jueves, 2 de junio de 2022

CAMINO NAMBÁN, MEMORIA DEL ARTE JAPONÉS: Villagarcía de Campos, Valladolid, Tordesillas, Toro y Mota del Marqués (PARTE SEGUNDA)

 Los capítulos se desarrollan en un texto escrito en negro y se acompañan de imágenes con un amplio comentario explicativo (recogido en rojo y cuya finalidad es razonar ideas). Si desea leer el artículo entre líneas, bastará seguir las letras negrillas y las rojas destacadas.

Esta es la segunda parte del trabajo.

Para leer la primera parte, pulsar: https://leyendas-de-la-mota-del-marques.blogspot.com/2022/06/camino-namban-memoria-del-arte-japones_91.html

Para llegar a la tercera parte, pulsar: https://leyendas-de-la-mota-del-marques.blogspot.com/2022/06/camino-namban-memoria-del-arte-japones_56.html

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(se recomienda mantener abierta la página de citas, mientras se lee cada artículo; con el fin de poder consultarlas, a la vez)

ÍNDICE GENERAL: Pulsando el siguiente enlace, se llega a un índice general de leyendas: http://leyendas-de-la-mota-del-marques.blogspot.com/2023/01/indice-de-leyendas-de-la-mota-del.html



SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Arriba, otra casulla de clérigo bordada y confeccionada con sedas orientales, tal como se muestra en el museo vallisoletano. Abajo, grabado con el hundimiento de un galeón; tal como sucedió con el San Felipe en 1686. -Fotos tomadas en el Museo de Arte Oriental de Valladolid (PP Agustinos); al que agradecemos nos permita divulgar las imágenes-.





JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, de nuevo, una casulla de clérigo de seda oriental, tal como se muestra en el museo oriental vallisoletano (pp. Agustinos filipinos). Abajo, placas procesionales del siglo XVII y XVIII. Este tipo de exvotos fueron convertidos en Japón en FUMI–É; usadas para probar si los nippones bautizados habían renegado de su religión. Sucedió después del cierre del país (en 1639) tras la prohibición del cristianismo; obligando a pisar placas votivas como estas, a los sospechosos de ser católicos, con el fin de comprobar si el converso había apostatado -Fotos tomadas en el Museo de Arte Oriental de Valladolid (PP Agustinos); al que agradecemos nos permita divulgar las imágenes-.







JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, ábaco y monedas chinas del siglo XVI, tal como se exponen en el museo Oriental de Valladolid. Como dijimos, con la llegada del Galeón de Manila hasta el imperio del Gran Khan, se pudo exportar cuanta plata de América necesitaba China, para acuñar y cambiar moneda. Con ello, el Estado de Pekín, tuvo capacidad de cobrar los impuestos en “dinero” y no en enseres; acabando con el trueque. Sistema que hasta entonces se había usado para recaudar, pagando las tasas con mercancías; un método que controlaban difícilmente los mandarines. Abajo, de nuevo, una imagen donde se muestran los enseres que llegaban hasta España, procedentes del Galeón de la China; entre ellos los famosos mantones y las porcelanas (cuyo secreto no se descubrió en Europa hasta fines del siglo XVIII, cuando por casualidad se halló que el caolín usado para maquillarse, era la base de arcilla en la porcelana) -Fotos tomadas en el Museo de Arte Oriental de Valladolid (PP Agustinos); al que agradecemos nos permita divulgar las imágenes-.



F) ARTE PARA LA EVANGELIZACIÓN (Javier, Valigniano y Niccolo):

Para el desarrollo del presente epígrafe, nos vamos a basar principalmente en las conferencias y publicaciones del profesor de la Universidad de Sofía, MICHAEL COOPER; cuyos trabajos resumiremos. Asimismo, incluimos otros textos e investigaciones de los más importantes expertos del mundo Nambán, como son la profesora Nakamura, Yayoi (de la Universidad de Oviedo); el Doctor Arimura, Rie; el prof. Giovanni Raneri; el dr. Yamafune, Kotaro; la Dra. Duerto Jordán y diversos escritores que desde hace años han profundizado en el tema.

1º - La evangelización de Francisco Javier y Alessandro Valignano:

El profesor Cooper expone que la introducción del arte occidental en el Mikado, no se produjo de forma inmediata, ni rápida; una idea que recoge igualmente Giovanni Raneri en su tesis (13) . Aunque el interés por la iconografía católica, comezó ya en 1550; meses después de que San Francisco Javier llegase a Kagoshima, llevándose consigo algunos ejemplos de pinturas religiosas. Fue entonces, cuando el Daymío de Satsuma (Shimazu Takahisa), se interesó por Occidente y su arte; mostrándole los jesuitas un cuadrito de la Virgen María, importado por la orden desde de la India. El noble admiró la obra, y su madre le pidió una copia; pero como en ese momento no hubo nadie que podía -o quería- hacerla, Shimazu Takahisa quedó muy disgustado. Sobre estos hechos, narra Alicia A. Duerto Durán en su tesis: "Francisco Javier en las costas de Kyûshû, mostró a Shimazu Takahisa (1514-1571) una pintura de la Virgen María. Desde el espíritu de la Contrarreforma, se entendía el arte como una herramienta para propagar la fe, por lo que los jesuitas llevaron al país nipón pinturas y grabados religiosos europeos. El crecimiento de la iglesia nipona hizo necesario formar a artistas japoneses que fueran capaces de reproducir arte cristiano. Así, se formaron seminarios y colegios (a modo de academias de arte y centros de cultura comparada) en los que se enseñaban religión y teología, música, y a realizar un arte cristiano (sobre todo pintura y grabado) con la técnica y el estilo japonés, unido a las características estilísticas occidentales” -ver cita (6) pag. 10 concuerda-.

Por estas razones, San Francisco Javier escribió desde Kagoshima a sus hermanos de Goa, señalando que las pinturas religiosas eran un medio muy eficaz para propagar el cristianismo entre los japoneses. De este modo, tras la llegada de las primeras piezas, la demanda aumentó. Solicitándolas los misioneros japoneses, para vender y ofrendar a los nuevos bautizados; existiendo referencias de numerosas cantidades importadas al Mikado entre 1550 y 1555. Del mismo modo, sabemos que el santo español mostraba a todos una Biblia ilustrada; libro que encantó al Daymío de Yamaguchi (Ouchi Yoshitaka; 1507-1551). Tanto como un gran cuadro de la Virgen María, que enseñó al príncipe de Bungo (Otomo Sorin; 1530-1587). El deseo evangelizador a través de las imágenes aumentó, y poco después se decoraron las capillas de Bungo y Yamaguchi con pinturas religiosas católicas. Lo que, con el paso del tiempo, se convirtió en un verdadero filón y una gran inspiración para el arte nippón. Sobre todo, cuando apareció en costas del Mikado el jesuita Alessandro Valignano, en 1579; para fundar al siguiente año un seminario en Arima y en 1583 otro en Azuchi (poblaciones del Sur, cercanas a Bungo y Yamaguchi). Donde se impartía una educación religiosa completa a los hijos de la nobleza nippona, convertidos en cristianos. Valignano fue quien destacó la enorme importancia de estos centros y del estudio en ellos de artes occidentales; observando en ese sistema un medio para armonizar las culturas japonesa y europea (14) .

El seminario en Arima contó con 22 estudiantes japoneses y el de Azuchi con 33 nativos. Su fundador (Valigniano) recalcó que la educación impartida, debía ser tanto en latín como en japonés. Asimismo dictó que los jesuitas nativos o extranjeros, debían adoptar las costumbres japonesas. De este modo y para sellar una gran unión entre Oriente y Occidente; en 1582 organizó el famoso viaje de los cuatro jóvenes japoneses seminaristas, a los que acompañó hasta El Vaticano. Misión que llegó hasta Roma, con los estudiantes y regresó hasta Japón en 1590; siguiendo el camino de Acapulco a Veracruz y de Lisboa, Italia (via Évora, Badajoz, Madrid, Valencia). Una expedición que fue conocida como la Misión Tenshó; liderada por Valigniano; que visitó al papa Gregorio XIII (15) . Desde entonces, se abrió un puente cultural y mercantil entre el Japón y Europa; que culmina dos decenios más tarde. Cuando se encaminó una segunda embajada desde el norte de Japón, que fue promovida por el daymío de Sendai, “Date Masamune (1567-1636) para establecer un comercio directo con Nueva España. Pues como sabemos la ruta comercial promovida por los españoles; partía del puerto de Sevilla, hasta Veracruz en Nueva España, y proseguía por tierra a Acapulco, desde donde se navegaba a Manila y Nagasaki. En esta ruta había órdenes mendicantes como las de los franciscanos, dominicos y agustinos y esta vía fue la seguida en la Embajada Keichô” (1613-1624) (16) La conmemoración de los cuatrocientos años de su llegada a España sucedió en 2013; siendo el motivo de la exposición realizada en el MUSEO ESPAÑOL DE ARTES DECORATIVAS “Lacas japonesas” -de la que hemos ofrecido numerosas piezas en fotos-. En la primera de aquellas misiones (Tenshó, del año 1582-1590), parece que los viajeros portaban una carta de Valigniano, donde el jesuita decía textualmente: los japoneses "no solo superan a todos los demás pueblos orientales, sino que también superan a los europeos".



SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos pinturas Nambán. Arriba, cuadro que representa a Hasekura Tsunenaga, en la segunda misión (Keichó); visitando al Papa en Roma el año 1615 -propiedad del Museo Vaticano de San Pedro, al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen-. Observemos la escena: A nuestra izquierda, el navío español (también oscuro) en que llegan los japoneses a Italia. En el centro, tenemos algunos jesuitas que les acompañaban; más a la derecha, a Tsunenaga y los suyos, arrodillado frente al Santo Padre. Al final del cuadro, se observa (a nuestra derecha) El Vaticano y algunos personajes de la época; entre los que llama la atención, dos mujeres luciendo faldas cortas. Abajo, navío hispano-lusitano llegando a un puerto del Mikado; biombo nambán del primer cuarto del siglo XVII, propiedad del Metropolitan de Nueva York (al que agradecemos nos permita divulgar la imagen). En la borda, los que se suponen portugueses; descansando del trayecto junto a la tripulación, compuesta también por chinos (de Macao, seguramente). Bajo el barco, algunas chalupas acercan mercancías hasta tierra, traídas por personas de color y varios occidentales; mientras los japoneses observan en la costa.






JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; cristo en marfil filipino, sobre una cruz lacada japonesa; propiedad del Museo de PP. Franciscanos de Salamanca. Abajo, vitrina de la exposición “Lacas Japonesas” celebrada en el Museo Nacional de Artes Decorativas, año 2013 -al que agradecemos nos permita divulgarlas-. En ella vemos el crucifijo antes mencionado, junto a numerosos atriles de misa y arcas nambán que más tarde comentaremos.




El profesor Coopper (de la Universidad de Sofía) narra como la estrategia de evangelización de los jesuitas, dirigida por Alessandro Valignano, se basó en una idea síncresis y aproximación; con la asimilación occidental de costumbres japonesas y la difusión del mundo europeo en Japón (17) . Con ese fin e ideas y a instancias de Valignano; en 1583 fundó el artista jesuita italiano Giovanni Niccolo una academia de pintura, al Sur del país. En este taller se copiaban obras religiosas y mapas procedentes de Europa. Imágenes que según la teoría de los jesuitas, permitiría a los japoneses reconocer la grandeza de Europa (de su ciencia y religión). Ese fue el germen del arte namban, junto a biombos decorativos, que inicialmente se hicieron mostrando la llegada de barcos europeos; y más tarsde se usaron como sistema educativo para las clases altas convertidas. Aunque años después, los enseres Nambán, se convirtieon en todo tipo de objetos de lujo, que nutrían el comercio internacional. La mencionada escuela de pintura de Giovanni Niccolo, que nació en 1583; desapareció en 1614 con la segunda expulsión de los jesuitas de la isla, dictada por Tokugawa I. Persecución, que más tarde convirtió su nieto (Tokugawa III) en un cierre total de Japón a los occidentales -excepto a los holandeses-. A pesar de ello, los artistas del Mikado siguieron pintando biombos de estilo namban hasta finales del siglo XVII.

Tras el éxito de aquellas obras "híbridas"; los japoneses terminarían creando infinidad de talleres e industrias donde se fabricaban objetos de liturgia y veneración (arcas, atriles, cruces, relicarios etc). Trabajados al modo de su país, aunque para ser exportados en los galeones hispano-lusos. Asimismo, en el interior del Mikado, se crearon desde el momento escuelas de pintura, donde se alternaba el modo de obrar occidental con las formas autóctonas; realizando infinidad de biombos y paneles para adornar los palacios japoneses. Son estos los famosos bimbos Nambán; que en un principio fueron hechos para vender tan solo en tierras del Sol Naciente. Pero que muy pronto se conocerían por los occidentales, quienes los llevaron hasta Portugal y tierras hispanas (especialmente del Virreinato). Donde se conservan algunos ejemplares de estas grandes piezas nipponas, que tanto influyeron en el arte colonial; surgiendo poco después biombos y piezas hispano-americanas muy semejantes.

Alessandro Valignano, en varias cartas expresó su aprecio por los referidos paneles pintados, donde se reflejaban estampas occidentales (18) . Admiraba particularmente aquel que representa la ciudad y el castillo de Azuchi y lo envió como regalo al Papa. Asimismo, mientras estaba en Macao, ordenó que se creasen varios de ellos con mapas de China, que también fueron enviados al Vaticano -como obsequio-. Además, propuso que las vistas de Roma y de otras capitales occidentales, se pintaran en Europa, a la manera japonesa (incluso en biombos). Siendo Valigniano quien también ordenó enviar a Asia mapas occidentales, publicados por Abraham Orthelius y otros editores de la época. Cartografía que fue la base para estas escenas -“costumbristas”- plasmadas en los biombos nambán. Donde se recogían los modos de vestir de Europa y los planos del Mundo o de ciudades; que llegaron a Japón para ser replicados en sus objetos de adorno (principalmente los del famoso, Theatrum Orbis Terrarum de Ortelius; editado en 1570 por Abraham Ortelius). Libros que Valignano podría haber llevado a Nagasaki en 1588, tras un viaje a Roma (en la Misión Tenshó). Esos biombos con imágenes cartográficas, de los que hablamos; solían representar en el dorso un mapamundi y en la cara principal figuraban ciudades, curiosidades antropológicas y personajes en batallas. Conservándose dos que recogen la famosa de Lepanto; que fue uno de los grandes acontecimientos históricos de la época. Aquellos biombos tenían un significado globalista y un uso evangelizador; siendo mostrados para enseñar el Planeta y los personajes que lo dominaban (principalmente portugueses y españoles). Tal como debió ser utilizado el conocido biombo llamado “Mapa del mundo y de las veintiocho ciudades” ; conservado en la colección de la Imperial, de Tokyo -ver imágenes-.



SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos lados del biombo, “Mapa del Mundo y de las veintiocho principales metrópolis”; colección del Palacio Imperial, Tokyo (al que agradecemos nos permita divulgar la imagen). Arriba, su cara principal vemos el mapa completo de la Tierra; ejemplo de la primera globalización histórica. A sus lados, los tipos y razas que pueblan nuestro planeta. Abajo, las veintiocho principales ciudades (además de un mapa) y sobre ellas, sus reyes. Consideramos muy importante las representaciones en cada una de las lineas, donde se recogen los más destacados monarcas y sus metrópolis. Unas escenas que los jesuitas explicarían a la nobleza nippona, enseñando cómo era el Mundo en el siglo XVI. Todo lo que supone una primera globalización histórica; cuya importancia precisa que nos detengamos para analizar este biombo, bajo nuestra teoría (sus personajes y urbes o mapas). Así pues, comenzaremos por la primera imagen -arriba a la izquierda-; para seguir con el resto de representados:

1º – Arriba, primero a la izquierda. A mi juicio Felipe II (frente a Selim II), y bajo este sus principales capitales que serían: Madrid, Valencia, Barcelona y Sevilla (con las Marismas de Guadalquivir)

2º – Arriba, segundo: Selim II emperador otomano (enfrentado a Felipe II); que luchó en Lepanto contra La Liga Santa, perdiendo esa gran batalla. Bajo este, sus principales metrópolis, entre las que estarían Constantinopla.

3º – Arriba, tercero: Don Juan de Austria; sin espada se enfrenta al rey de Francia (Enrique IV o bien Luis XIII), que mantuvo una pugna continua contra España; apoyando los galos a los Otomanos y a los flamencos. Bajo Juan de Austria aparecerían, a mi juicio las ciudades centro-europeas más importantes, bajo dominio español: Gante, Amberes, Breda etc.

4º – Arriba, cuarto personaje: Enrique IV o bien Luis XIII de Francia (lleva las armas en su caballo, al igual que sucede en el biomobo de Wakamatsu). Bajo este se representarían las ciudades galas más importantes; en primer lugar París, segundo quizá Burdeos, más otros dos puertos franceses.

5º- Arriba, quinto personaje: A mi juicio, personificación de los venecianos y resto de italianos que lucharon con La Liga Santa en Lepanto. Va vestido con moda veneciana y puede representar a los Colonna, a Doria; o a Veniero (también a Jerónimo Zanne Antonio de Canale o Jacobo Ceso). Se enfrentaría a Alí Bacha. Bajo él estarían los mapas de las principales ciudades de Italia; primero Venecia, bajo esta creo que estaría Florencia, más tarde Roma y finalmente quizá Milán.

6º – Arriba, sexto personaje: A mi juicio, Ali Bacha; el pachá Alí comandante de los ejércitos otómanos, que dirigió la armada turca en Lepanto; enfrentado a los venecianos y la Liga Santa romana. Bajo él, las principales urbes turcas cercanas a Lepanto.

7º – Arriba, séptimo: Creemos que se trata del emperador de Etiopía Za Dengel, o bien Susinios I; que reinaron sucesivamente durante los años 1603 a 1604 y 1606 hasta 1632. El primero invitó a los jesuitas a su reino, llegando hasta allí el padre español Pedro Páez Jaramillo, famoso por ser el verdadero descubridor de las Fuentes del Nilo. Escribió su “Historia de Etiopía” tras vivir casi veinte años en este país, como amigo y asesor del emperador Susinios; relatando en su obra, el origen y leyendas del reino etíope (incluyendo la actual Yibutu y Eritrea). Cuyo nacimiento se marca en Menelik, hijo de Salomón y la reina de Saba.

En el biombo, vemos junto a este rey de Etiopía a su opositor (el sultán de Adanel). Bajo ellos, el mapa del reino de Abisinia y su escudo, con una cruz. Hemos de destacar que la representación cartográfica, tiene un “juego”; pues parece el mapa de Portugal, tumbado. En la parte inferior, dos ciudades etíopes, la primera sería Adis Abeba. Frente a este monarca de color cristiano, se hallaría su oponente, el Sultán de Adel, que invadía a los etíopes desde comienzos del siglo XVI; hasta que los portugueses les ayudaron a liberarse de estos asedios.

8º- Arriba, último personaje: A mi juicio, el sultán de Adel que asediaba a los cristianos abisinios desde comienzos del siglo XVI y al que vencieron los portugueses, a partir de 1590. Aparece enfrentado al rey de Etiopía y bajo éstos el Mapa de ambos reinos, con ciudades de Adel (marcado en verde); quizás Zeila y Harrar. Observemos que el detalle cartográfico marca la salida del Mar Rojo, con Etiopía en color marrón y Adel en verde. Finalmente y como hemos apuntado, el diseño del atlas, parece el mapa de Portugal tumbado.



En los epígrafes anteriores, habíamos narrado como el famoso Daymío Hideyosi -que ordenó el primer martirio de Nagashaki en 1597-, tuvo un maestro de ceremonias y arte llamado Sen no Rykiu (1520-1591). Filósofo artista que, entre otras aportaciones, creó el estilo Wabi-Sabi (basado en la belleza de lo popular y lo decadente), el jardín Karesansui (de piedras, sobre arenas peinadas) e instituyó los principios clásicos en la Ceremonia del Te. Conformando un nuevo ritual y su realización en una “estancia” exterior; lo que -a mi juicio- tiene un origen en la mímesis con el rito de la misa católica. Donde el pan y la sangre se transfiguran en el cuerpo y la sangre de Cristo. Siendo -a mi parecer- esa nueva Ceremonia del Te, instituida por Sen No Rikyu; un vago recuerdo de las primeras misas que celebrarían los misioneros, cuando al llegaron al Japón no disponían de pan, ni de vino (inexistentes en aquella civilización). Debiendo -lógicamente- sustituirlos con té y dulces que los nippones toman con esta bebida.

Así considero personalmente, se modificó en el sigo XVI el famoso rito del té nippón; difundido gracias a Sen no Rykiu, que lo puso de moda entre los nobles. Aunque tras crear este filósofo la famosa casa de ceremonia, para su amo Hideyoshi; el Daymío le condenó a muerte, permitiendo que se hiciera seppuku (lo que en Occidente denominan Hara-Kiri). Un suicidio impuesto por el cruel señor, que se cree debido a la sospecha de un intento de acabar con él, envenenando su té. Todo lo que se sabe, fue un complot falso y una absurda decisión del colérico mandatario nippón. Por lo que no me extrañaría, aquella condena tuviese más relación con la transfiguración y la Ceremonia del Té. Queriendo quizás crear Hideyoshy, su propio Cristo; o bien pensando, que las gentes posiblemente seguirían a Sen no Rykiu como un filósofo religioso -en paralelo con el cristianismo y realizando el rito del té, “en conmemoración suya”-.

Por todo cuanto narramos, el té y su protocolo; se valoró especialmente durante el periodo Nambán; seguramente relacionándolo con la consagración del pan y el vino. Ello justificaría que Valignano recalcase en la necesidad de que los misioneros apreciaran este arte de la bebida japonesa. Ordenando que cada residencia jesuita importante, tuviera un salón de té -al modo de Sen Rikyu-; donde la ceremonia pudiera realizarse con el debido decoro para honrar a los visitantes distinguidos. Así fue como algunos de los misioneros más experimentados, eran expertos en este tema y Joáo Rodrigues escribió -en su História da Igreja do Japáo- el modo en que muchos de los cristianos conversos; fueron destacados por su habilidad y percepción de ese protocolo del té. Destacando entre ellos el famoso noble Takayama Ukon; que creó escuela en su discernimiento de los valores estéticos relacionados con el arte y la ceremonia de esta bebida. Asimismo, tres de los siete famosos discípulos del gran Sen no Rikyu, eran cristianos y participaron con el gran filósofo en difundir la referida ceremonia. Acompañando al maestro el día en que tuvo que quitarse la vida, abriendo su abdomen con una espada; para evitar morir como un condenado a la pena capital.






SOBRE JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Diversos atriles nambán exhibidos en la exposición “Lacas Japonesas” celebrada en el Museo Nacional de Artes Decorativas, año 2013 -al que agradecemos nos permita divulgarlas-. Arriba, pieza propiedad del San Miguel y San Julián, parroquia jesuita de Valladolid (llama la atención su desgaste por uso). Al lado, parte inversa de otro de los atriles nambán, propiedad del Museo Fabio Nelli, de Valladolid. Abajo, atril misal de misma época a los anteriores (1580-1614), propiedad del Museo de las Ferias en Medina del Campo.






JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Piezas nambán, tal como fueron mostradas en la exposición “Lacas Japonesas” celebrada en el Museo Nacional de Artes Decorativas, año 2013 -al que agradecemos nos permita divulgarlas-. Al lado, atril propiedad de la parroquia de los Sagrados Corazones, Daroca, Zaragoza.










Al lado, nambán atril con el signo de los dominicos; propiedad de museo de San Esteban, en Salamanca (pp Dominicos).





Abajo, oratorio portátil, fechado entre 1580 y 1620, propiedad del museo nacional de artes decorativas.



2º Giovanni Niccolo y el seminario de Kyusu:

Regresando al arte Nambán y a su historia; ya dijimos que en 1583 llegó a Nagashaki Giovanni Niccolo (19) ; fundando allí su taller e influyendo en la formación artística de los pintores japoneses, aportando su estilo y técnica occidental. Este maestro, nació en Nápoles en 1560, ingresando en la Compañía de Jesús en 1580; deseando ser destinado a la misión japonesa. Desde 1584 hasta 1614, Niccolo produjo pinturas religiosas para las iglesias japonesas, enseñando arte occidental en el seminario de Kyushu (isla sur del Japón). Aunque creemos que ninguna de las obras pintadas por este maestro, han llegado a nuestras manos. Un preceptor jesuita, que además de artista plástico, sabemos era músico y organólogo; existiendo referencias de como creó órganos portátiles, para diferentes iglesias japonesas. Todo lo que significa que era docto en afinaciones y matemática; además de un hábil artesano.

Según las crónicas de misiones, Niccolo permaneció como profesor de pintura en Nagasaki, hasta 1614; por lo que debemos pensar que hasta ese año, continuó su taller activo. Al menos, hasta la expulsión de los misioneros dictada por Tokugawa I en esta fecha. Pero ello no supuso que terminase la práctica del arte occidental en Japón; que tan solo se extinguió con la persecución de Tokugawa III en 1639 (el nieto del anterior). Tenemos varios ejemplos que nos han llegado, de obras con estilo occidental, producidas después de 1614. Como el famoso retrato de San Francisco Javier y Los Misterios del Rosario (mostrado en imágenes en la parte primera). Cuadros que, con absoluta seguridad, fueron pintados después de 1623. Asimismo, las banderas de batalla que los cristianos lucieron en la revolución de Shimabara (1638), estaban inspiradas en arte europeo y probablemente se produjeron durante la persecución. Aunque existe la teoría que estas obras pudieron haber sido introducidas de contrabando y desde Macao; donde Niccolo continuó con su taller, hasta al menos 1623. Ante estas ideas del profesor Cooper, me atrevo a aventurar que quizá el cuadro de San Francisco y San Ignacio, junto a los misterios de Rosario; pueda ser obra de Giovanni Niccolo -ver en anteriores imágenes la obra, donde comentamos este hecho-.

Sigue diciendo el profesor Cooper que se ha conservado el recuerdo de una gran mayoría de los artistas formados en el seminario de Kyushu. Como fue el caso de Leonardo Kimura (nacido en 1574 en Nagasaki); que trabajó en su ciudad natal, decorando la Iglesia de Todos los Santos y que allí murió martirizado, en 1619. Otro pintor fue Luis Shiozuka (también de Nagasaki), que entró en el seminario en 1588 y más tarde se hizo jesuita. Mancio Taichiku (nacido en 1574, Uto en Higo) ingresó a la Compañía de Jesús en 1607 y fue artista plástico hasta su muerte, sucedida ocho años después. Otros pintores jesuitas japonenses fueron Mancio Joáo y Mancio Thadeu (ambos de Usuki, provincia de Bungo) o Pedro João de Kuchinotsu. Aunque el más conocido sería el del hermano Jacobo Niwa, cuyo padre era chino y su madre japonesa; quien dejó Japón en 1601 y se fue a Macao, donde realizó un cuadro de la Asunción para la Iglesia de San Pablo (activo hasta 1635). Finalmente, se cree que algunos laicos convertidos estudiaron también con Niccolo. Este es el caso de Ikushima Saburozaemon (de Nagasaki), del que no se conoce obra. Aunque de su coetáneo Nobukata, aún tenemos varios cuadros con su sello. Asimismo Yamada Emonsaku es otro alumno de Niccolo, que durante la Rebelión de Shimabara fue sentenciado a muerte; pero finalmente quedó liberado.

Sigue exponiendo el profesor Cooper, que con el paso del tiempo, los artistas japoneses de la escuela Namban, no se sentían satisfechos creando meras copias de imágenes importadas. De este modo, desearon producir obras más originales, de acuerdo con su gusto y propia inspiración. En ello se midió la belleza de cada artista, al combinar el estilo occidental con el oriental. Lo que se puede ver en diferentes imágenes, donde crearon un tipo de trabajo completamente nuevo en la tradición artística japonesa y al margen de estilos occidentales. Porque la enorme influencia europea con la que trabajaban, dejaba aún mucho margen para la interpretación personal. De esa forma, empezaron a producir sus trabajos sobre tela, papel, tablillas y planchas de cobre. Siendo así como los pintores japoneses de temas religiosos, se basaron en modelos europeos, pero introdujeron su estilo propio. Pues “mientras copiaban los originales europeos, los artistas japoneses no reproducían servilmente cada detalle, sino que se sentían libres de adaptar el tema como mejor les pareciera e interpretar ciertos detalles de acuerdo con su propia inspiración. La originalidad de los artistas se expresó aún más mediante el uso de materiales y técnicas tradicionales, ya que se usaban los pigmentos japoneses comúnmente; en lugar del óleo más espeso y consistente. Los pinceles japoneses también tenían una mayor flexibilidad que los de Europa, pudiendo producir un trazado más rápido y expresar detalles de una manera más dinámica” (SIC del profesor de la Universidad de Sofía, M. Cooper).





SOBRE JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Tres imágenes de un fabuloso escritorio lacado Nambán, propiedad de la Abadía del Sacromonte, Granada. Este bargueño fue también exhibido en la exposición “Lacas Japonesas” celebrada en el Museo Nacional de Artes Decorativas, año 2013 -al que agradecemos nos permita divulgarlas-.








JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Piezas de la exposición “Lacas Japonesas” celebrada en el Museo Nacional de Artes Decorativas, año 2013 -al que agradecemos nos permita divulgarlas-. Al lado, pequeño arca escritorio del mismo estilo, propiedad del Museo Nacional de las Artes Decorativas. Abajo, otra fotografía del mueble.




BAJO ESTAS LÍNEAS: Abajo, bargueño aparador, de estilo nambán transición fechado entre 1630 y 1660 (propiedad del museo Convento del Espiritu Santo de Sevilla). Observemos ya el influjo occidental y de chinoiserie -típicamente holandés-. Sobre esta maravillosa “papelera” nos dice la profesora Kawamura: “El escritorio pertenece al tipo de mueble destinado a Europa, pero ya bastante alejado del estilo Namban. El contraste del dorado sobre un amplio fondo negro con profundo brillo empieza a ser apreciado en Europa a partir de 1630, cuando los holandeses consiguieron el monopolio del comercio con Japón. El uso de la técnica de makie en relieve, taka-makie, inexistente en la laca Namban, es otra característica que se incorpora en la laca de exportación de la época de los holandeses. El escaso uso del nácar incrustado es otro aspecto diferenciador del estilo anterior” (20) .



G) ARTE NAMBÁN:

1º – Pintura Nambán:

Escribe Alicia A. Duerto Jordán, en su tesis sobre este estilo (21) : “las costumbres niponas resultaban en ocasiones desconcertantes para los europeos, como magistralmente expuso el jesuita Luis Fróis (1532-1597) en su Tratado sobre las contradicciones y diferencias de costumbres entre europeos y japoneses de 1585. Los extranjeros europeos eran conocidos como nambanjin o “habitantes de las tierras del sur” (22) . Los biombos namban, donde se representan esos comerciantes y misioneros de la Península Ibérica, constituyen una gran muestra artística y documental de la época. Allí, los europeos aparecen como hombres de piel oscura que venían en negras embarcaciones con barba, pelo rizado, nariz prominente, con extrañas vestimentas y costumbres. El exotismo de los nambanjin influyó en la indumentaria nippona y hubo prendas japonesas que imitaban las ibéricas, como la kappa o impermeable, el karusan o pantalón ajustado”. A ello hay que añadir otras prendas que han sobrevivido, actualmente en uso; como el “manto”, que es una especie de capa española. Asimismo el jubón, es el nombre que comúnmente se da allí a los pantalones: “tsubón”. Incluso los guantes, son denominados vulgarmente “gunte”; pese a que su nombre más exacto es “te-bukuró” (bolsas de manos). De este modo, encontraremos decenas de palabras Nambán, que se refieren a la ropa y que incluyen hasta los botones, llamados “botán”. Todo ello procede de modas y costumbres importadas por los hispano-lusos, principalmente en el periodo Nambán; aunque otros usos y prendas quizás surgieran de influjos holandeses o ingleses. Como los zapatos, llamados en japonés “kutsús”; lo que indudablemente -a mi juicio- procede de “shoes”.

Continuando con la pintura de esta época, explica el profesor Cooper que los cuadros, imágenes y biombos nambán se pueden dividir en dos tipos: Primero, obras introducidas por los misioneros o ejecutadas bajo su dirección; siempre de temática religiosa, debido a lo que en su mayoría fueron destruidas y solo unas pocas sobreviven (23) En una segunda categoría se catalogan las pinturas de artistas japoneses locales, que emplearon técnicas tradicionales y donde se representaban las costumbres y la vestimenta de los europeos -principalmente sobre biombo-. Retratando a occidentales en sus quehaceres cotidianos (conversando, leyendo, bailando etc; pero siempre en un contexto clásico)También, entre estos biombos, existen algunos con las imágenes de ciudades europeas más importantes por entonces (Madrid, Lisboa, Roma, Constantinopla o Sevilla); que suelen estar acompañados por cartografía y principalmente mapas del globo -todo lo que significa la primera gobalización-. Realizados con una estética muy semejante a las occidentales; imitando los cuadros al oleo europeos (pese a estar pintados con materiales japoneses -temple, metales, etc-).

Por último, se encuentra otro tipo de paneles decorativos y nippones; son los llamados “Namban byobu” -biombos propiamente Nambán-, que se pintaron por talleres del Mikado y al modo oriental (como hizo la escuela Kano). En ellos, los artistas recogen la llegada al puerto Mikado, del gran barco negro portugués -el mercante embreado y de color oscuro; o bien de las naos hispanas, que arribaban a Nagasaki-. Sus escenas son de descarga y de bienvenida al navío extranjero, expresadas con un estilo plenamente oriental; usando fondos de oro y zonas lacadas -como hemos visto en imágenes anteriores- (24) . Acerca de ellos, escribe A. Duerto Jordán: "Pero sin duda, el tipo de biombo más representativo del arte namban lo constituyen los llamados Namban-byôbu, que describen con un estilo inconfundible la llegada de las naves portuguesas y españolas a Japón y escenas de la vida cotidiana de estos extranjeros allí. Se conservan unos setenta biombos de este tipo, algunos en colecciones europeas, lo que pone de manifiesto el interés tanto de japoneses como de europeo” (25) .

Esos "biombos nambán" -propiamente nippones- reflejan comúnmente nativos dando la bienvenida a extranjeros, que arriban en barco al Japón. Escribe Fernándo García Gutiérrez que esa era "la escuela de pintura NAMBAN-GA , plasmando la relación de los japoneses con los occidentales. En Europa se han encontrado hasta ahora unas 60 obras de este tipo. Ello muestra el éxito que tuvieron en Japón, donde se desarrolla este arte que usa tan solo técnicas pictóricas japonesas (...) Los pintores que más desarrollan el tema son los de la Escuela Kano, (1573-1615) final del Momoyama y comienzos de Edo (...) Suelen aparecer de un lado las naves portuguesas y del otro las figuras, con extranjeros que van a la iglesia católica. Hay otros en los que figuran por una cara los barcos y en la opuesta los japoneses comerciando con portugueses. Asimismo los hay que añaden costumbrismo occidental (formas de vestir, concursos, animales importados); junto a otros que incluyen mapas mundi y grabados de las ciudades más famosas del ultramar (desde México a Alejandría) (...) En los cuadros vemos los misioneros e iglesias jesuita, muy orientalizados (quizá en gran parte japoneses y con iglesias de tipo nippon)” (26) .


SOBRE ESTAS LÍNEAS: Magnífico biombo nambán, donde se recoge la llegada de europeos al Japón (propiedad del Museo Metropólitan de Nueva York, al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen). Observemos la escena: arriba a nuestra derecha, sacerdotes vestidos de negro, entregan un rosario a una japonesa -convertida- a la que acompañan familiares o amigos. A su lado, varios hombres juegan al “go”. Bajo estos, una bella mujer se acicala y un anciano anuncia “algo”; quizá en espera de que la visiten los recién llegados. Más a nuestra izquierda, diferentes japoneses observan la llegada; donde vienen tres mujeres (quizás chinas y nobles) acompañadas de sus perros pequineses y seguidas por un cura (detrás de ellas). Sobre las recién arribadas, varios hombres del lugar, opinan o se admiran. Detrás del pequeño párroco que sigue a las extranjeras -quizá un sacerdote japonés muy joven-; aparecen ya los portugueses o españoles, ayudados por un sirviente de color, que sujeta un parasol. Junto a estos, en una casa a la izquierda; un bancario con sus pesos y medidas de metal (en espera, quizá para efectuar cambios o calcular precios). Finalmente, a nuestra izquierda y abajo, el banco donde se están preparando las transacciones; con los ábacos y los papeles para firmar. Sobre aquella casa del banco, varios nobles y japoneses, se acercan al lugar con curiosidad (ellos a caballo y las mujeres, elegantemente vestidas).

2º – Biombos Nambán de estilo occidental, con mapas y personajes europeos (interpretación e identificación de algunas ciudades o efigies allí representadas):

Sobre este tipo de paneles, nos dice M. Cooper: “Hay un segundo grupo de pinturas nambán, de estilo occidental; que ilustran temas seculares y representan a nobles cristianos que se enfrentan o luchan contra adversarios islámicos. En esta categoría se puede encontrar un biombo de cruzados y musulmanes, pintado en color sobre papel. La escena se compone de solo cuatro paneles, en lugar de los seis habituales y las pinturas originalmente decoraban algunos fusuma -puertas corredizas-, de una cámara en el castillo de Wakamatsu. Se piensa que fue pintado hacia 1590 por un artista japonés formado en el seminario jesuita. En comparación con las escenas que representan las costumbres sociales de los extranjeros, estos paneles poseen una calidad artística claramente superior. Su superioridad posiblemente se deba a que el artista se ha limitado a retratar las figuras occidentales -como única novedad en la obra- y ha prescindido de todo lo demás para seguir el mejor estilo del arte decorativo japonés” (SIC del profesor M. Cooper). Pese a ello -a mi juicio-, este panel que representa a cuatro reyes; estaría pintado por Giovanni Niccolo o su escuela. Para exponer esta hipótesis, me baso en que los cuatro cuadros que lo componen, son un claro homenaje a Portugal y a San Francisco Javier. Ya que en ellos podemos ver a los reyes de Navarra (Enrique y Luis); además del Sha de Etiopía (Preste Joao), frente al Sultán de Adel (tal como luego explicaremos). Es decir, serían una elegía a la labor de expansión del cristianismo; llevada a cabo por los jesuitas, durante el siglo XVI. Especialmente a la conversión y protección de Etiopía con sus reyes descendientes de Salomón; además de recoger los monarcas herejes de Navarra, que finalmente se convirtieron al catolicismo (Enrique III y su hijo Luis II, de Navarra -que son Enrique IV y Luis XIII, de Francia-).




SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: 
Arriba y abajo, biombo de los reyes a caballo, comienzos del siglo XVII; procedente del castillo de Aizu Wakamatsu (fortaleza Tsuruga) y propiedad del Kobe City Museum- al que agradecemos nos permita diculgar las imágenes-A mi juicio, en este panel protagonizado por cuatro príncipes, aparecen en primer lugar: Enrique IV de Francia y su hijo, Luis XIII; como reyes de Navarra (Enrique III y Luis II). Todo lo que se determina por las heráldica que luce el caballo del joven; que se corresponde con la casa Borbón de Navarra. Escudo partido y a la izquierda las “Cadenas”, teniendo en el lado derecho, los tres lises de Borbón o Valois. Al lado, detalle de las armas que luce el personaje que yo identifico con el príncipe Luis II de Navarra. Abajo, a mi juicio el de aparece en nuestra izquierda, sería el rey de Etiopía Susenios, o bien su antecesor, Sha Dengel (el Za Dengel). Que fueron convertidos al catolicismo por el jesuita madrileño Pedro Páez. Su historia se relaciona con la leyenda del Preste Juan; un mito católico que narraba la existencia de un reino cristiano perdido, entre los países de Oriente Medio. Estas fábulas motivaron, en parte, la salida del rey Sebastián de Portugal hacia tierras musulmanas, con el fin de cristianizar África; perdiéndose y “muriendo” el monarca en la batalla de Alcázar Quivir (Al Kasr al Kebir; Marruecos). Dejando Sebastián el trono luso huérfano, en 1578; pasando la corona de Portugal a manos de su tío Felipe II. Hermano de Juana de Austria, la madre de Don Sebastián; que vivía en Madrid desde que enviudó y finalmente fundó el Monasterio de las Descalzas Reales madrileño (pasando allí sus últimos años). Al fallecer su hijo en la batalla de Alcázar Quivir, fue la primera en favorecer que la corona portuguesa fuese a su hermano, Felipe II; lo que ratificaron las cortes de Lisboa en 1581 (reunidas en Tomar).





JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, armas de la casa Borbón de Navarra; escudo de Antonio I, antecesor y padre de Enrique III (IV de Francia). Vemos que la heráldica es igual a la que luce el faldón del caballo en el príncipe joven. Abajo, escudo de Enrique IV de Francia (III de Navarra).




JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Imágenes de Enrique IV de Francia (III de Navarra). A mi juicio, este primer panel del castillo de Wakamatsu, representa a ese rey y a su hijo Luis. Algunos autores han identificado la imagen con el padre del personaje que luce sus armas (las Cadenas de Navarra y los tres lises de Borbón). Al lado, detalle del biombo japonés. Abajo, retrato de Enrique de Navarra y Francia,
 pintado por Ambroise Dubois -propiedad del Museo nacional du Château de Pau; al que agradecemos nos permita divulgar la imagen-.






JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos imágenes de Luis II de Navarra (XIII de Francia, hijo de Enrique IV); que yo identifico con el segundo personaje del panel de WakamatsuAl lado, detalle del biombo japonés. Abajo, el monarca pintado por Felipe de Champagne. 
Este rey nació en 1601, lo que fecharía el biombo entre 1620 y 1639 (final del periodo Nambán); ya que el progenitor fue asesinado en 1610 por un fanático católico. Durante la minoría de edad de Luis XIII, ejerció la regencia su madre, María de Medicci; de origen italiano, lo que también puede explicar la aparición de estos reyes en Japón (quizás pintados por Giovanni Niccolo y su taller) Hay que destacar que este monarca fue converso; lo que “imprime un toque de rareza” a estas figuras, representadas en un país tan lejano; si no es para mostrar en el Mikado, que otros muchos soberanos y nobles de la época se estaban bautizando. Ya que Enrique IV se hizo católico tras su boda en París y la matanza de los “hugonotes”; rama protestante navarra, a la que él pertenecía.


BAJO ESTAS LÍNEAS: De nuevo, detalle del segundo panel de Wakamatsu, con dos personajes principales; uno de color y otro presumiblemente árabe. A nuestra izquierda, un rey africano; con cetro terminado en cruz y el mismo símbolo en su condecoración de collar. Algunos lo consideran el monarca de Abisinia o el Negus, de Etiopía. El individuo de su lado comúnmente se identifica con un musulmán, que presentaría batalla al copto, de color. A mi juicio, el primero es el rey de Etiopía, Susenios o quizás Sha Dengel; que fueron bautizados por el padre Páez, jesuita nacido en un pueblo madrileño, que vivió entre los etíopes casi veinte años (siendo asesor de su emperador). Frente a él, estaría su enemigo, el sultán de Adel, tal como explicamos a continuación.



a) Los representados en el castillo de Wakamatsu y su función evangelizadora:

El profesor Cooper no deja clara la identificación de los personajes que figuran en en el biombo del castillo de Wakamatsu; mencionando diferentes teorías (27) y escribiendo que pueden ser: El rey de Persia, o el de Abyssinia (Etiopía), con Henrique IV de Francia y otros monarcas occidentales; como el de Inglaterra, François de Lorraine, el duque de Guise, o bien Carlos V de España. Nosotros hemos estudiado la heráldica y las fisionomías, llegando a la conclusión de que en el primer panel estaría Enrique, junto a su hijo Luis II de Navarra (reyes de Francia). Mientras en el segundo biombo figuraría la Historia del Preste Juan; representando a Susenios (o quizás al Sha Dengel) de Etiopía, enfrentado al sultán de Adel. Nuestra primera conclusión, se basa en dos hechos evidentes: Las armas que luce el caballo del príncipe más joven; sin lugar a dudas es el escudo del reino de Navarra y Francia, unificado por la Casa Borbón (desde Antonio I, padre de Enrique y abuelo de Luis). Asimismo, a la fisionomía del personaje más anciano -representado a nuestra izquierda-; se corresponde con la de Enrique IV Francia, caracterizado por sus fuertes rasgos, muy prominentes y una gran barba.

