isabel, venida al Mundo en la ciudad de Toro; y un pequeño nacido de Juana de Castro, al que pusieron por nombre Juan. Hijo del monarca, considerado heredero a la corona; pero que nunca reinaría gracias a las tropelías de Enrique de Trastamara (su tío bastardo, que asesinó a D.Pedro y años más tarde mandaría encarcelar a este Juan).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes de Castrojeriz; al lado el castillo y abajo el claustro de San Juan. En esta villa se esconde Don Pedro tras casarse con Juana de Castro, huyendo de sus hermanastros y de los hermanos de su mujer. Durante su refugio, nace aquí su segunda hija (Constanza) fruto de su unión con María de Padilla. Finalmente le entregaría Castrojeriz a Juana de Castro, junto a Dueñas, como regalo.



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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes del monasterio fundado por María de Padilla en Astudillo (agradecemos a la congregación de Santa Clara que lo conserva y habita, nos permita divulgar nuestras fotografías). Al lado, restos de artesonado mudéjar del edificio, en que vemos las armas de María de Padilla y de los Enríquez (el León rampante con cuatro “padillas” (palas de horno), es el de María). Abajo, detalle del actual salón principal del convento y que antes fue palacio del rey D.Pedro.






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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes del monasterio fundado por María de Padilla en Astudillo (agradecemos a la congregación de Santa Clara que lo conserva y habita, nos permita divulgar nuestras fotografías). Al lado, parte del artesonado mudéjar, con las armas de Pedro (Castilla y León) y las de María de Padilla (León con las padillas). Abajo, exterior del convento de Las Clarisas, patio, fuente mudéjar y fachada mudéjar del palacio.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes del monasterio fundado por María de Padilla en Astudillo (agradecemos a la congregación de Santa Clara que lo conserva y habita, nos permita divulgar nuestras fotografías). Al lado, detalle de las yeserías góticas y mudéjares que hay repartidas por las salas del convento. Abajo, ventana mudéjar (muy semejante a las de Santa Clara de Tordesillas).

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8) LOS INFANTES DE ARAGÓN, EN EL CONFLICTO:
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Para completar el escenario castellano y el enredo de la época -que ya parece más bien un “vodevil” que una relación de hechos históricos- llegaron desde Aragón los primos de Don Pedro. El rey creyó en un principio que venían a protegerle, para ayudarle a prescindir de Blanca de Borbón y apoyarle en su vida de monarca. Aunque aquellos infantes aragoneses vinieron solo atendiendo a sus expectativas de pretensión al trono; pensando en qué podrían sacar de todo ese embrollo, en beneficio propio. Por ello, muy pronto pasaron a apoyar a Juan Alfonso de Alburquerque y a los bastardos -hermanastros del rey-; tal como relata el ilustre Gonzalo Pintos Reino -ver cita (12) - : Ya todos reunidos, haciéndose fuertes en Cuenca y considerándose señores de Castilla, dieron el golpe final, intimando al rey en Tordehumos, por cartas y mensajeros, sus condiciones de paz, pidiéndole que dejase a Da. María e hiciese vida con Doña Blanca” (…) “Viendo el rey en tan apurado trance que las deserciones habían reducido su hueste a seiscientos hombres de a caballo, incluyendo sus principales capitanes y los deudos de Da. María de Padilla, quiso poner a ésta en seguridad y partió con ella y su madre a Tordesillas, que reunía buenas condiciones de defensa, permaneciendo allí todo Septiembre, Octubre y gran parte de Noviembre, agotando los medios de vencer la conjura, cada vez más fuerte y más poderosa. La reina madre lo abandonó pronto, marchando con su licencia para Toro”. -SIC cita (13) -.
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Así, sitiado en Tordesillas, escribió a su tío que gobernaba en Aragón (también llamado Don Pedro); relatándole con tristeza cómo los infantes desde su reino habían venido para colaborar con los bastardos y para rodearle junto a los sublevados; teniéndole confinado en aquella ciudad junto al Duero -carta que Pedro de Aragón, ni conestó-. Pero los conjurados no se atrevieron a realizar un verdadero “sitio” en Tordesillas y se limitaron a establecer junto a esa población sus campamentos; con el fin de amedrentarle y rendir al joven y solitario rey. En estas circunstancias de debilidad, aprovecharon para intentar tomar otras plazas cercanas y aún fieles a D.Pedro; atacando ciudades como Valladolid, Salamanca o Segovia. Pese a ello, muchas zonas se mantuvieron firmes a la corona; aunque los bastardos, junto a los de Aragón (capitaneados por Alburquerque) las atacaron con fuerza. Y tal fue la desvergüenza de estos sublevados y sus hordas, que entraban en ciudades arrasando y cometiendo todo tipo de pillaje -destacando el modo en que saquearon Medina del Campo-.
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Finalmente, estas tropelías y las celebraciones que llevaban a cabo los guerreros cada vez que caía una plaza en sus manos, parece que hizo mella en la salud de Alburquerque. Quien fallece durante estos meses en Medina del Campo; redactando un testamento en el cual dictaminaba no ser enterrado hasta que Don Pedro fuera puesto bajo el recaudo de La Liga (hasta que le obligasen a cumplir las órdenes dadas por los de Aragón y los hermanastros del rey). Además, los conjurados culparon al monarca castellano de haber mandado envenenar a su “ayo” -Juan Alfonso-. Una acusación absurda, pues era imposible que D.Pedro le hubiera suministrado ponzoña alguna; ya que el rey estaba cercado en Tordesillas y Alburquerque murió junto a sus hombres en Medina. Por ello y conforme al deseo del difunto, conservaron su cuerpo en un ataúd, reuniéndose los sublevados siempre junto al muerto; presididos así y de forma tan macabra, por los restos de Alburquerque (14) .
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En esta situación y mientras los de “La Liga” se entretenían paseando el sarcófago de Alburquerque; logró escapar el rey de Tordesillas y llegar a Toro -donde se hallaba su madre-; dejando además a María de Padilla en Urueña. Fortaleza bien guardada, que gobernaba el mayor de los Padilla; sabiendo que allí su amada estaba a buen recaudo, pues en Urueña se alojaban los más fieles al monarca. Pero entonces, el rey fue nuevamente cercado en Toro, cuando supieron todos su nuevo paradero; un momento en que aprovecharon los conjurados para pasear junto a las murallas toresanas aquel ataúd con los restos de Juan Alfonso -gritando a todos y desde lejos, que aquel el “ayo” real había sido envenenado por su pupilo-. En esta desagradable situación, pasó a mediar la reina madre (quien siempre perjudicó a Pedro); cuando los sublevados proponen un “pacto” entre ambas partes -al observar el gran coste que suponía el cerco a Toro y la paralización de sus hombres junto a aquella ciudad-. Acuerdo que se llamó “Las Vistas de Tejadillo”, donde los bastardos y los aragoneses obligarían a Pedro a dejar a María, para volver con Blanca de Borbón y a quedar bajo el consejo de los de “La liga” (aunque en verdad pretendían que el rey quedase a su merced y gobierno).
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes de Urueña. Arriba, vistas desde la muralla, donde se observa a nuestra derecha Tordehumos, el lugar donde los de Aragón y los sublevados dan por vez primera caza a Don Pedro en 1454. Abajo, paisaje tomado desde la Muralla de Urueña, donde vemos el camino hacia Toro; que dista unos treinta y cinco kilómetros (unas tres horas a caballo). Como sabemos, el rey dejó a Maria de Padilla en la fortaleza de Urueña, mientras él queda junto a su madre y sus más cercanos, en Toro (asediado por los sublevados). Durante este cerco de sus adversarios, varias veces sube a ver a su amante a Urueña, donde estaba protegida por su hermano y los caballeros de mayor confianza de D.Pedro.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes de Urueña. Al lado, interior del castillo. Abajo, vista en la bajada (camino de Toro).





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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes de Urueña, Villa del Libro. Al lado, librería ALCARAVÁN, la primera que hubo en este pueblo (regentada por uno de los mejores libreros que jamás he conocido: Jesús -por todos conocido como “Jesús el de Alcaraván”-). Abajo, otra imagen del exterior de Urueña en el camino hacia Toro.



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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Camino entre Urueña y Toro a su paso por Tiedra.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Camino entre Urueña y Toro, a su paso por Tiedra. En las dos imágenes vemos al fondo Mota del Marqués (su castillo y colinas torozas).
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9) DON PEDRO EN TIERRAS CERCANAS A MOTA DEL MARQUÉS; LOS ACUERDOS DE TEJADILLO Y EL TRIUNFO DE “LA LIGA”:
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Fue así, tal como narramos, el modo en que acorralaron todos a Don Pedro, cuando apenas este tenía veinte años, tres mujeres y tres hijos... . Pero además, teniendo en su contra a todos: A sus hermanos bastardos, a los de Aragón, a los franceses y hasta a su madre. Quien no hizo más que perjudicar y traicionar a su hijo, quizás con el fin de salvar “su propio pellejo”; después de cometer atrocidades como la ejecución de Leonor de Guzmán -amante de su marido y madre de los bastardos que rivalizaban con Pedro (a los que ahora ayudaba la progenitora del rey)-. Pese a todo, aquel noble monarca se dispuso a vivir tranquilamente en Toro, junto a su pérfida madre -perdonando cuanto le había hecho- y estando prácticamente cercado (saltando la vigilancia cuando le placía, para llegarse a Urueña, para ver a su amante). Pero con el fin de mantenerle en “sitio” los bastardos acamparon con sus huestes en Morales de Toro (apenas a cuatro kilómetros); los infantes de Aragón y sus hombres lo hicieron en San Román de Hornija (al Sur, junto al Duero y a unos diez kilómetros de Toro); mientras que el resto de enemigos se situaron junto a Castronuño (en las inmediaciones de Siete Iglesias, al otro lado del río) (15) .
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En este estado de “cerco” hicieron saber al rey que lo mejor era llegar a un acuerdo y obedecer las órdenes que todos le iban a dar; proponiendo llegar a un pacto, que se llamó “Las Vistas de Tejadillo” (por el lugar donde se celebraron estas reuniones). Cuanto allí se trató y allí se habló, está recogido por las Crónicas del Canciller López de Ayala; quien en su juventud asistió y fue testigo de esas “visitas”. Así se sabe todo lo que se dijo y propuso en aquellas Vistas de Tejadillo; intentando convencer al joven Pedro de que dejase a María de Padilla, repudiase a Juana de Castro, reconociera a todos sus vástagos como bastardos y sin derechos a la corona, para regresar junto a Blanca de Borbón. En cita (17) hemos recogido cuanto narra sobre Tejadillo Pintos Reino; y en la (16) podemos leer lo que sobre esas reuniones relata López de Ayala. Quien da la lista de los cincuenta caballeros que asistieron por cada parte. Donde bien sabía el rey que a aquellos sublevados poco les importaba “la francesa” y menos aún, sus mujeres o amantes; pues lo que realmente buscaban era deslegitimar a sus hijos con el fin de esperar la muerte de Pedro (por vía natural o “artificial”), para sucederle. Todo cuanto debió ser más que un problema terrible para una persona de unos veinte años, al que todos debían obedecer y que muy por el contrario, casi ninguno era fiel y la gran mayoría quería perjudicar. Siendo evidente que lo único que esperaban sus familiares era que él muriese sin descendencia legítima, con el fin de tener los demás acceso -o derecho- a su trono. Por todo ello, aquellas “vistas” terminan con su apresamiento en Toro -donde finalmente estuvo confinado y controlado, gracias a una traición de su madre-. Situaciones que serían la luz que iluminaría la verdad de D.Pedro, cuya vida solo tenía una solución: Luchar por sí mismo y sus herederos; o bien, que le matasen antes de que ninguna otra nación reconociera a sus hijos como sucesores.
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Así y viendo todos que el monarca hacía caso omiso a las recomendaciones de Tejadillo y había escapado hacia Urueña, los sublevados llegaron a un acuerdo con la madre de Pedro. Lo que se logra cuando esta progenitora aprovecha la situación para entregar varias villas a los hermanastros, como señal de gratitud. Momento en que tiende una trampa a su hijo, al ver que él se mantenía junto a su amante en Urueña y los demás que asediaban aquella zona, se retiraban. De tal modo, cuando aquellos enemigos de su hijo se marchaban y levantaban los campamentos, les prometió que haría regresar al monarca a Toro. Por lo que Da. María pidió a Pedro que volviera junto a ella y en ese instante el rey cayó preso de los sublevados. Siendo capturado de un modo vil, tal como relata Pintos Reino, cuando escribe: “el rey decidió ir para Toro al otro día, como lo hizo, acompañándolo únicamente el hidalgo caballero, su canciller Fernán Sánchez de Valladolid y su tesorero Samuel Leví, además de algunos oficiales y hasta cien hombres de muías que no pudieron entrar con él en la plaza. No expresa la crónica de Ayala que medidas de seguridad haya tomado antes respecto a la persona de D.a María de Padilla” (17) . Y de esta forma tan absurda como innoble, fue hecho prisionero Don Pedro en Toro; mientras regresaba junto a su madre -sin protección alguna, ni tomar medidas de cautela-.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes de Morales de Toro. Al lado, la iglesia. Abajo, los campos de Morales frente a la ciudad de Toro y donde se establecerían las huestes de los hermanastros de Don Pedro (Enrique y Fadrique). La distancia desde Morales hasta Toro es de una legua (aproximadamente); unos 4,2 kilómetros.

