domingo, 4 de noviembre de 2018

DE LAS NOCHES DE SAMAÍN AL DÍA DE TODOS LOS SANTOS.


Las leyendas contienen un texto escrito en negro y se acompañan de imágenes con un amplio comentario explicativo (recogido en rojo y cuya finalidad es razonar ideas). Si desea leer el artículo entre líneas, bastará con seguir la negrilla y las letras rojas destacadas.
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SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Grabados en los que se representa el “Hombre de Mimbre” (Wicker Man) -del libro “A tour in Wales” escrito por Thomas Pennant (1726-1798)-. Estas grandes cestas antropomórficas construidas con ramas y varas, eran usadas por los sacerdotes celtas para celebrar las noches de Samaín (fiesta que se corresponde con nuestro actual Halloween). En ellas introducían a personas -convictas, enemigos o irreverentes al grupo- para abrasarlas en las ceremonias nocturnas de adoración al final de la temporada estival o de calor (el llamado Samaín). Festividad que conmemoraban en fechas equivalentes a nuestros días primeros de noviembre y donde sus sacerdotes rendían culto a los muertos. Realizando unos tremendos rituales; sacrificando humanos en favor de sus difuntos, introducidos en cestas de madera y mimbre que prendían. Las ceremonias se relacionaban con el fuego, habida cuenta que desde estas fechas se hacía imprescindible la hoguera en el interior de las casas -en el “hogar”; la chimenea que protegía al hombre, tal como el calor del Sol lo había hecho hasta esos días en que comenzaba el invierno climatológico-. Así pues, al llegar Noviembre, el fuego de Samaín era el más sagrado bien que regalaban los bosques a los fieles; por cuanto los druidas le rendían el mayor de los tributos, entregando esas piras sagradas (donde ejecutaban a las víctimas propiciatorias). Ello dio origen a lo que hoy llamamos Halloween; cuyo verdadero nombre es “víspera de Todos los Santos” (All Hallows´Eve) o bien “Fiesta de los difuntos”; un nombre y cultos de origen celta, que la civilización romana y el cristianismo lograron erradicar, o sustituir.
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INTRODUCCIÓN:
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Cuanto hoy vamos a narrar sucedió hace casi veinticinco siglos; cuando esas lomas hoy llamadas Montes Torozos pertenecían una gens celtíbera denominada Vaccea (1) . Aquella tribu ibérica se asentó principalmente en las provincias de Valladolid y Zamora; aunque se extendieron también por el Sur de León y Palencia, el Oeste de Soria y el Norte de Salamanca, Ávila y Segovia. Su “urbe capital” fue el yacimiento de Pintia (en Padilla de Duero, junto a Peñafiel); pese a que tuvieron otros muchos oppidum, principalmente cerca del Duero (2) . Al parecer, llegaron a la Meseta entorno al siglo VI a.C.; procedentes de zonas cercanas a la actual Bélgica y “empujados” por las hordas germanas -que expulsaron hacia el Sur a otros pueblos más civilizados y menos feroces-. Así, las diferentes gens celtas, en su venida hasta nuestras tierras, importaron diversos ritos y costumbres originarias; aunque también adaptaron las del lugar donde se establecieron, llegando a mezclarse con población autóctona y generando de ese modo los pueblos celtíberos -entre ellos, el denominado Vacceo-.
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Por todo lo expresado anteriormente, hemos de saber que hablamos de unos días en que la población vecina a Mota del Marqués y hoy llamada Tiedra, era un castro de esta tribu prerromana, denominado Amallóbriga (3) . Ciudad celtibérica todavía sin excavar y que antaño se identificó con diferentes puntos de la zona; especialmente con Villasexmir y Villabrágima (quizás atendiendo a paralelos fonéticos). Aunque finalmente Amallóbriga se ha localizado en el llano frente a la ermita de Tiedra; sito al lado Oeste de esa población y que dista a unos siete kilómetros de Mota del Marqués. Allí no solo parece que estuvo el mencionado “castro” vacceo, sino que asimismo muy cerca debió situarse la linde entre esta tribu ibera y la de los vettones. Refiriéndonos a zonas próximas a la actual ciudad de Toro; otra urbe vaccea y entonces denominada Albocela (4) . Donde apareció un enorme bovino de granito; lo que hace deducir que pudo haber gran influencia vettona, o bien un embarcadero de ambos pueblos en el Duero (pese a que la frontera entre esas tribus se situaba en el Tormes). Dado que el rasgo común de los vettones (5) fue inundar sus dominios con esos enormes toros y cerdos de piedra. Esculturas graníticas representando verracos o bueyes, como la que podemos ver junto al Alcázar de Toro; lo que me hace suponer que en la antigua Albocela vivieron vettones, junto a los vacceos.
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Asimismo, a poca distancia de Amallóbriga (Tiedra) y hacia el norte, se situaba otro de los grandes castros ibéricos, denominado Uruníngica (6) . Un lugar que se identifica comúnmente con la actual villa de Urueña -pese a que hay quienes lo sitúan en el poblado de Irueña (Fuenteguinaldo)-. Quedaban así estas tres importantes urbes vacceas en linea, distando aproximadamente una jornada entre la primera y la última; al haber unos 25 kilómetros desde Toro a Tiedra y otros 15 desde esta hasta Urueña. Por su parte, al margen del Duero y muy cerca de aquellas tres ciudadelas celtibéricas (Albocela, Amallóbriga y Uruníngica), se elevaban otras importantes poblaciones de la época; como fueron Septimancas (Simancas) (7) o Acontia (Tordesillas) (8) . Ello concedía a esta zona comprendida entre el Duero y el Bajoz una gran importancia en época prerromana; siendo un paso navegable que llegaba a unir la Meseta con zonas próximas al Atlántico. Pues por entonces, el Duero tanto como muchos de sus afluentes, fueron transitables durante largos tramos; facilitando el viaje en pocas jornadas desde la actual Valladolid hasta Oporto.
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SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Arriba, mapa de la zona, donde se contienen las localizaciones de Amallóbriga (Tiedra), Uruníngica (Urueña), Albocela (Toro), Acontia (Tordesillas) y Septimancas (Simancas). En el mitad de ellas, al sur de Tiedra y marcado con una letra “C”; el valle central donde se supone que celebraban los vacceos sus festividades de Samaín (los difuntos) y de Beltené (primavera) (9) . Se denomina Marundiel (Arroyo de Marundiel) y sus orígenes toponímicos al parecer se remontan a la época en que allí se realizaban los ritos celtibéricos; naciendo de una crasis que inicialmente significaría “Mar-en-cielo”.
A lado, fotografía del la escultura vettona aparecida en la ciudad de Toro, representando un gran astado en granito. A mi juicio, el hallazgo de este verraco en una zona teóricamente vaccea, significaría no solo el enlace cultural y social entre ambas gens ibéricas. Además indicaría que esta urbe llamada Albocela (en territorio vacceo), posiblemente fue un embarcadero usado por los vettones para comerciar e intercambiar sus mercancías a través del Duero.
Abajo, lugar donde se considera estuvo Amallóbriga, junto a la actual Tiedra. Observemos las tejas y piedras existentes en el terreno; tégulas y empedrados que se consideran procedentes de la antigua ciudad vettona, aún sin excavar.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, vista del descampado de Amallóbriga, junto a la ermita de Tiedra (al fondo).
Abajo, Tordesillas vista desde el lado sur del Duero. Esta ciudad identificada con Acontia, hubo de ser uno de los puertos más importantes de este río durante la etapa romana y prerromana.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos vistas de Urueña, identificada con Uruníngica. Arriba, entrada a a villa llegando desde Tiedra y Toro. Abajo, la salida de Urueña, camino de Tordehumos y Medina de Rioseco.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos fotografías de Simancas (Septimancas). Al lado, el dolmen de los Zumacales en las cercanías de la ciudad de Valladolid y en el término municipal de Simancas. Este túmulo es uno de los más lejanos del mar, entre los muchos existentes en nuestra Península. A mi juicio, la zona vallisoletana recibió la cultura dolménica procedente del Atlántico, gracias al contacto que permitía un Duero. Habiendo siedo elevado el dolmen precisamente en este último punto en que el río tiene gran calado; pues desde Simancas se une con el Pisuerga, perdiendo numeroso caudal y las buenas condiciones para transitarlo.
Abajo, Vista del Pisuerga tomada desde Simancas, en el punto anterior a su unión con el Duero.
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LA LEYENDA DE MARUNDIEL (“mar en el ciel”):
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Existe una gran llanura en las cercanías de Mota del Marqués llamada Marundiel, situada al sur de Tiedra y en las proximidades de Villalbarba (ver mapa anterior). Aquel lugar se halla entre varias colinas acentuadas y es una sima que deriva hacia un valle terminado en una terraza, donde se alcanza observar tierras a centenares de kilómetros. En su cima, cercana a la antigua Amallóbriga, nacen varios arroyos que durante el verano desaparecen (debido al riego moderno y la explotación artificial de pozos). Pero antaño aquellos promontorios debieron ser de una enorme riqueza; dada la afluencia de manantiales y su proximidad a ríos como el Bajoz, el Hornija o el Duero; que harían de estas colinas un área agrícola magnífica. Su inigualable valor se ha conservado en parte hasta nuestros días, tanto que en ellas todavía proliferan diferentes cultivos -de cereales, lavanda y distintos regadíos-.
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Dicen que hace más de dos mil años, en Marundiel se celebraban las fiestas vacceas de Beltené (10) y de Samaín (11) , en las que conmemoraban la muerte del verano y de la primavera -cuyas fechas coincidían con nuestro primero de noviembre y de mayo-. Aquellos ritos los dedicaban los celtíberos de la Meseta a los dioses celtas que en su lengua propia llamaban Baelenius (12) y Lykos (13) . Ambas deidades estaban asimiladas con Belenio (Beltené, el dios gaélico del brillo solar) y con Liko (Lug, la deidad del amanecer, la sabiduría y el lobo). El motivo para llevar a cabo estos ritos en ese llano frente a Mota, hubo de ser aprovechar una gran explanada que permitía ver las celebraciones, los movimientos y hogueras; desde kilómetros de distancia. Pues la situación panorámica del lugar es inmejorable. Además, al estar poblado de sembrados, tendrían la garantía de que ni casas, árboles o bosques, ocultaran la escena ceremonial. Así pues parece que allí se celebraban esas fiestas vacceas que precedieron a nuestro Halloween; el día de los difuntos celta, en que sus sacerdotes realizaban sacrificios terribles.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Arriba, vista del llano de Marundiel, desde las proximidades de Villalbarba. En primer plano se observan diferentes cultivos y al fondo podemos ver Mota del Marques (con su castillo sobre la colina).
Abajo, Otra imagen de Mota tomada desde la subida a Tiedra, llamado comúnmente Marundiel.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Arriba, vista de los Torozos y Mota, desde las proximidades de Tiedra. En primer plano tenemos cultivos de lavanda, al fondo diferentes colinas donde se hallan fortalezas como la de Mota.
Abajo, fotografía del valle de Marundiel tomada desde la subida a Tiedra.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Arriba, otra vista de la bajada desde Tiedra a Mota, en el llano del arroyo Marundiel -obsérvese las vistas panorámicas que alcanzan centenares de kilómetros a la redonda-.