Así pues, podemos deducir el significado de estas pinturas del castillo de Wakamatsu y su uso como objeto evangelizador; enseñando a través de ellas -en Japón-, los últimos grandes reyes que se habían convertido al catolicismo. Primeramente, Enrique de Navarra, que llegó al trono abrazando la herejía de los hugonotes; aunque el día de su boda, fue forzado a bautizarse. Siendo notorio que tras esa conversión, no profesó con gran fidelidad el catolicismo; apoyando numerosas facciones protestantes. Llegando a pactar este rey con los turcos, en contra de los países seguidores del Papa; tal como habían hecho varios antecesores suyos, en el trono francés. Siendo así y valiéndose de este primer biombo, podrían mostrar los sacerdotes que narraban en Japón las historias de Europa; como aquel soberano poco fiel al Vaticano, enemigo de españoles y portugueses, finalmente fue asesinado. Tras lo que subió al trono su hijo Luis, menor de edad; por lo que tuvo que ejercer la regencia su madre (María de Médicci); italiana y fiel al papado, que educó a su familia en la fe al Vaticano. Asimismo, en esta narración -explicada por los jesuitas a los japoneses, a través de las pinturas de Wakamatsu-; se podía incluir el hecho de que la tercera mujer de Felipe II fue Isabel de Valois (tía de Luis XIII).

Además, quizá finalizaban la misma evangelización, narrando historias sobre Navarra y sus últimos reyes. El reino donde gobernó como “príncipe” el padre de San Francisco Javier. Territorio que fue anexionado a la corona española tras la boda de Fernando el Católico; pero que hubo de ser conquistado años más tarde, al no aceptar a los Austria como monarcas. De este modo, los jesuitas podrían contar la vida de San Ignacio de Loyola, que participó como capitán en la toma de Pamplona, cayendo gravemente herido en 1521. Logrando sobrevivir y decidiendo no volver al ejercito, para dedicar su vida a Dios. Siendo así como peregrinó Ignacio a Montserrat, luego a Roma y finalmente a Jerusalén. Para regresar poco después a España, con el fin de estudiar teología y latín en Alcalá. Marchando más tarde a Salamanca, donde fue tomado por hereje; lo que le hizo dirigirse a La Sorbona. Donde encontró a Francisco de Jasso ó Javier; que tras la ruina de su castillo y la de su familia, había decidido aprender teología en esta universidad de París. Donde ambos, unidos a otros cinco discípulos de San Ignacio, crearon la Compañía de Jesús; cuyos misioneros comenzaron a evangelizar el Mundo, desde 1547. Hechos unidos a las casas reales de Navarra y Francia, muy relacionados con los jesuitas.



SOBRE ESTAS LÍNEAS: De nuevo, el biombo de la colección del Palacio Imperial de Tokyo: “mapa del mundo y las veintiocho ciudades” -agradecemos al Museo y colección imperial, nos permitan divulgar la imagen-. En este caso lo vemos por ambos lados. A juicio de numerosos expertos, en él se representarían los siguientes reyes y ciudades:

Rodolfo II de Alemania, enfrentado al sultán otómano

- Felipe II de España frente a Enrique IV de Francia.

- El Gran duque de Muscí (Zar Ivan IV) frente al Grand Khan de los tártaros.

- El rey de Abisinia (Preste Juan) frente al Sha de Persia.

Estas identificaciones se basan en la geografía de Georg Braun “Civitates Orbis Terrarum” (impreso en 1572) -luego Nova Orbis Terrarum-. Que contiene al lado de un mapa mundi, las efigies de los siguientes soberanos -tal como expone meticulosamente Giovanni Ranieri en su tesis (28) :

-Enrique IV IV, King of France (the only one having his coat of arms decorating his horse’s harness);

-Felipe II Philip II, King of Spain; the Holy Roman Emperor

-Rodolfo II

-El Sultán otómano

-El Sha de Persia

-El Gran duque de Muscú (Ivan IV)

-El Gran Khan of the Tartars

-El emperador de China

-El rey de Abisinia

-Jaime VI de Esocia y I de Inglaterra

A mi juicio, carecen de lógica las referidas identificaciones con las del biombo japonés; pues la conclusión de personajes representados, se basa en que los libros de Abraham Ortelius o de Georg Braun, contienen estos reyes. Soberanos, que no son católicos, pero en los paneles japoneses aparecerían en el “bando vaticano”. Como sucede en el hipotético caso de Rodolfo II, o el zar de Rusia; que eran protestantes e iban contra la fe que profesaban los jesuitas. Por ello, creo que el biombo japonés sería una adaptación de las imágenes contenidas en las geografías de Ortelius o de Braun; pero con monarcas y hechos que se refieren a Portugal y a España (católicos).




SOBRE Y JUNTO ESTAS LÍNEAS: Arriba, Nova Orbis Terrarum, de Braun; con un Mapa Mundi. Observemos lo imprecisa que es la zona de Japón; tanto que no aparece el archipiélago. 
Por lo que nos extraña este ejemplar haya sido el modelo a copiar por el biombo de las 28 ciudades del Mikado. Alrededor del mapa, se observan césares (Vespasiano,Tito etc). Al lado, las veintiocho metrópolis, tal como las identifica Giovanni Ranieri en su tesis. A mi juicio, tampoco es acertada esta lista de urbes; ya que creo que bajo cada rey o sultán, se encontrarían urbes de sus dominios.




SOBRE Y JUNTO ESTAS LÍNEAS: Arriba, Theatrum Orbis Terrarum, de Braun. Tampoco vemos este mapa el modelo que ha creado el biombo del Palacio Imperial de Japón; que es mucho más perfecto y definido en su cartografía. Al lado, mapa de Petrus Plancius: Orbis Terrarum Typus de Integro Multis in Locis Emendatus, publicado en Ámsterdam en 1594. Aunque es muy posterior a la Misión Tensho, que regresó a Japón en 1590; pudiera haber sido el modelo de cartografía para los biombios Nambán con Mapa Mundi.







SOBRE Y JUNTO ESTAS LÍNEAS: Arriba, Nova Orbis Terrarum, de Braun; publicado en 1630. Continúa sin tener definición alguna en la zona de Japón, lo que me obliga a desestimar esta carta como modelo de los que se representaron en Japón (mucho más perfectos). Al lado, Theatrum Orbis Terrarum, de Braun; detalle de la parte que representa a Japón; que en el biombo de Tokyo es infinitamente más definida.






SOBRE Y JUNTO ESTAS LÍNEAS: Arriba, Nova Orbis Terrarum, de Braun; recogido en la tesis de Giovanni Ranieri. Observemos que no se divisa prácticamente nada de Japón. Al lado, Nova Orbis Terrarum, de Braun; detalle de la zona del mar japonés donde se ve que están confundidas las Filipinas, con las Islas de las especias y el archipiélago Nippón.








SOBRE Y JUNTO ESTAS LÍNEAS: Detalles del biombo de la colección del Palacio Imperial de Tokyo: “mapa del mundo y las veintiocho ciudades” -agradecemos al Museo y colección imperial, nos permitan divulgar la imagen-. Arriba, zona en la que aparece (a mi juicio) Felipe II -o bien Don Juan de Austria- enfrentado al rey de Francia. Observemos que el representado en el lado izquierdo es exactamente el mismo que vemos en el castillo de Wakamatsu. Al lado, de nuevo; imagen del referido biombo de Wakamatsu. En este caso vemos de nuevo la efigie del rey de Francia, que se corresponde con el personaje enfrentado a Felipe II en el anterior. No es este el modelo que sigue la cartografía de biombos con Mapa Mundi nambán, cuya definición es mucho mayor (pese a ser más antiguos).




JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, otra vez el segundo panel del castillo de Wakamatsu, donde figuran (a mi juicio) el emperador de Etiopía (Susenios I) frente al sultán de Adel. Abajo, los mismos personajes, según mi teoría; representados en el biombo de la colección del Palacio Imperial de Tokyo: “mapa del mundo y las veintiocho ciudades” -agradecemos al Museo y colección imperial, nos permitan divulgar la imagen-. Contiene un “juego” cartográfico; pues aparece un mapa bajo los personajes que creemos representa el del Cuerno de África, con Abisinia y el sultanato de Adael (marcado en verde). Pero asimismo, lo que este dibujo muestra, parece la silueta de Portugal, tumbada. A continuación explicamos la función evangélica y pedagógica que pudo tener esta segunda pintura de Wakamatsu y sus personajes africanos, (también incluidos en el biombo de Tokyo).




b): Preste Juan y el emperador de Etiopía, en el castillo de Wakamatsu:

El segundo panel que se conserva en Wakamatsu, debió tener una gran importancia, para explicar la historia de las misiones jesuitas y las expediciones portuguesas. En él, figuran un soberano de África y un individuo de apariencia musulmana, que porta un arma; a quienes identifico como el emperador de Etiopía (Susenios I), frente al sultán de Adel. Personajes de enorme importancia para los los jesuitas y los lusitanos. Debido a que desde finales del siglo XV llegaron naves lisboetas hasta tierras etíopes; siendo muy destacada la embajada que Juan II envió en 1490 (liderada por Pedro Corvilha que fue recibido en el palacio imperial). Creyendo así los portugueses haber encontrado el reino del Preste Juan, cuya leyenda estará más adelante unida al sebastianismo. Una preciosa fábula católica que narra como en los territorios de Oriente Medio y entre áreas paganas, existen reinos cristianos perdidos. Países que mantendrían su fe, desde tiempos de Jesús; creyéndose que podían ser naciones fundadas por descendientes de los Reyes Magos. Teniendo así sus monarcas ascendencia directa en Melchor, si se hallaba el reino en Oriente Medio; en Gaspar, si estuviera en Asia y en Baltasar, de encontrase en África, como fue el caso de Etiopía.

De este modo, el Preste Juan sería un monarca cristiano, que gobernaba en tierras lejanas y rodeadas de infieles; cumpliendo su misión como soberano y cabeza de la iglesia en su tierra (archi-preste). Tenido por un hombre casi santo, conocido por su generosidad y que habitaba en un territorio cargado de riquezas -en especial: oro, plata, incienso, mirra y otras especias-. Situándose el reino de aquel gran sacerdote y mandatario, en las proximidades del patriarcado de Santo Tomás (refiriéndose a los lugares que visitó el Apóstol Tomás; que se sitúan en La India). Además, entre los tesoros más preciados que guardaba el famoso Preste, se hallaba un espejo como el de Salomón. Reliquia de la que hemos hablado extensamente en nuestras Leyendas de la Mota del Marqués (29) ; llegando a la conclusión de que se trataba del astrolabio usado por las culturas del desierto, para guiarse entre las arenas. Debido a ello -a mi juicio- narra la fábula del Preste Juan, que aquel rey de los cristianos, habitante de las tierras tan remotas. Sabía leer en su “poderoso spéculum”, la situación de los astros y de sus provincias. Una leyenda que dio lugar a toda la literatura medieval y moderna; donde encontraremos esos “espejos mágicos” -en cuentos como el de Blanca Nieves, y múltiples relatos de caballería (especialmente artúricos)-. Teniendo tal trascendencia en nuestra cultura esta fábula de la adivinación sobre cristales argentados; que la palabra “especular”, ha quedado como sinónimo de acertar el futuro, o saber lo que sucede y sucederá en un lugar lejano.

Pasando a la Historia del Preste Juan, diremos que la primera referencia conocida a su leyenda está en las crónicas alemanas del medioevo; afirmando que su reino se encontraba en La India (por influjo de los viajes evangelizadores del Apóstol Tomás, narrados en El Nuevo Testamento -Hechos de los Apóstoles-). Aunque más tarde y con el contacto entre Marco Polo y China, se buscó también un soberano cristiano en el corazón de Asia. Pasando finalmente a localizarlo los portugueses en Etiopía (a fines del siglo XV). Tal como creyeron siempre en Bizancio y en Roma; donde conocían la existencia de un gran imperio africano, rico y próspero, que profesaba el cristianismo. El hecho cierto, es que pese al “hallazgo” del Preste Juan en el país abisinio; siguieron buscando otros reinos similares en zonas muy lejanas a Europa. Suponiendo que hubo al menos tres monarquías descendientes de los reyes magos, con una dinastía fundada por cada uno de ellos. Todo, sin tener en cuenta que el relato bíblico de los que fueron a adorar al Niño Jesús, se completó por San Beda, el Venerable. Sacerdote irlandés del medievo, famoso por ser uno de los hombres más cultos de la Historia. Quien entre sus aportaciones a la religión católica, añadió que los reyes magos eran tres, llamándoles el fraile: Melchor, de cabellos rojos y que portaba oro; cuyo nombre recuerda a Melkarte y por lo tanto representaría a los semitas (pelirrojos). Gaspar, un anciano rubio, que simbolizaría las culturas indoeuropeas (con nombre parecido a Gran Pater -Iupiter-); oferente de incienso, quemado en los ritos de esta civilización. Por último, Baltasar, a mi juicio significaría “quien cuida del rey” -balt at Shar-; haciendo referencia a los guardianes más fieles (que solían ser africanos) y simbolizaría a los camitas. Explicando de este modo San Beda el Venerable, como vinieron a adorar al niño Jesús, reyes de todas las culturas y razas del Mundo (Semitas, Indoeuropeos y Camitas).