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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes de San Román de Honija. Al lado, su plaza y una de sus casa mudéjares. Abajo, los campos que rodean a San Román, donde se establecieron los infantes de Aragón, cercando a Don Pedro (la distancia desde este punto hasta Toro es de unos diez kilómetros -algo más de dos leguas-).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes del Duero a su paso por Castronuño (cerca de Siete Iglesias) donde se establecen los infantes “De la Cerda” y el resto de rivales de Don Pedro. Estas poblaciones se hallan al otro lado del Duero, aunque dominan desde el altozano todo movimiento que se realizase en Toro (pese a ello, distancia hasta Toro es de más de veinte kilómetros). Al lado, la Iglesia de Castronuño. Esta población probablemente perteneció a los Castro; pues a ella se dirigieron Alvar Pérez de Castro, junto a Alvar Gónzalez Morán, cuando ambos huyen tras avisarles María de Padilla de que el rey les mataría si entraban en Olmedo intentando convencer al monarca de que volviese con Blanca de Borbón. Abajo, el Duero en Castronuño; en la margen contraria vemos tierras de San Román y de Toro.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes de Morales y de Toro. Arriba, vista de Toro tomada desde Morales; en su zona intermedia se halla el lugar de Tejadillo, donde se reunieron los sublevados con Don Pedro (para intentar llegar a un pacto). Abajo, el campo llamado Tejadillo; a medio camino entre Morales y Toro.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Fotos de Tejadillo. La superior está tomada desde las cercanías de Toro; en un punto cercano a las bodegas toresanas Liberalia. Abajo, foto tomada en el lugar llamado Tejadillo, que se halla frente a las actuales bodegas del vino Sobreño.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Diferentes imágenes tomadas en Morales de Toro. Arriba, vista del camino desde Toro hasta Urueña (al fondo Villalonso y después el castillo de Tiedra). Abajo, vista de los campos de Morales (Tejadillo) vistos desde Toro; al fondo vemos Mota del Marqués y sus montes Torozos (toresanos).
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BAJO ESTAS LINEAS: Vista tomada desde Toro, en el atardecer. Al fondo se divisan los montes de Ávila (la cordillera que separa Madrid de Castilla -de Guadarrama a San Vicente-); alcanzándose más de ciento cincuenta kilómetros a la redonda, de la llanura castellana. Frente a nosotros, el Duero y los campos de San Román -en una margen- y de Castronuño, en el otro lado. Observando esta imagen, podemos darnos cuenta de la importancia estratégica de la ciudad de Toro; que no solo vigila cientos de kilómetros cuadrados, sino además contiene una vega riquísima (donde se obtienen algunos de los mejores vinos, hortalizas y frutas de España).
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10) DON PEDRO EN TIERRAS CERCANAS A MOTA DEL MARQUÉS; PRISIONERO EN TORO:
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Según afirma Gonzalo Pintos Reino fue en Noviembre de 1354 cuando los conjurados “detienen” a Don Pedro en Toro. La escena y condiciones de su apresamiento la narra este autor con las palabras que a continuación resumimos y que recogemos enteramente en cita (18) :salieron de la plaza a recibirlo y su encuentro determinó la escena más cómica que imaginarse pudiera. Ofrecióse allí el rey en plena confianza a sus enemigos y mostráronse éstos hipócritamente respetuosos y hasta serviles. El primero les dio la paz emocionado, besando a todos en la boca y ellos, arrodillados, besáronle la mano demandándole perdón (....) así, entre las reinas viudas, Da. María y Da. Leonor, los infantes, los bastardos y otros muchos conjurados, entró en Toro el desgraciado monarca y tras él se cerraron las puertas de la plaza; sin que se permitiese el paso a más gente suya que a los mencionados Fernández de Henestrosa, Fernán Sánchez y Samuel Leví, que con él desde aquel momento fueron considerados prisioneros (…) cierto es que no lo pasaron bien los tres servidores del rey: a Fernán Sánchez le arrebataron los sellos y a Samuel Leví los tesoros, poniendo al primero, con Fernández de Henestrosa, bajo la guarda del infante D. Fernando, y al segundo bajo la del bastardo D. Tello. Y al triste monarca lo recluyeron en unas casas que allí poseía el Obispo de Zamora, dándole de Camarero mayor a otro de los bastardos, a D. Fadrique, quien, para mayor vejación, confió su inmediata custodia al enemigo personal del prisionero”.
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Tras tomar preso por traición al rey, los conjurados deciden enterrar por fin los restos de Juan Alfonso Alburquerque, cuyo sepelio se realiza en el monasterio próximo de La Santa Espina (cercano a Urueña). Tras ello, el rey admitió haber sido capturado por los de La Liga, ofreciéndose a firmar cuanto ellos solicitasen -seguramente por tener ya pensado un plan de escape-. Curiosamente, en este momento ya todos dejaron de pensar en Blanca de Borbón y lo único que preocupaba a los sublevados era de que el monarca les firmase prerrogativas y concesiones. Así D.Pedro logra sembrar entre ellos la cizaña; dando mercedes a quienes las solicitaban y negando a algunos poderlas conceder, porque ya habían sido pedidas antes en nombre de otros. En esta situación y viendo la ruptura de quienes formaban La Liga (que solo la aprovechaban para beneficiarse), tenía D.Pedro ganado el respeto de numerosos caballeros que le custodiaban como prisionero. Quienes observando que aquellos sublevados solo deseaban sacar “tajada” de la triste situación del rey, optaban por pensar que Pedro y no otro, era su señor; despreciando así a la banda de asaltadores que le habían tomado preso a la traición.
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De tal manera, una mañana de niebla que D.Pedro salía a cazar acompañado por centenas de caballeros, en las proximidades de Toro; parece que un hermano de Juana de Castro (Fernándo de Castro) le preparó la huida. Así escaparon, y junto a él otros doscientos a caballo; que protegían al rey para salir presto de la zona donde le habían confinado. Llegando acompañado por todos ellos muy pronto a Tordesillas (a unos veinte kilómetros de Toro); allí paró y almorzó, viendo a María de Padilla que se hallaba refugiada en esta urbe junto al Duero. Tras ello, salió con toda su comitiva hacia a Segovia, ciudad que se había mantenido fiel al rey y donde llegó de noche -ya que dista unos 130 kilómetros de Tordesillas-. En esta capital pasó Don Pedro varios días, redactando edictos que anulaban todo aquello que preso en Toro había firmado y tras ello, preparó su venganza contra los conjurados.
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Cuanto sucedió después, es fácil suponerlo; pues aquel monarca con apenas veintiún años, debió sentirse tan traicionado como engañado por todos. Por lo que ideó vengarse de los sublevados y de sus plazas de apoyo; atacando a quienes le habían apresado por engaño, pretendiendo gobernar así el reino. Logrando vencerles en 1356; pese a que tras la derrota, su los hermanastros siguieron intrigando y buscando apoyos para derrocarle. Por ello, después de 1356 la vida de aquel monarca solo fueron batallas, pactos, contubernios y más traiciones. Casi todas organizadas por sus hermanos bastardos, que no cesaron en el intento por quitarle el trono. Lo que consiguieron en 1369; cuando D.Pedro tenía treinta y cinco años y lo asesinó su hermanastro Enrique.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos fotos de Toro. Al lado, la colegiata. Abajo, el castillo alcázar.














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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, la colegiata toresana y junto a ella un famoso palacio castellano del siglo XIV. En este segundo edificio nació Juan II (padre de Isabel la Católica) y a mi juicio puede ser el lugar donde estuvo preso el rey D.Pedro; del que se sabe habitó en las dependencias del obispo de Zamora, mientras fue detenido en Toro. Abajo, fotografía del famoso palacio de Toro donde nació Juan II (junto a la colegiata, lo que nos lleva a pensar que allí vivió Pedro I prisionero).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Fotos del Monasterio de La Santa Espina Valladolid. Al lado, entrada al recinto sagrado; abajo, fachada de la iglesia del monasterio. En este templo fueron inhumados los restos de Juan Alfonso de Alburquerque, después de que D.Pedro cayera preso de los conjurados.









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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos fotografías del interior de la iglesia de La Santa Espina. Al lado, la sala antigua capitular del monasterio. Abajo, dos tumbas exhumadas y vacías, junto al altar mayor. Quizás en este lugar estuvo el sepulcro de Juan Alfonso de Alburquerque, del que nada queda hoy (tras los muchos expolios y las diferentes reformas llevadas a cabo en la iglesia).








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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos fotografías del interior y del exterior de la iglesia de San Román de Hornija, donde dejaron el ataúd con el cadáver de Juan Alfonso de Alburquerque, mientras asediaban Toro y hasta que lo llevaron a enterrar a La Santa Espina.










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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos fotografías del camino entre San Román de Hornija y La Santa Espina; poblaciones que distan unos treinta kilómetros. Antes de llegar al monasterio donde fue enterrado Alburquerque, se halla San Cebrián de Mazote; donde se encuentra una de las iglesias mozárabes más importantes de España. En imagen, al lado vista de San Cebrián camino de La Santa Espina; abajo, el interior de su impresionante iglesia de origen visigodo, posteriormente reconstruida por los mozárabes en el siglo X.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos fotografías del camino entre Toro y Tordesillas (por donde huyó el rey D.Pedro). Arriba, la zona de Tejadillo que se encuentra en la salida hacia Tordesillas (vemos en imagen las bodegas Liberalia y Sobreño). Abajo, la autovía que une Tordesillas con Toro (al fondo, vemos la ciudad toresana).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos fotografías del camino entre Toro y Tordesillas (por donde huyó el rey D.Pedro). Al lado, las márgenes del Duero, después de San Román y antes de llegar a Tordesillas. Abajo, campos de Pedrosa del Rey -más allá de Morales-.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos fotografías del palacio de D.Pedro en Tordesillas; donde estaba refugiada María de Padilla, mientras el rey permanecía preso en Toro. Como sabemos, poco después, este edificio mudéjar fue convertido en convento de las madres clarisas, quien lo mantienen en uso y usufructo hasta nuestros días.