Abajo, Mota del Marqués vista desde los cultivos de este valle, sito en el camino hacia Villalbarba.
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a) Los ritos de Samaín:
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Narra la Historia -y corrobora la arqueología-, que aquellas celebraciones gaélicas en favor del dios de la noche consistían en cultos horribles. Los principales eran de fuego y espada; honrando al metal y al calor. Debido a que desde el mes de noviembre los pueblos celtas sobrevivían gracias a las hogueras, dependiendo todos de la madera que las mantenía. Así pues, al igual que el árbol entregaba sus troncos y ramas, para que la humanidad se calentase. Los hombres debían ofrecer sus miembros y familiares para los ritos de Samaín; mostrando agradecimiento a la Naturaleza. Pues tal era el respeto de sus sacerdotes hacia los bosques, que todo el que fuera descubierto obteniendo ilegalmente ramas o cortezas en el campo -incluso sacando a escondidas resina-. Era ajusticiado sobre aquel árbol; en el que se clavaba su ombligo, para luego hacer girar al infeliz, rodeando el tronco con las tripas que salían desde su cordón umbilical (así, hasta completar la totalidad de las entrañas; cubriendo con ellas aquel dios vegetal de los bosques que había sido profanado) (14) .
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Por todo ello, sabemos que los rituales druídicos tenían como fin igualar la vida vegetal a la existencia animal, y la figura del hombre a la de cualquier ser de la Naturaleza. Considerando con el mismo valor en nuestro Mundo; todo vegetal, mineral o animal. Por este motivo, los humanos habían de sufrir el mismo destino que la madera; máxime el día en que honraban a los árboles y los bosques (que proporcionaban el calor, tras ser cortados y quemados). Debido a ello, las ceremonias en que abrasaban hombres, mujeres y niños en honor de los bosques; eran acompañadas de otras en las que se cercenaban miembros y se daba muerte a víctimas propiciatorias. Todas, acompañadas de un sentido místico y ritual, unido al vaticinio. Lectura de futuro que lograban los ovates, observando los espasmos del moribundo y estudiando sus vísceras (en caliente). Especialmente el hígado, que extraían incluso en vida del sacrificado, para realizar con esmero la “hepatoscópia” (15) ; al creer que en este órgano residía el alma.
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De tal manera, era necesario que en las ceremonias de Samaín (el día del fuego y los muertos) se quemasen personas; incluyendo niños, mujeres y ancianos, que ardían como troncos de madera. Mientras, se inmolaban víctimas a cuchillo; cumpliendo el rito común celta para obtener vaticinios; observado y estudiando a los que agonizaban. Por lo que esa noche y gracias a aquellos sacrificios, podrían todos contactar con las ánimas y conocer el futuro. Unos augurios que finalmente se realizaban con los huesos de los desdichados. Ya que tras apagarse las hogueras en que abrasaban a los ofrecidos, vendría una cohorte de sacerdotes, que removía y cardaba las cenizas; leyendo así el futuro en los restos óseos mezclados con rescoldos. Diciéndose que acabado ese rito, daban a comer cuanto quedaba de las víctimas; entregando los restos a animales -e incluso a las gentes necesitadas-. Considerándose que de ello procedieron los ritos de licantropía (16) , donde los hombres eran obligados a devorar carne humana, como si fueran lobos. Quienes se creían poseídos por los cánidos al ser capaces de engullir a sus semejantes; sin comprender que muchos lo hacían por miedo y hambre, o debido a los alucinógenos que les habían proporcionado.
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En lo que se refiere a los ritos de “Liko”, sabemos que los pueblos peninsulares de raigambre celta, adoraban al lobo bajo una deidad denominada “Vele” (17) . Dios que podemos asimilar al denominado Beleno entre los iberos -identificable con el Beltené gaélico-. Aunque asimismo el nombre del otro gran divo celtibérico “Lug” (foneticamente “Lyk”), se relacionaba plenamente con la voz lobo; que al parecer, en idioma prerromano hispano era “Liko” o “Luk” (18) . Todo lo que hace ver como uno de los principales totems de la guerra para los celtíberos fue ese cánido salvaje; que junto al toro y al oso, eran los animales más fieros y peligrosos de nuestras tierras. Aunque “Liko (Lyk) como representación de Lug, fue además el divo de la adivinación y del oráculo. Al considerar los guerreros prerromanos que en ellos podían habitar algunos guerreros caídos en batalla; tras ser comidos por los lobos, cuando sus cuerpos no se recuperaban en la guerra. De tal modo, con esos cánidos salvajes sucedía lo mismo que con las aves carroñeras, que se deificaban pensando en ellas habitaban soldados abandonados en el campo de batalla; que finalmente devoraban las alimañas, los cuervos y buitres.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, grabado inglés del siglo XIX en el que se representan los ritos celtas de Samaín.
Abajo, detalle con escena de sacrificio, del caldero de Gundestrup (agradecemos nuevamente en Museo Nacional de Dinamarca -arqueológico de Copenhage- nos permita divulgar la imagen). En ella vemos claramente un cánido que al parecer aprovecha la inmolación para lamer sangre, o intentar coger alimentos desde la crátera. Al lado de este lobo -o perro- hay un ser gigante que introduce a un guerrero (muerto) en el gran caldero; lo que en opinión de otros se trataría de un sacerdote sacrificador que arroja a un niño en aquella tina metálica. Su sentido para muchos está relacionado con una inmolación humana, pues observamos claramente al personaje de tamaño sobreproporcionado y vestido de soldado (con cota de malla, o bien traje protegido por trenzados), luciendo coleta y que introduce a una persona en el caldero. Algunos han identificado este momento con los sacrificios al dios Teutates, a los que se ahogaban víctimas. Otros con un ritual de muerte de un enemigo desangrado sobre la crátera, mientras el perro o lobo lamería su sangre.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, fíbula representando un lobo mostrada en la mano de su descubridor en el yacimiento de Pintia -el profesor Sanz Mínguez, al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen-. En la leyenda se considera el dios Lug ibérico, el mismo que el “Lykos” griego; representado por el totem del lobo.
Abajo, pintado y copiado de nuestra mano, detalle del mango de puñal denominado "pomo de tipo Monte Bernorio, procedente de la tumba 32 de la necrópolis de Las Ruedas de Pintia". De fecha cercana al siglo III a.C. (o primera mitad del II a.C.) fue hallado en Padilla de Duero. Observemos en el diseño del precioso dibujo, damasquinado en plata, un cuadrúpedo muy similar al lobo, pero que ya parece un lagarto o sierpe, cuya lengua alcanza un objeto redondo. De todo ello, los investigadores deducen la unión cosmogónica entre el lobo, el Sol y la Luna (como varios autores han estudiado).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes del “Vaso de los lobos” (circa siglo III al II a.C.), hallado en Roa de Duero por el profesor Abarquero. Al lado, Detalle de la crátera, donde se representa un cánido sacando la lengua sobre "una torta" (o un objeto indeterminado). Esta pieza vaccea de una belleza enorme, fué hallada no hace mucho por el Instituto de Estudios Vacceos de la Universidad de Valladolid -Federico Watenberg-. Agradecemos a la Revista Vaccea nos permita disponer de la imagen que divulgamos, tomada desde: VACCEA, 2011 (Num. 5, pag. 53), concretamente del artículo "Los animales salvajes en el imaginario vacceo", firmado por el prof. Juan Francisco Blanco García-.

Abajo, dibujo mío frontal en detalle de la figura de cánido lamiendo una "torta" (u objeto desconocido), que tiene como motivo decorativo el llamado Vaso de los Lobos. Crátera cerámica con asas, perteneciente a la cultura vaccea, aparecida hace unos años en la población de Roa (Rauda, antigua). Fechado entre los siglos III o primera mitad del II a.C. y adornado con este lobo sacando la lengua, se trata de un diseño depuradísimo que se corresponde con otros muy similares existentes en objetos hallados en Pintia. La representación es desde perspectiva cenital, tal como presentaban estos animales los celtíberos, con una intención apotropaica o de deificación del totem.
En diversos trabajos míos he estudiado el posible significado de esas figuras zoomorfas vistas desde arriba; siguiendo los trabajos de los profesores Sanz Mínguez y Romero Carnicero. Quienes han analizado en profundidad el sentido de estas ornamentaciones ibéricas y el posible simbolismo y origen de estas figuras, como objetos de culto o de magia. En la leyenda que presentamos, se supone que estos lobos eran adorados como efigie de los dioses celtibéricos Lug y Beleno. La razón de esta identificación puede hallarse en que el divo lobo prerromano peninsular era llamado “Vele”; voz semejante a Beleno; asimismo hay que tener en cuenta que “Lug” se escribiría en afasilábico peninsular como “LYKo” (cuya traducción es Lobo). En la imagen, sobre un recuadro a la derecha hemos escrito: LUG y LYKo, en caracteres celtibéricos.
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b) La historia del herrero vettón:
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Narra la leyenda que durante las últimas crisis de la conquista romana peninsular, un importante herrero vettón decidió emigrar desde Helmántica (Salamanca), para asentarse en las cercanías de Amallóbriga. Los hechos se sitúan entre los años 77 y el 73 a.C.; cuando el general romano Sertorio instaba a los celtíberos a revelarse contra Roma. Pese a ello, la Península había sido prácticamente romanizada en su totalidad; especialmente los lugares más importantes para la comunicación, como los cercanos en la Ruta de la Plata. Pero desde la sublevación de Sertorio crecieron zonas de resistencia celtíbera; principalmente en el Valle del Duero y del Ebro, siguiendo al general romano sedicioso (19a) . Por ello, aquel herrero que aún añoraba el mundo celtíbero y el pasado; decidió emigrar a la zona entre Tordesillas y Tiedra, donde por entonces se vivía una etapa subversiva. Al haberle llegado noticias de que los iberos del Duero estaban fabricando armamento de forma oculta -sin conocimiento del invasor latino-. Así, viendo posibilidades de prosperar y de regresar al mundo indígena anterior, trasladó su taller a esos lugares, buscando un terreno próximo a un río débil y constante -con el fin de que el empuje de sus aguas (sin crecidas), posibilitasen instalar un martinete con el que forjar y templar el acero-.
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Encontró ese emplazamiento en la caída del río Bajoz, a la altura de la actual Mota del Marqués, donde compró un terreno y los derechos de ríada (para instalar su herrería a orillas de aquel afluente del Duero). Así pues, pronto comenzó a forjar allí hojas de falcatas, puñales, umbos, puntas de lanza, falerias y otras piezas. Todo ello de forma oculta, pero con la autorización de los nobles ibéricos que gobernaban los ejércitos del lugar. Consiguiendo pronto la protección de los reyezuelos que dominaban Amallóbriga y Uruníngica (Tiedra y Urueña); emparentados con las familias que gobernaban Albocela, Acontia y Septimancas (Toro, Tordesillas y Simancas). Aquellos nobles le encargaban secretamente armas para abastecer sus hordas, que hacían pasar por la guardia privada que Roma permitía tener a los jefes celtíberos. Por lo que su herrería funcionaba sin control de los supervisores latinos, haciendo ver a los romanos que allí solo creaban piezas para la carpintería o carros, además de otros artículos férreos de uso común (como herraduras o clavos). Aunque en verdad estaba haciendo espadas, escudos y venablos; un enorme negocio en el que el dueño de la forja trabajó durante tres años sin descanso. Sabiendo que aquel arsenal secreto que iba fabricando, se pondría en uso cuando las facciones que apoyaban a Sertorio dieran la orden de sublevarse contra el invasor romano.