SOBRE Y JUNTO ESTAS LÍNEAS: La búsqueda del Preste Juan y las narraciones de caballería, motivaron -en gran medida- la salida de Sebastián de Portugal hacia África, para presentar batalla en su cruzada contra el islam. Su tío, el rey Felipe II, quiso disuadirle de tal aventura, aconsejándole no moverse de Lisboa; pero el joven tenía gran ilusión por ser un guerrero cuyas hazañas se perpetuasen en la Historia. Finalmente, Sebastián I de Portugal cayó en batalla en 1578, dejando el trono en manos de su tío abuelo; un clérigo, que murió dos años más tarde. Pasando definitivamente la corona a Felipe II. Arriba, retrato de Sebastián I por Cristóbal de Morais (hacia 1572, propiedad del Museo de Arte antiguo de Lisboa al que agradecemos nos permita divulgar su imagen). Junto estas lineas, portada del libro de Queiroz Velloso sobre Don Sebastián, que se ilustra con el retrato anterior.



JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS:
 Dos grabados con la famosa Batalla de AlcazarQuivir en la que desapareció el rey Sebastián de Portugal, un 4 de agosto de 1578. Al lado, lámina perteneciente aMuseu do Forte da Ponta da Bandeira, en Lagos, Portugal; publicado por Miguel Leitão de Andrade en su obra "Miscelânea" (1629). Vemos al ejército portugués (muy inferior en número) totalmente cercado por tropas de los califas de Marruecos. En situación muy similar observamos la batalla recogida en el grabado de abajo, que pertenece al libro de D.B. Machado "Memórias para a História de Portugal..."; publicado en Lisboa, en 1751. (Agradecemos a la enciclopedia virtual Wikipedia que difunda estas imágenes, permitiendo la disposición en libre derechos de autor para quienes hemos deseado divulgarlas).



Continuando con el Preste Juan, su búsqueda fue un sueño de caballería para todo aventurero medieval; aunque hasta la aparición de la brújula y de galeones capaces de surcar el Océano (en el Renacimiento), los navegantes no pudieron alcanzar tierras muy lejanas. Pese a ello, todo buen soldado católico imaginaba su reino, leyendo novelas y relatos medievales que hablaban de aquel sacerdote monarca, descendiente de Gaspar, Melchor o de Baltasar. Entrelazando su mito con otras fábulas; como la del Santo Grial o la mesa de Salomón. A todo ello, se unieron episodios históricos, como el relatado por Juan de Plano; misionero franciscano nacido en Perusa hacia 1180 y discípulo de San Francisco de Asís. Quien a mediados del siglo XIII (30) narra la existencia de un reino cristiano (nestorianista) en el interior de China; derrotado y aniquilado por Gengis Khan, hacia el año 1218. Este monje, que fue enviado como embajador por el Papa a varios países paganos; y narra que cuando llegó ante el Gran Emperador (nieto de Gengis) ya no se se toleraba el cristianismo en China, por lo que sus ritos habían sido sustituidos con los de un “chamanismo católico”. Pese a ello, relata Juan de Plano, que hemos de suponer la existencia de numerosos grupos cristianos dentro de la enorme extensión que tendría ese imperio del Khan. Quienes seguirían la rama ortodoxa nestorianista en su fe; herejía que divide en dos la persona de Cristo y que se extendió por Arabia, Persia y Asia (hasta la llegada del islam).

Como hemos mencionado, la leyenda del Preste Juan influyó en los viajes de exploración que se realizaron a partir el siglo XV; especialmente los llevados a cabo por Portugal. Pues se trataba de una fábula cargada de belleza y plena de valores caballerescos, que encajaban con la moral y el sueño lusitano; donde las órdenes estuvieron siempre presentes -debido a que su reino se fundó por los templarios y los caballeros de Avis-. Así fue como la historia del Preste impactó en la mente del joven rey Don Sebastián, que llegó a decidir luchar en África, para liberar las tierras de aquel gran cristiano. Siendo de este modo, como el monarca de Portugal, educado por los jesuitas en el sueño del globalismo y la unificación del Mundo bajo una sola fe. Decidió partir hacia Alcázar Quivir (Al Kasr al Kebir; Marruecos), donde moriría en batalla el año 1578Su desaparición se llevó -asimismo- a los más grandes nobles de Portugal, quienes viajaron junto al rey hasta Larache, para presentar guerra al islam. Acompañando fielmente a su señor, que no cesaba en su empeño de ir a "cruzadas”; decidiendo enfrentarse a los musulmanes en sus tierras. Realizando esta expedición en contra de todo consejo; especialmente el de sus mentores jesuitas y de su tío Felipe II. Que intentó disuadir al joven de apenas veinticuatro años; para que no viajase a Marruecos. Pero Don Sebastián deseaba sobre todo emular a Juan de Austria, quien al cumplir los veinticuatro había derrotado a los turcos en Lepanto.

De tal manera decidió ir a Alcazarquivir, donde encontró la muerte, dejando huérfano el trono portugués, que pasó a su tío abuelo Enrique. Quien desde 1578 y hasta mediados de 1580, le sustituye (como Enrique I); quien al ser un anciano cardenal, pide al Papa una dispensa para casarse y dejar descendencia. Dispensa que nunca llegó, proclamándose finalmente rey de Portugal, Felipe II de España (en 1581). Tras la desaparición y muerte del rey Sebastián; en el país vecino nació una nueva idea legendaria, denominada Sebastianismo. Donde se promulgaba que ese monarca volvería, para crear un nuevo imperio luso, que gobernaría sobre todo el planeta. Dictando los sebastianistas que: En este Quinto Imperio, universal y cristiano, todos los reinos se unirían bajo un mismo cetro, todas las cabezas obedecerían a una sola cabeza suprema, todas las coronas se reunirían en una diadema”. Tal como escribió el padre jesuita Antonio Vieria en 1649 (31) ; cuyos libros expresan claramente un deseo de globalización (bajo el dominio Luso y del Vaticano).



JUNTO ESTAS LINEAS Y BAJO ELLAS: Al lado, Sebastián, retratado por Cristóbal de Morais, obra que fue propiedad de la condesa viuda de Doña Marina. Expuesto 1958 Centenario Carlos V; de donde hemos tomado la fotografía. Abajo, grabado de Sebastián de Portugal niño; el rey que desapareció (murió) en AlcazarQuivir, luchando en tierras del Preste Juan (África), para liberarlas del islam.







Regresando a la identificación del Preste Juan, con el emperador etíope; recordaremos que en 1490 ya habían llegado a este territorio de África los portugueses, presentando Covilha una embajada de Juan II. Así fue como decenios después, David II -Sha de este reino; también llamado Za o Negus- mandó a Portugal y a Florencia emisarios; para que le ayudasen a luchar contra los musulmanes que les asediaban. De este modo, en 1520 llegó al Mar Rojo una escuadra lusitana, que apoyó a aquel rey David de los etíopes para liberarse del yugo del islam; permaneciendo los barcos en sus costas más de seis años. Aunque a los pocos meses de abandonar los portugueses la zona, el sultán de Adel -ayudado por diversos generales- volvió a atacar a los etíopes; lanzando una primera razzia en 1527, conquistando dos de sus regiones. Para más tarde, iniciar una campaña que perduró hasta 1533, avanzando por todo el imperio del Negus, hasta dominar el Sur. Continuaron los de Adel asediando el reino cristiano, logrando derrocar a su emperador; al que mataron en 1540, tras capturar los de Adel a toda la familia real (incluido el heredero). Ante esta situación, en 1441 se personó en la bahía etíope, Cristóbal de Gama (hijo de Vasco), con una gran flota y procedente de Goa. Quienes entraron en guerra contra los del sultán, ayudados por los nativos del imperio cristiano; aunque tras varios encuentros, fueron derrotados nuevamente. Murió así el valeroso vástago de Vasco de Gama; que dirigía la expedición militar y que había destacado como mandatario en Goa. Quien tras ganar tres batallas a los de sultanato; que contaban con fuerzas muy superiores a las portuguesas y tenían armas de fuego -como vemos en los biombos-. Fue capturado, torturado y ejecutado, tras la última y cuarta contienda.

Antes de continuar, hemos de destacar el modo en que los dos hijos de Vasco de Gama (Esteban y Cristóbal -que fue el segundo-) destacaron por su valentía, su nobleza y su inteligencia. Pues tras haber sido nombrados gobernadores en Góa y de la India portuguesa; prefirieron dedicar su vida a explorar tierras hasta Malaca y más tarde a luchar contra los emires en el Mar Rojo. Así se enfrentaron al Bajá (pachá) de Egipto intentando atacar a los otomanos en Suez -que huyeron al conocer su llegada-; y poco después el hermano menor se dirigió hacia Etiopía. Alentado por un médico del ejército -de origen gallego y llamado Juan Bermúdez-, que advirtió a los hermanos de Gama sobre lo que sucedía en tierras del “Preste Juan”. Decidiendo ir el menor en ayuda de los etíopes, junto a cuatrocientos arcabuceros; partiendo en 1540 hacia esta otra zona del Mar Rojo. Donde el valiente Cristóbal de Gama, venció tres veces con tan solo este número de soldados; frente a un ejército formado por millares de musulmanes. Hasta que en 1542 fue capturado por el sultán de Zeilá, que torturó de forma inhumana a aquel valeroso hijo del descubridor; quien murió soportando su martirio con honra. Un triste episodio que recoge Miguel Castanho, en su obra dedicada al final de Cristóbal de Gama; un gran caballero portugués que no debería olvidar jamás la Historia (32) . Tras los sucesos relatados, los portugueses regresaron con más fuerzas y solo un año más tarde el sultanato de Adel fue vencido. Su líder (Ahmad) falleció en una escaramuza; logrando desde entonces los lusitanos mantener en aguas de estos reinos una flota, lo que debilitó a los musulmanes que se disgregaron en varias provincias.






SOBRE Y JUNTO ESTAS LÍNEAS: Dos imágenes relacionadas con el padre Páez Jaramillo. Arriba, mapa de Etiopía y Abisinia publicado en Ámsterdam por Joan Blaeu, en 1650; coetáneo a los hechos que hemos narrado. En este, vemos el reino de Suseinos y hemos marcado en el “cuerno de África” el sultanato de Adel. Asimismo, podemos comprender la cercanía de la frontera Este de Etiopía, con las Fuentes del Nilo. Al lado, portada del libro ETIOPÍA -del Padre Páez- que permaneció cuatrocientos años sin ver la luz; publicado hace unos años por Ediciones el Viento.




Tras la vitoria de los portugueses sobre Adel y la liberación del reino del Negus (en 1543; el mismo año en que arribaron a Japón); comenzaron a llegar a Etiopía padres jesuitas, cuya misión fue la de construir iglesias y convertir a los coptos al catolicismo. Logrando bautizar a su emperador Malak II, quien dictó en su reino libertad de culto y elección; legalizando tanto a los católicos como a los coptos. Destacó entre aquellos misioneros que fueron hasta Abisinia, la figura citada del Padre Páez Jaramillo; un madrileño que llegó a tener enorme transcendencia en el reino y que logró convertir a varios de sus emperadores a esta fe. En cuya vida vamos a recalar, pues es una de las más interesantes y prolíficas de su tiempo. Ya que aquel jesuita nacido en 1564, en Olmeda de las Fuentes -Madrid (próximo a Alcalá de Henares)-; y que cantó misa en 1588, en Goa. Tras ser ordenado, decidió marchar como misionero a Etiopía junto a su compañero Antonio de Montserrat; pero ambos fueron apresados por piratas de la zona, permaneciendo siete años en un terrible cautiverio. Habiéndoles dado por muertos, sus captores decidieron finalmente pedir un rescate, que Felipe II pagó. Regresando a tierras de cristianos, narraron que habían recorrido lo que llamaban “La habitación vacía”, siendo los primeros europeos en cruzar el desierto de Rub Al Kali y la región de Agramunt.

Permaneció un tiempo en Goa y pronto (en 1603) logró Pedro Páez volver a Etiopía; seguro de que hablando su idioma y con las enormes dotes humanas que tenía, lograría evangelizar a miles de personas. Pues las crónicas le describen como un hombre muy simpático y comunicativo, cargado de ideas, que en su cautiverio aprendió arquitectura e ingeniería (trabajando como esclavo). Todo lo que le llevó pronto hasta el emperador etíope Denguel (el Sha o Za); y más tarde ante su sucesor, Susinios, a quienes bautizó. Así fue como permaneció diecinueve años al lado de Susinios I, actuando como asesor, arquitecto y director espiritual; ayudándole a levantar iglesias y puentes, además de un gran palacio a estilo occidental. Asimismo, el padre Páez, en el año 1618 realizó una expedición hasta la zona del Nilo Azul, logrando ser el primer europeo en conocer las fuentes de este río. Además, aprendió persa y lenguas árabes; lo que le permitió evangelizar en el vecino sultanato de Adel y trasladarse al Yemen. Traduciendo el Catecismo y La Biblia a estas lenguas y escribiendo en ellas varios libros de religión; junto a una gramática de portugués. Finalmente, en 1622, terminó su gran obra, redactada también en la lengua de Camôes y llamada Etiopía; donde Páez relata en cuatro tomos (más de mil páginas) todo lo que le fue aconteciendo en este reino. Libro que permaneció sin editar hasta 1945 (unos cuatrocientos años) de un mismo modo que este madrileño magnífico y sin parangón, estuvo en el olvido hasta hace muy poco. Cuando los geógrafos, leyendo sus relatos, dedujeron que era Pedro Páez el descubridor de las Fuentes del Nilo, y no los expedicionarios ingleses del siglo XIX (refiriéndonos a Livingstone).

Para finalizar este epígrafe, trataremos sobre los emperadores que conoció y bautizó el padre Páez Jaramillo: Za Dengel y el Sha Susinios. Del primero apenas nos quedan noticias, ya que gobernó apenas un año -de 1603 a 1604-, coincidiendo con la llegada a estas tierras del jesuita que le bautizó poco antes de morir. En 1606, tras una crisis de transición, se impuso una nueva dinastía encabezada por Susinios I (o bien III; también llamado Suesinio, Susenyos y largo etcétera) que gobernó hasta 1632. Durante su reinado, el catolicismo se convirtió en religión oficial; aunque el emperador hizo púbico su bautismo en 1622; pensando así obtener ayuda de los portugueses. Un apoyo militar que solicitó varias veces, desde el inicio de su reinado; cuando en 1607 ese Negus escribe (a través de Páez Jaramillo), dos cartas a rey luso; pidiendo ayuda para luchar contra los rebeldes y musulmanes. Años más tarde (1613), Susinios mandó una expedición de varios soldados abisinios, acompañados por portugueses; dirigiéndose a Roma y Madrid, con el mismo fin. Ordenando a sus huestes, que antes de llegar a destino atacasen a los otomanos, en tierras del Mediterráneo. Aunque los enviados no pudieron culminar la misión, ni menos enfrentarse al turco; regresando sin llegar a completar el viaje.