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11) LA MUERTE DEL REY DON PEDRO:
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Terminaremos esta leyenda de hoy, relatando brevemente el final de este monarca nacido en 1334 y que reinó menos de dos décadas; viviendo treinta y cinco años, casi en soledad y traicionado prácticamente por todos. Un gobernante al que no solo se sublevaron sus hermanastros bastardos; sino que fue continuamente asediado debido a las intrigas de los reinos colindantes y de cuantos pretendían su corona. Lo que supuso ser odiado y vilipendiado por la mayoría de sus familiares (incluida su propia madre); quienes ya desde su infancia se repartían su reino y su reinado -viendo que no viviría mucho aquel niño al que su padre había dejado diez hermanos ilegítimos; todos ellos deseando robarle el trono-.
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Pero de forma casi milagrosa llegó Don Pedro a los treinta y cinco años, después de miles de vicisitudes y cientos de batallas. Aunque ocho años antes de morir, dicen que mandó matar a su esposa Blanca de Borbón; al parecer cansado de las traiciones y de las alianzas francesas que le proporcionaba a sus hermanastros. Su intención era la de coronar a María de Padilla en 1361 (cuando fallece Blanca); aunque poco después la madre de sus hijos también muere. Contagiada por la peste, según afirman las crónicas. Pero no sería labor inútil estudiar sus huesos (primero enterrados en Las Clarisas de Astudillo y luego en la catedral se Sevilla); por ver si Blanca fue vengada y también murió envenenada esta otra, la “reina Padilla”. Fuera verdad o no que Pedro ordenase matar a la Borbón; la sospecha de haber asesinado a la sobrina del rey francés le trajo la desgracia, pues desde ese momento los monarcas galos dieron todo su apoyo a los hermanastros de Pedro. Siendo así como se llega a continuadas guerras civiles fratricidas, en las que Inglaterra facilitaba ayuda al rey castellano y los francos a los bastardos. Pues, a su vez, ambas naciones estaban inmersas en la famosa Guerra de los Cien Años (contienda galo británica que parecía no tener nunca fin y donde estos países realizaban las mayores tropelías a sus poblaciones colindantes).
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Fue de ese modo, como luchando junto a sus fieles, el 13 de marzo de 1369 se vio Don Pedro cercado en el campo de Montiel (en plena Mancha castellana). Allí le dio refugio el alcaide del castillo de Montiel; un asturiano llamado Garcí Morán y que según Jovellanos era el hijo de Alvar Gónzalez Morán (19) -caballero este último que ya vimos en el episodio de Olmedo, tanto como acompañando al rey en Tejadillo (entre los más cercanos a Don Pedro)-. Tras diez días de asedio en Montiel y viendo su estado de debilidad, el monarca decide pactar con Bertrand Duclesclin, enrolado en las tropas de su hermano Enrique. Pues en una ocasión no lejana, el mismo Pedro había liberado a Duguesclin (preso entre los suyos); por lo que creyó que este francés le correspondería, proporcionándole también un escape de aquel castillo manchego (llamado “la estrella de Montiel”). De tal manera mandó emisarios para hablar con Duguesclin; quien prometió sacar al monarca indemne de allí. Por lo que Don Pedro, confiando en la palabra de aquel traidor galo, se acercó de noche hasta el lugar indicado, creyendo que le iban a ayudar a saltar el cerco. Pero muy al contrario, en la tienda que le marcó Duguesclin, le esperaba su hermanastro Enrique con una daga en la mano. Quien utilizando el puñal contra el confiado rey, a traición y esperando el momento en que lo tuvo más cerca; le asestó varios golpes. Matando de ese modo a Pedro para proclamarse rey de Castilla -en cita (20) recogemos el modo en que Pintos Reino describe este final del rey Don Pedro-
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Así llegó al trono Enrique II; llamado “el de las mercedes” porque al carecer de autoridad moral para ser monarca, había de entregar mercedes -concesiones y prerrogativas-, para lograr que le obedecieran. Pero no todos creyeron legitimada la corona en la figura del bastardo Enrique, por lo que ese mismo año de 1369 fue jurada como reina la hija mayor del monarca asesinado (Beatriz), que profesaba en Las Claras de Tordesillas. Aunque a los pocos meses de aquella proclamación, la primogénita de María y Pedro extrañamente también murió. Momento en el que las otras dos hijas de ambos huyeron a Inglaterra; donde se casaron con los vástagos del rey Eduardo III (Constanza con el duque de Lancaster e Isabel con el de York). Finalmente, el nieto de Enrique II (coronado como Enrique III), decide casarse con la hija de Constanza y el duque de Lancaster. Con el fin de legitimar su linea sucesoria; pues la sombra del fratricidio y de la bastardía no se despegaba de aquel nuevo linaje llamado de los Trastamara -o de los Enriquez-.
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Acerca de Pedro I, la visión y opinión histórica ha cambiado mucho a lo largo de los tiempos. Pues habiendo sido llamado inicialmente “ Pedro el Cruel”, posteriormente pasó a denominarse “Pedro primero, el justiciero”. En nuestros días se ha llegado al convencimiento de que no fue, ni más ni menos cruel, que todos sus coetáneos; sabiéndose además que ese “sobrenombre” se debió a la difamación continuada de aquellos que se sublevaban. Además, el mote de “El Cruel”, fue principalmente impuesto por quienes le sucedieron; especialmente por Enrique II. Quien lo asesinó, decapitó y tiró sus restos al campo; para luego colgarlos a “secar” clavando su cabeza en una pica y su cuerpo en unas tablas, sobre las murallas del castillo de Montiel (todo lo que muestra la crueldad de Enrique II). Por lo demás, en lo que se refiere a las artes, las letras y Los Derechos; Pedro I fue un monarca muy benéfico y destacado. Famoso por defender a los débiles de los fuertes, concediendo Fueros a los abusados por sus señores; y conocido por proteger a las minorías (ayudando a los judíos y a los musulmanes, que vivían en tierras de cristianos). Su labor como rey protector de las artes y constructor, fue indescriptible; pues en tan solo diecinueve años de reinado acometió innumerables proyectos. Habiendo realizado mejoras y grandes obras en los Alcázares de Sevilla, Carmona y Córdoba (entre otros); levantando palacios en Torrijos, Toledo y Tordesillas y potenciando numerosos conventos en Castilla (como el de Astudillo). En cita (21) resumimos cuanto expone Wikipedia acerca del significado y trascendencia cultural del reinado de Pedro I. En cita (22) recogemos el índice de las Crónicas de López de Ayala, donde podemos ver lo que sucede en ese lustro que el rey Don Pedro vive en la zona de Mota del Marqués. Momento que López de Ayala fecha desde el “cuarto año” de su reinado (1353) hasta el “séptimo” (1356).

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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, famosa miniatura medieval inglesa que representa al rey D.Pedro degollado y a su hermano bastardo proclamándose monarca, tras poner su cabeza en una pica. Tal como muestra esta xilografía iluminada del siglo XV; parece que Enrique, después de apuñalar a Pedro, lo decapitó y clavó en una punta de lanza su cabeza tirando su cuerpo al campo (para luego colgarlo entre unos maderos). Cuando Enrique dejó Montiel, los fieles al antiguo monarca recogieron sus restos, que guardaron y llevaron hasta la iglesia de Puebla de Alcocer. Más tarde, al regresar los nietos de Pedro I a la Península, fueron recuperados sus huesos; y finalmente enterrados por Constanza de Castilla en Santo Domingo el Real de Madrid, donde se elevó la capilla con la estatua que vemos abajo. Habiendo mandado Constanza construir la tumba en 1446; trajo desde La Puebla sus restos y parece que encargó una estatua a los Egas. A mi juicio, la cabeza es anterior al resto de la escultura y quizás la trajeron desde Inglaterra los descendientes de D.Pedro; siendo probablemente una pieza original que la familia se llevó hacia 1370 (cuando se trasladan a vivir a las Islas Británicas). Además, esta figura presenta otra irregularidad; pues parece que antes estaba en posición yacente y alguien cortó las piernas, añadiendo unas “canillas” distintas para colocar al representado en forma orante (tal como era la moda a mediados del siglo XV y no del XIV, cuando solían esculpir al difunto yaciendo).
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Bajo estas lineas, talla en mármol que actualmente exhibe el M.A.N. -al que agradecemos nos permita divulgar nuestra fotografía-. Esta escultura llegó al Museo Arqueológico Nacional hacia 1870, tras la desamortización del Monasterio de San Domingo el Real de Madrid. Al estudiarla, vieron que venía acompañada de una caja con los huesos del rey; por lo que varios directores del M.A.N. solicitaron al gobierno que enterrase como era debido esos restos de D.Pedro. Finalmente, en 1876, se enviaron a Sevilla -por tren y en un cajón- y cuando fue a recogerlos el famoso Luis Montoto, solo pudo expresar con horror que se lo habían mandado como si fuera “una caja de pasas de Málaga o de higos de Fraga”. Después de constatar que debían ser los huesos de D.Pedro y tras realizar las consabidas ceremonias, los restos del monarca asesinado fueron inhumados en la catedral sevillana; junto a sus abuelos y a María de Padilla (que en su día también fue trasladada desde Astudillo, aunque en este caso en el siglo XV).
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AL LADO: Página quinta, del 5 de diciembre del 2000, publicada por el diario ovetense LA NUEVA ESPAÑA -al que agradecemos nos permitan divulgarla-. Se trata de una hoja heráldica donde se explica el origen de los Morán-Lavandera (o Morán de Labandera); cuyo tronco según Jovellanos, son los caballeros de Gijón: Alvar Gónzalez Morán y Garcí Morán. Para saber más, ver cita (19) o consultar el siguiente enlace, pulsando este link:







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ABAJO: Famosa “gran dobla de oro” por valor de diez “doblas” de Pedro I, que guarda también el M.A.N. (al que agradecemos nos permita divulgar nuestra foto de esta moneda). En el renverso representa los escudos de este rey y en el anverso de la moneda le vemos reflejado de perfil. Quizás en el único retrato del que podemos tener cierta seguridad de que contiene parecido físico. Aunque si observamos el perfil de la escultura de mármol anterior, se le asemeja bastante. Todo lo que me hace sospechar que la cabeza de esta talla es muy anterior al resto del cuerpo; y que se trata de una escultura que llevaron las hijas de Pedro I a Inglaterra, cuando huyen de Castilla. Regresando las nietas con aquella testa en mármol de su abuelo, para la que encargan a los Egas un cuerpo donde “ponerla”.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Sepulcros en la iglesia de Santiago de Toro, donde aparecen escudos que posiblemente se relacionen con la casa real de Inglaterra. Al lado, las armas con leoncitos de tipo Lancaster; abajo, mi mujer junto a una de estas tumbas, en la iglesia toresana de Santiago.




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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos vistas de la iglesia de San Lorenzo el Real, de Toro. En este templo mudéjar del siglo XII, está enterrado uno de los nietos de Pedro I, llamado Pedro de Castilla “el viejo”; casado con Beatriz de Fonseca (que comparte allí sepulcro gótico, junto a su marido).