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Tras hacerse rico el herrero vettón, tomó por esposa a una joven vaccea que habitaba en Amallóbriga, con la que engendró varios hijos. Por todo lo que fue invitado a vivir dentro de las murallas del castro amallobriguense y a convertirse en ciudadano de la urbe. Ya que hasta entonces habitaba en la llanura y junto a un pequeño teso; en un lugar inseguro por entonces y sin fortificación, al que hoy llamamos Mota del Marqués. Aunque poco después de haber sido nombrado ciudadano de Amallóbriga, le comunicaron que debería someterse a las ceremonias del “Baal” (Beltené) y de Lug, el lobo Samaín. Unos rituales sincréticos procedentes del mundo celta y del púnico, que constituían las ceremonias más sagradas del territorio vacceo. Así pues, cuando el herrero fue iniciado como ciudadano, en el templo druídico y de influencia cartaginesa, abierto en Albocela (Toro); le confirmaron que todo hombre recibido en el interior de las murallas del castro y que había fabricado armas para la urbe, estaba obligado a entregar su primogénito en sacrificio. Niño que debía ser inmolado en nombre de los dioses y en efigie del “señor”, el reyezuelo de la ciudad (conocido entre los cartagineses como “baal”, pero que los celtíberos habían sincretizado como Baaltene o bien Baaleno; siguiendo al dios homónimo gaélico).
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Quiso oponerse el herrero a la entrega de su vástago; pero los sacerdotes vacceos pronto le informaron que de negarse al sacrificio, todos los miembros de su familia serían vendidos como esclavos (su mujer, él y sus hijos). Ello, después de inmolar al primogénito en el vergonzante templo de las ninfas y no durante las prestigiosas fiestas del rey Baal-tené, en Samaín. Así, triste y apesadumbrado, preguntó a su esposa por qué no le había transmitido aquellas leyes que guardaban iberos de lugar, antes de casarse y engendrar hijos con ella. La mujer solo pudo explicarle que esas normas tan solo se aplicaban a ciudadanos privilegiados, elegidos por los reyezuelos y estimados por los guerreros; siendo de enorme valía la consideración de que su hijo fuera considerado un monarca, ese día en el que representaría la inmolación ritual del “baal”. Por cuanto aquel señor (baal-tené) de la ciudad, le había concedido el don de su familia; tanto que consideraba a los hijos del vettón, como prole real. Lo que suponía que tras el sacrificio del primogénito, el herrero llegaría a formar parte de la nobleza de Amallóbriga. Por todo lo que estaban obligados a realizar el ritual de mayor honra y servidumbre religiosa, ofreciendo a su hijo mayor; para así cumplir una ceremonia que se había impuesto entre los celtíberos desde la llegada de los cartagineses. Rito sincretizado y reinterpretado por aquellos pueblos de la Meseta, como una inmolación púnica de niños; sustituyendo al Baal Melkarte por “Baaltene” (Beleno) durante las ceremonias en la noche de Samaín (19) .
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes de la zona de Mota del Marqués en la que hubo molinos. En este paso del Bajoz, pudieron establecerse durante la antigüedad herreros, aprovechando la caída de agua y la fuerza de su caudal (muy controlable); instalando norias y ruedas que les permitieran tener martinetes con los que fraguar, trabajar y templar el acero.


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JUNTO Y BAJO ESTE PÁRRAFO: Dos imágenes del libro de Athanasius Kircher “Oedipus Aegyptiacus”, editado por primera vez entre 1652 y 1655. En ellas se representa al dios Moloch de los infieles, que se identifica con el Melkart de los fenicios y al que se entregaban vidas de niños para rogarle protección. Citado por La Biblia y mencionado por los israelitas como una de la más profanas deidades; se sabe que en sus templos existía una gran estatua de bronce, donde Moloch (Melkart) se representaba con los brazos extendidos y con un enorme pebetero -horno- en su pecho. Hay diferentes versiones acerca del modo en que se inmolaban sus víctimas, aunque todos coinciden que los cuerpos de los niños se ponían entre aquellos brazos de bronce, para que rodasen hasta el horno; donde ardían, tras caer por su peso. Se supone que el sacrificio ritual era realizado con hijos que los padres no deseaban y por ello ofrecidos al templo; aunque en caso de grandes desgracias, de guerras o de epidemias; sabemos que los nobles tenían la obligación de entregar a sus primogénitos (recordando la Historia holocaustos en los que se inmolaron trescientos niños a la vez, en un mismo altar de Moloch). Esta religión de origen semita y que obligaba sacrificar al hijo primero, era profesada desde la Alta Edad del Bronce por algunos pueblos canaanitas. Realizando cultos cuyo significado era puramente metalúrgico, ofreciendo en el “crisol” y al fuego, a los primogénitos del lugar (quizás para recibir la protección del dios de las armas y del hierro).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Fotografías del llamado “Jano” de pasta vítrea y procedencia púnica, hallado en Pintia. En la primera imagen (al lado), vemos el ajuar completo (tal como lo presentaba la revista “Vaccea” en su número 1); con un collar de cuentas y la cabeza central. Sin lugar a dudas el significado de estos abalorios sería apotropáico; actuando contra el “Mal de ojo” o la mirada insidiosa (que provocaba enfermedades, desgracias y hasta la muerte). Debido a ello, el divo allí representado se debe considerar un dios fenicio-egipciante llamado “Bes”; deidad que con tal fealdad protegía a quien portaba su efigie. Aunque es muy posible que al llegar a la Meseta esta divinidad púnica -representado como una cabeza cortada de enorme fealdad- pudo ser identificada con Lug o Beleno; dioses que entre los celtas protegían el hogar con calaveras y testas cercenadas. Por lo que sus guerreros y sacerdotes colgaban las cabezas de los enemigos en la entrada de casas, campamentos y templos (al igual que las lucían colgadas de sus arreos).
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En la imagen abajo, tenemos el mismo ajuar, en este caso mostrado por uno de sus descubridores: El profesor Carlos Sanz Mínguez -que nos atendió muy amablemente en el recinto de Pintia, junto al Prof. Fernando Romero Carnicero- (agradecemos a la Revista Vaccea y al Centro de estudios Federico Wattenberg, nos permitan divulgar las fotos de esta pieza en pasta vítrea fechada hacia el 75 a.C.). La conclusión que se obtiene al observar este collar de pasta vítrea, es que se trata de un claro ejemplo de síncresis religiosa, que unifica cultos y estilos cartagineses con dioses helenos. En mi opinión, la aparición de restos culturales y arqueológicos púnicos en la Meseta procedería principalmente del tiempo en que Aníbal conquista Salamanca -para continuar subiendo por la Ruta de la Plata-. Fue en este momento cuando se debió aculturar gran parte del Oeste interior hispano; por cuanto debemos considerar normal la aparición de ritos y objetos cartagineses entre los celtíberos (especialmente los situados en la Ruta de la Plata, como los Vacceos y Vettones).
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Consecuentemente, en la leyenda se habla de que los íberos de la Meseta realizaban el sacrificio de infantes, al igual que los púnicos; aunque lo dedicaban a sus dioses de origen gaélico (Beltené y Samaín; identificados con los baal semitas). Asimismo la leyenda narra que este collar lo lucía una sacerdotisa casada con un noble de Pintia (Padilla de Duero); que fue capturada y ejecutada en las ceremonias de Samaín. Lo que justificaría su aparición en la "Tumba N.144" del yacimiento de Pintia, que efectivamante pudo ser a una "dama" de alta alcurnia venida desde el Sur (o el Levante peninsular), para vivir o casarse en la capital vaccea de Pintia.
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Tras saber que había de inmolar a su primogénito, el herrero vettón decidió huir de Amallóbriga y regresar a su originaria Helmantia (Salamanca) -ciudad así denominaba por ser el lugar donde se formaban los más importantes vaticinadores celtibéricos-. Pronto en Amallóbriga supieron que aquel hombre no acepaba las órdenes de los sacerdotes celtíberos, por lo que fue declarado prófugo y traidor. Pero el herrero, logró escapar, salvar la vida y volver a su urbe natal; donde habló con el mandatario supremo de Helmántica, solicitando ayuda para sus hijos (consiguiendo entrevistarse con el “Sumo ovate” de los vettones -por entonces unido con los sumos augures de Roma-) (20) . El afligido forjador narró al clérigo su terrible situación y el “gran arúspice” helmántico oyó su relato con suma atención; tras reprocharle haber abandonado en su día la ciudad natal, para ir a vivir en tierras extrañas. Escuchado el sacerdote atentamente al que escapaba de los vacceos, consideró importante cuanto narraba y prometió comunicar a las autoridades hispano romanas todo lo oído. Por lo que ese augur supremo de Salamanca, contactó con oficiales cercanos a Pompeyo -el grande-. General que había sido enviado a Hispania para acabar con la situación de rebeldía que se vivía por entonces; tras la sublevación de Sertorio, apoyada por la mayoría de poblaciones celtíberas (21) .
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Muy pronto, los militares que dirigían las cohortes de Pompeyo se interesaron por contactar con aquel herrero que había vivido entre los vacceos; al considerarlos posibles revolucionarios y saber que seguían tan apegados a sus antiguas costumbres. Entrevistándose con él para conocer mejor los problemas existentes en ese Valle del Duero; se informaron del modo en que vivían estos que podían apoyar secretamente a Sertorio (deseando seguir con la Antigua Iberia). Deduciendo pronto que aquellos vacceos sigilosamente se habían armado, esperando para rebelarse contra Roma, cuando el general romano sedicioso diera la señal de sublevarse. Siendo así y teniendo ya certeza de que entre los cercanos al Duero había una célula rebelde liderada por los sacerdotes y reyezuelos iberos que apoyaba a Sertorio. Quisieron saber con detalle qué sucedía y cómo vivían en tierras de Acontia y Amallóbriga; escuchando con atención cuanto relataba el herrero venido desde allí. Narrando aquel forjador el modo en que había trabajado durante años fabricando armas; espadas, escudos y lanzas, manufacturadas a espaldas de los supervisores romanos. Entregándolas secretamente a los nobles vacceos, a quienes Roma les permitía una pequeña guardia personal; pero que desde hacía tiempo estaban convirtiendo en ejércitos privados (fuertemente armados y con miles de hombres).