Sabiendo muchos que Susenios se había bautizado en secreto y de ello su amistad con Páez, en 1622 hizo pública su conversión. Separándose entonces de sus concubinas y proclamando ser católico. Lo que sucede mientras observa a su gran amigo y asesor, viejo y enfermo; por lo que antes de que muriese el jesuita, parece que decide confirmar abiertamente su nuevo credo. Tras fallecer ese santo aún sin beatificar (el padre Páez Jaramillo) fue destinado a Etiopía como general, un portugués llamado Alfonso Mendes; quien además de intolerante debía ser muy poco inteligente. Así fue como este otro sacerdote a su llegada, en 1624, proclamó la supremacía de la fe romana y condenó las prácticas de la copta. Pese a su dureza, todavía se convirtieron miles de etíopes, mientras gobernaba Susenios; quien debido a la cerrazón mental de Mendes, vio peligrar el trono y hasta la vida (sufriendo atentados a cuenta de la dureza del nuevo general jesuita).

Pronto, aquellas revueltas se convirtieron en una verdadera guerra civil entre etíopes coptos y católicos; decayendo la moral del emperador y de sus gentes, que veían con tristeza como eran vencidos y debían retirarse de varias provincias. Finalmente, en 1629, el hijo del emperador (llamado Fasilides) decide que aquellas batallas interinas solo caudaban daño a su nación, luchando cristianos -coptos- contra cristianos -católicos-. Por lo que meses después, en 1630, Susenios abdica en favor de su primogénito; decretando antes que la religión católica dejaba de ser obligatoria, llegando así a la paz con sus adversarios. El emperador depuesto, fallece en 1632 y tras ello se produce una persecución contra el catolicismo; al que culparon de las guerras civiles, provocadas tras la llegada a Etiopía de Alfonso Mendes. En 1633 se decretó la expulsión de los jesuitas y el imperio de encierra en sí mismo, declarando una nueva capital en Gondar; donde Fasilidas (o Fasilides, llamado el grande) construyó un nuevo palacio y Corte, edificios que hoy se consideran Patrimonio de la Humanidad.

Regresando al arte Nambán; hemos de considerar que los biombos analizados anteriormente (el del castillo de Wakamatsu y el del Palacio Imperial, con las 28 vistas de ciudades); fueron pintados mucho antes de que ocurrieran estos últimos hechos. Pudiendo fecharse las pinturas entre 1606 y 1620; por la edad de Luis XIII de Francia y por la aparición de Susenios (o bien de su antecesor). Siendo así, creemos que pertenecen a los años de esplendor y comercio entre Japón y Occidente, a la vez que entre Portugal y Etiopía. Considerando -personalmente- que ambos biombos pudieran fecharse en el decenio de 1610 a 1620. Habiendo sido utilizados para narrar las historias que antes hemos resumido. Utilizando aquellas pinturas, sus mapas y los personajes que allí aparecen, como medio de ilustrar conferencias o evangelizaciones. En las que los jesuitas, o los portugueses, contarían a los nobles del Mikado; hechos semejantes a los que en párrafos anteriores hemos explicado.



SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos imágenes del espectacular biombo nambán que guarda el Museo de Kobe (Kobe Shiritsu, Hakubutsukan) al que agradecemos nos permita divulgarlas. Arriba, frente, donde se representa un globo terráqueo y las diferentes rutas que realizaban las naves hispano-lusas. Añadiendo cartelas en cada región del Mundo y colocando en la zona inferior los tipos, razas, trajes y costumbres de los habitantes de estas áreas. Abajo, el dorso, con una escena de la Batalla de Lepanto, librada el 7 de octubre de 1571; donde en unas cinco horas, la Liga Santa (compuesta por España, El Vaticano y Venecia) venció a la poderosa armada turca. El carácter globalista y evangelizador de este biombo es indudable; habiendo servido -sin lugar a dudas-, para enseñar la geografía del Mundo, sus tierras y sus habitantes. Añadiendo el pasaje de la historia, por entonces más importante: Lepanto.




JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS:
 Dos imágenes tomadas en el Museo de santa Cruz de Toledo 
-al que agradecemos nos permita divulgarlas-. Al lado, pendón que portaba una de las naves capitanas españolas en Lepanto (donación de Felipe II al cabildo de la Catedral de Toledo, que conserva numerosos estandartes de esta contienda). Abajo, retrato anónimo -de época- de Don Juan de Austria; el gran héroe de Lepanto y hermano de Felipe II. Hijo natural de Carlos V, nacido en los mismos años que los primeros vástagos de su hermanastro Felipe II; desde niño, su deseo fue ser un victorioso guerrero. El reconocimiento de su paternidad, poco antes de morir el emperador en Yuste, le sirvió para educarse en Alcalá de Henares, junto a Alejandro Farnesio y el príncipe Don Carlos (primogénito del emperador Felipe). Poco después comenzarían sus luchas contra el islam, guerreando primero en Las Alpujarras; razzias en las murió su padre adoptivo -Luis de Quijada, que le cuidó como a un hijo, hasta ser reconocido Don Juan, hermano del rey-. Quince meses después de aquel triste suceso, fue al mando de las naves españolas en Lepanto, cuando tan solo contaba veinticuatro años y bajo la dirección del almirante Andrea Doria (que dirigía la escuadra de Felipe II en esta batalla).



c): Don Juan de Austria y los biombos de cruzados en Lepanto (33) .

Si tuviéramos que elegir el acontecimiento histórico más importante sucedido durante el periodo Nambán (desde 1550 hasta 1639). Con seguridad, tendríamos que determinar que este fue la Batalla de Lepanto; celebrada en las costas de Turquía (golfos de Patrás y Lepanto); donde se asociaron tres facciones católicas, para derrotar a la armada otómana. Sobradamente es conocido como Pio V ordenó la constitución de una Liga -luego llamada Santa- que hiciera frente a Selim II; después de las numerosas victorias que él y su padre (Solimán), habían cosechado con su flota turca en el Mediterráneo. Sembrando el miedo y el caos en tierras tan lejanas como Malta y las costas de Italia o de España; apoyando a los piratas berberiscos y destruyendo las vías de comunicación entre Oriente y Occidente. Una ruptura que se había producido desde la caída de Constantinopla en 1453; siendo este el principal motivo por el que a finales del siglo XV, los portugueses se aventurasen a llegar hasta La India y las islas de las especias. Circundando África; a través de Buena Esperanza, pasando a establecerse en Etiopía y en Goa. A la vez que aquel cierre del Mediterráneo, de la Ruta de la Seda y de las especias; impulsó el viaje de Colón, deseando llegar a las indias orientales cruzando el Atlántico (calculando que la Tierra medía un tercio menos de su verdadero tamaño).

Así fue como durante más de cien años, Europa del Este y el Mediterráneo cristiano, habían soportado el asedio de los otomanos, que no reparaban en realizar continuas razzias (matando, asaltando y sembrando el terror). Realizando, continuos ataques con su enorme flota; para conquistar por mar, territorios cercanos a su imperio o bien, apoyar a otros sultanatos musulmanes. Cayendo de este modo en manos de los turcos, archipiélagos y costas que hasta entonces habían sido Venecianas o católicas; como fue el caso de Chipre, junto a numerosas islas y tierras griegas, entre las que destacó Rodas. Cuyos caballeros tuvieron que huir en 1522 y establecerse en Malta, donde Carlos V en 1530, les otorgo el derecho de propiedad y gobierno sobre ese piélago, a cambio de que le regalasen todos los años un halcón. Todo lo que hizo cambiar de nombre a esta orden expulsada de Rodas, pasando a llamarse Caballeros de Malta; y todo lo que nos muestra el enorme temor del emperador español a que Solimán alcanzase las costas españolas. Por lo que el rey Carlos decidió establecer en medio del Mediterráneo a estos fieros guerreros; con el fin de parar el avance de los turcos y la profusión de los piratas berberiscos. Pero desde 1560 las naves de Solimán llegaron hasta Malta, atacándola sucesivamente y al final del reinado de este sultán, su sucesor (Selim II) se atrevió a asediar la isla; que en 1565 sufre un cerco y sitio durísimo, por parte de los otomanos.

Así, tras más de cien años de asedios de los turcos, ayudados por piratas del norte de África; y de cruentas conquistas de la armada otomana, en todo el Mediterráneo. Decidió el Papa hacer frente a esta enorme fuerza, con el fin de poder comerciar y vivir con algo de paz en el Mare Nostrum. El último hecho que llevó a conformar una liga militar dirigida desde El Vaticano, fue la conquista de Chipre por parte de Selim II, que no cesaba en sus ataques en tierras próximas a su imperio. Los venecianos, viendo peligrar su enorme emporio naval, a través del que comerciaban (al que pertenecían sus bases Chipre y Creta); se sumaron a la propuesta del Papa. Finalmente, en 1571 se establece la Liga Santa, capitaneada en tres frentes; mandando Antonio Colonna las naves vaticanas, las de Génova y Napolitanas. Mientras Sebastián Veniero dirigía las de Venecia y orden de Malta; a la vez que Andrea Doria gobernaba las de Felipe II, bajo el mando de su hermano, Juan de Austria. Así enviaron una gran flota cristiana hacia el Mar Jónico, para enfrentarse a las naves turcas; que tras su aparición en el golfo de Patrás (antes de entrar al de Lepanto), en unas cinco horas decidió la victoria a favor de esta Liga Santa. Ello, pese a la enorme superioridad de los otomanos; quienes además, luchaban en sus costas.

El rápido triunfo parece que se debió principalmente a que Ali Bacha (el pachá Alí; jefe de la armada otomana), decidió dirigir su zona de línea hacia la nave capitana de España, con el fin de apresar al hermano de Felipe II. El resultado de tanta imprudencia y del intento por secuestrar a Juan de Austria, fue que las naves del gran almirante turco, se vieron pronto rodeadas por las cristianas. Llegando los de la Liga Santa a abordar La Sultana (desde la que comandaba el general musulmán); siendo degollado Alí Bacha en el ataque a su navío. Tras ello, parece que decayó la moral entre los otomanos y aunque el segundo jefe de su armada (Ali Uluch pachá) realizó maniobras de suma inteligencia, para combatir a los cristianos. Pronto fue vencido y muerto el tercer almirante de los musulmánes (Siroco, el sultán de Egipto); por lo que ese segundo en el mando -Uluch Alí Pachá- con gran criterio, prefirió la retirada antes que la perdida de toda su flota. En menos de cinco horas, los turcos fueron derrotados; viéndose obligados a doblegarse, sufriendo enormes bajas en sus navíos y entre sus hombres. Habiendo escrito así Don Juan de Austria, Colonna, Andrea Doria y Veniero, una de las gestas más recordadas de la Historia. Para terminar esta breve reseña de Lepanto, diremos que en una de las naves españolas (de nombre La Marquesa), viajaba un soldado con la misma edad y que conocía a Juan de Austria. Su nombre fue Miguel de Cervantes, que pese a estar enfermo el día de la contienda, quiso luchar. Aunque, quizás por su debilidad, no pudo esquivar un arcabuzazo que le hirió la mano izquierda (dejándola inutilizada). Pese a ello, años más tarde, logró escribir con su puño derecho algunas de las novelas y poemas más insignes de nuestra lengua.



SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Arriba, retrato póstumo de Don Juan de Austria -propiedad del Museo de El Prado, Madrid, al que agradecemos nos permita divulgar la imagen-. El cuadro se realizó después de que muriera el hermano de Felipe II en Flandes, ocupando el cargo de Gobernador de los Países Bajos. Contaba tan solo treinta y un años y su fallecimiento sucedió siete años después de la batalla de Lepanto (en 1578). Lo que consagró su nombre y su historia al recuerdo de uno de los más jóvenes y grandes generales de España. El retrato póstumo fue mandado por su hermano Felipe II; pintado en el Escorial, poco antes de que le enterrasen y al parecer tuvieron que tomar apuntes sobre el cadáver (que llegó descuartizado y en salazón desde Holanda, debido a que no había otra forma de mantenerlo y transportarlo en secreto). A mi juicio, se trata de un óleo obra de Isabel Sánchez Coello (hija y ayudante de taller, del famoso Alonso Sánchez Coello). Abajo, maravilloso biombo nambán llamado “panel de los cruzados”; propiedad del Museo de Kobe (Kobe Shiritsu, Hakubutsukan); al que agradecemos nos permita divulgar su imagen. Pintado solo por una cara, presenta cuatro guerreros luchando, en cuatro paneles. Hay diferentes teorías sobre quienes son los protagonistas de la escena; aunque a mi juicio se identifican del siguiente modo:

1º – Primero por nuestra izquierda: Don Juan de Austria, vencedor de Lepanto; portando armadura española y negra (como la que él vestía).

2º – Segundo por nuestra izquierda: Selim II (emperador otomano) o bien Ali Bachá (el pachá Alí), que dirigía la flota turca en Lepanto. Lleva turbante -no corona- y moda turca (lo que me inclina a pensar que se trata de Ali Bacha)

3º – Tercero por nuestra izquierda: El veneciano Veniero o el romano Colonna, vestido al modo italiano; representando a las facciones vaticanas y de Venecia que lograron la victoria del bando cristiano.

4º- Cuarto por nuestra izquierda (último a la derecha): Un comandante turco, que puede ser Ali Bacha (en caso de que el anterior fuera Selim II) o bien Uluch Alí Bacha; el segundo almirante que dirigía la armada turca en Lepanto.

Finalmente añadiremos que me inclino a pensar en el panel figuran Don Juan de Austria y los italianos (Colonna o Veniero); enfrentándose a Ali Bachá y a Uluch Alí Bachá (respectivamante).




JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, detalle del personaje que identificamos con Don Juan de Austria, en el biombo antes explicado.
 Agradecemos al Kobe Shiritsu, Hakubutsukan, nos permita divulgar la imagen. Observemos que viste armadura negra; tal como hacía Juan de Austria, emulando a su hermano Felipe II. Abajo, de nuevo. otra imagen del biombo con el “mapa mundi y veintiocho ciudades principales” que se conserva en el Museo Imperial de Tokyo, al que volvemos agradecer nos permita divulgar la imagen. En este caso hemos recortado el detalle donde vemos a seis paladines enfrentados. Quienes identificamos del siguiente modo:

1º – Primero por la izquierda: Felipe II (o Juan de Austria), vistiendo armadura negra y enfrentado a Selim II (o a Alí Bachá). Recordemos que bajo este figuraban las ciudades principales de España (Madrid, Valencia, Barcelona y Sevilla)

2º – Segundo por nuestra izquierda: Selim II (emperador otomano) o bien Ali Bachá (el pachá Alí, que dirigía la flota turca en Lepanto). Lleva turbante -no corona- y moda turca (lo que me inclina a pensar que se trata de Ali Bacha). Recordemos que bajo este figuraban las ciudades principales otomanas.