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BAJO ESTAS LINEAS: Mapa de la zona. 1-Valladolid // 2-Olmedo // 3-Cuéllar // 4-Medina del Campo // 5-Tordesillas // 6-Toro // 7-Tejadillo // 8-Morales de Toro // 9-San Román de Hornija // 10-Siete Iglesias // 11-Urueña // 12-Tordehumos // 13-Monasterio de la Santa Espina // 14-Mota del Marqués
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CITAS:
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(1): LOS DIEZ HIJOS HABIDOS ENTRE LEONOR DE GUZMÁN Y ALFONSO XI FUERON:
1- Pedro Alfonso (1330–1338), señor de Aguilar de Campoo, muerto en la infancia.
2- Sancho Alfonso (1331–1343), llamado «el Mudo», fue señor de Ledesma, Béjar, Galisteo, Montemayor del Río y Granadilla.
3- Enrique II de Castilla (1333–1379), señor de Trastámara, fundador de la Casa de Trastámara, de quien vienen las casas reales de Castilla y de Aragón.
4- Fadrique Alfonso (1333–1358), gemelo del anterior, maestre de la Orden de Santiago y señor de Haro, de quien descienden los Almirantes de Castilla-Duques de Medina de Rioseco (Casa de Enríquez). Fue el primero de los hermanos asesinado por orden del rey Pedro. Fue maestre de la Orden de Santiago, señor de Haro, adelantado mayor de la frontera de Andalucía y camarero mayor del rey. Asesinado en la ciudad de Sevilla en 1358 por orden de su hermanastro, el rey Pedro. De este Fadrique desciende el linaje de los Enríquez.
5- Fernando Alfonso (1334–1350), señor de Ledesma, Haro, Béjar y otras villas
6- Tello Alfonso (1337–1370), primer señor de Aguilar de Campoo y Lara, señor de Vizcaya y de quien descienden los marqueses de Aguilar de Campoo;
7- Juan Alfonso (1341–1359), señor de Badajoz y de Jerez de la Frontera a quien su hermano Pedro mandó matar;
8- Juana Alfonso (1342–¿?), señora de Trastámara, casada en primeras nupcias con Fernán Ruiz de Castro y en segundas con Felipe de Castro;
9- Sancho Alfonso (1343–19 de febrero de 1374), conde de Alburquerque, señor de Ledesma, de Alba de Liste, Medellín, Tiedra y Montalbán. Sucedió a su hermano Tello como alférez mayor en 1371;
10- Pedro Alfonso (1345–1359), lo mandó matar su hermano Pedro.
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(2): COLECCIÓN DE LAS CRONICAS Y MEMORIAS DE LOS REYES DE CASTILLA. REY DON PEDRO” escrito por PEDRO LOPEZ DE AYALA CHANCILLER MAYOR DE CASTILLA -TOMO I; editado EN LA IMPRENTA DE DON ANTONIO DE SANCHA; AÑO DE M. DCC. LXXI-.
AÑO PRIMERO
Cap. X. Como Doña Leonor de Guzman fué presa en Sevilla públicamente: é como el Conde Don Enrique su fijo, é los otros Señores fueron en la merced del Rey.
Cap. XII. Como el Conde Don Enrique vio á Doña Leonor de Guzman su madre en Sevilla : e como por su consejó casó con su esposa Doña Juana , é como á poco tiempo se fué el Conde de Sevilla.
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(3): IDEM CITA (2)
AÑO SEGUNDO- Cap. III. Como el Maestre de Santiago vio á Doña Leonor de Guzman su madre en Llerena : é como el Rey envió presa á la dicha Doña Leonor á Talavera , é la mataron allí.
SIC pag 36: “por consejo de Don Juan Alfonso de Alburquerque , que levasen á la dicha Doña Leonor presa á Talavera , que era villa de la Reyna Doña María madre del Rey. E tenía el alcázar de la dicha villa Gutier Ferrandez de Toledo , é el Rey mandó á Gutier Ferrandez , que tomase á Doña Leonor, é la levase á Talavera. é asi lo fizo , que luego partió dende, é la levó presa á Talavera , é púsola en el alcázar de la dicha villa , que tenia por él un Caballero natural dende , que decían Gutier García de Talavera 1. E dende á pocos días envió la Reyna Doña María un su Escribano que decían Alfonso Ferrandez de Olmedo , é por su mandado mató á la dicha Doña Leonor en el alcázar de Talavera”.
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(4): EL REY D.PEDRO DE CASTILLA VINDICACIÓN DE SU REINADO
GONZALO PINTOS REINO, ACADÉMICO CORRESPONDIENTE DE LA HISTORIA Y PRESIDENTE DE LA AUDIENCIA TERRITORIAL DE LAS PALMAS (fallecido en 1926, obra póstuma)
SANTIAGO: IMPRENTA, LIBRERÍA Y ENC. DEL SEMINARIO M C M X X I X
pag 54 y ss;
Cap. I; VI: NUEVAS REBELDÍAS: ANTECEDENTES DE LA LIGA FORMADA CONTRA EL REY
al regresar de Asturias el rey D. Pedro, triunfante de la aventura en que se había metido su hermano D. Enrique, había dado su mano en matrimonio a juras, que se publicó más tarde, a la gentil D.a María de Padilla (...) Vencedor después en Aguilar, marchó pronto a Córdoba, donde D.a María se encontraba próxima ya a darle el primer fruto de sus amores, naciendo allí, en efecto, la infanta D a Beatriz, el día 23 de Marzo de 1353. Formó el patrimonio de ésta dándole parte de las tierras y castillos confiscados a Fernández Coronel, o sean los castillos de Montalbán, Capilla, Burguillos, y los lugares de Mondéjar y Juncos. Pasó después a Torrijos con D.a María, celebrándose allí grandes festejos en obsequio de la infanta. (...) Entre tanto esto sucedía, y él iba publicando por tales medios, lo lejos que se hallaba de ser libre para dar su mano a Da. Blanca de Borbón, ésta había llegado a Valladolid, donde también se hacían fiestas en su honor, tomando parte en ellas D. Fadrique. Grave por demás era la situación de todos: en ella jugaba el rey acaso su corona.
D. Juan regresaba a la sazón de Portugal de desempeñar una embajada, y al darse cuenta de lo que ocurría, y fiado aun de su poder, se presentó al rey en Torrijos, suponiendo empresa fácil obligarlo a seguirle. Allí le recordó el conflicto surgido cuando su reciente dolencia, por la incertidumbre de quien había de heredarlo, «otro si, que parase mientes -le dijo- en como la Reyna D.a Leonor de Aragón su tía, é sus fijos los Infantes D. Ferrando é D. Juan eran legitimos herederos destos Reynos, é que non estaban por al salvo si el moriese sin fijos legitimos (...) Pavoroso era el problema que al rey se presentaba sin que para su solución tuviese otro dilema que el de quedar en Torrijos sin más apoyo que el que le pudiesen prestar los deudos de D.a María, desafiando con él a su madre y a su ministro, desairando a la Corte de Francia y haciendo caso omiso de la nobleza congregada en Valladolid para las bodas, o someterse a las circunstancias y marchar con D. Juan a realizar un acto que pasivamente Venía ya resistiendo.
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(5): Idem (4) SIC:
Cedió en mal hora, salvando tal vez su corona pero echando sobre su conciencia un borrón de que jamás pudo lavarse (...) el lunes 3 de Junio, pero todo fué para el rey pura ficción. El amor no entró con él en la cámara nupcial; entró, sí, el Juez frío que acabó con las ilusiones de la desgraciada esposa (....) comenzó a correr el rumor de que el rey se marchaba y dejaba a Da Blanca. Cundió la alarma y llegó a la reina madre y D.a Leonor, tía del rey, las que en la mañana del miércoles se acercaron al monarca, que comía sólo y sombrío en el palacio separado en que se aposentaba (...) Dos horas después de esto, pretextando querer ir a cazar, pidió que le trajesen muías y cabalgando en compañía de Diego García de Padilla, Juan Tenorio y Suer Pérez de Quiñones, salió de Valladolid corriendo sin descansar dieciséis leguas para dormir en una aldea próxima a Olmedo, desde la cual al otro día marchó a la Puebla de Montalbán. All lo esperaba D.a María (...) D. Juan Alfonso, D. Juan Núñez de Prado y otros caballeros, fueron después de la marcha de D. Pedro, a ver a las reinas Da María,Da Blanca y Da Leonor; teniendo consejo con ellas y acordando todos que los primeros fuesen «para el Rey» y «trabajasen mucho» para hacerlo volver a su mujer Da Blanca.
Por distintos caminos salieron los principales caudillos, D. Juan Alonso y D. Juan Núñez. Iban con el primero, además de mil y quinientos hombres de caballo y muías, Juan Rodríguez de Cisneros, Juan Rodríguez de Sandoval, Alvar Rodríguez Daza, Lope Rodríguez de Villalobos, Ferrand Ruiz Girón, Alfonso Téllez Girón, Juan Alfonso Girón, Alvar Pérez de Castro, García Ferrández Manrique, Lope Díaz de Rojas, Rui González Castañeda, Suer Yáñez de Parada, Alvar González Moran, García Jufre Tenorio, Gutier Gómez de Toledo, Juan Martínez de Rojas, Diego Pérez Sarmiento, Rui Díaz Cabeza de Vaca, Ferrand García Duque, Pero Díaz de Sandoval, Ferrand Gutiérrez, Ferrand Sánchez de Tovar, Juan Ferrández de Tovar, Martín Alfonso de Arenillas, Juan Ferrández Cabeza de Vaca, y otros muchos” (CITANDO AL CANCILLER LOPEZ DE AYALA Año 1353, cap. XV)
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(6): Idem (4) SIC: "el 8 salió para Toledo llevándola consigo hasta el Alcázar". D. Juan Alfonso no anduvo tanto porque no le permitía la impedimenta militar igual celeridad. Dejó a Valladolid el miércoles 12 de Junio y tomó el camino de Toledo, porque ya sabía donde posaba el rey, y llegó a unas aldeas cerca de Olmedo; el 13 durmió en Parraces; el 14 lo hizo en Filipal; el 15 en San Martín de Valdeiglesias y el 16 en Almorox, aldea de Escalona.
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(7): Idem (4) SIC:
"La ausencia inesperada de D. Pedro, al segundo día después de su boda, no tenía carácter alguno de agresividad contra los que de tal modo acababan de perseguirlo y si en su ánimo pudo cobijarse algún rencor y deseo de castigo para los perseguidores, sus insistentes llamadas a D. Juan Alfonso revelan el propósito de tratar con él de los sucesos pasados. No pudo realizarse eso, y natural era que eliminados de la escena por su propia voluntad aquellos falsos amigos, pensase el rey en normalizar su vida y en solucio­nar el conflicto que en Valladolid habían creado (...) D. Pedro, y esto es lo creíble, volvió a Valladolid para normalizar la situación creada, pero sin alterar sus definitivas resoluciones. Comunicó a su madre su firme resolución de no dar eficacia a la dramática boda y aun su propósito, que realizó, de alegar ante la Corte de Aviñón los motivos de tal ineficacia, y señaló a ambas como residencia la villa de Tordesillas, aunque ni como destierro ni como reclusión"
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(8): Bonifacio Esteban
La estatua de Pedro I, una obra de arte excepcional en el Museo Arqueológico Nacional.
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ESTATUA de don Pedro I
(Texto original: Rosa López, marzo 2010)
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(9): Idem (4) SIC:
"En el mes de Noviembre se encontraba en Sevilla, pero antes de haber ido allí, comprendiendo que la autora de todas las rebeldías había sido su madre y que sólo a ella era debida la nueva actitud de Juan Alfonso, a quien él redujera en vano a la obediencia, dispuso separar de ella a Da Blanca, ordenando fuese llevada desde Medina del Campo, donde la tenía aquélla, a la villa de Arévalo, "é que alli estuviese en guisa que la reina Maria non la viese", pero no la envió presa, como con su insidiosa manera de decir sienta Ayala. Sino con los mayores respetos, según el mismo cronista expone, contradiciéndose, coincidiendo con lo que el propio rey escribió al Romano Pontífice dos años después, diciéndole que le daba trato decoroso y honesto. Da. María incitaba a todos a separarse del rey, preparando la fuerte liga que luego se dirá: previsora y política fué, pues, la medida. En Arévalo tuvo Da Blanca casa y corte, siendo oficiales de ésta el Obispo de Segovia (...) Quedábanle al rey, como enemigos manifiestos, D. Juan Núñez de Prado, D. Juan Alfonso, y su madre. Por respeto a ésta nada hacía el rey que pudiese molestarla, salvo haberla apartado de Da. Blanca".
Restábale aquietar a D. Juan Alfonso, que en Portugal seguía conspirando. Quísole quitar los castillos y villas de Medellín y Alburquerque, que eran la base de su señorío en Castilla, y en efecto sitió a Medellín que se le rindió y seguidamente cercó también a Alburquerque, pero no pudo tomar ni esta plaza ni su castillo, como tampoco Codesera, otro castillo importante del mismo D. Juan. Entonces proyectó obligar diplomáticamente a éste a presentarse en la corte a responder de su conducta y, dejando a los fronteros antedichos D. Enrique, D. Fadrique y D. Juan García de Villagera vigilando las plazas, envió a Évora dos mensajeros para tratar con el rey, su abuelo, del suceso de D. Juan”.
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(10): Idem (4) SIC: pag 66 y ss. cap I ; VII:
FORMACIÓN DE LA LIGA Y MANEJOS DE LA MISMA HASTA LAS LLAMADAS «VISTAS DE TEJADILLO»