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A los oficiales de Pompeyo les pareció enormemente valiosa la información que proporcionaba aquel herrero huido de tierras vacceas. Principalmente el relato sobre la reorganización militar que podrían haber desplegado los celtíberos en Albocela, Amallóbriga, Uruníngica, Acontia, Septimancas y Pintia (Toro, Tiedra, Urueña, Tordesillas, Simancas y Padilla). Por cuanto le pidieron una descripción minuciosa del armamento y fuerza que aquellos iberos podían tener; los métodos de defensa, las minas, estacadas antes de las murallas y largo etcétera de datos militares que el herrero conocía (al haber sido su fabricante). Con aquellos informes, pronto supieron que los vacceos estaban preparando una sublevación, ya que el número de falcatas y escudos que manejaban era igual al de toda la población masculina reclutable. Algo que dejó en evidencia que iban a apoyar a Sertorio y que solo esperaban sus órdenes, para saltar sobre las urbes plenamente romanizadas con el fin de acabar con las legiones invasoras. Por todo ello, el ejército de Pompeyo decidió adelantarse a la rebelión y contrató a este herrero para que les guiara hasta esas poblaciones; acordado aquel hombre de forja trabajar con los romanos a cambio de que liberasen a su familia (antes de la noche de Samaín, en Marundiel).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, trompeta danesa de época céltica, llamada Lur. Estos “lures” eran semejantes a los “karniks” y a las tubas que muchos otros pueblos utilizaban en las ceremonias y en la guerra con el fin de dramatizar la escena. Abajo, tuba celtibérica hallada en Numancia, fechada en el siglo II al I a.C. y propiedad del Museo Arqueológico de Soria (al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen). Veamos que igualmente a la anterior, en su extremo tiene dibujada una figura esquemática que se asemeja al lobo fiero. Todo lo que lleva a pensar que el sonido de los lures celtíberos intentaba de algún modo imitar (o emular) el ladrido o gruñido de ese cánido. En el caso de las tubas numantinas -tanto como en el de los karnix daneses- vemos reflejado el lobo con un significado muy preciso, relacionado con la fiereza y la guerra. Siendo con toda seguridad un totem que concedía la suerte (de ello que en algunos relatos, la visión de un lobo previamente a entrar en lucha, era presagio de ganar la batalla)
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, guerreros soplando el “karnik” o gran cuerno bélico de los pueblos daneses (escena tomada del Caldero de Gundestrup, agradecemos al Museo Nacional de Dinamarca nos permita divulgar la imagen). Con estas enormes trompetas verticales, cuya boca semejaba la imagen de un fiero lobo (o de un dragón); las hordas del Norte de Europa animaban a sus hombres a entrar en batalla, realizando estruendosos sonidos mientras avanzaban -para atemorizar al enemigo-. Aprovechando el desconcierto de quienes oían el rugido de aquellas trompas; pareciendo que provenía de un gigantesco lobo enfurecido. Abajo: Diversos exvotos y piezas halladas en las tumbas de Pintia. En primer término dos tubas en miniatura (fabricadas en cerámica) que se introdujeron en la tumba de algún guerrero vacceo. Probablemente, fueron allí depositadas como objetos votivos en memoria de un fallecido que tocase, o amara ese instrumento ceremonial y de guerra -agradecemos al Centro de estudios Federico Wattenberg y a los profesores C.Sanz Mínguez, F. Romero Carnicero, nos permitan divulgar nuestras imágenes-.
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c) La última noche de Samaín, en Marundiel:
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Como dijimos, la información que el herrero vettón dio al ejército de Pompeyo fue fundamental; pudiendo concluirse que entre los vacceos del Duero iba a producirse un levantamiento contra Roma (siguiendo las órdenes de Sertorio). Así los oficiales decidieron intervenir, con el fin de dar un golpe definitivo y acabar con todo vestigio de revolución. Se servirían de la ayuda que este hombre huido del lugar les proporcionaba; por saber que los celtíberos al sublevarse, se organizaban en guerrillas, a las que era muy difícil hacer frente. Todo lo que obligaba atacar a los vacceos desprevenidos, infiltrándose en la zona; para lo que era fundamental la colaboración del herrero. Además, los de Pompeyo deseaban caer sobre ellos como un ejército que aplicaba la ley romana; evitando parecer una milicia que de nuevo les aplastaba. Así pues, decidieron los romanos aparecer en aquel descampado durante la noche de Samaín, liberando a cuantas víctimas propiciatorias tenían preparadas allí para inmolar. Actuando rápido y antes de que el pueblo vacceo siquiera conociese la sublevación que sus nobles preparaban (junto a a Sertorio). Teniendo por seguro que si se hacían ver en el llano, durante la fiesta de los sacrificios humanos; las gentes comunes apoyarían a los de Pompeyo, al verles llegar para evitar las inmolaciones durante esa noche de difuntos celtas. Provocando con esta acción que el pueblo diera la espalda a sus reyezuelos y a los sacerdotes celtíberos, que les obligaban a esas ceremonias sangrientas.
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Siguiendo ese plan, la fórmula que pensaron incluía un engaño, utilizando un ardid que confundiera a todos los vacceos. Para dejarlos consternados o extrañados y que sus soldados no supieran obedecer, ni luchar. Así pues, consideraron lo mejor volcar sobre una cima polvo de huesos, con el fin de provocar fuegos fatuos y perturbar la escena de las celebraciones. Por lo que antes de entrar las huestes romanas en el llano de Marundiel (para liberar a los infelices que allí esperaban su muerte); propusieron que algunos se infiltrasen y subieran hasta la loma donde hoy se sitúa el castillo de Mota del Marqués. Allí volcarían decenas de sacos de polvo oseo; una harina cálcica que el ejército romano fabricaba en sus molinos, machacando huesos secos y restos sobrantes obtenidos de caldos (para añadir a las comidas del ejército y que sus miembros se mantuvieran bien alimentados). Como dijimos, el motivo de arrojar sobre aquella loma frente a Marundiel centenares de kilos de huesos triturados, era que resplandecieran al llegar la noche; sembrando así la confusión durante la fiesta de Samaín. Pues en esa celebración no se permitía que hubiera hoguera en lugar alguno (casa, templo, ni poblado); autorizándose tan solo las piras de sacrificios humanos encendidas tras la caída de la luz. Obligando a todos durante esa velada; calentarse con el mismo fuego que abrasaba a los pobres infelices que ardían en el interior de las cestas rituales.
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Tanto era el horror de las noches de Samaín y tal era la prohibición de encender hoguera o antorcha alguna; que nadie se atrevía a portar luz o candil alguno, pues aquel que lo hiciese era arrojado a las piras rituales (22) . Permitiéndose tan solo el fuego sagrado que esa velada creaban los sacerdotes y que primero usaban para hacer arder las grandes hogueras donde ofrecían las víctimas humanas. Así pues, durante la tarde del día de Samaín del año 73 a.C., subieron hasta la loma de la actual Mota del Marqués, el herrero acompañado de algunos legionarios. Quienes pasaron los controles vacceos, simulando ser harineros que transportaban sacos de trigo molido. Alcanzaron sin problemas el llano de Marundiel y después la colina motana; sin levantar sospechas. Mientras caía la noche, otros muchos vettones (mandados por Pompeyo) se introducían en la zona, cruzando sigilosamente el rio Duero, vistiendo disfraces y simulando ser vacceos que asistían a la gran festividad. De tal modo, mientras el atardecer tocaba a su fin, casi un millar de vettonnes ya estaba preparado en Marundiel (haciéndose pasar por asistentes devotos). Por su parte, el herrero y los suyos subían sigilosamente hasta la cumbre de la actual Mota, esparciendo con cuidado los centenares de kilos de polvo óseo que llevaban en sus sacos. A la vez, miles de legionarios romanos iban llegando hasta el Duero; disfrazados como celtíberos y con la intención de esperar la noche. Para cruzar a la caída del sol, haciéndose confundir con el bullicio y el gentío que procedía de esas ciudades que celebraban la tiniebla en honor a los muertos.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, pátera del tesoro de Perotito, Santibañez del Puerto (Jaén) fechada en los siglos III al I a.C. y propiedad del Museo Arqueológico Nacional (al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen). Representa un lobo devorando una cabeza humana y rodeado de serpientes. Con toda seguridad, se trata de un plato de libaciones dedicado a celebraciones de dioses guerreros o infernales; donde el lobo contiene el grado máximo como totem de fiereza. Abajo; dos apliques de bronce hallados en Mengíbar (Jaén) fechados en el siglo IV a.C. y propiedad del Museo Arqueológico Nacional (al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen). Sin duda alguna, el lobo fue uno de los totems más venerados en tiempos prerromanos; que junto al toro y al oso representaría la figura de un Liko-Ares (dios de la guerra y de la luz; en el que la voz “likos”, no solo significa “lobo” sino asimismo “luz”).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado: de nuevo, algunos objetos hallados en los enterramientos de Pintia y mostrados por sus descubridores, los profesores C.Sanz Mínguez y F. Romero Carnicero -a los que agradecemos nos permitan divulgar nuestras imágenes-. Abajo, estatua representando un pectoral de guerrero, aparecido en La Alcudia (Elche) -de la antigua colección Ramos Folques-. El cardiofilax en esta coraza ibera, porta la efigie de un lobo metálico (que suponemos sería de bronce). Ello se corresponde con los hechos que narra la leyenda; donde parte de los oficiantes de la noche de Samaín, van disfrazados de este totem.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, planta de la belladona, llamada atropa, -desde un grabado antiguo, retocado por mí-. Era común el uso de alucinógenos en las ceremonias religiosas, durante la antigüedad -tal como he estudiado repetidamente en algunos de mis artículos- (23) . Especialmente eran utilizados por los druidas celtas, para la preparación de sus pociones en los famosos calderos sagrados; donde se realizaban los bebedizos que se suministraban a los fieles, antes de entrar en batalla o previamente a las celebraciones. Los alucinógenos más utilizados entre los pueblos gaélicos eran: La adormidera (opio), el cáñamo, la belladona y el beleño; asimismo había otras drogas comunes en la guerra o en las ceremonias sagradas, como el madrágora, el acónito y el estramonio (o berejena del diablo). Aunque, como hemos dicho, el más usado por los celtas era el Beleño, al que en la leyenda se llama licor de Beltené o bebida del Baal -bebida del señor- (24) . Abajo, recipiente cerámico para cerveza celtibérica (caelia) fechado en el siglo II-I a.C. y hallado en Quintana Redonda (Soria) -propiedad del Museo Arqueológico Nacional, al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen-. Otra de las bebidas que ingerían los antiguos íberos en sus celebraciones era esta “Caelia” que consistía en una fermentación de cereales (especialmente cebada) muy semejante a la cerveza. En la leyenda se narra como durante las noches de Samaín, abusaban del consumo de Caelia, quizás con el fin de soportar aquellos duros rituales que su sacerdocio les imponía.
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Al comienzo del atardecer miles de personas se acercaban hasta el valle de Marundiel, quedando prácticamente vacías todas las poblaciones y los castros vacceos. La asistencia de todos los fieles estaba asegurada, pues nadie podría permanecer en sus casas, ya que esa noche estaba prohibido mantener fuego en los hogares -o encenderlo-. Al menos hasta que los sacerdotes creasen la llama sagrada en Marundiel y la trajeran hasta los poblados; por cuanto todos huían del frio y se acercaban en manada hasta el lugar en que se celebraba a Samaín. Tan solo se quedaban en los lugares habitados, algunos soldados pertenecientes a las guardias personales; para vigilar y evitar robos en las cabañas o en los templos. Así pues, todos bajaban hacia aquel valle desde el momento en que el Sol decaía; aunque la gran mayoría lo hacía completamente ebria, tras horas consumiendo la “caelia” en favor de su grandes dioses “Beltené” y “Lug”. Y en estas circunstancias aprovechó Pompeyo la situación de fiesta, confusión y borracheras, para infiltrar allí a miles de vettones que mandó secretamente armados, quienes se confundían con las gentes locales.