3º – Tercero por nuestra izquierda: Don Juan de Austria (o Felipe II), enfrentado al rey de Francia, que apoyó a los otomanos en numerosas ocasiones y no participó en Lepanto. Recordemos que bajo este figuraban las ciudades principales de España.

4º – Cuarto por nuestra izquierda: El rey de Francia, nación que pactó normalmente con el turco y contra España. Aunque en el caso de Lepanto, el soberano galo Carlos IX, no se atrevió a ir a favor de los infieles (aunque no participó en la Liga). En imagen se usa una efigie que refiere también a Enrique IV; gran enemigo de Felipe II, como ejemplo de uno de los monarcas europeos cercanos al protestantismo. Recordemos que bajo este personaje figuraban las ciudades principales de Francia.

5º – Quinto por nuestra izquierda: El veneciano Veniero o el romano Colonna, vestido al modo italiano; representando a las facciones vaticanas y de Venecia que lograron la victoria del bando cristiano de Lepanto. Recordemos que bajo este figuraban las ciudades principales de Italia.

4º – Sexto por nuestra izquierda (último a la derecha): Un comandante turco, que puede ser Ali Bacha (en caso de que el anterior fuera Selim II) o bien Uluch Alí Bacha; el segundo almirante que dirigía la armada turca en Lepanto. Recordemos que bajo este figuraban las ciudades principales del imperio Otomano.



d) El insólito caso del Museo de Gunma: El rey Sebastián de Portugal y Don Juan de Austria en dos emaki-mono.

En el año 1989, la que más tarde iba a ser mi mujer (Chiho Onozuka), trajo del Japón unas curiosísimas fotografías de dos emaki-mono (o kake-mono enrollados) que se hicieron famosos en Maebashi (34) . Ambas pinturas habían sido descubiertas y expuestas ese año, en el Museo de Gunma -prefectura cercana a Tokyo, situada al Norte de la capital-. Se los mostró a Chiho, el director del colegio donde durante su infancia cursó los primeros estudios (Sr. Kondo). Representaban a dos occidentales; uno coronado y el segundo con armadura. La primera impresión que expresaban los expertos, es que debía tratarse de un rey y de su general más importante; aunque en el Museo de Gunma-Ken no los identificaban con personajes históricos concretos. Pero al llegar estas fotos a nuestra casa, muy pronto nos dimos cuenta de quién podía estar retratado en uno de esos kakemono. Debido a que en mi familia se conservaba un cuadro de Sebastián de Portugal; cuyo parecido con el personaje que allí lucía corona, era sorprendente. Un monarca, que pese a su corta vida, fue retratado en innumerables ocasiones; debido a que su madre solicitaba repetidamente que le enviasen grabados y pinturas del niño. Para poder verle de ese modo; ya que desde que nació, tuvieron que vivir separados. Cuando su progenitora, tras enviudar, debió regresar a España; para actuar como regente de la Nación, porque su hermano Felipe II se trasladó a Inglaterra, para casarse con su tía María.

Comenzó así la triste historia de Don Sebastián, hijo de Juana de Austria, que perdió a su marido con diecinueve años; dos semanas antes de parir a su hijo. Dando a luz, sin saber que el príncipe de Portugal ya había fallecido y conociendo la noticia después de traer al Mundo al débil niño. Tras ello, lloró desconsolada la falta del padre y de esposo; viéndose -además- obligada a abandonar al bebe tres meses más tarde, debiendo volver a España para actuar como gobernadora del Estado. Una labor que realizó mejor su hermano; pues Juana fue más inteligente que bella. Bastando observar su retrato, para conocer su capacidad intelectual (pues era realmente elegante); tanta, como para haber sido admitida en la orden jesuita, como hombre y adoptando el nombre de Padre Mateo. Tras lo que fundó el Monasterio de Las Descalzas Reales, donde vivió sus últimos días. Por lo que jamás pudo ver a Sebastián; que reinó en Lisboa, educado por preceptores en su mayoría jesuitas. Un hijo, al que dejó con tres meses de edad, en manos de la familia paterna; principalmente de la abuela Catalina (hermana menor de Carlos V y tía de Juana). Solicitando por estas circunstancias la madre, el envío continuo de obras que le representasen; para ver cómo crecía y se encontraba su primogénito, que fue coronado con tres años de edad -tras fallecer el abuelo, Juan III-.

Esta triste historia del rey póstumo, había comenzado de un modo trágico; con la muerte de casi todos sus tíos paternos, lo que convirtió a su padre en heredero de la corona lusa -pese a ser el príncipe Juan Manuel, el séptimo de ocho hermanos-. Terminando la tragedia de Don Sebastián, tal como empezaba; dejando huérfano y descabezado el país vecino, cuando el soberano decidió ir a cruzadas (desapereciendo en AlcazarQuivir). Una nación que hasta ese momento había sido pionera en expediciones y la más destacada entonces, en el estudio de matemática, astronomía, navegación, ciencia, industria y comercio. Todo lo que comenzó más de cien años antes; con el príncipe Enrique el Navegante y su fundación de la Escuela de Sagres. Cuyas cátedras de astronomía y marina se impartían en la Universidad de Coimbra, realizándose las prácticas en el Cabo de San Vicente (en uno de los mares más difíciles de surcar del Planeta). Dando como fruto aquella escuela, un imperio inigualable; regentado por una nación de apenas un millón de habitantes. Donde un puñado de hombres (tan valientes como inteligentes) fueron capaces de cruzar Buena Esperanza; para establecerse en África o la India -fundando colonias en las Molucas y en China-. Tanto como supieron cruzar el Atlántico, para gobernar el extenso territorio de Brasil. Todo ello, en los mismos días en que Europa se negaba admitir el movimiento de la Tierra; creyendo en la teoría geocéntrica. Discutiendo “los sabios” occidentales sobre el ciclo de los astros; que veían “retroceder” durante el tiempo en que nuestro planeta giraba del lado opuesto y alrededor del Sol.

Pese a estas limitaciones, hubo gentes que en el siglo XV intuyeron -o supieron- que la Tierra se movía y pudieron calcular con exactitud su tamaño, junto a la altura del meridiano. Logrando localizar a través de las estrellas, su Latitud y sabiendo además determinar la Longitud (a través del uso de correderas y otros ingenios, como relojes de agua; que les permitían deducir cuántas millas habían recorrido). Siendo aquellos que mencionamos, los que se atrevieron a cruzar todos los mares y adentrarse en aguas tan peligrosas como las del Atlántico, el Índico y el Pacífico. Todo lo que fue potenciado desde 1530 por el rey de Portugal Don Duarte (Eduardo I); quien financió la Escuela de Sagres, fundada por su hermano Don Enrique. Donde estudiaron los mejores pilotos marinos de su momento; cuya función histórica y científica tan solo es comparable con la que han realizado en nuestros días las agencias espaciales -como la NASA-. Siendo este el reino que heredó siglo y medio después el niño Sebastián de Avis, que tristemente tuvo una salud muy quebradiza; al igual que sucedió con su padre y sus tíos. Lo que se debió -seguramente- a la consanguinidad, puesto que los herederos al trono de Portugal, se habían casado durante sucesivas generaciones con los de España. Un hecho que posiblemente hizo de Sebastián un niño enfermizo y “extraño”, pese a todos los cuidados que la Corte pudo darle (al igual que sucedió con su progenitor, muerto dos semanas antes de que él naciera). Esa poca salud, se tradujo asimismo en inseguridad y en trastornos psíquicos de Sebastián I; que no presentaba una gran estabilidad emocional. Siendo así como decidió ir a la guerra contra los musulmanes, junto a sus mejores nobles; perdiendo en AlcazarQuivir su vida y la de sus más distinguidos militares.


SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos imágenes de los kakemono nambán del Museo Provincial de Gunma, Japón (Gunma Kenritsu, Rekishi Hakubutsu kan; al que agradecemos nos permita divulgar las fotografías -no hemos podido hacernos con una imagen más nítida y de mejor color-). Arriba, ambos cuadros pintados sobre tela y al temple, enrollables (emaki-mono). El personaje de la izquierda, lo identifico claramente con Sebastián de Portugal. A su derecha, el guerrero, es probablemente Don Juan de Austria -aunque también pudiera tratarse del príncipe Joao, padre de Sebastián I-. Abajo, detalle del kakemono de Gunma donde a mi juicio se representa al rey Sebastián.







JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos imágenes del retrato que fue propiedad de mi familia (actualmente en paradero desconocido), que representa al rey Sebastián. Al lado, detalle de la cara. Abajo, el cuadro completo.









JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos imágenes comparativas, de la cara, en ambos csos. Al lado, detalle del kakemono de Gunma. Abajo, sobre el retrato que era propiedad de mi familia; hemos rotado la foto y superpuesto la corona del anterior (con el fin de comprobar mejor el parecido).





Siguiendo con este último rey portugués de la casa Avis; al que reconocemos retratado en el kakemono de Gunma. Hemos de considerar que -al margen de la abuela Catalina- sus verdaderos padres, fueron los sacerdotes jesuitas que le formaron. Quienes hicieron de él un místico y un verdadero defensor de la fe cristiana. La consecuencia de tanta fe religiosa, fue el deseó irrevocable de Sebastián por recuperar los territorios que su abuelo y predecesor en el trono (Juan III) había perdido en el Norte de África. Argumentando que de ese modo se evitaría finalmente la expansión de los otomanos hacia el Este del Mediterráneo; quienes -como ya dijimos- habían asediado Malta en 1565 (cuando Sebastián contaba solo once años). Todo ello preocupaba enormemente a sus preceptores jesuitas, al igual que el hecho de que nunca tuvo novias. Lo que algunos historiadores creen, se debió a su condición homosexual; opinión de Kamen a mi juicio sin fundamento. Otras teorías deducen que el monarca no “conoció mujer” porque tuvo una formación rígida y religiosa, que le apartaba de copular; aconsejándole no hacerlo debido a su poca salud. Comentando muchos que su padre había fallecido después de casarse, por los “excesos” cometidos con su mujer, Juana -pese a que, en verdad, fue la diabetes lo que propició la muerte al príncipe Juan Manuel-. En lo que se refiere al niño Sebastián, se cree que sufría una enfermedad en el pene; que le impedía retener el semen, provocándole impotencia. Todo lo que preocupaba a quienes le educaban; tanto como el carácter taciturno del soberano, empeñado siempre en luchar contra el islam.

Así fue proclamado mayor de edad con catorce años (dejando la regencia, su abuela) y en 1571 -al cumplir el soberano los diecisiete- tras conocer la victoria de Don Juan de Austria en Lepanto; decidió realizar una cruzada similar, en el Norte de África. A nadie le agradaba esta idea del monarca y menos que se embarcase hacia Marruecos para “cruzarse”; intentando todos disuadirle. Pero dos años más tarde, cuando murió su madre (Juana), viajó a conocer las costas de Tánger, quedando fascinado del lugar y soñando con organizar en ellas una guerra de conquista. Los preceptores pidieron a su tío Felipe II, que le quitase de la cabeza esa empresa y con este fin fue el rey de España hasta Guadalupe; donde citó a su sobrino Sebastián, dando como disculpa vivir juntos la navidad de 1576. En ese cónclave y frente a varios nobles de ambas Cortes, Felipe II intentó disuadirle de ir a cruzadas; aunque el joven -que por entonces contaba veintidós años- no hizo caso a estos fieles consejos. Es más, solicitó ayuda a su tío para esta invasión del Norte de África; aunque el español argumentó que tras Lepanto, lo que deseaba era una tregua con los turcos, por lo que no podía enzarzarse en nuevas guerras contra los musulmanes. Viendo que el portugués no daba su brazo a torcer y por no parecer que le importaba poco la encomienda que se proponía el veinteañero; le prometió alguna ayuda, pero insistiendo para que no fuera a batalla. Finalmente, al ver todos que Sebastián iniciaba la expedición en África; antes de su salida hacia Tánger en 1578. La corona de España mandó sucesivos embajadores y emisarios a Lisboa, para solicitar al rey luso que no se embarcase junto a las tropas.



SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos imágenes más de Don Sebastián. Arriba, retrato del que pudo obtenerse el grabado, usado como modelo para pintar el kakemono de Gunma. Observemos que su corona y rasgos son muy similares; asimismo, el hecho de que el protagonista mire al lado contrario, se explica porque debió ser copiado desde un grabado. Plancha que se trabaja en un sentido, pero se voltea al editarla (apareciendo invertida). Abajo, el mismo rey por Cristóbal de Morais; propiedad del museo de Las Descalzas Reales de Madrid (al que agradecemos nos permita divulgar la fotografía). Es este uno de los retratos que tenía su madre (Juana de Austria) para ver a su hijo; ya que hubo de vivir separada de él desde que nació.






JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos imágenes más, relativas a Sebastián de Portugal y su identificación con el emaki-mono de Gunma. Al lado, rostro del cuadro japonés, al que hemos girado, para ver mejor su parecido. Abajo, retrato del mismo soberano, pintado por Sánchez Coello; propiedad del Museo de El Prado (al que agradecemos nos permita divulgar la imagen).



Del modo en que hemos resumido, fue como Sebastián se dirigió a la cruzada de Fez; junto a veinte mil hombres (una tercera parte, voluntarios de diferentes países) y más de ochocientas naves -algunas españolas, cedidas por la corona-. Entre quienes le acompañaban, se encontraban sus más distinguidos nobles y numerosos rico-hombres de Portugal. Quienes precisaban desplazarse con servicio; llevando a la expedición a sus cocineros, lavanderas y hasta las amantes. Por otro lado, un ejército tan poco homogéneo (lleno de extranjeros) y una milicia tan acomodada (compuesta por aristócratas); se movía con lentitud y defectos. Debido a que los mandos preferían el lujo a la seguridad y sus soldados buscaban más a las mujeres y prostitutas, que al enemigo. Todo lo que se agravó con las temperaturas del momento, pues arribaron a finales de julio a las playas de Marruecos; debiendo soportar más de cuarenta grados, con las cabalgaduras sedientas y los soldados vestidos de armadura, en pleno desierto. Pero lo peor era que el monarca deseaba entrar presto en batalla; sin una estrategia bien diseñada (deseando buscar un frente; como fuera y donde fuese). Por su parte, los emires del Norte de África tenían un ejército que triplicaba en hombres al de Portugal. Que se presentó ante el enemigo, plantando cara y recibiendo un primer ataque de los sarracenos, que literalmente fascinó al rey luso. Quien sintiéndose en la gloria, no dio órdenes, limitándose a observar con alegría la batalla. Presto, los musulmanes al ver inactivo el frente; arremetieron sobre los europeos, que no sabían qué hacer por falta de mando. En pocas horas, los portugueses y su soberano fueron vencidos; cayendo cautivos la mitad de los cristianos y muriendo más de siete mil. El resto del contingente europeo -unos tres mil- escaparon milagrosamente de la masacre y muy pocos lograron regresar a la Península Ibérica. En el campo de batalla no pudieron recoger el cuerpo del monarca portugués y gran parte de su nobleza pereció; mientras la totalidad de los supervivientes que no se dieron a la fuga, fueron detenidos.