estuvieron cuatro días discurriendo Da. María cómo haría para desorientar a su hijo el rey D. Pedro, pero entendiéndose ambos con los bastardos y D.Juan mediante los buenos oficios de Da Inés de Castro, hermana de D. Alvar y mujer o querida del infante D. Pedro. La intervención de esta dama se explica porque a la sazón y para completar los rebeldes su plan, pensaron, y eso es lo asombroso, ofrecer al infante la corona de Castilla (...) El gozo del infante por el ofrecimiento de la corona de Don Pedro, trocóse en decepción, porque sabedor su padre de tan atroz felonía, que al fin tuvo que ser conocida en Portugal, no obstante la reserva con que era tratada, le previno por sus mensajeros Fernán González Cogomino y Juan de las Leyes, que se abstuviese de aceptar la tentadora oferta. Mas no se arredraron por eso los traidores y comprendiendo que era preciso obrar antes de que el secreto fuese conocido de D. Pedro, juntáronse todos ellos cerca de Badajoz y dispusiéronse a entrar en Castilla. El infante no volvió a entenderse con ellos y la irritación de D. Alfonso, su padre, fué tanta que, de ser cierto lo que el escritor portugués antes citado dice, vino a pagar su culpa la triste D.a Inés de Castro «que a esta intriga debeu a morte». No cabe dudar cual habría sido también la suerte de los otros conspiradores si no se hubiesen apresurado a salir de aquel reino”.
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(11): Idem (10) SIC:
"D. Pedro a estos tres momentos de la porfía, supo adoptar en cada uno aquel sistema de defensa que más convenía a sus circunstancias (...) El plan de defensa que adoptó, deducido de los hechos, no pudo ser más diplomático y más adecuado. Prestóse a él su noble consorte D.a María y no lo contrariaron en lo más mínimo los deudos de ésta, tan poderosos ya en su consejo. Consistía en separarse los esposos, ingresando ella en religión, para lo cual, primero ella y después el rey, solicitaron del Romano Pontífice permiso para construir un monasterio de Santa Clara donde, en compañía de sagradas Vírgenes que se le señalasen, se proponía Da. María pasar el resto de sus días; y en casarse él con una dama castellana a quien conocía por haberla visto en Valladolid cuando su boda con Da. Blanca, dama de estirpe regia, emparentada con las familias más poderosas del reino y hermana del intrigante D. Alvar Pérez de Castro. Con tan cuerdo sistema, conseguía de una vez acallar a los enemigos de los Padillas y atraer a sí lo más florido y pujante de la nobleza. Prestóse también la dama, pudiendo notarse por la clase de preliminares que precedieron a la bendición nupcial, en otro lugar referidos, que más que boda de pasión fué un enlace de razón de estado, aceptado por la consorte, D.a Juana de Castro, por vanidad y conveniencia (...)
D. Pedro y Da. María, para mejor conseguir su intento, aparentaron someterse al criterio mantenido hasta entonces por el Romano Pontífice de no reconocer en su unión marital más que un concubinato, ansiando ella lavar las manchas de la pasada culpa con lágrimas de penitencia, y él quedar libre para la nueva unión proyectada en aras de la paz de sus estados. Al fracasar el plan con la invasión de Castilla por los conjurados, figurando entre ellos el propio hermano de la dama elegida por clave, volvieron ambos esposos uno a otro con más cordialidad que nunca sin Volver jamás a intentar separarse”.
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(12): Idem (10) SIC:
"Forzoso fué para D. Pedro ponerse inmediatamente en defensa, como lo hizo, desentendiéndose de su fracasado plan, en todos sus extremos. No volvió a ver más a Da Juana, a quién sólo quedó como recuerdo de su soñado encumbramiento el título de reina, a que nunca quiso renunciar y que el rey le toleró con disgusto, y la villa de Dueñas que recibió en compensación de su abandono, y recobrando al otro día el castillo de Castrojeriz, que diera en rehenes a D. Enrique Enríquez, tío de D.a Juana, juntamente con el de Jaén, paró en Castrojeriz y allí se dispuso a resistir con las armas y con la diplomacia la tormenta que se le venía encima. Para asegurar la fidelidad de sus primos, los infantes de Aragón, los hizo venir a dicho punto, sabiendo su recién llegada a Toledo desde Portugal, donde casara D. Fernando (...) sabedor ya de que D. Juan Alfonso y los bastardos llegaran a Ciudad Rodrigo, desde donde marchara D. Fabrique a los estados de la Orden de Santiago para ocupar sus castillos y reunir gente, envió algunos caballeros a Salamanca para contener la invasión y él emprendió una serie de acciones encaminadas al mismo fin.
Quedábanle todavía a D. Pedro, en aparente obediencia, los infantes de Aragón, no obstante haber dado el primer síntoma de deslealtad, dejando que aquéllos pasasen sin resistencia el vado de Tormes, entre Alba y Salamanca, tratando después con los bastardos y Alburquerque,engrosando, por último, sus filas, a fines del propio mes de Agosto, en compañía de Diego Pérez Sarmiento, el padre del cronista Ayala, los Albornoces, Sancho Ruiz de Rojas, Rui González Castañeda, Pero Alvarez Osorio, Alvar Rodríguez Daza, Juan Ramírez de Guzmán, Pero Fernández de Velasco y Carrillo de Quintana; y no faltó tampoco a la cita D.a Leonor, la madre de los infantes. Éstos para dar color a su traición, mandaron decir al rey que lo querían y ansiaban su servicio, pero que se apartaban de su corte por haber dejado él a Da Blanca y porque los parientes de Da María de Padilla no gobernaban bien el reino ni su casa ni hacían honra a los señores y caballeros que en la corte andaban y, finalmente, para colmo de irrisión para un rey que había puesto en ellos su confianza y que temían por sus vidas”.
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(13): Idem (10) SIC:
"Ya todos reunidos, haciéndose fuertes en Cuenca y considerándose señores de Castilla, dieron el golpe final, intimando al rey en Tordehumos, por cartas y mensajeros, sus condiciones de paz, pidiéndole que dejase a Da María e hiciese vida con Da Blanca y lo que era para ellos esencial, aunque no lo invocasen como pretensión única, «que fuese la su merced de poner buen regimiento en el Regno, é en su casa, porque los que le hubieren de seguir tuviesen honra é bien del, cada uno en su estado» (...)
Viendo el rey en tan apurado trance que las deserciones habían reducido su hueste a seiscientos hombres de a caballo, incluyendo sus principales capitanes y los deudos de Da. María de Padilla, quiso poner a ésta en seguridad y partió con ella y su madre a Tordesillas, que reunía buenas condiciones de defensa, permaneciendo allí todo Septiembre, Octubre y gran parte de Noviembre, agotando los medios de vencer la conjura, cada vez más fuerte y más poderosa. La reina madre lo abandonó pronto, marchando con su licencia para Toro. Desde Tordesillas, en 28 de Octubre de 1355 D.Pedro, escribió al infante D. Pedro de Aragón, que en ausencia de su padre venía siendo lugarteniente general del reino, una carta llena de tranquila serenidad y de un dejo de amargura”
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(14): Idem (10) SIC:
"No se atrevieron los conjurados a sitiar la plaza en que el rey permanecía, pero distribuidos en grupos más o menos numerosos, sin distanciarse y siempre en contacto, pusieron sus tiendas por las plazas comarcanas, pudiendo en tal sentido decirse que habían privado a D. Pedro de toda clase de movimientos y, singularmente, de recibir auxilios de fuera. Ante la firmeza de éste y la augusta majestad con que recibía, oía y contestaba sus baladronadas, incluso el mensaje, que personalmente se atrevió a llevarle por todos los ligueros, la reina viuda de Aragón, Da. Leonor, dedicáronse aquellos a quebrantar más su poder, pensando tomarle las pocas plazas que le quedaban afectas, yendo juntos, en quijotesco alarde de confianza, a tomar Valladolid y Salamanca, fracasando sus proyectos por la lealtad de sus moradores, aunque consiguieron rendir por las armas, el Veintiocho de Septiembre, a Medina del Campo, de donde salió honrosamente, la hueste del rey que la guarnecía.
Da Leonor en la embajada referida, concretando más, según Ayala, las intimaciones de la Liga, puso al rey por condición para que todos sus vasallos viniesen a su merced, además de tomar a Da Blanca y traerla consigo, que pusiese en orden, en Francia o en Aragón, a Da María de Padilla y que no fuesen sus privados los parientes de ésta (...) Para que se tenga una idea exacta de la falta de sinceridad con que procedían los de la Liga y de cómo iba cada uno buscando en ella la satisfacción de sus particulares ambiciones, nos haremos cargo de lo que, a propósito de este momento histórico refiere Zurita, exacto compilador de las cosas de Aragón. Dice que el infante de Aragón, no obstante recibir la carta del rey D. Pedro, que tan afectuosamente le pedía ayuda contra sus primos, no se cuidó de contestarle, pero que ordenó al gobernador general de Valencia que tuviese prevenidas las fronteras.
Los conjurados, al entrar en Medina, unieron a sus jactancias la cobardía de entregarse al pillaje, según testimonio de la misma crónica de Ayala, que termina la narración del suceso diciendo que los caballeros y señores que allí iban, entraron en la villa y posaron todos, «é ovieron ende muchas viandas». Sin duda éstas se indigestaron a alguno, pues a los pocos días «murió ende de su dolencia D. Juan Alfonso de Alburquerque, de lo cual peso mucho a todos los otros que con el eran. E algunos decían que el Rey le fizo dar yerbas por un físico que envió allí, que era de Italia, al qual dezian Maestre Pablo, empero esto non era cierto» (....) La afirmación del cronista en la abreviada, nos excusa de hacer el juicio que merece la vil imputación de la vulgar, toda vez también hemos de volver a ocuparnos en otra parte de este traído y llevado físico. (...)
No fué la muerte de D. Juan Alfonso tan rápida e inesperada, que no hubiese podido él antes de ocurrir, otorgar testamento con la cláusula más macabra que puede concebir la mente humana, cláusula que por sí sola revela el orgullo y la tenacidad que el en diosado procer había puesto en la afortunada aventura en que se encontraban los conjurados. Dispuso, en efecto, excitando a sus acompañantes a proseguir aquélla, que no se diese sepultura a su cuerpo hasta llegar al fin de la demanda, «é que los sus vasallos non se partiesen del su cuerpo fasta ser todo esto complido é oviesen licencia de los Infantes é del Conde D. Enrique como les piada que ficiesen del dicho su cuerpo», y que llegado el caso, lo enterrasen en el monasterio de Espina, como se hizo, según se verá después.
Bien procuraron los rebeldes sacar de esta orgullosa disposición el mayor fruto posible y tal vez ella fué la que sirvió para mantenerlos desde entonces unidos, haciendo conducir por los vasallos del finado el féretro que contenía sus restos, en cualquier cambio de residencia que hiciesen, colocándolo en medio de ellos cuando se reunían en junta para adoptar cualquier resolución. Si el espíritu acompañase en esas ocasiones el putrefacto barro, sería de admirar la fatuidad del muerto, presidente de la comitiva o de la asamblea”.
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(15): COLECCION DE LAS CRONICAS Y MEMORIAS DE LOS REYES DE CASTILLA.
REY DON PEDRO, PEDRO LOPEZ DE AYALA / CHANCILLER MAYOR DE CASTILLA
TOMO I; EN LA IMPRENTA DE DON ANTONIO DE SANCHA. / AÑO DE M. DCC. LXXI
E luego ellos partieron de Medina del Campo donde estaban , é vinieron á la comarca de Toro , por estar mas cerca del Rey , é partieron sus posadas en esta guisa : en Morales posaban el Conde Don Enrique , é el Maestre Don Fadrique su hermano : é en Sant Román de Ornija posaban el Infante Don Ferrando de Aragón , é su hermano el Infante Don Juan de la Cerda en Siete Iglesias i é posaba Don Ferrando de Castro eso mesmo en el dicho Sant Román de Ornija , é otrosi Don Juan Alfonso , que era muerto 5 pero traían sus vasallos su cuerpo, é non le querían enterrar fasta que oviese fin esta demanda que comenzaron , que asi lo mandára Don Juan Alfonso en su testamento , é posaban en el dicho lugar de Sant Román de Ornija con los otros Señores , é alli tenían en la Iglesia el cuerpo de Don Juan Alfonso”. (FIN DEL CAPÍTULO XXXI, "Cómo respondió el rey a los mesageros que los Señores enviaron d él, é cómo trataron que se viesen con el Rey". AÑO QUINTO)
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(16): COLECCION DE LAS CRONICAS Y MEMORIAS DE LOS REYES DE CASTILLA.
REY DON PEDRO, PEDRO LOPEZ DE AYALA / CHANCILLER MAYOR DE CASTILLA
TOMO I; EN LA IMPRENTA DE DON ANTONIO DE SANCHA. AÑO DE M. DCC. LXXI
(LOS ACUERDOS DE TEJADILLO DEL REY PEDRO)
Capítulo XXXII
CAPITULO XXXII.
COMO EL REY SE VIO CON LOS INFANTES de Aragon , é el Conde Don Enrique , e el Maestre Don Fadrique , / Don Tello , é Don Ferrando de Castro , é Don
Juan de la Cerda , / los otros Caballeros , segund era tratado,
El trato de las vistas fué fecho segund dicho avernos: é vieronse el Rey é estos Señores entre Toro é Morales en un lugar que dicen Tejadillo , ca aíli fueron las vistas acordadas, é es á media legua de Toro, é á otra media de Morales. E vinieron de caballo , armados todos (...) E fueron estos de cada parte : de la parte del Rey eran estos cincuenta (...) Alvar González Moran
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CAPITULO XXXIIL
COMO LOS INFANTES DE ARAGON Don Ferrando i Don Julian , / el Conde Don Enrique , é los otros Señores pasaron delante de la tilla de Toro , donde el Rey estaba : / como el Rey partió de Toro , e la Reyna Dona María su madre envió por los Señores , é los acogió en Toro.