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En cuanto a los reyes, nobles y sacerdotes vacceos; durante esa tarde se encargaban de preparar los sacrificios y a sus víctimas. Proporcionando los beleños a quienes entre los clérigos o guerreros no podían soportar la tensión o la dureza de las ceremonias; especialmente a las sacerdotisas jóvenes. Mientras tanto traían hasta el lugar a los infelices que iban introduciendo para ser inmolados en las cestas de fuego, atándolos a ellas con cuerdas, para que no pudieran escaparse. Tras ello, y asegurados de que nadie se soltaba, cerraban y untaban con brea aquellas enormes torres de madera llenas de gente (proporcionándoles así una mayor combustión). A su vez, los clérigos que tenían por misión sacrificar a cuchillo, para leer las entrañas del ofrecido; iban eligiendo a su infortunada víctima, situándose en el lugar y turno correspondiente. Por último, las sacerdotisas vírgenes que se debían introducir voluntariamente en el fuego, eran untadas secretamente con beleño; para lograr que llegasen a un éxtasis -o tránsito de locura- que les permitiera dar “el salto final” y quemarse en la hogueras. Con todo ello, la escena era terrible; no solo por la imagen de los sacerdotes vestidos como muertos y la de los nobles ataviados como lobos. Sino principalmente resultaba patético el llanto de los cientos de víctimas propiciatorias, esperando la sangrientas ceremonias que les preparaban. Ante tanta desolación algunos de los oficiantes también se veían obligados a untarse con los “beleños” (especialmente en el sexo) con el fin de lograr una extraña excitación que provocase su ira asesina y que les diera fuerza para quemar o abrir en canal a sus víctimas. Mientras, otros tantos bebían hidromiel mezclado con ese beleño; pócima que llamaban miel de Beltené o licor sagrado del Baal (el señor), con el que lograban convertirse en lobos, tal como la fiesta precisaba.
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De esa manera, tras ponerse del el Sol y al iniciarse a tiniebla plena, comenzaban las fiestas de Samaín (el Baaltene y Lug de los vacceos). En ese momento, ninguna antorcha ni hoguera ardía a centenares de kilómetros, en una noche cerrada y fría. Pues al hacerse la oscuridad plena, comenzaba el momento en que el sacerdote supremo procedía a crear el fuego, golpeando dos piedras; obteniendo así la llama sagrada que guardaba en un cacillo. Tras ello, pasaban a diferentes lucernas aquella luz ritual, encendida por el clérigo máximo y con ellas comenzaban a encender antorchas. Era ese momento cuando los soldados y sacerdotes poseedores de tubas, las hacían sonar con fuerza; mientras las mujeres y niños comenzaban un griterío ritual y espantoso, que iba acompañado del estruendo que producía el entrechocar de los escudos (que los soldados presentes golpeaban con sus armas). Al griterío de las mujeres y niños se unía el llanto de las víctimas que esperaban para ser quemadas o abiertas en canal; todo lo que se oía junto a los cánticos de los sacerdotes, quienes comenzaban a aullar cual lobos, mostrando el éxtasis que alcanzaban -debido a las drogas...- .
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, famoso “hígado de Piacenza”, reproducción en bronce que representa ese órgano y los dioses que lo habitan; la pieza es propiedad del Museo civico de Piacenza (al que agradecemos nos permita divulgar su imágen). Fechado hacia el 150 a.C. y perteneciente a una escuela de augures, en este hígado vemos la víscera dividida en áreas de divinidades y zonas sagradas. Sobre el modelo los vaticinadores etruscos (y los romanos) enseñaban el modo de leer el porvenir con la hepatoscopia; al pensar que en aquella parte del cuerpo residía el alma. Marcando así las zonas de hígado que se correspondían con partes del cielo, de los astros o de los dioses; sobre las que se auguraba, según las manchas de bilis, de grasa o de sangre -una vez inmolada la víctima-. En Grecia -por fortuna- no se practicó apenas esta adivinación de origen anatólico, tan arraigada en el mundo indoeuropeo -concretamente entre los celtas-. Muy por el contrario, los etruscos y los indoeuropeos, basaban la mayoría de sus rituales en lecturas de hígado, denominadas “hepatoscopia” y que se realizaban nada más abrir las víctimas. Durante la época romana la práctica se limitó al sacrificio de ovinos, caprinos, alimañas y algún vacuno. Aunque tanto los etruscos como los pueblos celtas, la realizaban con humanos.
Abajo, atardecer en el llano de Marundiel. Dicen los viejos del lugar que en aquella zona de colinas el cielo toma un color tan rojizo a la caída del sol, en memoria de los rituales terribles que allí se realizaban.
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Tal como describimos, al comenzar los rituales de Samaín, el estruendo era terrible y la imagen espantosa; observándose en la llanura de Marundiel la creación del fuego y luego el avance de la antorchas hacia las decenas de cestas preparadas para quemar seres humanos. Junto a ellos, casi un centenar de víctimas semidesnudas, esperaban para ser inmoladas individualmente y con el fin de vaticinar el futuro (a cuchillo o ahorcadas, leyendo sus vísceras o sus espasmos). Pero esa noche de Samaín del año 73 a.C. fue muy distinta. Porque cuando el horror y las inmolaciones iban a iniciarse, justo antes de que llegaran a crear el fuego sagrado para encender las piras de inmolación; todos observaron que frente a ellos y sobre una colina, había un enorme reflejo. Ninguno de los asistentes a la ceremonia daba crédito de aquella extraña luz verdosa que divisaban; sin comprender qué podía ser (pues no había hoguera, ni llama posible). Nadie suponía que ese fuego fatuo procedía de huesos molidos que se habían esparcido sobre esa cumbre (hoy llamada Mota). Por cuanto al caer la noche y observar aquella luz verde y resplandeciente, los sacerdotes fueron los primeros en quedar sorprendidos. Detuvieron las ceremonias y pronto algunas voces reclamaban que aquello era un portento sobrehumano y una visión divina... .
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Aprovechando el desconcierto, unos mil vettones que se habían infiltrado por orden de Pompeyo entre el público, comenzaron a gritar repetidamente: -“No más sacrificios humanos”-. Aquella era la consigna para que desde lugares cercanos llegaran las legiones romanas, que sigilosamente habían cruzado el Duero disfrazados y con el fin de cercar a todos los presentes en aquellas fiestas. De tal modo avanzaron sobre el llano los soldados de Pompeyo, gritando y repitiendo en idioma celtíbero las mismas palabras -que se habían aprendido con esmero-. Momento, en que los confundidos asistentes a la celebración, oían voces procedentes de todos lados, que repetían en su idioma: -“No más sacrificios humanos”-. Mientras, algunos seguían mirando la colina iluminada por la fosforescencia de los huesos molidos allí esparcidos; sin comprender qué pasaba. Y la gran mayoría de los presentes sentía pavor, al no saber qué ocurría ni de dónde procedían aquellas luces y voces que les cercaban -sobre las que nobles y reyes dudaban si serían las de sus propios soldados sublevados...- .
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En este estado, se organizó un gran tumulto; y mientras unos se arrodillaban pidiendo perdón a los dioses, otros intentaban huir; aunque los más permanecían atónitos e inmóviles. Así llegaron hasta el lugar más de tres mil legionarios romanos, que ayudados por los vettones infiltrados, cercaron el valle sin permitir salir a ninguno de los asistentes. La situación fue fácil de dominar, porque aquellos soldados portaban antorchas y tenían luz; mientras los vacceos se encontraban sin fuego ni antorchas, pues habían apagado toda llama, para que el sacerdote supremo crease la llama sagrada en la noche de Samaín. Así, deslumbrándoles con sus luminarias y atemorizándoles con sus armas; las cohortes de Pompeyo rodearon a todos los asistentes y pidieron que les fueran entregados los sacerdotes y reyes que habían ordenado los sacrificios esa noche. Mientras tanto, el general había ordenado dirigir una centuria hasta cada una de las ciudades vacceas de la zona; cayendo así en sus manos ràpidamente Albocela, Amallóbriga, Uruníngica, Acontia, Septimancas y Pintia (Toro, Tiedra, Urueña, Tordesillas, Simancas y Padilla). Ya que al estar muy poco vigiladas y sin iluminación, fueron pasto fácil para los cien hombres romanos que las tomaban -sin problemas ni bajas-.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Arriba, otra fotografía de un atardecer en el llano frente a Mota del Marqués, donde dicen que el cielo toma ese tono bermejo en recuerdo de las ceremonias que describimos.
Abajo, atardecer en Mota del Marqués. Se trata del Camino de Santiago, a su paso por la población (que vemos al final, a la derecha); a nuestra izquierda, el Sol cae sobre el llano de Marundiel.
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Muy poca resistencia hubo en los castros vacceos antes citados, haciéndose los romanos rápidamente con las ciudades principales. Pese a ello, en el valle de Marundiel muchos se negaban a delatar a sus reyezuelos y a entregar a sus sacerdotes. Pero los de Pompeyo pudieron localizarlos fácilmente, debido a que los reyes ese día lucían sus mejores vestimentas -imitando lobos-, al igual que sus reinas; y los nobles iban enjaezados con joyas o adornos. Del mismo modo, los sacerdotes vestían tal como indicaba su rango en la noche de Samaín; imitando a los difuntos o a las ánimas regresadas. Así pues, tras apresar a los reyezuelos, nobles y clérigos; los romanos hablaron a todos los presentes, diciendo que dejarían libres a cuantos inocentes había atados a las cestas de mimbre y a todos esos infelices que se encontraban esperando ser sacrificados. Pero que matarían a aquellos nobles y clérigos malvados e injustos, con el fin de que los sacrificios de este tipo acabasen entre los vacceos. Tras esas palabras de los romanos, todos quedaron en calma y callados. Nadie pareció oponerse a la ejecución que anunciaron los enviados por Pompeyo. Por cuanto esa misma noche llevaron a cabo la muerte de unos cien nobles y unos cincuenta sacerdotes; quienes ante su pueblo murieron a golpe de gladium.
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Recuerda la leyenda que la última en ser ejecutada fue la princesa y suma sacerdotisa de Pintia; mujer de extrema relevancia religiosa y de origen turdetano. Quien antes de morir dijo ser descendiente de Aníbal, biznieta de Himilce de Cástulo y nieta de Aspar (25) . Reclamando por ello, que consideraba esenciales los rituales del sacrificio de infantes; tal como habían realizado sus antepasados y los antecesores de sus antepasados (los fenicios). En ese momento, el herrero vettón (que había logrado recuperar a su hijo vivo), se acercó con el niño hasta aquella sacerdotisa-reina de Pintia. Frente a esta, cargado de rabia, pero colmado de alegría tras haber logrado salvar a su primogénito; preguntó a la reo por qué ese niño suyo debía morir. Ella contestó adustamente: -Porque lo mandan los dioses-. En ese momento, el mismo herrero vettón pidió blandir el gladium que atravesara el corazón de la que esperaba ser ejecutada. Quien antes de morir, pidió ser enterrada con el collar de su familia (heredado desde Aspar); consistente en una gargantilla de pasta vítrea y estilo cartaginés, que representaba al dios Bes convertido en un Beltené vacceo (26) .