Narra la fábula que a Sebastián se le buscó vivo o muerto; para pedir su rescate. Tal como se hizo con los aristócratas portugueses apresados en AcazarQuivir; que terminaron arruinado el tesoro del reino, debido a lo que pagaron para liberarlos. Fue entonces cuando se dijo que no había caído en batalla y que había huido; comenzando así la leyenda del “sebastianismo” y las sucesivas historias que lo rodearon -entre las que destacó el suceso del pastelero de Madrigal (35) - . Pese a ello, sabemos que el cadáver del rey se encontró finalmente en el lugar de la contienda, y que allí fue secretamente enterrado (en Alcazar Quivir). Cuatro meses más tarde (diciembre de 1578), los restos del soberano fueron entregados a las autoridades de Ceuta; quienes enviaron el féretro dos años después a Portugal, para ser inhumado en el monasterio jerónimo de Belén.

El secretismo al tratar y trasladar su cadáver, hizo de Sebastián un mito; por lo que muchos afirmaban que había escapado de la batalla, logrando salvar la vida, para regresar algún día a Lisboa. Convirtiéndose en la leyenda y mito, del monarca que volverá a su tierra, para salvarla (como Arturo). Aunque en verdad, el resultado de la cruzada de AlcazarQuivir dejó huérfano el trono de Portugal; nación que finalmente tuvo que admitir como rey a Felipe II de España (en 1581). Por su parte, dos meses después de morir el desdichado Sebastián (con apenas veinticuatro años); falleció también su tío, Juan de Austria (en octubre de 1578, mientras era gobernador de Flandes y con treinta y uno). Guerrero al que quiso sin duda emular en su cruzada de Fez, aunque tristemente el soberano luso lo perdió todo, en su intento por igualar la victoria de Lepanto.





SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos imágenes de Juan de Austria. Arriba, el segundo kakemono del Museo de Gunma (al que agradecemos nos permita divulgar la fotografía), donde identifico como retratado al general hermano de Felipe II. Abajo, Juan de Austria en un grabado holandés, coetáneo.









JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos imágenes más de Juan de Austria, con el fin de comparar su parecido con el personaje representado en el Museo de Gunma. Al lado, en un sello (donde vemos claramente sus rasgos y su característica armadura negra). Abajo, ambas figuras unidas y enfrentadas, para poderlas comparar.





e) El rey Sebastián de Portugal en otros paneles japoneses:

Tras descubrir que el retratado en uno de los emaki-mono de Gunma, sería el rey Sebastián; nos hemos encontrado con una misma figura y rostro, repetido en otras pinturas Nambán. Especialmente procedentes de a zona de Nagashaki, donde el culto cristiano se extendió rápidamente; desde la llegada de Francisco Javier (en 1549); manteniéndose hasta la definitiva prohibición del catolicismo, en tiempos de Tokugawa III (1639). Un periodo histórico en que la presencia de el rey Sebastián era signo de “lusitanismo” y seña de identidad de una fe contra-reformista. Debido a que aquel joven soberano no solo murió en una triste cruzada; organizada por él, quizás con el fin de inmolarse y alcanzar la gloria. Sino, también fue un verdadero hijo de los jesuitas; ya que nació póstumo y su madre tuvo que abandonarle cuando contaba tan solo tres meses (mayo de 1554). Quedando a cargo se su abuela paterna, la reina de Portugal, Catalina (hermana de Carlos V); pero principalmente bajo la tutela de sus preceptores de la Compañía de Jesús. Quienes desearon formarle como un místico y un intelectual del Renacimiento; al modo de su tío, Felipe II.

Pero fueron vanos todos los intentos de esos sacerdotes por crear un gran estudiante, un soberano justo, un creyente inteligente y un gobernante de entendimiento económico. Porque el niño sufría una tremenda consanguinidad; tanta que en vez de tener ocho bisabuelos (como es común), tan solo contaba con cuatro. Así, tan solo sentía atracción por el significado mítico de la fe -no el místico-; a la vez que soñaba y fabulaba acerca del poder y su sentido caballeresco. Así fue como creció el pobre Sebastián, taciturno e hipocondríaco; preocupado de su problema en el pene (que no paraba de supurar semen) y ocultando su irremediable impotencia. Una enfermedad que le impedía incluso el ejercicio físico; pues con el esfuerzo, su miembro viril se debilitaba y su cuerpo quedaba agotado. Asimismo, era un niño de muy pocas luces, solitario e incapaz de comunicarse con fluidez; sintiéndose enfermo y defectuoso, pero sabiendo que desde los tres años ocupaba el trono. Por lo que desde que fue reconocido en su mayoría de edad -a los catorce- y su abuela Catalina dejó de actuar como regente del reino portugués. Sebastián lo único que deseaba era entrar en batalla y organizar una cruzada, para recuperar los territorios del Norte de África, que había perdido su abuelo (Juan III). Deseoso quizás de demostrar que era mejor que sus antecesores y principalmente más valiente que nadie. Lo que continuamente pretendía mostrar a todos, llegando a torear en las plazas y presentando lucha a cualquier caballero. Manteniendo a sus cuidadores en vilo; porque se empeñaba en correr reses bravas y recortarlas allí donde fuera. Tal como recuerdan en el Convento de Espinheiro de Évora, donde el joven rey saltaba al ruedo que los lugareños montaban; arriesgado su vida ante los morlacos, de un modo insensato.

Como dijimos, en 1573, al morir su madre y mientras Sebastián cumplía los diecinueve años; cuando decide viajar al Norte de África, para conocer los lugares que las tropas de su abuelo habían tenido que abandonar. Quedando fascinado por las costas de la antigua Tingitania y pensando tan solo en retornar para reconquistarlas. Parece que el deseo era emular la victoria de Lepanto, sucedida en 1571; no cesó en Sebastián, preparando así la cruzada contra los marroquíes; una expedición que le costaría la vida un lustro después (en 1578). De ese modo se fue y de esta forma se le recuerda; pues el chico torpe y triste que estuvo al cuidado de los jesuitas. Interpretó la religión en su aspecto bélico y el poder que ostentaba, como una forma de llevar a todos hacia la guerra santa. Sin más miras, ni más conocimientos; sobrándole valor y careciendo de todo sentido común. Así murió el infeliz; cuya tragedia marcó el reino lusitano. Un drama que dejó a todos huérfanos de rey; sin dinastía propia y con la nobleza mitad masacrada, mitad cautiva. Mientras, sus súbditos lamentaban el triste destino que la Naturaleza les había concedido. Al darles como soberano un pobre niño, iluso y soñador; sin malicia ni sensatez; sin capacidad intelectual, ni miedo. Un verdadero Quijote; que hizo reír a sus enemigos, llorar a sus amigos, sufrir a sus más cercanos y soñar a quienes tuvo como seguidores. El pueblo portugués, que de la noche a la mañana, vio tornar su suerte. Pasando a sentirse una Nación sola y desamparada; después de haber sido durante siglo y medio una de las más ricas y prósperas del Planeta. Quedando en manos de un viejo sacerdote; como fue el rey que sucedió a Sebastián por dos años (el cardenal Don Enrique); tras lo que acabó la Casa Real lusa, pasando a ocupar el trono Felipe II de España.


SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Imágenes relacionadas con el rey Sebastián y a su Corte. Arriba, paneles de un biombo japonés, cercano a 1610; propiedad del Boston, Museum of Fine Arts; procedente de la colección Fenollosa-Weld -al que agradecemos nos permita divulgar la fotografía-. En esta serie de pinturas, creemos que se halla retratada la familia del rey de Portugal; pudiendo ser sus protagonistas los siguientes personajes, que describo de nuestra izquierda a la derecha:

1- Princesa lusa: Quizás la abuela de Sebastián (Catalina) o bien su madre (Juana de Austria), que le tuvo a los diecinueve años.

2- Personaje portugués: Posiblemente Don Sebastián, aunque podría tratarse de su padre, el Príncipe Juan Manuel, fallecido con quince años, antes de que su hijo naciese.

3- Rey: Juan III, abuelo de Sebastián y padre del príncipe Juan Manuel. Creo que se trata de una recreación, que lo figura joven.

4- Sebastián, como caballero.

5- Un lancero, que considero es Juan III; ya entrado en años. Ver imágenes más abajo, que confirman el parecido.

6- Un caballero: Seguramente, otro retrato de Sebastián, que asimismo vuelve a aparecer detrás, como paje.

Abajo, cuadro de Sebastián de Portugal, atribuido a Sánchez Coello; hallado hace unos decenios en AustriaObservemos el enorme parecido con el modelo y las facciones de la cara, en los cuadros Nambán.




SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Imágenes que considero del rey Sebastián; en paneles de un biombo Nambán, propiedad del Museo de Nagashaki -al que agradecemos nos permita divulgar la fotografía-. Arriba, el niño soberano, como lancero; en postura y diseño casi igual a la del cuadro de Sánchez Coello -en foto superior-. Abajo, el niño soberano en su trono y rodeado de pajes. Igualmente es un joven pelirrojo, vestido de armadura. El primer paje, a nuestra izquierda, es idéntico de cara (aunque más joven). El escudo, parece una recreación; es de tipo portugués (sin punta) y luce las armas de Avis en el cuartel izquierdo; asimismo las de León y Aragón, junto a los grifos y aspas de Braganza.







JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Otras imágenes que considero del rey Sebastián; en paneles de un biombo Nambán, propiedad del Museo de Nagashaki -al que agradecemos nos permita divulgar la fotografía-). Al lado, el mismo chico, con rasgos idénticos y vestido de armadura -que identifico con este soberano-. Abajo, personaje coronado, también de armadura, que identifico con Juan III, abuelo de Don Sebastián.





JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos imágenes de Juan III de Portugal (abuelo de Sebastián), donde vemos el parecido con los personajes antes identificados. Al lado, grabado de este rey y de su mujer Catalina de Austria. Abajo, Juan III por Cristóbal López, pintado hacia 1552. Observemos el parecido de rasgos con los personajes de barba, que se representan en pinturas nambán; junto a otros que se asemejan claramente a Sebastián I.




LAS CITAS SE ENCUENTRAN TODAS EN UNA ENTRADA.

Para llegar a ellas, pulsar el siguiente enlace: https://leyendas-de-la-mota-del-marques.blogspot.com/2022/06/citas-de-camino-namban-memoria-del-arte.html

(se recomienda mantener abierta la página de citas, mientras se lee cada artículo; con el fin de poder consultarlas, a la vez)

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Esta era la segunda parte del trabajo.

Para leer la primera parte, pulsar: https://leyendas-de-la-mota-del-marques.blogspot.com/2022/06/camino-namban-memoria-del-arte-japones_91.html

Para llegar a la tercera parte, pulsar: https://leyendas-de-la-mota-del-marques.blogspot.com/2022/06/camino-namban-memoria-del-arte-japones_56.html

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ÍNDICE DEL TRABAJO:



CAMINO NAMBÁN, MEMORIA DEL ARTE JAPONÉS: Villagarcía de Campos, Valladolid, Tordesillas, Toro y Mota del Marqués



PARTE PRIMERA; PARA LLEGAR A ELLA PULSAR:  https://leyendas-de-la-mota-del-marques.blogspot.com/2022/06/citas-de-camino-namban-memoria-del-arte.html

A) ALCANZAR EL ZIPANGO; MOTIVO Y LEYENDA:

B) LA LLEGADA AL ZIPANGO:

1º) El naufragio de un “junco” chino:

2º) Aparición de las armas de fuego, en Zipango (el final de la Edad Media):

C) CREACIÓN DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS Y SU DIFUSIÓN HACIA ORIENTE:

1º) Orígenes:

2º) Francisco de Jasso:

3º) Crisis en las misiones de Japón (1587-1624); final del contacto (1639):

D) CRONOLOGÍA Y PODER EN JAPÓN, DURANTE LA ETAPA NAMBÁN:

1 - Primera etapa; Kamakura:

2 – Segundo periodo de Shogunato; la familia Ashikaga:

3 – Tercer periodo de Shogunato: Momoyama (1603 hasta mediados del siglo XIX):

E) MERCADO Y PERIODO NAMBÁN:

1º) Etimología de NAMBÁN:

2º) Contacto y comercio (1543-1639):

3º) El Galeón de Manila y el San Felipe:

4º) El hundimiento del Galeón San Felipe en aguas japonesas (1596):



PARTE SEGUNDA; PARA LLEGAR A ELLA PULSAR: https://leyendas-de-la-mota-del-marques.blogspot.com/2022/06/camino-namban-memoria-del-arte-japones_79.html

F) ARTE PARA LA EVANGELIZACIÓN (Javier, Valigniano y Niccolo):

1º - La evangelización de Francisco Javier y Alessandro Valignano:

2º - Giovanni Niccolo y el seminario de Kyusu:

G) ARTE NAMBÁN:

1º – Pintura Nambán:

2º – Biombos Nambán de estilo occidental, con mapas y personajes europeos (interpretación e

 identificación de algunas

 ciudades o efigies, allí representadas):

a) Los representados en el castillo de Wakamatsu y su función evangelizadora:

b): Preste Juan y el emperador de Etiopía, en el castillo de Wakamatsu:

c): Don Juan de Austria y los biombos de cruzados en Lepanto

d) El insólito caso del Museo de Gunma: El rey Sebastián de Portugal y Don Juan de Austria en dos kake-mono.

e) El rey Sebastián de Portugal en otros paneles japoneses:



PARTE TERCERA; PARA LLEGAR A ELLA PULSAR:  https://leyendas-de-la-mota-del-marques.blogspot.com/2022/06/camino-namban-memoria-del-arte-japones_56.html

3º - El biombo como objeto de globalización.

a) Globalización, historia y cartografía.

b) Globalización y evangelización.

c) Los biombos nambán y su influencia en la pintura virreinal de Nueva España.

d) Globalismo o mundialismo; la primera unión planetaria ideada por los jesuitas:

4º – Artes decorativas Nambán:

a) Cerámica Nambán:

b) Artes del metal Nambán:

c) Lacas Nambán:

H) CAMINO NAMBÁN:

a) Valladolid (San Miguel y San Julián, Museo oriental de los PP. Agustinos)

b) Tordesillas, recuerdo del Tratado.

c) Toro, una nueva pieza en la Colegiata

d) Mota del Marqués; en tierra de llos Ulloa

e) Villagarcía de Campos, la Colegiata de San Luis y su significado histórico.

f) Piña de Campos, otra nueva pieza nambán


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