Estando el Rey Don Pedro en Toro , é los Señores, de quien avernos contado , en Morales, é en Sant Román, e en otros lugares do posaban (...) partió el Rey de la villa de Toro , é con él fasta ciento de caballo , castellanos é ginetes, é fuese para Urueña , una villa é castillo muy fuerte do estaba Doña María de Padilla; ca allí la avía dexado el Rey, é con ella algunos sus parientes , porque la villa es muy fuerte (...) vieron cartas de la Reyna Dña María madre del Rey , que estaba en Toro, faciéndoles saber , que luego que ellos pasáran por Toro , partiera el Rey de Toro , é se fuera para Urueña , do estaba Doña María de Padilla : é que fuesen ciertos que el Rey non curaba de estar á ninguna ordenanza de lo que entre él é ellos era acordado en las vistas de Tejadillo , de lo qual á ella pesaba mucho.
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CAPITULO XXXIV.
COMO EL REY ACORDÓ DE SE PONER EN poder di la Reyna su madre , é de los dichos Señores :/ lo que y acaesció.
CAPITULO XXXV.
COMO EL REY DON' FEDRO VINO A TORO, dó las Reynas é los Señores estaban , é lo que y acaesció.
(...)
CAPITULO XXXII. COMO EL REY SE VIO CON LOS INFANTES DE ARAGÓN, é el Conde Don Enrique , é el Maestre Don Fadrique , / Don Tello , é Don Ferrando de Castro , é Don Juan de la Cerda , / los otros Caballeros , segund Era tratado,
El trato de las vistas fué fecho segund dicho avernos: é Á vieronse el Rey é estos Señores entre Toro é Morales en un lugar que dicen Tejadillo , ca aíli fueron las vistas acordadas, é es á media legua de Toro, é á otra media de Morales. E vinieron de caballo , armados todos de lorigas, con almófares , é con quexotes é canilleras é espadas, é non traia Doncel en caballo ninguno dellos, salvo el Rey , que traia un Doncel con una lanza é un yelmo ; é de la otra parte el Infante Don Ferrando de Aragón , que traia otro Doncel: é todos traian sobreseñales á sus armas. E fueron estos de cada parte : de la parte del Rey eran estos cincuenta :
(...)
Primeramente el Rey Don Pedro , é venían con él Don Diego García de Padilla Maestre de Calatrava , é Don Garci Ferrandez Manrique Adelantado mayor de Castilla , é Don Pero Nuñez de Guzman Adelantado mayor de León, é Juan Alfonso de Benavides Justicia mayor de la casa del Rey , é Juan Ferrandez de Henestrosa Camarero mayor del Rey , é Pero González de Mendoza , é Gutier Ferrandez de Toledo Alcalde máyor de Toledo, é Pero Suarez de Toledo su hermano , é Diego Gómez de Toledo Notario mayor del Regno de Toledo , é Don Garci Alvarez de Toledo é Ferrand Alvarez su hermano , é Iñigo López de Orozco, é Gutier Gómez de Toledo , é Pero Suarez de Toledo el mozo , é Suer Pérez de Quiñones, é Juan Rodríguez de Cisneros , é Ferrand Sánchez de Tovar, e Don Juan Rodríguez de Sandoval; é Sancho Sánchez de Rojas, é Juan Martínez de Rojas su fijo , é Iñigo Ortiz de las Cuevas , é Rui Pérez de Soto, é Pero Alvarez Osorio j é Ferrand Gutiérrez de Sandoval, é Día Gómez de Sandoval , é Diego Gutiérrez de Zavallos, é Pero Gómez de Porras el viejo, é Suer Martinez Clavero de Alcántara, é Ferrand Ruiz Girón , é Alfonso Tellez Girón, é Lope Rodríguez de Villalobos , é Pero Ferrandez Quexada, é Ruí Martinez de Solorzano , é Lope García de Porras, é Alvar González Moran , é Gómez Pérez de Porras , é Juan Sánchez de Ayala , é Men Rodríguez de Senabria , é Juan Alfonso Girón , é Martin Alfonso Tello , é García Ferrandez de Villodre , é Gómez Carrillo fijo de Pero Ruiz Carrillo , é Pero González Orejón , é Gonzalo González de Lucio , é Diego Ferrandez de Córdoba Alcayde de los Donceles , é Rodrigo Rodríguez de Torquemada , é Men Rodriguez de Biedma , é Juan Ferrandez de Tovar , é un Doncel del Rey que levaba su lanza.
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E de la otra parte de los que tenían la voz de la Reyna Doña Blanca, que se vieron con el Rey en el sobredicho lugar , eran estos cincuenta : El Infante Don Ferrando Marques de Tortosa Señor de Albarracin, é el Infante Don Juan su hermano, é Don Enrique Conde de Trastamára , é Don Fadrique su hermano Maestre de Santiago , é Don Tello su hermano Señor de Vizcaya é de Lara é de Aguilar , é Don Ferrando de Castro , é Don Juan de la Cerda , é Don Alvar Pérez de Castro , é Don Alvar Nuñez de Guzman Comendador mayor de León, é Don Lope Sánchez de Bendaña Comendador mayor de Castilla, é Pero Carrillo , é Don Ferrand Pérez de Ayaía , é Diego Pérez Sarmiento , é Pero Ruiz de Villegas , é Andrés Sunchez de Grez é Suer Yañez de Parada , é Ferrand Yañez de Sotomayor, é Pero González de Agüero , é Rui González de Castañeda, é el Arcediano Don Diego Arias Maldonado, é Sancho Ruiz de Rojas , é Ferrand Garda Duque , é Juan Rodríguez de Villegas, é Gutier Ferrandez Delgadillo, é Sancho Sánchez de Hoscoso , é Alvar Rodríguez Daza , é Juan Remirez de Guzman , é Rui Diaz de Rojas , é Pero Ferrandez de Velasco , é Juan Alfonso de Haro , é Rui Diaz Cabeza de Vaca , é Furtado Diaz de Mendoza ; é Pero Ruiz de Sandoval, é Alfonso Gómez de Lira, é Gonzalo Sánchez de Ulloa, é Lope Pérez de Moscoso, é Juan Martínez de Huelgue Freyre de Santiago Comendador de Alhange , é Don Ramón de Rocafull, é Ferrand Sánchez de Rojas, é Diego Gutiérrez Calderón , é Gómez Manrique de Uruñuela, é Alvar Rodríguez'de Bendaña Comendador de Montetemolín , é Ferrand Sánchez Manuel nieto de Don Juan Manuel, é Gómez Carrillo de Quintana, é Pero Ferrandez de Villagrande, é Ferrand Alvarez de Escobar , é Alvar Diaz de Escobar, é Juan de Herrera , é Día Sánchez de Terrazas, é Ferrand Alvarez de Nava , é Gonzalo Bernal de Quiros, é un Doncel del Infante Don Ferrando que le levaba su lanza en un caballo. E legaron todos estos Señores é Caballéros al Rey , é besáronle las manos.
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(17): Idem (4) SIC: Pag 76 y ss: Cap. I; VIII
VISTAS DE TEJADILLO Y TRIUNFO DE LA LIGA”
Aunque eran grandes las impaciencias de los ligueros para gozar del triunfo que consideraban seguro, la calma del rey los desconcertaba, no atreviéndose a dar contra éste el golpe definitivo. Y lo peor era que escaseaban ya los recursos para mantener en pie aquel ejército, siendo necesario que el Maestre D. Fadrique, que se hallaba en Toledo al lado de D.a Blanca, acudiese llevando consigo seiscientos de a caballo «é muchos dineros que habia fallado en Toledo en las casas de D. Samuel Levi, Tesorero mayor del Rey». Y hasta D.a Blanca de Borbón, dejando la pasividad de los primeros tiempos, secundaba a sus paladines, enviándoles a Medina «la mas moneda que habia podido aver»
(...)
el rey, preso en Toro, ni gobernaba el reino ni disponía siquiera de su persona. Mayor desconcierto llevó a sus filas el hecho de que D. Pedro, burlando su estrategia, llevó a D.a María de Padilla para Ureña, que eran villa y castillo más fuertes que los de Tordesillas, encomendando su defensa a alguno de sus parientes, yéndose él después a Toro, donde permanecía su madre. Antes de levantar ellos sus tiendas, pues ya ninguna utilidad podía reportarles continuar en Medina, tomaron el acuerdo de mandar al rey una última embajada (...) hablaron al rey los embajadores, repitiendo las consabidas proposiciones, pero si ellos las formularon como ultimátum, aun supo el rey darles nuevas largas respondiendo que las razones expuestas por los embajadores «eran luengas para luego responder, é que su voluntad era de verse con los Infantes, é Conde, é Maestre, é D. Tello, é D. Fernando de Castro, é D. Juan de la Cerda, é los otros grandes é caballeros que eran en su compañía, sobre todas estas cosas (...) señalándose el día y lugar determinados, y número de los que habrían de concurrir por cada parte y las armas que podrían llevar todos.
(...)
Aceptadas estas condiciones por los de la liga, salieron de Medina y acamparon en la comarca de Toro, para estar más cerca del rey, sentando D. Enrique y D. Fadrique su campamento en Morales, aldea próxima a la plaza; el Infante D. Juan, D. Tello y Don Juan de la Cerda en Siete Iglesias y todos los otros en San Ro­mán de Ornija, en cuya iglesia, de cuerpo presente, guardó también ceremonia el asendereado cuerpo del altivo Alburquerque (...) llegado el día de las vistas, acudieron las dos partes a Tejadillo, en impresionante pie de igualdad por estar Tejadillo equidistante de Toro y de Morales, ser igual al número de los parlamentarios y no haber la menor diferencia en la clase de armas que consigo llevaban. En cuanto a éstas se permitió que todos vistiesen lorigas, con diversas piezas de armadura, y que tuviesen espadas; pero sólo se consintió usar lanza al rey y al infante D. Fernando, sin duda en razón a su categoría de presunto heredero de la corona, o acaso para igualar los dos bandos.
(...)
Aceptadas estas condiciones por los de la liga, salieron de Medina y acamparon en la comarca de Toro, para estar más cerca del rey, sentando D. Enrique y D. Fadrique su campamento en Morales, aldea próxima a la plaza; el Infante D. Juan, D. Tello y Don Juan de la Cerda en Siete Iglesias y todos los otros en San Ro­mán de Ornija, en cuya iglesia, de cuerpo presente, guardó también ceremonia el asendereado cuerpo del altivo Alburquerque; y llegado el día de las vistas, acudieron las dos partes a Tejadillo, en impresionante pie de igualdad por estar Tejadillo equidistante de Toro y de Morales, ser igual al número de los parlamentarios y no haber la menor diferencia en la clase de armas que consigo llevaban.
(...)
Habló por éste Gutier Fernández de Toledo, mesurado en la expresión, valiente en cuanto a los derechos de la corona, conciliador en lo demás y celoso por los intereses del reino, y terminado su discurso, dijo al rey si era aquello lo que le había mandado decir, contestando el rey, que sí. Este discurso desenmascaró a los contrarios, pues anteponiéndose a su manifestación les hizo ver que D. Pedro conocía bien el motivo de su rebeldía, ya que, aunque ponían por delante el hecho de la reina D.a Blanca (...) Díjoles también que siempre fué derecho de los reyes elegir sus privados, pero que él tenía voluntad de honrar a todos, y que si hubiese en el reino o en su casa oficios que a ellos perteneciesen, que se los daría y que les haría otras muchas mercedes. Les rogó que despidiesen sus gentes allí reunidas, por los daños que ocasionaban y no parecer bien que estuviesen en aquella actitud cerca de su persona, y terminó añadiendo que enviaría por D.a Blanca y que la traería como a su mujer, honrándola según debía.
(...)
En nombre de la liga habló el padre del cronista, disculpando ante todo a sus amigos por ir armados a su presencia en uso del permiso que les había dado, aunque reconociéndolo todos por rey y señor natural; afirmó, en contra de lo dicho por Gutier respecto a D.a Blanca, que verdaderamente su intención era pedir que ésta fuera honrada y traída con él; culpó a D.a María de Padilla y a sus parientes de haberle aconsejado el traslado de aquélla a Toledo, defendiendo a los que allí se pusieran al servicio de la misma, y repitió las peticiones ya hechas anteriormente, concluyendo su discurso con una proposición que agradó a D. Pedro por lo bien que se ajustaba a su plan antes dicho, de ganar tiempo, y fué que designase cuatro caballeros, que con otros cuatro de la liga, conviniesen en lo que debía hacerse por su servicio, seguridad de los caballeros y pro del reino. Ofreció hacer la designación, y terminaron las vistas, besándole todos las manos. Él se marchó a Toro y los de la liga volvieron a sus campamentos.
(...)
Pasados días, como viesen los últimos que el rey no daba señales de cumplir lo convenido y que, por el contrario, traía con algunos las hablas referidas, siéndoles ya imposible continuar allí por escasear las subsistencias, acordaron ir todos para Zamora, que era tierra rica y bien guardada; y en recio contraste desfilaron por delante de Toro, con el cuerpo de Alburquerque en andas, cubiertas de ricos paños, en número de cinco mil de a caballo y mucha gente de a pie, en tanto que D. Pedro sólo contaba con ochocientos hombres. Desde fuera de las murallas pudo éste presenciar el paso del ejército enemigo, y tal vez temiendo el peligro que podría correr D.a María de Padilla, marchó también, el mismo día, para Ureña, donde hemos dicho la había dejado. Y entonces se dio el caso inaudito, colmo de las defecciones, de que la reina madre, a media noche, contra toda ley divina y humana, enviase cartas a los rebeldes, que pernoctaban en un pueblo del camino, enterándolos de la ausencia de su hijo, llamándolos y ofreciéndoles acogerlos en aquella plaza. Con la natural satisfacción Volvieron ellos a levantar sus reales y el alba del nuevo día los vio entrar en Toro, a donde acudieron también a su llamamiento D.a Leonor de Aragón, la mujer de D. Enrique, y la viuda del insepulto Juan Alfonso.
La reina madre selló el pacto con los hijos de aquella odiada rival, que hiciera su víctima en Talavera de la Reina, regalando a D. Enrique la villa de Palenzuela, que fuera de D.a Leonor, por donación del rey Alfonso y que ahora era suya por bondad de su hijo.