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Así fue como los romanos fueron sustituyendo los sacrificios de Beltené y Samaín, por ritos menos cruentos. Aunque dentro del mundo celta, aquellas ceremonias crueles siguieron celebrándose; al menos, hasta que el cristianismo las cambió por la fiesta de Halloween y el día de Todos los Santos. Sincretizando los tremendos ritos de muerte gaélicos, por una noche se sustos y de risas; en la que los niños son ahora quienes machacan o sacrifican a los mayores -con sus impertinencias y sustos-. Finalmente añadiremos sobre aquel valle frente a Mota del Marqués, que muchos dicen su nombre procede de la noche del 1 de noviembre del 73 a.C.; cuando los fuegos fatuos hicieron que el cielo tomase el color del mar, y de allí su denominación “Mar en Ciel” que derivó a Marundiel. Además, acerca de este “milagro” y fosforescencia debida a la harina ósea, también se narra que dieron origen de los “huesos de santo” (los dulces que se comen en las fiestas de difuntos). Aunque todos sabemos que esos “huesos de santo” tienen su raíz en la tremendas costumbres de Samaín; donde quemaban personas en las piras rituales y luego vaticinaban el futuro leyendo las cenizas y los restos óseos que allí quedaban.
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ARRIBA: Pira funeraria expuesta en el yacimiento llamado de Las Ruedas, de Pintia (Padilla de Duero, Valladolid -al que agradecemos nos permita divulgar la imágen-) . Ciudad "capital" de los vacceos, ha sido excavada desde hace decenios por el Instituto Federico Wattenber -fundamentalmente en la zona de su necrópolis, que vemos en imagen-. En este lugar, el profesor Sanz Minguez y Fernando Romero Carnicero (entre otros) han creado un "centro de interpretación" donde puede entenderse cómo era la vida en esta urbe y de aquella tribu celtíbera, hace unos veinticinco siglos. Reconstruyendo el modo de subsistir y organizarse que tuvieron los vacceos, hace dos mil años. En la foto vemos la simulación del momento previo al enterramiento en urnas cinerarias, con una pira en la que se recuerda la forma en que los vacceos honraban comúnmente a sus difuntos: Incinerándolos, para dar sepultura a sus huesos y enseres, introducidos en una urna que se enterraba en el campo de la imagen. En la leyenda se menciona el hecho de que una princesa de Pintia con origen cartaginés, fue ejecutada en Marundiel y luego enterrada con el collar (que fue encontrado en la tumba 144 de esta Necrópolis).
ABAJO: Dibujo mío de Pompeyo el grande (ya mayor), quien en su juventud logró extirpar las revueltas que Sertorio promovió por toda la Península Ibérica.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Arriba, supuesta estatua de Himilce, la esposa oretana de Aníbal; cuya efigie se encuentra coronando esta fuente de Baeza (Jaén). Los leones que decoran el monumento, realmente pueden ser de origen ibérico y proceder de Cástulo (aunque alguno tiene “tintes” góticos); pero la figura de ella más bien parece una estatua a la que se le ha añadido una cabeza -quizás ibero romana, pero probablemente es posterior- . La Historia narra que Himilce se casó con Aníbal en el año 221 a.C., en el templo de Merlkarte de Cartagena (Cartago Nova). Quiso acompañar a su marido en las campañas en Italia, pero el general cartaginés se negó. Antes de salir hacia Roma, fue con ella a presentar el hijo que en común tuvieron, al templo de Melkarte en Cádiz (pidiendo protección a este dios en la guerra que iniciaba); aunque ya nunca se volverían a ver. No sabiéndose más acerca de Himilce y de su hijo (Aspar), después de la marcha del general; hay quienes piensan que ambos mueren de enfermedad, antes de que Roma venciera a su marido. Pese a ello, hemos de pensar que no debieron estar a buen recaudo, ni menos muy seguros; menos tras la entrada de Publio Cornelio Escipión en territorio hispano. Al parecer, una de las grandes artimañas de los latinos fue convencer a varios reyezuelos ibéricos de que rompieran sus pactos con el padre de Himilce (Mucro, monarca oretano, de Cástulo); para acabar con el abastecimiento de plata que Aníbal tenía desde Sierra Morena.
Abajo: Dibujo mío de un trishekel con la efigie de Aníbal, fechado en los días en que se supone se casó con Himilce. En la leyenda se narra que la última sacerdotisa en ser ejecutada por los de Pompeyo en Marundiel, fue una princesa de Pintia de origen turdetano, que se tenía por bisnieta de Aníbal y Himilce. Esta sería la dueña de collar de tipo púnico hallado en la tumba 144 del yacimiento de Las Ruedas (Padilla de Duero), cuya fotografía hemos recogido en unas imágenes anteriores. El relato supone que los celtíberos celebraban sacrificios humanos al modo de los gaélicos, aunque por influencia de los cartagineses también incorporaron el ofrecimiento de infantes (para inmolarlos en efigie de los reyes). La visita de Aníbal y Himilce al templo de Melkart en Gadir, presentando allí a su hijo Aspar ante aquel dios al que se reverenciaba entregando niños en sacrificio. Hace pensar a los historiadores que durante la mencionada ceremonia, pudo ser inmolado otro pequeño, en sustitución y efigie del vástago del caudillo cartaginés y la princesa de Cástulo.
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CITAS:
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(1): VACCEOS: Tribu de la celtiberia, que ocupaba las actuales provincias de Valladolid y Zamora (casi en su totalidad) y además estaba establecida en el Sur de León, Palencia y Burgos; tanto cmo en el Norte de Ávila y Salamanca. Limítrofes con otras gens de la Iberia prerromana (como los vettones o los arevacos), al parecer procedían de alguna de las migraciones de pueblos celtas asentados en la zona de la actua Bélgica y que fueron expulsados de este área tras la expansión de los germanos (entorno al siglo VII a.C.; cuando se supone que llegan los vacceos al área del Duero).
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(2): Las ciudades fortificadas (oppidum) más importantes de los vacceos fueron las que se citan en la leyenda: Albocela, Amallóbriga, Uruníngica, Acontia, Septimancas y Pintia (identificadas respectivamente con Toro, Tiedra, Urueña, Tordesillas, Simancas y Padilla). Además, tenían otras como: Sabariam (junto a Salamanca, en El Cubo); Ocellodurum (Zamora); Intercantia (Aguilar de Campos); Viminiatum (Sahagún); Cauca (Coca); Rauda (Roa de Duero); Pallantia (Palencia); Eldana (Dueñas) y etc.
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(3): AMALLÓBRIGA: “… No es improbable su reducción a Torrelobatón, que la da Cortés; porque al menos presenta vestigios de antigüedad…”. (Madoz, P. (1845). Dicc. t. II, pág. 230). “… F. Wattenberg, la región vaccea 108, 168, la sitúa en Torrelobatón. Saavedra 86 piensa que se trata del despoblado de Arenillas, junto a Villavieja”. (Roldán, J. M. (1975). Itin. Hisp. pág. 212). “Amallobriga (A24) = Montealegre (Valladolid), según una tessera hospitalis.74,18s//75,38a”. (Arias, G. (2004). El Mil. Extr. Índice, Amallobriga).(FRG)
AMALLOBRIGA: Tiedra, Urueña o Torrelobatón (incluso Villabrágima).(JRD pag 39)
Actualmente identificada con Tiedra.
Angel Gómez-Morán Santafé SOBRE LOS TEXTOS IBÉRICOS...
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(4): ALBÓCELA: Albokela. Hoy Toro, p. de los vaccee. “… Por la relación histórica de Polibio y Livio, por las graduaciones de Ptolomeo y la buena dirección del Itinerario romano, viene también à confirmarse esta identidad, dando luego la de la ant. Arbucala y la actual c. de Toro, la reunión de antecedentes tipográficos que de todos aquellos tes[x]tos resultan”. (FRG)
ALBÓCELA: ARBUCALA, Alba de Villalazán.(JRD pag 36)
COMÚNMENTE IDENTIFICADA CON TORO (Zamora)
Angel Gómez-Morán Santafé SOBRE LOS TEXTOS IBÉRICOS...
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(5): VETTONES: Otra de las tribus celtiéricas que poblaban gran parte de la Meseta y zona Oeste. Sus dominios, de gran extensión limitaban con los de los Lusitanos y alcanzaban el Tajo (por el Suroeste), mientras por el Sur, llegaban a las cercanías de la capital de Toledo. Al Norte tenían frontera con los Vacceos a la altura de la capital de Salamanca, marcando la linde el río Tormes. Su extensión comprendía gran parte de Extremadura (hasta la mitad de Badajoz), la mitad de Toledo, la mayor parte de Salamanca, el Sur de Zamora, toda Ávila y el Oeste de Segovia. Eran famosos por sus esculturas de verracos, suponiéndose que se dedicaban al pastoreo de toros y de cerdos. Algunas de estas estatuas vettonas podemos verlas en las zonas de linde con otros pueblos; tal como sucede en San Martin de Valdeiglesias, donde se situaba la frontera entre Carpetanos y vettones, cruzando por el lugar que hoy llamamos Venta juradera o “Toros de Guisando”.
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(6): URUNÍNGICA: Urunia, recogida como Iruna; yacimiento cercano a Miróbriga. Comunmente identificado con el castro de Irueña (en Fuenteguinaldo). Otros creen que podría tratarse de Ureña, en Valladolid.
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(7): SEPTIMANCAS, Simancas.
Villa principal en Castilla la Vieja donde los reyes tienen sus archivos. Díxose antiguamente Septinca vel Septimanca, y corrompido el vocablo Simancas. Lo que dizen de ciertas doncellas, que aviendo sido señaladas para el tributo de los moros se cortaron las manos y quedaron mancas, siendo siete, no sé cómo conste desta verdad si lo es. Cerca de esta vila tuvo una gran Vitoria el rey don Ramiro segundo, y mató más de ochenta mil moros”. (Sebast. de Cov., Tesoro..., Simancas, p. 939).
Ciudad del Itinerario de Antonino que Clusius cita en Simanca, en la región de Castilla". (A. Ort. Thes. geog., Septimanca). “No hay duda de su localización en Simancas, que ha conservado algo deformado el antiguo nombre. Vid. F. Wattenberg, región vaccea 169” . (J. M. Roldán Hervás, Itineraria..., p. 267). Wamba (p.), su propio nombre concluye en alguna relación con el rey visigodo Wamba; los historiadores nombran Septimania –región que ocupaba más o menos desde las Cevenas hasta los Pirineos franceses–, en la Galia , como lugar de conflicto de este rey contra el conde de Nimes, Hilderico. Es obvio que el caso de Septimania y Septimanca deduce lazos semánticos y probablemente históricos remotos – prerromanos, romanos, visigóticos, etc, – entre galos e hispanos. La región de Septimania toma el nombre de un contingente de veteranos de la Legión Séptima Gémina establecidos en aquellas tierras en época de Augusto. Ha de ser lógico, pues, que Septimanca adquiera también etimología en dichos legionarios veteranos (quizá la razón más lógica), ya que ellos acamparon y sometieron a buena parte de la península Ibérica. Y si Nimes formó parte de la región de Septimania, cabe también pensar que hubo relación –en este caso de enemistad– visigoda entre el conde galo Hilderico y el rey hispano Wamba..”
FRANCISCO RUEDA, TOPONIMIA (“Historia inédita de España”; liberada en la red)
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(8): ACONTIA: “Describiendo Estrabon, libr. 3, pág. 153, el origen y dirección del río Duero, dice que pasando frontero de dos ciudades celtíberas, cuales eran Numancia y Sarguntia, hoy Aranda, después de haber bañado otras muchas ciudades celtíberas y vacceas, entre estas últimas dice que pasaba lamiendo las murallas de la ciudad Acontia: Urbem vaccaeorum Acontiam Perlabens [a criterio del Sr. Cortés, tras expresar posibles errores de copiantes y asignarle él etimología hebrea, según sus argumentos, Acontia es la actual Tordesillas”. (Cortes, M. (1836). Dicc. t. II, pp. 101-102).(FRG)
Angel Gómez-Morán Santafé SOBRE LOS TEXTOS IBÉRICOS...
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(9): SAMAÍN Y BELTENÉ: Dos de los dioses más importantes de los gaélicos, adorados por la mayoría de los pueblos celtas. Ambos marcaban las fechas de mayor importancia en el calendario céltico: La despedida de la luz y el comienzo de la estación de tinieblas, llamada festividad de Samaín y que comenzaba entre estos pueblos el primero de nuestro mes de noviembre. Las fiestas de Samaín se celebraban con terribles ritos de sacrificio y fuego; en honor a la muerte de la luz o al final de la época de calor. Coincidían con nuestro día de los difuntos (1 de noviembre), que fue sincretizado por el cristianismo, conservando esta fecha en la que los gaélicos también honraban a los muertos, pero erradicando con los cultos de sangre e inmolaciones humanas. La época de tinieblas que comenzaba ese día de Samaín finalizaba con la fiesta de la llegada del Sol, que los celtas fechaban en nuestro primero de mayo. Este día era el del comienzo de la época de calor, cuando ya no se necesitaba el fuego para sobrevivir; de ello su dios era Beltené, cuyo significado es “sol radiante”.
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(10): Fiestas vacceas de Beltené: Hemos de suponer que los pueblos prerromanos de origen celta asentados en la Península, celebrarían a dioses y festividades muy semejantes a los que rendían culto sus hermanos culturales de Francia (galos) Islas Británicas (gaélicos) o centro europeos (celtas). Seguramente los vacceos conservarían la fiesta de Beltené; el día de la lagada del Sol gaélico; en el que apagaban los fuegos rituales y de sus hogares, agradeciendo al dios Samaín que les hubiera hecho sobrevivir con su poder y gracias a las hogueras que la madera de los árboles proporcionaba. Así el primero de mayo los pueblos de raigambre celta celebraban al Sol, llamado Beltené, al que se rendía culto con ceremonias de fertilidad, luz y agua.
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(11): Fiestas vacceas de Samaín: A mi juicio, los pueblos prerromanos de origen celta asentados en la Península, celebrarían a dioses y festividades muy semejantes a los que rendían culto sus hermanos culturales de Francia (galos) Islas Británicas (gaélicos) o centro europeos (celtas). Entre los vacceos seguro se conservaría la fiesta de Samaín; el día de los difuntos gaélico, en el que se sacrificaban con fuego seres humanos para pedir al dios Samaín que les abrigase con su poder y con las hogueras que los árboles y su madera proporcionaban.
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(12): BAELENIUS: Aquí la leyenda une la palabra celta que significa “Sol radiante” (Beltené) con los ritos llevados a cabo con alucinógenos. Drogas a las que los gaélicos relacionaban principalmente con el beleño (y la belladona) de donde los celtas obtenían sus más potentes fármacos; con los que se sabe, sus druidas fabricaban bebedizos, en un gran caldero sagrado, para distribuirlo entre toda la población. Aquellas pócimas mágicas contenían “belenos” : Beleño y belladona, tanto como mandrágoras y berejena del diablo. Sirviendo para crear un ambiente de éxtasis al celebrar festividades o bien para ser reparido entre los guerreros antes de que entrasen en batalla (logrando así los druidas que sus soldados superasen totalmente el miedo y que no sintieran dolor al ser heridos). Así se denomina al dios Beltené de los vacceos como Balenios ó Beleno; un nombre que está documentado como deidad entre los pueblos celtibéricos.
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(13): LIKO, Licos ó Lyco, era el modo en que se denominaba al lobo (entre los pueblos de raíz griega). Siendo aquel Lico la imagen del lobo y del hombre licántropo, en su estado más salvaje. Entre los pueblos más antiguos de Grecia se conservaban rituales de licantropía, que descendían de cultos demoniacos de origen neolíticos. En ellos, los oficiantes no solo mataban a un ser humano, para ofrecerlo al dios (daimón) lobo; sino que llegaban a comer su carne cruda, al modo de esas bestias. Desgarrando con sus propias bocas las carnes del infeliz ofrecido al demonio-totémico. Al parecer, para llegar al éxtasis en esas fiestas de las licántropas (pues al parecer eran mujeres las que más participaban), se ingerían enteógenos y alucinógenos, hasta el punto de perder el control y actuar como una alimaña, llegando a comerse crudo al ofrecido. Siglos más tarde, parece que la víctima propiciatoria fue cambiada por un cordero o un caprino, al que daban muerte las sacerdotisas, para luego engullirlo del mismo modo (crudo y sin más ayuda que la de sus dientes). Estas festividades tienen sus orígenes en el Neolítico y el la edad de las cavernas; aunque fueron mantenidas por muchos pueblos. En especial los de origen europeo (oestrymnios); por lo que celtas y prehelenos, heredaros de ellos esos ritos terribles de sangre y fieras.
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(14): La descripción de los ritos celtas que hemos realizado, está recogida exactamente de lo que ya narra sobre ello Frazer, en su libro LA RAMA DORADA.
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(15): HEPATOSCOPIA: Ciencia religiosa que practicaban algunos de los pueblos y que consistía en leer el hígado de recién sacrificado. Eran doctos en estas prácticas los pueblos antiguos de Anatolia; pero asimismo, practicaban con esmero la hepatoscopia los etruscos y los celtas. Cuyos augures basaban los vaticinios en tres fases: La lectura de espasmos y de sangre del inmolado; hepatoscopia o estudio del hígado; extispicina o revisión del resto de las vísceras. Tras sacrificar seguían esos tres pasos; augurando así los druidas y los sacerdotes etruscos. Hemos de suponer que los sacerdotes celtibéricos, seguirían iguales fórmulas y realizarían ritos similares a los ovates gaélicos o los vaticinadores etruscos. En Roma se heredó la costumbre y religión extispicina y hepatoscópica; aunque entre los latinos se llevaba a cabo sacrificando animales y no personas.
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(16): En la cita (13) hemos hablado de los ritos de Lyco y la licantropia. Entre los pueblos celtas, el lobo era el totem de la suerte y de la fuerza, considerándose buen augurio si se observaba un lobo antes de entrar en batalla. Estos cánidos eran adorados por los pueblos de raíz celta, no solo como símbolo de la fiereza y de la fuerza; sino también del futuro y de la luz. Tanto que la palabra indoeuropea “Lux” se relaciona con la de Likos, considerando al lobo el portador de esa luz y de la inteligencia natural; por lo que el augurio del lobo era uno de los más importantes. Todo ello derivó hacia ritos terribles en los que los hombres se comportaban como lobos. Asimismo se consideraba al lobo portador del alma de muchos difuntos caídos en batalla, pues al caer muerto en el campo y no poder ser recogidos, los guerreros eran devorados priemero por los lobos y alimañas, para ser luego comidos por las aves carroñeras. De ello que en el espíritu del lobo y de aves como el cuervo se consiedrase viajaban los muertos.
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(17): VELE: Es uno de los nombres documentados que los celtíberos daban al dios lobo. Probablemente se relaciona con la voz Bele de Beltene; que significa Sol. Por cuanto los lobos eran el símbolo de la luz y de la inteligencia.
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(18): LUG: Era uno de los dioses principales de los gaélicos. Era el divo del bien, de la inteligencia, de la enseñanza y de la sabiduría. Una deidad comparable a Apolo. Sin lugar a dudas se puede comparar con Apolo. En idioma celtibero no hay diferencia entre “g” y “k” y además a ser un alfasilábico, para escribir LUG habría que poner “L-U-Ko”, una voz que sin lugar a dudas nos lleva hasta LIKO. Así pues es mi teoría que el dios LUG era la personificación de Liko (el lobo)- Asimismo es el que daría nombre a Lugo y a los Lugones
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(19a): SERTORIO: General romano que fue enviado a Hispania como Pretor el año 83 a.C.. Fue incluido por Sila en la lista de traidores y se vió obligado a huir a Mauritania en el año 81 a.C.; aunque pronto regresó a Iberia. Tres años más tarde se había adueñado de toda la Península, siendo seguido por la mayoría de los indígenas, que amaban el respeto que Sertorio les guardaba. Así enseñó a los íberos a combatir como romanos y se hizo fuerte apoyado por ellos, quienes seguían atacando en la forma autóctona, usando guerrillas y la táctica de atacar por sorpresa. Se hizo con el favor de los reyezuelos y nobles iberos, a los que condecoró y regaló preciosas armaduras y armas; asimismo abrió en Huesca (Osca) una academia para preparar a los hijos de los destacados, enseñando allí las disciplinas de humanidades del ejército (a modo de las “universidades” grecorromana). Tras haber nombrado un senado hispano en la misma ciudad (oscense) y logrando ser el líder de la Península, Roma temió que avanzase contra la metrópoli, atacándola con hordas iberas. Ante esta situación de sublevación, los romanos enviaron en el año 78 a.C. a Metelo (Quinto Cecilio Metelo); al que Sertorío y los iberos vencieron en repetidas ocasiones. Finalmente en el 76 a.C., llegó a la Península Pompeyo (Pompeyo el grande), quien unió sus fuerzas con las de Metelo un año más tarde y llegó a cercar a las fuerzas de Sertorio. Desde el 74 a.C. Pompeyo logra ir venciendo a Sertorio, quien se ve obligado a retirarse hacia el este peninsular, y en el 73 a.C. Pompeyo conquista celtiberia. Desde el 72 a.C. Sertorio queda solo apoyado por los iberos del Valle del Ebro; pero al ver que muchos de ellos desertaban -abandonándole-, se vengó de ellos matando sus hijos (que estudiaban en Osca). Solo y acorralado en su sitio de Huesca, fue invitado a una cena con algunos reyezuelos que aún no le habían traicionado; donde Prepenna y otros jefes iberos le apuñalaron. Pese a ello, el jefe ibero Prepenna presentó batalla a Pompeyo ese mismo año 72 a.C.; aunque rápidamente fue vencido y capurado. Prepenna se ofreció para narrar toda la historia de Sertorio, sus socios, quienes le habían ayudado y quienes aún eran fieles. Pompeyo no le escucho y sin querer venganse de los íberos que habían colaborado con Sertorio, le mató junto a todos los que ayudaron a Prepenna a matar a Sertorio.