(...)
Llegado este momento trágico cambió ya el temperamento de la liga y desaparecieron aquellos aparentes respetos con que, en medio de violencias, era tratado el rey. Todos los conjurados «en acuerdo é consejo é mandamiento de la reyna Da Maria madre del Rey, é de la Reyna Da Leonor de Aragón enviaron sus cartas al Rey, que fuese la su merced de venir para Toro, é que alli se ordenarían todas las cosas que cumplían a su servicio». Llevaron estas cartas a Ureña los caballeros D. Juan Rodríguez de Sandoval y Juan González de Bazán quienes, también de palabra, intimaron a D. Pedro «las razones que las reinas D.a Maria, é D.a Leonor, é los Señores que eran en Toro le facian saber». El conflicto había llegado de este modo al principio del fin.
(...)
Pero una inspiración caballeresca del más pundonoroso de sus amigos de entonces salvó la situación. Fué éste Fernández de Henestrosa que, aun cuando otros opinaban en contra, él aconsejó al monarca que fuese para Toro y que allí se arreglase con aquella gente, y que ni por él ni por D. Diego García-que seguramente eran los más odiados por sus perseguidores—pusiese en aventura su reino, ya que estando entre ellos el infante D. Fernando, que era heredero en Castilla, fácilmente podría ser tomado por rey (.... ) el rey decidió ir para Toro al otro día, como lo hizo, acompañándolo únicamente el hidalgo caballero, su canciller Fernán Sánchez de Valladolid y su tesorero Samuel Leví, además de algunos oficiales y hasta cien hombres de muías que no pudieron entrar con él en la plaza. No expresa la crónica de Ayala que medidas de seguridad haya tomado antes respecto a la persona de D.a María de Padilla”
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(18): Idem (4) SIC: pag 83 y ss.; Cap. I; IX:
PRISIÓN DEL REY EN TORO Y SU EVASIÓN
Para fijar de un modo aproximado la fecha memorable de la entrada y prisión del rey en Toro, nos han quedado tres documentos de plena eficacia, fechados dos de ellos fuera de aquella plaza y fechado el otro dentro de la misma. Los primeros, mencionados por Argote de Molina, presentan a D. Pedro sólo, demostrando corresponder al breve período en que abandonado por su madre, que dejándolo en Tordesillas había ido para Toro, gobernaba por sí, sin limitación alguna. Son la carta escrita en 28 de Octubre de 1354 al infante de Aragón, lugarteniente de aquel reino, que dejamos transcrita, y el privilegio que otorgó en 10 de Noviembre siguiente, haciendo donación de Villafranca de Valcárcel a D. Juan Alfonso de Benavides. De ambos se deduce que la salida de De ambos se deduce que la salida de Llerena (URUEÑA) no pudo tener lugar antes de la segunda quincena del mencionado Noviembre de 1354. El tercer documento está fechado en Toro en 3 de Diciembre, y corresponde a los que en Toro le fueron impuestos por la Liga triunfadora, conteniendo la donación de la villa de Guardo, su fortaleza y términos, a Juan Rodríguez de Cisneros y ordenando al adelantado mayor Garci Fernández Manrique que respete esta merced.
Noticiosos los de Toro de la resolución de D. Pedro, salieron de la plaza a recibirlo y su encuentro determinó la escena más cómica que imaginarse pudiera. Ofrecióse allí el rey en plena confianza a sus enemigos y mostráronse éstos hipócritamente respetuosos y hasta serviles. El primero les dio la paz emocionado, besando a todos en la boca y ellos, arrodillados, besáronle la mano demandándole perdón (....) así, entre las reinas viudas, D.a María y D.a Leonor, los infantes, los bastardos y otros muchos conjurados, entró en Toro el desgraciado monarca y tras él se cerraron las puertas de la plaza sin que se permitiese el paso a más gente suya que a los mencionados Fernández de Henestrosa, Fernán Sánchez y Samuel Leví, que con él desde aquel momento fueron considerados prisioneros.
Cierto es que no lo pasaron bien los tres servidores del rey: a Fernán Sánchez le arrebataron los sellos y a Samuel Leví los tesoros, poniendo al primero, con Fernández de Henestrosa, bajo la guarda del infante D. Fernando, y al segundo bajo la del bastardo D. Tello. Y al triste monarca lo recluyeron en unas casas que allí poseía el Obispo de Zamora, dándole de Camarero mayor a otro de los bastardos, a D. Fadrique, quien, para mayor vejación, confió su inmediata custodia al enemigo personal del prisionero (...) El triunfo postumo de Alburquerque superaba a todos los cálculos, pero la ambición de sus aliados vino pronto a destruirlos, evitando que los triunfadores gozasen mucho tiempo la satisfacción alcanzada (...) Cumpliendo la voluntad del tristemente célebre organizador de la Liga, llevaron los conjurados a Espina el cuerpo de D. Juan Alfonso, de esta vez si que pudiera decirse en triunfo, celebrándose por él en aquel monasterio grandes exequias, a las cuales asistieron su viuda y el que había sido su camarero mayor, Rui Díaz Cabeza de Vaca, la reina Da. Leonor, el bastardo D. Tello, D. Juan de la Cerda y otros caballeros; y aun eso fué poco para el merecimiento contraído.
Reducido el rey a la condición de pupilo, supo hacerse superior a las circunstancias, disimulando su justa cólera hasta el extremo de firmar sin protesta cuanto sus opresores quisieron que firmase o dejando que ellos firmasen en su nombre cuantas cartas reales tuvieron por conveniente, que muchas debieron ser, aunque ahora no se conozcan, toda vez que, uno de sus primeros acuerdos al verse libre, fué revocarlas (...) Y nadie pensaba ya ni en el abandono en que se hallaba D.a Blanca de Borbón ni en las preferencias del rey por Da María de Padilla «con quien a muchos decían estar aquel casado» (...) Pero tal estado de cosas no podía ser duradero, porque Don Pedro, con habilidad sin igual, había sembrado entre ellos la cizaña, y como cada cual aspiraba en secreto a acrecentar su personal fortuna, faltaba ya el estímulo de la finalidad común, y todos, unos a espaldas de los otros, adulaban al prisionero esperando ser los más gananciosos. Aprovechando D. Pedro esta disposición de ánimo, no fué parco en promesas y así, cautelosamente, fué preparando el día de su libertad, tal vez en reserva sólo para su madre y para los bastardos. Estos no podían admitir promesas porque ya lo tenían todo en la mano.
Salía el rey a cazar cuando se lo consentían, aprovechando tan buena ocasión para ultimar cada uno sus tratos, pensando también los tiranos, hacer así más llevadera la vida del cautivo; pero éste iba siempre vigilado, montado en una mula y seguido de cerca por mil hombres cuya dirección corría por turno entre los principales enemigos (...) Quieren suponer algunos que fué D. Tello quien, en el momento oportuno, facilitó la evasión al monarca; pero no es así. Ni éste, ni sus hermanos, ni su madre D.a María, habían hecho con aquél trato alguno (...) Ayala calla la intervención que en este suceso tuvo D. Fernando de Castro, y sólo dice que el rey montó temprano, para ir de caza una mañana que había mucha niebla, y cuando se vio lejos de la Villa, apretó el andar cuanto pudo y se marchó camino de Segovia, yendo con él hasta doscientos de mulas y de caballo y D. Samuel Leví que ya andaba en libertad sobre fianza por mucho dinero que había dado a D. Tello.
Pag 91 y ss: Cap. I; 10:
CAMPAÑA EMPRENDIDA POR D. PEDRO CONTRA LOS REBELDES NO SOMETIDOS AUN
A SU OBEDIENCIA
Fugado D. Pedro de Toro en la forma que hemos dicho, fué su primer cuidado ver a Da. María de Padilla en su segura residencia, y así, en una sola carrera, aunque renovando dos veces las monturas, llegó a Tordesillas, donde comió ; y desde allí marchó a Segovia que, alzada durante su cautiverio por la reina madre, no había admitido aún otra autoridad , llegando de noche a la misma. Desde esta ciudad, en la que pasó breves días, escribió a diversas Villas y lugares participándoles lo sucedido y revocando las cartas que en Toro se dieran en su nombre.
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(19): JULIO SOMOZA
Gijón en la historia general de Asturias. Volumen II, Tiempos medievales.
Oviedo, 1908; Talleres de La Cruz
En esta interesante obra, Julio Somoza García Sala, expone la tesis de Jovellanos acerca de estos dos caballeros de Gijón: ALVAR GONZÁLEZ MORÁN y GARCÍ MORÁN. Considerando al primero el padre del segundo y a ambos el tronco común del linaje Morán-Lavandera (o Moran de Labandera). Siendo posible que Jovellanos mantenga este como el origen de los Moran-Lavandera al estar emparentado con ellos.
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En la página 653 de este Tomo II, Julio Somoza expresa que los únicamente astrurianos (entre los nobles destacados en el siglo XIV) estaban los Morán y los Valdés. Sus palabras son las siguientes:
"Por genuniamente locales estimamos a Alvar González Morán y a Garcí Morán su hijo y al Señor de Beloño (en cenero), Arias Gónzales de Valdés. Del primero supone Jovellanos que descienden las familias gijonesas de los Morán y Alvargonzález (Gijón en la Edad Media; pag 25) (....) A Alvar González Morán (que seguía la causa de Don Pedro contra el conde de Gijón) debió el monarca la conservación de Salamanca cuando los coligados quisieron ocuparla en 1354 (ibidem 26)".
En otros capítulos nos hablará de esos Morán y de Garcí Morán (alcaide del castillo de Montiel) que acompañó a Don Pedro en sus últimas horas.
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De cómo María de Padilla salva las vidas de Alvar Gónzalez Morán y de Alvar Pérez de Castro, trata un capítulo que nos narra López de Ayala en su "Tercer Año", Cap XXIV.“Como Doña Maria de Padilla envió apercebir á Don Alvar Pérez de Castro , é á Alvar González Moran que non fuesen al Rey”.
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Muy interesante es también la obra de Ramón Ma. Alvargónzalez
ALVAR GÓNZALEZ MORÁN Y GARCÍ MORÁN; dos caballeros asturianos en las luchas nobiliarias castellanas del siglo XIV (Boletin del Instituto de Estudios Asturianos, Nº 80) OVIEDO 1983
Donde el autor dice no reconocer que la familia Alvargónzalez tenga el origen en este caballero. Pese a ello, comenta cómo Jovellanos afirmaba que los Morán de Lavandera procedían desde aquellos dos caballros de Don Pedro (quizás por estar emparentado Jovellanos con estos Morán-Labandera). Sea como fuere, es sabido que este es el origen del apellido Gómez-Morán es este de los Morán-Lavandera; que desciende de José Gómez Morán de Labandera, cuyos hijos pasaron a llamarse a comienzos del pasado siglo: Gómez-Morán.
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(20): Idem (4) SIC: Pag 288 y ss. CAPÍTULO III; VIII
DE SEVILLA A MONTIEL
Y así, desbandados y ciegos llegaron a Montiel, acampando D. Pedro con muy poca gente en la villa o próximo a ella y esparciéndose los demás por las aldeas inmediatas, «ca de ellos posaban dos leguas dende, e otros a una legua de Montiel» (...) No está muy claro en la vulgar si D. Pedro en aquella noche, 13 de Marzo, acampó en el lugar o si se acogió al castillo, pero aclara esta duda la abreviada refiriendo que, en llegando él a ojo de dicho castillo vino a él un mandadero del alcaide manifestándole que lo acogería en el mismo, aunque lo tenía por el maestre de Santiago, y que el rey fué para allí, apoderándose de la fortaleza y de la villa, y que si bien el castillo era pequeño, estuvieron dentro, él y todos los suyos. Esta entrada en la fortaleza la aprovecha el cronista para encuadrar la última conseja de su desdichada leyenda, diciéndonos que al entrar D. Pedro en el castillo vio una piedra que estaba en la torre del homenaje, que decía: «esta es la torre de la Estrella», considerándose entonces perdido porque muchas veces le habían pronosticado grandes astrólogos que en la torre de la estrella había de morir. El alcaide del castillo, leal caballero, se decía Garci-Morán y era asturiano.
Su buena (de Enrique) suerte quiso que ya próximo a Orgaz, se uniese a él Duguesclín, quede Francia Venía con las ofrecidas lanzas, habiendo atravesado Aragón sin dificultad alguna, y con tal refuerzo continuó hasta alcanzar al rey en el mismo campo de Montiel. Ni la oscuridad de la noche lo contuvo, que su gente, siempre sobre aviso, ponía fuegos por la tierra para Ver mejor el camino (...) Sobresaltados los del castillo con tales luminarias, que se distinguían hasta dos leguas, advirtieron al rey del suceso; mas una fatalidad invencible perseguía a éste. Suponiendo que las fogatas fuesen obra de las fuerzas de los traidores Muñiz y Mejía, no dio a esos providenciales avisos significación alguna, y tranquilo y confiado pasó la noche sin otra precaución, más que la de enviar sus cartas a todas sus gentes para que se juntasen con él al rayar el alba. Y hasta esa previsión fué ineficaz, porque los portadores de las cartas, después de largo caminar, sólo pudieron, sin llenar su cometido, confirmar la presencia del enemigo y correr desolados a comunicar a D. Pedro la sorprendente realidad, cuando no había ya tiempo ni forma para dominarla.
(…) llegando Duguesclín, que había quedado atrás, perdiendo tiempo en atravesar un paso difícil, la derrota fué completa y arrastrado por los fugitivos, tuvo que meterse al fin, con algunos caballeros de su séquito en el castillo seguido de cerca por el Vegue de Vilaines que corrió tras él hasta la barrera (...) Así es que, no bien se había alzado el rastrillo de la fortaleza, ya toda salida de allí se hacía imposible (...) Y, sin embargo, aún pensó el desgraciado monarca en salir, en la confianza de que si lograba hacerlo y entraba en Toledo todavía haría salir del reino a D. Enrique”.
Pag 290 y ss. Cap. III, IX:
MONTIEL
Encerrado D. Pedro por su mal en el castillo de Montiel, donde la noche anterior había descansado con tanta confianza, pensó astutamente D. Enrique acabar con él, cercándolo, de manera que toda salida fuese imposible. La configuración del terreno favorecía extraordinariamente su proyecto, porque aquella fortaleza asentaba en lo alto de un cerro de forma cónica, de unos 80 metros de altura, y abriendo en la base circular del cerro anchas trincheras reforzadas con tapias de piedra seca, que el mismo cerro le ofrecía abundantemente, ni un pájaro podría evadirse sin ser visto y cazado (...) En Vano intentó el alcaide, Garcí Moran, engañar a los sitiadores, haciendo descender hasta la tapia un heraldo que les hiciese creer que D. Pedro no estaba allí y ofreciéndoles rendir la plaza si éste no la socorría en el término de un mes. El mensaje fué recibido con burlas, y el mensajero llevó la repuesta de que antes del mes, el castillo y D. Pedro estarían en poder de D. Enrique, puesto que lo habían reconocido cuando allí se refugiara
(…) aún así, con tan estrecha prisión y faltos de todo auxilio, pudieron los sitiados resistir Valerosos durante varios días, oyendo los denuestos de aquella gentuza que se acercaba de noche a las barreras para hacer mofa del infeliz monarca. Era éste un hábil tirador de ballesta y no cesó de hacer buenos tiros sobre los insultadores, disparando sobre ellos al tino de la palabra, consiguiendo herir a muchos (...) perdida ya toda esperanza de salvación, no fué la voz conmovida de Men Rodríguez de Sanabria, la que se dejó oir para proponer al monarca una fantástica fuga, sino la voz traidora de Beltrán Duguesclín que motu proprio buscó modo de hablarle, pidiéndole grandes concesiones a cambio de ponerlo en salvo en el reino de Granada (...) queda, como verdad demostrada, que viéndose perdido el rey concertó a Men Rodríguez, camarada en otros tiempos de Duguesclín, que hablando con él, desde el castillo, le pidiese una entrevista secreta. Hízolo así el'fiel castellano, y en el silencio de la noche conversaron ambos, proponiendo Men Rodríguez al francés librar a D. Pedro de aquel encierro, dejándolo salvo y seguro, haciéndose él de su partida y recibiendo engaje las villas de Soria, Almazán, Atienza, Monteagudo, Deza y Serón por juro de heredad, más 200.000 doblas de oro castellanas.
Ofreció, en efecto, D. Enrique al aventurero francés, darle las mismas villas y dinero que D. Pedro le prometía, a cambio de que lo hiciese ir engañado a su posada, fingiendo que lo pondría en salvo como él deseaba, y que en cuanto el confiado rey estuviese en aquélla, se le diese aviso. Fué tan infame esta combinación, que hasta el mismo Duguesclín, al parecer, se resistió a entrar en ella (....) Hizo creer Duguesclín a Men Rodríguez su conformidad en lo propuesto, y para engañarlo mejor, y engañar al rey, le garantizó que pondría a éste en salvo y que algunos de sus deudos, interesados ya en ello, hicieran entre sí grandes juramentos (...) Túvose por seguro D. Pedro, y en una noche triste, Vestido con . una armadura de hojas, montado en su caballo y acompañado de D. Fernando de Castro, Diego González de Oviedo, Men Rodríguez de Sanabria y pocos más, cuyos nombres nos son desconocidos, aventuróse a salir de la fortaleza y fuese para la posada del francés.
Descabalgó en llegando allí, y a poco, impaciente ya, dijo a Duguesclín: «caValgad, que ya es tiempo que Vayamos», mas nadie le respondió, porque se esperaba la Venida de D. Enrique, a quien habían pasado el aviso convenido. Comprendió el rey la traición y quiso montar de nuevo, pero fuéle imposible, porque uno de los que allí estaban trabó de él, diciéndole: «esperad un poco» y no lo dejó partir (...) D. Enrique en tanto habíase armado de todas sus armas, sin olvidar el bacinete en la cabeza, e impaciente a su vez, esperaba el aviso, y tan luego supo de la presencia del rey en la posada, fuese a ella, dudando al entrar cuál de los que allí estaban sería su hermano, que tiempo hacía que no lo había visto y no lo conocía. Uno de los cómplices de Duguesclín díjole entonces: «catad que este es vuestro enemigo» y cómo aún dudase D. Enrique, exclamó aquél valientemente y por dos veces: «yo só, yo só».
Hiriólo don Enrique en el rostro con una daga y no tuvo D. Pedro otra defensa que abrazarse a él, cayendo ambos en tierra, donde con otras heridas sucumbió y quedó la traición consumada. La realidad es ésta: al exponerla Ayala pinta en tonos magistrales la perfidia del bastardo, la doblez de Duguesclín, la villanía de los secuaces de éste y de todo cuanto hace falta para que el lector conozca la horripilante escena. ¿Qué hubo más? Seguramente que sí, pero de lo referido no puede borrarse la más mínima parte.
En las notas que Llaguno pone a este capítulo de la crónica, dice que un autor catalán, que fué de aquel tiempo y no se dice su nombre, añade después de referir lo mismo que el cronista, que Oliver de Manny fué quien guió al rey hasta la tienda de su primo, que cuando D. Pedro vio que lo guiaban por aquel camino, se tuvo por muerto, y que en la tienda, cuando abrazados los dos hermanos cayeron al suelo, quedó debajo D. Enrique, el cuál hubiese perdido la vida si D. Pedro tuviera una arma con que poderlo ejecutar. Que entonces el vizconde de Rocaberti dio un golpe de daga a D. Pedro, trastornándolo de la otra parte, y que, finalmente, D. Enrique estuvo sobre él y lo mató, y le cortó la cabeza con sus manos y echáronla a la calle y pusieron el cuerpo en el castillo sobre las almenas, entre dos tablas.
Pedro IV en su crónica. Esta dice lo siguiente (...) al verlo el rey D. Pedro, hizo ademán de defenderse, pero al cabo los que estaban con el rey D. Enrique le dieron muerte, y luego le cortaron la cabeza, la cual dicho D. Enrique hizo llevar a Sevilla». Del último detalle hay pruebas contrarias, porque la cabeza, o sea su mísero despojo, se conserva en el mismo sarcófago que encierra los otros restos de aquel desventurado rey
De los trabajos que los historiadores portugueses dedicaron a describir la escena de Montiel, es seguramente el más importante el del cronista Fernando Lopes (...) escribiendo en sus libros, que viéndose D. Pedro en poder de su hermano y cómo era traicionado, se lanzó a él fieramente, diciendo: «Oh traidor, aquí estás tú», y como hombre de gran corazón quísole dar con una daga que le habían quitado, y como no la halló le echó los brazos y dio con él en tierra; mas entonces, Fernán Sánchez de Tohar, que era uno de los caballeros que D. Enrique llevaba consigo, arrancó de encima a D. Pedro y volteó sobre él a D. Enrique; y de esta manera fué muerto el rey que, a no ser así, si los dejan solos, créese que D. Pedro matara a su hermano».
Dos traidores resultan por estos relatos causantes, con D. Enrique, de la infame muerte dada a D. Pedro: uno Duguesclín, cuyas bellaquerías oscurecen totalmente la gloria que, como feliz caudillo, pudo ganar en su patria. Otro, el vizconde de Rocaberti, que prestando ayuda a D. Enrique en aquel solemne momento en que ambos hermanos luchaban a brazo partido, aunque armado D. Enrique y desarmado D. Pedro, agravió a éste poniéndolo debajo del primero”.
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(21): PEDRO I de Castilla (Wikipedia), SIC:
El Justiciero o el Cruel. Trascendencia en la literatura y las artes: El reinado de Pedro fue fructífero para las artes y las letras. Por orden suya se erigió el palacio mudéjar que lleva su nombre sobre los restos del Alcázar de Sevilla, palacio de los antiguos reyes musumanes (...) También dejó recuerdo en Carmona, donde mandó erigir el imponente Alcázar de Arriba, hoy en ruinas, sobre los cimientos de una antigua fortaleza musulmana, y lo dotó con estancias similares a las del Alcázar de Sevilla. De él hizo una de sus residencias favoritas (...) Igualmente ordenó la fortificación del llamado Áccázar de la Reina, cerca de la Puerta de Córdoba en Carmona, luego demolido por orden de los Reyes Católicos (...) En Toledo y en otras muchas partes los judíos defendieron con decisión la causa del rey don Pedro. Este los protegió sin vacilar y trabó amistad con varios de ellos (...) Los cronistas contemporáneos de Pedro lo calificaron de el Cruel; pero en los siglos XVII y XVIII aparecieron defensores, e incluso apologistas, que lo apellidaron el Justiciero (...) La tradición popular ha visto en este monarca un rey justiciero, enemigo de los grandes y defensor de los pequeños; hay motivos históricos para ello, pues, en efecto, mandó que se elaborase el BECERRO DE BEHETRÍAS DE CASTILLA (1352) que consignaba los derechos de algunos súbditos a elegir su señor contra las pretensiones de la nobleza en las Cortes de Valladolid, de 1351, de que se sustituyeran por señoríos solariegos. Además, el pueblo recelaba de la nobleza, por lo que las venganzas del monarca, que recaían por lo general en aquella clase, a menudo fueron percibidas como legítimos actos de justicia (...) Es importante recordar que su fama de cruel es consecuencia de cuanto expresa PEDRO LÓPEZ DE AYALA en su CRÓNICA DE LOS REYES DE CASTILLA, escrita durante el reinado de su enemigo y sucesor, su medio hermano Enrique II, a cuyo servicio trabajaba este canciller. En siglos posteriores, sin embargo, su figura fue reivindicada por sus descendientes en la realeza y la nobleza (...) En el siglo XIX se revitaliza la historia del rey don Pedro gracias al Romanticismo y su retorno a la temática medieval (...) La opinión actual, generalizada entre los historiadores, es que Pedro I de Castilla no fue más ni menos cruel que sus coetáneos. Tal vez el mejor romance sobre don Pedro es "A los pies de don Enrique", porque equilibra a ambos contendientes en el duelo: Riñeron los dos hermanos / y de tal suerte riñeron / que fuera Caín el vivo / a no haberlo sido el muerto"
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(22): IDEM (16) , ÍNDICE de las Crónicas de López de Ayala:
AÑO QUARTO.
V: Como el Rey Partió de Torrijos para ir á Valladolid para facer sus bodas: é como dexó á Doña Maria de Padilla en Montalvan.
VI: Como el Rey oviera de pelear con el Conde Don Enrique en Cigales ; é como vinieron el Conde é Don Tello á la su merced
VII: Como fizo el Conde Don Enrique quando sopo en Cigales que venia el Rey.
XI. Como el Rey Don Pedro fizo bodas en Valladolid con la Reyna Doña Blanca de Borbon.
XXII: Como el Rey partió de Valladolid é fue a Olmedo , é como vino y Doña María de Padilla : é de las pleytesias que traía Don Juan Alfonso de Alburquerque con el Rey.
AÑO QUINTO
XXVIII. Como el Maestre Don Fadrique , que estaba en Toledo , vino para Medina del Campo , dó estaban los otros Señores.
XXIX. Como estos Señores que estaban en Medina enviaron sus Mensageros al Rey : é de la pelea que fué en Toro entre algunos Caballeros.
XXXIII. Como los Infantes de Aragón Don Ferrando é Don Juan , é el Conde Don Enrique , é los otros Señores pasaron delante de la villa de Toro , donde el Rey estaba : é como el Rey partió de Toro , é la Reyna Doña María su madre envió por los Señores , é los acogió en Toro.
XXXVII Como levaron el cuerpo de Don Juan Alfonso á entemr á el Monesterio del Espina.
XXXVIII. Como el Rey se partió de Toro , é se fue para Segovia.
XXXIX. Como el Rey envío demandar a los que estaban en Toro , que le enviasen sus sellos é la Chancilleria que dejara y.
AÑO SEXTO
XII. Cómo el rey fiel para Todo, do estaba la rayna Da.Maria su madre , é el Conde Don Enrique y D. Fadrique, su hermano.
XIII. Como el Rey partió de Morales , é fue para Valderas , é la fizo combatir , é non la pudo tomar : é como tornó otra vegada , é la tomó: é como combatió á Rueda.
XVII. Como el Rey partió de Morales , é puso su Real en las huertas de Toro.
XX. Como fué tomada la torre de la puente de Toro por las compañas del Rey.
AÑO SÉPTIMO
I. Como algunos vecinos de Toro traian fabla con el Rey Don Pedro de le dar la villa de Toro : é como el Maestre Don Fadrique se vino á la su merced.
II. Como el Rey entró en Toro , é mató algunos Caballeros , é prisó la Condesa Doña Juana , é lo que y acaesció.
III. Como el Rey Don Pedro cercó la villa de Palenzuela, é lo que se ordenó alli.
IV. Como el Rey después que tomó á Palenzuela fué á Oterdesillas , é del torneo que se fizo alli.

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