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(19b): BAAL, BAALTENE: En la leyenda se supone que los celtíberos vacceos habían sincretizado a los dioses gaélicos, uniéndolos con los púnicos. De ello Beltené se identificaría con el Baal fenicio al que adoraban los cartagineses. Baal o señor, al que se ofrecían niños; por lo que la leyenda supone que los celtíberos realizaban esas ceremonias del Baal (Baal-tene) en el día de Samaín, cuando los celtas también sacrificaban humanos en honor de sus dioses. El nombre de dios Beleno es el que al parecer daban los iberos a Beltené y creemos que se relaciona totalmente con llos Beleños o alucinógenos que los celtas usaban en esas ceremonias.
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(20): OVATES DE HELMÁNTICA: Parece que la ciudad de Salamanca se denominaba “urbe de la adivinación” cuyo nombre sería Helmántica. Ello nos hace suponer que se trataba de una ciudad principal donde se reunían y estudiaban los ovates; adivinos celtas cuyos augurios se realizaban de forma muy semejante al de los estruscos: A través de la extispicina, la hepatoscopia, la lectura del vuelo de las aves, y todo tipo de adivinación. La leyenda supone que el máximo mandatario de Salamanca era por entonces un Sumo sacerdote (ovate supremo); pero que ya estaba asimilado con los augures romanos, por lo que tan solo leían el futuro en las vísceras de animales -habiendo abandonado los sacrificios humanos-.
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(21): SUBLEVACIONES DE SERTORIO: Viene de la cita (19a) . Sertorio fue enviado a Hispania como Pretor el año 83 a.C..; aunque pronto lo incluye Sila en una lista de traidores. Así se vió obligado a huir a Mauritania en el año 81 a.C.; aunque pronto regresó a Iberia. Tres años más tarde se había adueñado de toda la Península, siendo seguido por la mayoría de los indígenas, que amaban el respeto que Sertorio les guardaba. Enseñó a los íberos a combatir como romanos y se hizo fuerte apoyado por ellos. Se hizo con el favor de los reyezuelos y nobles iberos; asimismo abrió en Huesca (Osca) una academia para preparar a los hijos de los destacados, enseñando allí las disciplinas de humanidades del ejército (a modo de las “universidades” grecorromana). Tras haber nombrado un senado hispano en la misma ciudad (oscense) y logrando ser el líder de la Península, Roma temió que avanzase contra la metrópoli, atacándola con hordas iberas. Ante esta situación de sublevación, los romanos enviaron en el año 78 a.C. a Metelo (Quinto Cecilio Metelo); al que Sertorío y los iberos vencieron en repetidas ocasiones. Finalmente en el 76 a.C., llegó a la Península Pompeyo (Pompeyo el grande), quien unió sus fuerzas con las de Metelo un año más tarde y llegó a cercar a las fuerzas de Sertorio. Desde el 74 a.C. Pompeyo logra ir venciendo a Sertorio, quien se ve obligado a retirarse hacia el este peninsular, y en el 73 a.C. Pompeyo conquista celtiberia. Desde el 72 a.C. Sertorio queda solo apoyado por los iberos del Valle del Ebro; pero al ver que muchos de ellos desertaban -abandonándole-, se vengó de ellos matando sus hijos (que estudiaban en Osca). Solo y acorralado en su sitio de Huesca, fue invitado a una cena con algunos reyezuelos que aún no le habían traicionado; donde Prepenna y otros jefes iberos le apuñalaron.
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(22): Al parecer eran estos los ritos de la Noche de Samaín, que luego coincidiría con la nuestra de Todos los Santos. Se prohibía encender fuego en ninguna casa ni poblado, siendo obligados todos a asistir a los ritos de Samaín; donde se quemaban a los inmolados en grandes piras que los sacerdotes celtas preparaban con ese fin. Esa noche era la que moría el Sol y comenzaba el frío; por lo que tras Samaín todos debían sobrevivir gracias al fuego. Un fuego sagrado al que habían de rendir honores ofreciendo seres humanos.
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(23): DEL FARMACÓS Y DEL FÁRMACON -parte primera-: Sobre los fármacos "sagrados" (De "Lo invisible en la mitología": Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte LXIV).
DEL FARMACÓS Y DEL FÁRMACON -parte segunda-: Sobre el "farmacós" o la inmolación humana (De "Lo invisible en la mitología": Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte LXVI).
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(24): SOBRE EL CÁÑAMO, EL BELEÑO, LA MANDRÁGORA, EL ACÓNITO, ESTRAMONIO, BELLADONA Y OTROS (tomado de mis artículos antes citados):
Tras un breve repaso a los usos rituales y médicos de la adormidera o el cornezuelo en el mundo grecorromano, pasaremos a otras sustancias similares en su utilización y caracterísiticas. Comenzando por el cáñamo del que también advertìa Plinio era un terrible alucinógeno -como el opio- (24) . De un mismo modo, se consideraba una planta de uso psicotrópico y con la que celebraban ceremonias y lograban el éxtasis los pueblos más duros del Cáucaso; narrando Heródoto que los escitas: "cuando lloran a un paciente o amigo que falta, se reunen bajo una tienda de campaña y arrojan granos de cáñamo a las piedras calientes de la lumbre. Aturdidos por el humo lanzan gritos confusos y dicen que pueden entonces ya hablar con el ausente" (Heródoto (VI, 73 y ss) ).
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No menos importantes eran los "dones" que atribuían algunos al beleño, que describió Apuleyo del siguente modo: "la hierba belinuncia usada por los druidas con fines mágicos era una variedad del beleño". Esta cita que recoge Jean Louis Bra, la completa con la narración de cómo había de cortarse en la Galia, donde una jóven virgen tenía que recogerla en los bosques celtas; buscándola entre los árboles y bajo la lluvia, completamente desnuda. Una vez hallada tiraba del tallo y sin poder volverse había de regresar andando de espaldas, mirando al frente, hasta depositar el beleño en las manos de un druida. Afirmando el mismo autor que los galos heredaron de los sacerdotes celtas centroeuropeos el conocimiento de las drogas (del beleño, belladona, cáñamo, adormidera y etc). Siendo esta planta del beleño la que sumía en el sueño a todo el que la olía o era tocado con ella, por lo que los desvalijadores de gallineros la usaban para dormir a las aves antes de robarlas (Jean Louis Brau; "Historia de las drogas" -pag. 19 y 57- Barcelona 1973)
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Otras drogas comunes y usadas en la Antigüedad con fines religiosos, médicos o militares fueron: La belladona, la madrágora, el acónito y el estramonio (o berejena del diablo) . Acerca del primero (belladona), parece ser que es un alcaloide que provoca alucinaciones visuales, tanto que se afirmaba que hacía bellas a todas las mujeres... . Del mismo modo, la mandrágora tambien se tenía por un afrodoisiaco, aunque parece que era consumida con vino o cerveza por los soldados y generales. Sobre ello se narra que Anibal tendió una trampa a sus enemigos, simulando una huida y dejando su campamento pleno de vasos de vino con mandrágora. Llegando hasta allí los que pensaron que el cartaginés y los suyos habían escapado, quienes viendo aquella "apetecible" bebida en las tiendas abandonadas la tomaron en exceso, con lo que logró Anibal apresarlos al quedar estos en estado de enorme ebriedad.
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Sobre la mandrágora escribe Teofastro que: "en Etiopía existe cierta raiz mortífera usada para la caza y para la guerra" (Teofastro;Historia de las plantas IX, 15, 2) . Aunque no podemos conocer realmente el uso que se daba a este "tubérculo mágico" para entrar en batalla, parece evidente que se consumiría mezclada con bebidas alcohólicas (de una forma "controlada"); con el fin de inculcar valor, entrar en euforia o ayudar a perder el miedo. Otros muchos remedios y ungüentos usados con fines militares hubo en la antigüedad, tanto que un método común de envenenar o ejecutar fue la cicuta que se vertía en bebidas o en el interior del oido. Igualmente era famoso el acónito utilizado para envenenar flechas, del que explica Plinio como era usado por los celtas para emponzoñarlas con "paciencia sanguinea" (Plinio en Hist. Nat. XX, 198). Una labor de envenenar puntas de armas que igualmente se hacía con con eléboro blanco e incluso con simple veneno de sierpe. Aunque el antes citado acónito -que nació de la baba de Cerbero, al ser aquel monstruo apresado por Hércules-, era también usado en las ceremonias de Hécate y entre las hechiceras. Administrándose como pomada en los pies, lo que decían hacía levitar o volar a las que participaban en el rito (por lo que autores como Robert Graves en "Los Mitos Griegos", identifican el ungüento de acónito con el "vuelo de brujas"; tal como ya expresábamos en entradas anteriores).
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Por su parte, Jean Louis Brau habla de los estramonios como afrodisiacos usados en la antiguedad; filtros de amor a través de los que nadie se negaba a mantener una relación. Ello porque al parecer el estramonio hace caer en desequilibrios emocioneles, risas y lloros durante un día entero, si se toma mezclado con alcohol. Lo que era utilizado para atraer a los hombres y a las mujeres con aquellas pócimas, que desde la Antigua Grecia y hasta la Edad Media, creaban y mercadeaban las llamadas "brujas de Hécate" -luego "celestinas"- (Jean Louis Brau; "Historia de las drogas" -pags. 81- / Barcelona 1973) . Finalmente quedaría por citar -en este breve repaso- los hongos enteógenos, encabezados por las amanitas (muscarias, falsa oronja, muchamore etc); que al parecer se mascan en trozos secos, tras lo que aquel que las ingiere queda inmovilizado y con temblores. Permaneciendo más tarde como un cadáver durante unas tres horas en las que sufre las alucinaciones; estado que tanto han utilizado para visionar o tratar adeptos los chamanes y los brujos de casi todos los Continentes -en especial el americano). Unos alucinógenos y rituales que fueron estudiados por V.Paulovna y Gordon Wasson hace unos sesenta años (Mushrooms Russia and History, en 1957 ). Tanto como por el conocido antropólogo Claude Levi Strauss, quien analizó en profundidad la posesión chamánica bajo la influencia de la amanita muscaria (Jean Louis Brau; "Historia de las drogas" -pags. 173 a 176- / Barcelona 1973) .
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(25): HIMILCE: Princesa de Cástulo (Cazlona, junto a Linares); hija del rey Oretano Mucro, que se unió a Aníbal Barca para sellar una alianza entre Oretania y Cartago. Se casó con Aníbal en el 221 ó bien en el 220 a.C., en fechas cercanas a los Idus de Marzo romanos, suponiendo algunos que contrajo matrimonio en el témplo de Tánit, en la antigua Cartago Nova (Cartagena). Tuvieron un hijo, llamado Aspar, que fue presentado ante el Melkarte de Gadir por sus padres, antes de que Aníbal marchase en su campaña contra Roma (de la cual no volvería).
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(26): BES: El dios Bes era la figura que acompañaba a la diosa egipcia Athor, diva de la belleza y de la maternidad. Se le representaba como un enano de tremenda fealdad, cuyos ojos y deformidades servían para ahuyentar a los envidiosos y al mal de ojo. Era una deidad apotropaica relacionada con la protección de del mal fario, que se consideraba se transmitía a través de la mirada del insidioso o del envidioso. Se representa en numerosos collares y colgantes púnicos, hechos con pasta vítrea. Uno de ellos, el hallado en Pintia, y fechado en época muy tardía; pues se data en el siglo I a.C.. Este caso es un ejemplo de síncresis y conservación de las costumbres y ritos púnicos hasta el siglo I a.C. y en la meseta.

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